El mundo original

En enero y febrero, los hombres iban a la forja a poner a punto sus útiles de labranza para la llegada de la primavera. El labrador accionaba los fuelles para hacer fuego y poner al rojo vivo el hierro; el herrero, el hombre del fuego revestido de gran autoridad, moldeaba el hierro candente sobre la fragua. Todos los presentes descotaban para comprar vino que bebían comiendo chorizos o tocino asados al fuego del fuelle. Era un lugar de hombres en donde se hablaba de cosas de hombres: mujeres, vacas, peleas entre pueblos , fuerza y valentía. “Algunos ponían sobre la fragua mujeres que hacían saltar chispas. A veces, las blasfemas de los hombres ofendidos asfixiaban los martillazos que parecían gritos. El herrero intervenía e impedía que llegaran a las manos. Algunos se citaban para luego, en el camino”. La forja era un espacio cósmico, el mundo original lleno de violencia y ternura sin límites, de costumbres y modos apenas aprendidos.
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