El arzobispo pide hospitalidad a la ciudad, recordando el sinhogarismo que vemos, "incluso en nuestro aeropuerto" "Ser buenos cristianos pasa por ser buenos vecinos": el cardenal Cobo, en la misa de campaña en honor a san Isidro

La Pradera de San Isidro se llenaba este jueves, 15 de mayo, de madrileños para celebrar el día de su patrón en la cita tradicional con la Misa de campaña, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid
Miles de familias con niños y un reguero de autoridades no han querido perderse la cita con Isidro y con la Iglesia que camina en Madrid
El arzobispo ha citado al patrón de Madrid como ejemplo de vida, quien llevaba el evangelio a lo concreto: "En Madrid hay desafíos a la vecindad, como el acceso a la vivienda de los jóvenes o las personas en situación de calle, incluso en nuestro aeropuerto, solo por señalar dos situaciones que nos duelen especialmente", ha ilustrado
"San Isidro nos recuerda que ser buenos cristianos pasa por ser buenos y atentos vecinos. Y esto pasa por cultivar la cercanía, la hospitalidad y el cuidado mutuo"
El arzobispo ha citado al patrón de Madrid como ejemplo de vida, quien llevaba el evangelio a lo concreto: "En Madrid hay desafíos a la vecindad, como el acceso a la vivienda de los jóvenes o las personas en situación de calle, incluso en nuestro aeropuerto, solo por señalar dos situaciones que nos duelen especialmente", ha ilustrado
"San Isidro nos recuerda que ser buenos cristianos pasa por ser buenos y atentos vecinos. Y esto pasa por cultivar la cercanía, la hospitalidad y el cuidado mutuo"
(Archimadrid).- La Pradera de San Isidro se llenaba este jueves, 15 de mayo, de madrileños para celebrar el día de su patrón en la cita tradicional con la Misa de campaña, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Ya la glorieta de Marqués de Vadillo, ataviada con claveles y rodeada de chulapos y lunares, premoniza el caudal de fieles que, camino a la pradera, sorteaba puestos de rosquillas, de zarajos y de mantones, para llegar a tiempo a la Eucaristía.
Miles de familias con niños, con esa mezcla de culturas que es ya la ciudad de Madrid, hacen un alto en el camino para bailar un chotis o hacerse una foto con el traje típico castizo. Hay quien se queda en los alrededores disfrutando de la fiesta, quizá sin recordar que festejamos al patrón de la capital, a un hombre santo, un marido santo, un agricultor sencillo que recuerda que todos estamos llamados a la santidad.

El coro de jóvenes de la parroquia San Fulgencio y San Bernardo entona la canción de entrada y da paso a la procesión de decenas de sacerdotes de la archidiócesis de Madrid, desde la Ermita del Santo. Antes, todas las miradas fijadas en el stand de la izquierda, donde un reguero de autoridades no han querido perderse la cita con Isidro y con la Iglesia que camina en Madrid, que recuerda que solo Dios da sentido a cualquier celebración.
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo, y una veintena de personas más, bien rodeadas de guardaespaldas y Policía, esperan la llegada del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, flanqueado por sus obispos auxiliares Vicente Martín y José Antonio Álvarez, por el cardenal Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas (Venezuela), y por el arzobispo de Ciudad Bolívar (Venezuela), Ulises Gutiérrez.
Comienza la celebración con emoción. Preside la imagen de san Isidro, a la izquierda del altar. Todo el presbiterio sonriente. Es el pueblo fiel de Dios, el sencillo, como la vida de Isidro, quien «supo en qué tierra caminaba, en medio de no pocas dificultades», como recuerda el arzobispo en sus palabras. La lluvia, a pesar de las amenazas, ha respetado un día de no demasiado calor. De hecho, el sol ha lucido al comienzo de la Eucaristía sobre la multitud de fieles.

