"Por las obras te mostraré mi fe" (St 2,18)
ANTE EL CONFLICTO SOCIAL Y POLÍTICO (Crisis) El departamento de Doctrina Social de la Iglesia de la diócesis de Mérida Badajoz ha publicado un documento, que en el año de la Fe, intenta iluminar sobre las obras de la fe - de la misericordia- ante la crisis. Se preguntan ¿Qué tenemos que hacer?.
Estamos en un momento de conflicto social y político, que afecta a toda la población, y que requiere respuesta por parte de todos. Estamos indignados pero nos damos cuenta que ya no vale con indignarse, que es necesario pasar a la acción ciudadana para responder, de un modo personal y organizado, ante este conflicto. Con este motivo y tema he sido invitado a una mesa redonda, en este curso, en la que participaban personalidades relevantes de los distintos partidos políticos presentes en Extremadura – Guillermo Fernández Vara, Pedro Escobar, Miguel Cantero - y otros movimientos ciudadanos. A mí me pedían que hablara como miembro de la Iglesia Católica. Me sirvió para esa intervención un documento elaborado por el departamento de Doctrina Social de la Iglesia –al que pertenezco de la diócesis de Mérida-Badajoz-, acerca de las obras de la fe en tiempos de crisis: “Por las obras te mostraré mi fe”. Texto de la carta del Apóstol Santiago en la que se afirma taxativamente que una fe sin obras es una fe muerta.
La reflexión de la que hablo, presenta la conexión entre la fe, el amor y la misericordia, y la necesidad de verificar la ortodoxia de la fe a través de la ortopraxis de la caridad. Cuando la fe no llega a la acción, entonces pierde su sentido y su ser, y la caridad, sin ella, puede quedar en ideología y voluntarismo. Por eso la Iglesia necesita revisarse y dejarse interpelar por los signos de los tiempos actuales ¿Qué datos son fundamentales en el orden de lo que está ocurriendo actualmente?
Entiendo que hay causas de tipo personal, socio-cultural, económico y estructural. En el fondo de todas ellas, pienso que se ha dado una derivación del bien ser que ha afectado al ser humano en la elaboración de su persona, el “homo economicus” ha imperado y se ha impuesto, en una cultura del consumo, en una sociedad del bienestar y en una globalización organizada desde el mercado. Aquello que se entendía que era un instrumento facilitador de lo humano, LA GLOBALIZACIÓN, se ha convertido en una amenaza, desde la búsqueda de un bien-estar, no traspasada por los criterios del bien-ser. De esos polvos vienen estos lodos: seis millones de parados, veinte mil desahucios, crecimiento de la pobreza grave y severa, signos de corrupción en todos los ámbitos de lo común y lo público, a la vez que en lo individual, y desprecio de la política como institución, inmigrantes sin derechos ni reconocimiento, analfabetismo y fracaso escolar, situación de dolor, desesperanza y desánimo generalizado en la sociedad.
Un elemento claro de la situación es lo que se refiere al mundo del trabajo y su distribución en la sociedad; la realidad se ha transformado brutalmente por todo lo que ha generado la globalización, el modo de trabajar y producir se ha revolucionado, pero el concepto de trabajo, la organización y división del mismo, no se ha revolucionado de la misma manera. Los criterios mercantiles y políticos a este respecto siguen con consideraciones del pasado. En este sentido el proceso de lo político y su ideología han quedado denostados, tanto en los partidos políticos como en los sindicatos, y nos responden a las necesidades del momento.
El ciudadano en el bienestar ha perdido su sentido de implicación y compromiso, el quehacer político se ha profesionalizado en la adecuación del sistema y los partidos políticos y los sindicatos se han manifestado más como empresas del quehacer electoral para ganar la partida, que para concienciar y transformar la sociedad, contando con las bases y la ciudadanía crítica, formada y activa. ¿Dónde está la ideología y la ética de la ciudadanía?
