Alabad al Señor Salmodia en la urbe... en el metro

La mirada en su profundidad se convierte en encuentro de luz y de amor silencioso. La vida te rodea y te desborda, en misterio y color, en dolor, en gracia, ilusiones y desconsuelos. Basta callarse y adentrarse en lo profundo de la emoción y el mundo se hace tuyo seduciendo tu sentir y tu querer. No me canso de tu mirada en tantas miradas, en todas ellas te encuentro y me llamas. Y la vida se hace salmo a borbotones, con todos sus hilos desilvanados.
| José Moreno Losada
En el metro madrileño…

Miro rostros, en su mayoría latinos, muchos acompañados de niños. Viaja también una mujer que ha estado en mi primera clase en Comillas, es de una iglesia protestante, también lo era el profesor que ha comenzado su materia sobre la espiritualidad del éxodo y el Deuteronomio. Cada uno va centrado en su móvil, uno se pregunta dónde está la vida de estas personas que vamos en el mismo vagón, pero quizá no en las mismas historias. Tres jóvenes muy vivos conversan de deportes, deben venir de su facultad. Una parada de metro se llama la puerta del Ángel y me gusta, Extremadura, los altos dan nombre a otra y esa me alegra, estamos en días de la autonomía y de la virgen de Guadalupe. Siento que el anonimato en la selva de la urbe me invita radicalmente a encontrarme conmigo mismo y a poner el centro de mi alegría en la propia persona que soy y habito en mi interior. Estoy inmerso en el mar de lo humano sin nombre, ni límites, encerrado en una totalidad insignificante y silenciosa, adornada de ruidos y frenos chirriantes que sólo hablan de prisas y paradas forzadas. La señora de al lado tiene sus manos muy gastadas por el trabajo, pero las uñas las lleva alegres y pintadas, contrastes de una vida, dura pero ilusionada en la llegada a este país de su propia lengua, pero de alma cambiada. Las conversaciones digitales se cruzan en voz alta y se imponen rompiendo tu intimidad callada pero no calmada. Me sorprende el tatuaje amplio y perfecto que se derrama orgulloso en una piel morena masculina y trabajadora manchada por los restos de una pintura de brocha gorda que es la que habrá dado lugar y posibilidad al arte azteca tatuado, su jornada habrá sido dura, pero ya sueña con que va de vuelta. Enfrente un joven delgado, uniformado en verde en sus atuendos, muy callado, triste y pensativo, la mirada muy fija no sé dónde. Y yo relato de peregrino, con un desde donde, buscando un hacia donde, y con la pregunta siempre permanente del hasta cuándo. Ahora en soledad, no sé si querida o forzada. La vida.
José Moreno Losada.