“Viéndome sin amigos vivos, apelé a los muertos, di en leer, comencé a saber y a ser persona [...], fui llenando el alma de verdades y de prendas, conseguí la sabiduría y con ella el bien obrar, que ilustrado una vez el entendimiento, con facilidad endereza la ciega voluntad: el quedó rico de noticias y ella de virtudes” (B. Gracián, El criticón, 4, Madrid, Cátedra, 1990, p. 109)