Los retos que se plantean son de un rango superior en todos niveles. A nivel personal es necesario volver a la ética ciudadana del bien ser, donde se valora lo común y lo público sobre lo privado y la ganancia lucrativa; en la cultura y en lo social, hace falta realidades de tipo asociativo, cultura de la creatividad, de la alternativa y del compromiso comunitario que se plantee un modo nuevo de vivir, consumir, trabajar, divertirse, construir…; y a nivel estructural hacen falta reformas profundas de tipo político en los partidos, en la banca y sistemas financieros, así como en la organización a nivel global y mundial. Se impone la necesidad de la gobernalización de la globalización ya.
Los católicos ante esta realidad estamos reflexionando y debemos seguir haciéndolo en todos los niveles. Hemos de reconocer que la dinámica del bien estar – la Babilonia- nos ha ganado y nos ha seducido en un ser creyentes acomodados, aunque nunca hemos olvidado deberes de caridad y cierto compromiso con los últimos; pero a unos niveles que no nos han descentrado de nuestra riqueza, seguridad y comodidad. Entendemos que necesitamos cuidar y desarrollar la dimensión sociopolítica de la fe cristiana tanto a nivel personal, como social y estructural. El cuidado de lo político, lo común y lo público ha de ser prioritario en la interpelación que el Evangelio nos hace desde la sociedad, especialmente desde los que sufren. Hemos de concienciarnos y formarnos para participar en la gestión del mundo y del siglo.
Los valores del Evangelio de la fraternidad y la justicia han de empujarnos a despertar y a caminar con discernimientos auténticos para adentrarnos en el mundo, con espíritu de encarnación, sanación y liberación propios del Reino en el que creemos y que anunció Jesús. Por eso nos estamos planteando desde los espacios propios para la reflexión y la formación en el ámbito eclesial nuestra formación en doctrina social de la Iglesia y desde ahí iluminar los quehaceres y compromisos propios ante la realidad actual y su conflicto. Cinco son los problemas que nos parecen más acuciantes y que nos piden respuestas directa: La situación de los parados, la cuestión de la vivienda, las necesidades básicas, la situación de corrupción y desánimo, así como el descrédito de la política tan necesaria y vital para todos, la realidad de los inmigrantes, la problemática de educación y fracaso escolar, y todo lo que se refiere a la exclusión, el sufrimiento, dolor, la marginación. Acabamos de señalarnos caminos de acción a ver si somos capaces de hacer señales visibles. Considero que hay claves que tenemos que asumir y realizar entre todos, y señalo alguna de ellas:
Ante el parado: aporta lo que eres y puedes
Para ello debemos: Apostar por una nueva división del trabajo, trabajar menos para trabajar todos, compartiendo trabajo y sueldo; Defender y alinearnos contra las injusticias que provocan pérdidas de trabajo; Fomentar modos de creación de trabajos para personas concretas; Cuidar la relación y el trato cercano y familiar con aquellos de tu ámbito familiar, laboral o vecinal que han perdido sus puestos de trabajo.
Ante la falta de hogar: da posada al peregrino, alimento al hambriento, ropa al desnudo...
Para ello tenemos que comprometernos a: No hacer de la vivienda, que es un derecho, un negocio; Abrir las puertas con facilidad de todos los espacios, personales y comunitarios, que pueden acoger a lo que se ven abocados al sufrimiento de abandonar sus casas; Asociarnos para responder a casos concretos; Participar activamente y favorecer todo el movimiento de apoyo a los desahuciados, así como apoyar las reivindicaciones a favor de una legislación más humana; Sed compasivos con los arrendatarios que tienen dificultades para poder pagar sus cuotas; Mantenernos cercanos a aquellas personas que pierden sus viviendas, que al menos en este trance no sientan que la comunidad los ignora.
Ante la corrupción: adéntrate en el mundo con corazón limpio.
¿Qué podemos hacer?: Educar en la familia sobre los valores éticos a vivir en la sociedad; Plantearnos la formación de la dimensión sociopolítica de nuestra fe; Reflexionar sobre nuestro ser ciudadanos y apostar por el ejercicio activo de la política en todos los foros que son propios: educativos, sanitarios, vecinales, culturales, solidarios…; Favorecer y fomentar el verdadero asociacionismo; Animar, acompañar, colaborar, desde las comunidades, grupos y movimientos, con los cristianos que asumen responsabilidades públicas y políticas; Desarrollar activamente nuestras capacidades de ofrecer alternativas y favorecerlas en todos nuestros ámbitos: Banca ética, Plataformas contra la pobreza, Asociaciones vecinales.
