Dies irae: Tres anuncios en las afueras
Contundente. ¿Cómo enfrentar la ira? La venganza, la justicia, el perdón ¿son una elección o son sentimientos? Sobre esta cuestión universal nos sumerge McDonagh, en un film que ya cosecha galardones que llegarán hasta los Oscars. Drama con tintes de comedia negra que nos ofrece uno de los guiones más sugerentes del cine reciente, donde la desesperación explota en la violencia que late escondida en el corazón de la realidad.
Mildred, inmensa Frances McDormand , es una roca trasparente por el dolor. Su hija adolescente ha sido violada, asesinada y nuevamente violada. Su sufrimiento se multiplica ante la ineficacia policial. Su ira se transforma en tres grandes anuncios publicitarios que recuerdan el crimen no esclarecido. Separada solo resiste a su lado un hijo que ve crecer el odio de su madre permaneciendo en la inocencia doliente.
En el otro lado del ring, Woody Harrelson es el sheriff Willoughby. El policía denunciado por los grandes carteles publicitarios tiene su propio secreto y no entra al trapo. Este hombre bueno superado por el mal, que todo lo corroe, acompaña la ira de Mildred y la inmadurez de su subalterno Dixon, un exagerado y vulnerable Sam Rockwell. El joven policía es una joya, racista y violento, alcohólico y machista a la vez que dependiente de una madre que esconde su propio drama.
El combate entre Mildred y Dixon está servido. Solo tienen en común estar poseídos por la ira; inmediata y justa la de ella, antigua y genética la de él. La batalla dejará heridos por todas partes. Pero serán precisamente los muertos los que ayuden a los vivos a sobrevivir cuando arden las entrañas. Curiosamente este combate entre la ira y el amor les llevará a realizar un viaje en común del que desconocemos su destino.
La ira de la América profunda está hiriendo al mundo en el esperpento de Donald Trump. Pero no se trata de un problema local, y esto hace especialmente atractiva y actual esta película. La cólera se agazapa en el lado oscuro de toda humanidad. Los seres humanos nos hacemos mal y el potencial cainita es la bomba atómica activada en el corazón. Ebbing, Missouri, es cualquier lugar.
Dicen que el origen de los relatos de los humanos es la conjuración de la muerte. Aquí la muerte, próxima o presentida, como el límite-abismo permite que de la conciencia oscura emerja un resplandor de amor. Como una breve chispa salta para curar, restañar y vencer la ira. El final abierto de este drama rural nos recuerda que siempre estamos ante dos caminos. Seguimos en la carretera.
Cine humanista que es cine espiritual cuando radiografía el alma y sostiene la llamada a hacer elección. Los seres humanos condicionados y heridos pueden transformar su furia. El personaje del joven propietario de la empresa de anuncios será una brújula en el relato. Tras una paliza de Dixon van a coincidir juntos en la misma habitación de hospital. Y allí ocurre un insignificante y significativo milagro, casi de humor negro. Sutil pero definitivo, como un final anticipado.