Padre, Hijo, Espíritu: Fuente, Faz, Brisa Triple Revelación de Vida: ¿Trinidad?
El Espíritu de Jesús, Aliento de Vida, guía hacia Abba
| Juan Masiá SJ

(Por eso elijo siempre esta imagen de la Iglesia de san Ignacio. en Tokyo, que reune en la misma figura Cruz, Resurrección y Padre Creador. Es apropiada para expresar al Aliento de Vida, mejor que una paloma o tres personas iguales. In Spiritu per Filium ad Patrem, todo en una sola imagen)
En la carta a la iglesia de Roma (Rom 5, 1-5), Pablo habla del Espíritu de Jesús que nos guía hacia el Padre. “Estamos en paz con Dios por obra de Jesucristo, por Él tenemos acceso gratuito a la esperanza que no falla, de ello da fe el Espíritu del Señor, derramado en nuestro interior, prueba de amor gratuito”.
La comunidad latente tras la tradición del evangelio según Juan vivió la hondura de esta presencia del Espíritu para guiar la evolución de la tradición evangélica viva por el camino de la historia. Por ese camino surgirían más tarde desarrollos ambiguos (como los niceno-calcedoniamos) : por una parte, clarificación y riqueza, por otra parte, complicación y abstracción. Hay que volver a la sencillez evangélica concreta y dejar que el Espíritu nos guíe hacia la verdad toda, eis pasan ten aletheian (Jn 16. 13).
Esa totalidad de la Verdad solo se da en la meta del camino, en el seno del Padre; ninguna historia y teología de los dogmas, ni ninguna pretensión de infalibilidad definitoria puede arrogarse la posesión de la verdad absoluta.
Como bien decía el entonces joven teólogo Ratzinger en los días del Vaticano II, ante la pregunta sobre qué es lo que cambia y lo que no cambia en el “depósito de la tradición de la iglesia”, habría que responder: Lo único que no cambia es la Presencia del Espíritu, que nos hace seguir cambiando continuamente.
Hoy, el miedo al cambio o al cisma suscita nostalgias de posesión absoluta de verdad y alcance de síntesis definitivas con “grandes relatos”: se olvida que la verdad total aún no la posee ninguna confesionalidad religiosa. La dialéctica del Espíritu Santo hace siempre el sacrificio de renunciar a la síntesis y nos lleva a dar siempre, como el Papa Francisco, “un cuarto paso, más allá de la síntesis, a seguir caminando por la cuarta alternativa. Por esa solo se llega a la síntesis al final de la escatología. La presencia del Espíritu nos recuerda como al israelita sincero bajo la higuera (cf. Jn 1, 50): “Ay, Natanael, Natanael, lo que te que queda por ver... y lo que te queda por cambiar”.
Dicho esto, releamos a Juan y disfrutemos de sus intuiciones sobre la presencia triple del Aliento de Vida en el camino de ida y vuelta entre Abba y nuestras vidas, la circulación sanguínea de la corriente de Revelación y Fe por la ruta trinitaria de la Bendición y la Acción de gracias.
¿Qué significa “bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?
Significa sumergir en la corriente de ese río caudaloso llamado “Padre-Hijo y Espíritu ” o “Fuente, Faz y Brisa infinitamente personal”. No es el nombre de registro de tres individuos finitos, sino el símbolo de una Realidad Única, personalmente infinita e infinitamente personal (algo infinitamente mejor que “tres personas que finitizarían al Absoluto”...)
Al comienzo de la Misa nos santiguamos diciendo “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Aliento de Vida” Oramos así y somos ungidos con el agua de esa corriente de vida y bendición. Esta forma de orar es una confesión de fe y petición de bendición, que expresa lo esencial de nuestra fe. Es también una alabanza a Dios y una invitación a despertar al misterio de la vida eterna. Así es Dios. Dios es la Vida eterna, la clave de bóveda de un arco de esfera infinita. Dios es la fuente viva de toda vida.
A este Dios, metaforizado como Señor del Cielo Infinto (en japonés Tenshû) nadie le vio jamás, dice Juan, pero se nos reveló en Jesús, rostro visible del Infinito invisible. Fue Jesús precisamente quien nos lo reveló e interpretó. Jesús es Revelación de Vida eterna y, por eso mismo, Salvador, dador de Vida y Esperanza. A este Dios, Señor del Cielo Infinito, Jesús nos enseñá a llamarle: Abba, Papá!
A Jesús lo condenaron a muerte los líderes religiosos y políticos, que lo consideraron hereje y peligroso por enseñarnos a ese Padre de las Bienaventuranzas. Pero la fuerza infinita de Abba, el Espíritu de Verdad y Aliento de Vida resucitó a Jesús de la muerte. Jesús ahora vive para siempre, dicho simbólicamente en lenguaje mito-poético: está a la derecha del Padre. Dicho con lenguaje propio de la Palabra de Vida, El Espíritu es la Presencia en medio de nosotros y dentro de nosotros, de EL Que Vive para siempre, nos hace creer y nos da esperanza de vivir eternamente sumergidos en el Centro y fondo de su esfera infinita.
El Aliento de Vida, Espíritu de Jesús, Espíritu de Abba, se hace carne en tí, te hace orar y decir Abba, te hace creer, te hace evangelizar y te hace salir a las periferias a ayudar...
Oremos ad invicem por intercesión de Francisco, para que nos dejemos llevar por el Espíritu y hablemos más de la Palabra de Vida que de la Iglesia.