Ante los emigrantes: “fui forastero y me acogisteis”
Compromiso: Relaciones de acogida, vecindad y fraternidad con los que han llegado de fuera; Tratamiento laboral justo a todos inmigrantes en nuestros espacios familiares, empresariales; Apoyo a sus reivindicaciones justas y solidarias; Participación activa profesional al servicio del Tercer mundo; Favorecer espacios, momentos y lugares de encuentro para facilitar la verdadera convivencia y conocimiento mutuo; Tener presente a los inmigrantes en todos los foros y contar con ellos en nuestras programaciones: Parroquia, Movimientos, Asociaciones…; Dejarnos evangelizar por los inmigrantes, aprender de sus historias, de sus actitudes solidarias, pero también dejar que, como Iglesia diocesana, su presencia nos cambie.
Frente al analfabetismo y el fracaso escolar: “Enseñar al que no sabe”
Tenemos que: Defender la escuela y la educación como derecho fundamental y de igualdad para todos; Trabajar por una verdadera educación de calidad universalizable; Apostar por la formación profesional de todos los parados y por una Universidad con ética y con verdadera dimensión social; Implicarse y participar en los espacios educativos en los distintos niveles de enseñanza; Defender y apostar por una ley educativa de consenso y permanente que tenga como centro a los sujetos que van a ser educados.
Ante los excluidos, vulnerables y sufrientes de nuestras historias: Consuelo y justicia
¿Qué podemos hacer?: Apostar por modos personales, grupales y comunitarios de respuesta para entrar en la dinámica de la verdadera comunión y su compartir; El quehacer caritativo habrá de atender a distintas dimensiones y posibilidades: Formación - Atención primaria de necesidades básicas – Promoción - Construcción de comunidades que acojan e inserten - Actuar con pedagogías que incorporan, dignifican y hacen protagonistas a las personas de sus propias vidas e historias - Ser testigos de esperanza y militantes de la alegría, eso habrá de hacerse palpables en nuestros encuentros, celebraciones, ...
José Moreno Losada. Extracto del Documento “Por las obras te mostraré mi fe” (St 2,18) del Departamento de Doctrina Social de la Iglesia en Badajoz.
Estamos en un momento de conflicto social y político, que afecta a toda la población, y que requiere respuesta por parte de todos. Estamos indignados pero nos damos cuenta que ya no vale con indignarse, que es necesario pasar a la acción ciudadana para responder, de un modo personal y organizado, ante este conflicto. Con este motivo y tema he sido invitado a una mesa redonda, en este curso, en la que participaban personalidades relevantes de los distintos partidos políticos presentes en Extremadura – Guillermo Fernández Vara, Pedro Escobar, Miguel Cantero - y otros movimientos ciudadanos. A mí me pedían que hablara como miembro de la Iglesia Católica. Me sirvió para esa intervención un documento elaborado por el departamento de Doctrina Social de la Iglesia –al que pertenezco de la diócesis de Mérida-Badajoz-, acerca de las obras de la fe en tiempos de crisis: “Por las obras te mostraré mi fe”. Texto de la carta del Apóstol Santiago en la que se afirma taxativamente que una fe sin obras es una fe muerta.
La reflexión de la que hablo, presenta la conexión entre la fe, el amor y la misericordia, y la necesidad de verificar la ortodoxia de la fe a través de la ortopraxis de la caridad. Cuando la fe no llega a la acción, entonces pierde su sentido y su ser, y la caridad, sin ella, puede quedar en ideología y voluntarismo. Por eso la Iglesia necesita revisarse y dejarse interpelar por los signos de los tiempos actuales ¿Qué datos son fundamentales en el orden de lo que está ocurriendo actualmente?
