Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" (Ed. PPC) La alegría de todos los santos
Si la sal se desvirtúa... si la luz se esconde.... pero si sala y se pone en lo alto de la casa, la alegría y el sabor de la vida penetra todas las rendijas... así es la santidad, así son los santos. Hoy necesitamos sal que sale y luz que alumbre... la Iglesia ha de volver a la fuente de la Palabra y la vida, en las comunidades de la fe, centradas en Cristo y su evangelio.
| Jose Moreno Losada
TODOS LOS SANTOS
Mateo 5,1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Estad alegres y contentos
Aun en la mayor dificultad, estad alegres y contentos. Hay algo que nadie nunca nos podrá quitar: el amor y la esperanza. Tenemos una razón para no desesperar, el evangelio de Jesús, su bondad para con nosotros no tiene límites y no nos va a faltar, ni en el éxito ni en el fracaso. Pero no sólo será en los resultados donde notaremos la presencia viva y amorosa de lo divino, sino en el proceso del puro vivir. La razón del amor no está en lo que conseguimos sino con quien vamos caminando en la historia y quién nos asegura el horizonte vital de todo lo que existe. Nuestra recompensa será definitiva en el cielo, porque entonces seremos con Él, estaremos con Él y viviremos en Él. La bienaventuranza de la vida eterna no es otra que el mismo Cristo del que ya somos parte. Quien cree, ama y espera en Él ya tiene la vida eterna.
El regalo de mi hermana, las bienaventuranzas de los cercanos
Hoy es el día de la comunidad autónoma de Canarias y mi compañero Jorge, consiliario de HOAC ha salido cargado esta mañana de casa para la sede de los movimientos de la Acción Católica en Alfonso XI. Necesitará pillar un taxi, me dice, para llevar tantos cacharros. Ayer tarde noche estuvo liado preparando comida para todos. Yo oía de fondo cantos argentinos y su zapateado mientras cocinaba. Él dice que eso le relaja mucho y yo le digo que así saca los malos espíritus. Nos reímos. Ha preparado sus papas arrugás, la carne fiesta. Aco, de la JOC, también canario, llevará otras cosas. Se lamenta del lío que ha formado, pero tiene una dicha y un contento interior que no hay quien lo pare. Está alegre y contento. Para mí que es un santo, y yo lo recuerdo al ver el evangelio que hoy tengo que comentar en la fiesta de todos los santos.
En la cena, cuando estábamos tomando algo frugal con una cervecita fraternal–cosas de santos también-recibió la llamada de su hermana. Puso el móvil en altavoz y tuvimos una conversación a tres, llena de risas y bromas, a costa de nuestras cosas diarias y las bromas que nos damos. La hermana compartía y participaba en el buen humor y las risas. Fue un momento alegre y sencillo. Finalizada la llamada, comenzó la confesión de fe y el testimonio de santidad en boca de Jorge.
Me dice: “Pepe, mi hermana es un verdadero regalo divino, Dios me ha dado en ella el regalo de la fe viva y alegre. Cuando era joven estuvo lejos del Señor, miraba con recelo la Iglesia y lo manifestaba abiertamente, no veía nada. Construyó su vida con fuerza e ideas propias. Un día me comunicaba con alegría que esperaba un hijo, el misterio de la vida. Me pidió que rezara a Dios por ella y su hijo. Le contesté que lo hiciera ella, que eran su vida y su hijo. Me manifestó que le daba apuros, quizá vergüenza. Después de haber estado tan alejada y ahora acercarse con una petición y un ruego. La animé a orar y a que se abriera, porque podía llevarse una gran sorpresa con ese Dios a quien todavía no conocía bien. Y a partir de ahí comenzó un nuevo vivir, una nueva mirada, una vivencia gozosa de la fe… Su formación, su celebrar, el sacramento del matrimonio con su pareja, el bautismo de sus hijos, el aprendizaje de la guitarra para colaborar en el coro, la participación como catequista… y, sobre todo, su familiaridad con el padre-madre Dios que le fundamenta y le alegra la existencia y el vivir de cada día.”
Lo voy escuchando en mi corazón y me dejo tocar por esa gracia de la que es testigo y que le hace proclamar este magníficat de la santidad regalada en el vivir de la hermana. Dichosos ellos, alegres, unidos en lo más profundo de la existencia. Unidos en el Padre Dios. Dos santos de vida y de a pie. Jorge nunca podrá olvidar la alegría y las lágrimas de emoción al ver entrar a su hermana en el templo para celebrar su matrimonio, tras ese proceso de encuentro vivo con Dios. Se emociona al recordarlo.
Se suma al cortejo, su mamá o su madre, según hablemos desde una isla o desde la otra. Por quien más me alegré -me comenta-, es por mi madre. Lo que disfrutó con ese proceso de fe. Había pedido tanto o más que la madre de San Agustín, y Dios se lo concedió. Cómo le gustaba que discutiéramos en su presencia sobre quien la quería más y la cuidaba más, cuál de los dos le hacía mejor el arroz y las comidas. Inolvidable, eterno sentir propio de los santos y sus raíces. Otra santa, que pongo junto a mi madre. Permaneció a su lado, a comienzos de curso, hasta despedirla para la eternidad antes de venir al equipo permanente de la HOAC.
Y no se queda atrás su tío Antonio Hernández, un sacerdote benemérito canario. Estuvo hace unos días con nosotros, en nuestro piso de Méndez Álvaro y nos dejó la estela de un ministerio consumido y entregado por los que más lo han necesitado en su vida, con una inquietud despierta y vivida con la Palabra, como es propio de los sacerdotes del Prado para los que llevar el evangelio a los más rotos se convierte en prioridad de vida y bienaventuranza. Jorge me ha confesado más veces que su tío es referencia y ejemplo para él. No lo es por grandezas humanas de sabidurías, teologías y pensamientos, sino por su vivir para los demás con un cariño y una cercanía que sólo se puede tener si Dios te habita profundamente en tu corazón. Dichosos los limpios de corazón, pienso yo…
En un rato, volveré a casa y comeré lo que con cuidado me ha dejado preparado este compañero que ya lo es del alma. Cantaré y gritaré ¡viva Canarias! Conocer a Jorge y compartir con él ha sido uno de los mejores regalos de este año en mi estancia en Madrid, este vivir de fraternidad apostólica a fondo sin prevenciones.
Así es Dios, así son sus cosas y así son sus santos, los que gozan de su fe y de su gracia. Gracias por tu lectura creyente constante de la vida y de los tuyos y por compartirla tan sencillamente conmigo. Gracias, tanta santidad derramada y anónima, tanta dicha y alegría del reino humilde y callada. En este caso también muy buceada en esos paseos y caminos por el fondo del mar compartidos por Jorge y su hermana, paseos que han sido y son divinos y bienaventurados. Sabemos que es positivo que las personas queridas tengan éxito, pero nada es comparable con el tesoro de la fe. Esa dicha es única.