Entiendo que hay causas de tipo personal, socio-cultural, económico y estructural. En el fondo de todas ellas, pienso que se ha dado una derivación del bien ser que ha afectado al ser humano en la elaboración de su persona, el “homo economicus” ha imperado y se ha impuesto, en una cultura del consumo, en una sociedad del bienestar y en una globalización organizada desde el mercado. Aquello que se entendía que era un instrumento facilitador de lo humano, LA GLOBALIZACIÓN, se ha convertido en una amenaza, desde la búsqueda de un bien-estar, no traspasada por los criterios del bien-ser. De esos polvos vienen estos lodos: seis millones de parados, veinte mil desahucios, crecimiento de la pobreza grave y severa, signos de corrupción en todos los ámbitos de lo común y lo público, a la vez que en lo individual, y desprecio de la política como institución, inmigrantes sin derechos ni reconocimiento, analfabetismo y fracaso escolar, situación de dolor, desesperanza y desánimo generalizado en la sociedad.
Un elemento claro de la situación es lo que se refiere al mundo del trabajo y su distribución en la sociedad; la realidad se ha transformado brutalmente por todo lo que ha generado la globalización, el modo de trabajar y producir se ha revolucionado, pero el concepto de trabajo, la organización y división del mismo, no se ha revolucionado de la misma manera. Los criterios mercantiles y políticos a este respecto siguen con consideraciones del pasado. En este sentido el proceso de lo político y su ideología han quedado denostados, tanto en los partidos políticos como en los sindicatos, y nos responden a las necesidades del momento.
El ciudadano en el bienestar ha perdido su sentido de implicación y compromiso, el quehacer político se ha profesionalizado en la adecuación del sistema y los partidos políticos y los sindicatos se han manifestado más como empresas del quehacer electoral para ganar la partida, que para concienciar y transformar la sociedad, contando con las bases y la ciudadanía crítica, formada y activa. ¿Dónde está la ideología y la ética de la ciudadanía?
Los retos que se plantean son de un rango superior en todos niveles. A nivel personal es necesario volver a la ética ciudadana del bien ser, donde se valora lo común y lo público sobre lo privado y la ganancia lucrativa; en la cultura y en lo social, hace falta realidades de tipo asociativo, cultura de la creatividad, de la alternativa y del compromiso comunitario que se plantee un modo nuevo de vivir, consumir, trabajar, divertirse, construir…; y a nivel estructural hacen falta reformas profundas de tipo político en los partidos, en la banca y sistemas financieros, así como en la organización a nivel global y mundial. Se impone la necesidad de la gobernalización de la globalización ya.
Los católicos ante esta realidad estamos reflexionando y debemos seguir haciéndolo en todos los niveles. Hemos de reconocer que la dinámica del bien estar – la Babilonia- nos ha ganado y nos ha seducido en un ser creyentes acomodados, aunque nunca hemos olvidado deberes de caridad y cierto compromiso con los últimos; pero a unos niveles que no nos han descentrado de nuestra riqueza, seguridad y comodidad. Entendemos que necesitamos cuidar y desarrollar la dimensión sociopolítica de la fe cristiana tanto a nivel personal, como social y estructural. El cuidado de lo político, lo común y lo público ha de ser prioritario en la interpelación que el Evangelio nos hace desde la sociedad, especialmente desde los que sufren. Hemos de concienciarnos y formarnos para participar en la gestión del mundo y del siglo.
Los valores del Evangelio de la fraternidad y la justicia han de empujarnos a despertar y a caminar con discernimientos auténticos para adentrarnos en el mundo, con espíritu de encarnación, sanación y liberación propios del Reino en el que creemos y que anunció Jesús. Por eso nos estamos planteando desde los espacios propios para la reflexión y la formación en el ámbito eclesial nuestra formación en doctrina social de la Iglesia y desde ahí iluminar los quehaceres y compromisos propios ante la realidad actual y su conflicto. Cinco son los problemas que nos parecen más acuciantes y que nos piden respuestas directa: La situación de los parados, la cuestión de la vivienda, las necesidades básicas, la situación de corrupción y desánimo, así como el descrédito de la política tan necesaria y vital para todos, la realidad de los inmigrantes, la problemática de educación y fracaso escolar, y todo lo que se refiere a la exclusión, el sufrimiento, dolor, la marginación. Acabamos de señalarnos caminos de acción a ver si somos capaces de hacer señales visibles. Considero que hay claves que tenemos que asumir y realizar entre todos, y señalo alguna de ellas:
Ante el parado: aporta lo que eres y puedes
Para ello debemos: Apostar por una nueva división del trabajo, trabajar menos para trabajar todos, compartiendo trabajo y sueldo; Defender y alinearnos contra las injusticias que provocan pérdidas de trabajo; Fomentar modos de creación de trabajos para personas concretas; Cuidar la relación y el trato cercano y familiar con aquellos de tu ámbito familiar, laboral o vecinal que han perdido sus puestos de trabajo.
Ante la falta de hogar: da posada al peregrino, alimento al hambriento, ropa al desnudo...
Para ello tenemos que comprometernos a: No hacer de la vivienda, que es un derecho, un negocio; Abrir las puertas con facilidad de todos los espacios, personales y comunitarios, que pueden acoger a lo que se ven abocados al sufrimiento de abandonar sus casas; Asociarnos para responder a casos concretos; Participar activamente y favorecer todo el movimiento de apoyo a los desahuciados, así como apoyar las reivindicaciones a favor de una legislación más humana; Sed compasivos con los arrendatarios que tienen dificultades para poder pagar sus cuotas; Mantenernos cercanos a aquellas personas que pierden sus viviendas, que al menos en este trance no sientan que la comunidad los ignora.
Ante la corrupción: adéntrate en el mundo con corazón limpio.
¿Qué podemos hacer?: Educar en la familia sobre los valores éticos a vivir en la sociedad; Plantearnos la formación de la dimensión sociopolítica de nuestra fe; Reflexionar sobre nuestro ser ciudadanos y apostar por el ejercicio activo de la política en todos los foros que son propios: educativos, sanitarios, vecinales, culturales, solidarios…; Favorecer y fomentar el verdadero asociacionismo; Animar, acompañar, colaborar, desde las comunidades, grupos y movimientos, con los cristianos que asumen responsabilidades públicas y políticas; Desarrollar activamente nuestras capacidades de ofrecer alternativas y favorecerlas en todos nuestros ámbitos: Banca ética, Plataformas contra la pobreza, Asociaciones vecinales.
Ante los emigrantes: “fui forastero y me acogisteis”
Compromiso: Relaciones de acogida, vecindad y fraternidad con los que han llegado de fuera; Tratamiento laboral justo a todos inmigrantes en nuestros espacios familiares, empresariales; Apoyo a sus reivindicaciones justas y solidarias; Participación activa profesional al servicio del Tercer mundo; Favorecer espacios, momentos y lugares de encuentro para facilitar la verdadera convivencia y conocimiento mutuo; Tener presente a los inmigrantes en todos los foros y contar con ellos en nuestras programaciones: Parroquia, Movimientos, Asociaciones…; Dejarnos evangelizar por los inmigrantes, aprender de sus historias, de sus actitudes solidarias, pero también dejar que, como Iglesia diocesana, su presencia nos cambie.
Frente al analfabetismo y el fracaso escolar: “Enseñar al que no sabe”
Tenemos que: Defender la escuela y la educación como derecho fundamental y de igualdad para todos; Trabajar por una verdadera educación de calidad universalizable; Apostar por la formación profesional de todos los parados y por una Universidad con ética y con verdadera dimensión social; Implicarse y participar en los espacios educativos en los distintos niveles de enseñanza; Defender y apostar por una ley educativa de consenso y permanente que tenga como centro a los sujetos que van a ser educados.
Ante los excluidos, vulnerables y sufrientes de nuestras historias: Consuelo y justicia
¿Qué podemos hacer?: Apostar por modos personales, grupales y comunitarios de respuesta para entrar en la dinámica de la verdadera comunión y su compartir; El quehacer caritativo habrá de atender a distintas dimensiones y posibilidades: Formación - Atención primaria de necesidades básicas – Promoción - Construcción de comunidades que acojan e inserten - Actuar con pedagogías que incorporan, dignifican y hacen protagonistas a las personas de sus propias vidas e historias - Ser testigos de esperanza y militantes de la alegría, eso habrá de hacerse palpables en nuestros encuentros, celebraciones, ...
José Moreno Losada. Extracto del Documento “Por las obras te mostraré mi fe” (St 2,18) del Departamento de Doctrina Social de la Iglesia en Badajoz.