Ser feliz y estar unido a Cristo y a los hermanos
«Gracias a san Isidro por convocarnos, gracias a Jesucristo por ser fuente de alegría», ha comenzado el cardenal Cobo la celebración, en el mismo lugar «donde san Isidro se hizo santo, donde trabajó y acogió a sus vecinos». Un hombre, ha dicho, que «comprendió profundamente lo que significa ser feliz estando unido a Cristo y a los hermanos», y que dice que «es posible dar luz y sentido a la vida por complicada que sea».
Su vida, ha señalado el arzobispo de Madrid durante la homilía, «fue sencilla, pero profundamente evangélica». No vivió una época fácil. Ese siglo suyo XI «era un tiempo de inseguridad y de continuas escaramuzas bélicas». Pero «San Isidro aprendió a vivir en esperanza», porque «conocía a Jesús; porque su día comenzaba en oración que le unía a Él; porque no dejó que el miedo marcara su destino; porque supo ver a Dios en las cosas pequeñas: en su esposa María, en su hijo, en sus compañeros de trabajo, en sus vecinos y en los pobres».
Fue un hombre que se fio de Dios, que le rezó mucho, que participó de la vida de la Iglesia, que cuidó de su familia y se mostró «delicado y hospitalario con los forasteros y con los pobres de la época».

Aludiendo al Evangelio proclamado en el día de hoy, las palabras de Jesús sobre la vid y los sarmientos, el arzobispo de Madrid ha explicado cómo san Isidro entendió que «no hay sarmiento que dé fruto si se separa de la vid, ni vid que florezca si sus ramas no llevan la vida de Cristo». Él «vivió su fe encarnada, injertada en su familia, en sus parroquias».
En este sentido, ha animado a los presentes: «No dejéis de participar, de arropar y construir vuestras comunidades, al estilo de Isidro, que las visitaba, rezaba y participaba». Porque «la presencia de nuestras comunidades es el Evangelio de la cercanía». En el ecuador del año santo jubilar de la esperanza, ha insistido: «Seguid construyendo vuestras comunidades y haciendo de ellas lugares y casas de esperanza para todos nuestros vecinos».
Y comunidades unidas, porque «no podemos ser testigos del Evangelio si vivimos divididos por ideologías o por egoísmos». Precisamente «san Isidro nos recuerda que la verdadera santidad no divide, sino que une». «Sembrad esperanza, sembrad unidad», ha animado. «Somos sembradores de Cristo también entre nuestros vecinos», los de arriba y los de abajo, ha dicho, con los que «nos encontramos en el Metro»… «Somos sembradores de esa felicidad en medio de ellos».
Llevar el Evangelio a lo concreto
Continuando con su predicación, el cardenal Cobo ha señalado cómo el santo labrador llevó el Evangelio a lo concreto, que fue su familia y sus vecinos, él que fue «un buen vecino de una vida humilde y honrada», cristiano de «fe profunda»en un Madrid mozárabe conviviendo en respeto con musulmanes. Hoy, cuando la vida va tan deprisa, ha reconocido, «donde corremos el riesgo de convertirnos en extraños entre nosotros, el ejemplo de san Isidro nos recuerda que ser buenos cristianos pasa por ser buenos y atentos vecinos».

"El ejemplo de san Isidro nos recuerda que ser buenos cristianos pasa por ser buenos y atentos vecinos. Y esto pasa por cultivar la cercanía, la hospitalidad y el cuidado mutuo"
Y esto pasa por cultivar «la cercanía, la hospitalidad y el cuidado mutuo». Así, en este Madrid «abierto y cosmopolita», el patrón «nos ayuda a acoger, cuidar y estar atentos a lo que sucede a nuestro alrededor y mirar con los ojos de Cristo». Porque en Madrid hay desafíos, ha detallado el cardenal, como el acceso a la vivienda de los jóvenes o las personas en situación de calle «incluso en nuestro aeropuerto», «solo por señalar dos situaciones que nos duelen especialmente».
«Mil años después, Isidro sigue brillando hoy como testimonio de coherencia que ha sembrado esperanza entre nosotros y nos hace sembradores de esperanza», ha concluido el cardenal, que no se ha olvidado del recientemente elegido Papa León XIV, quien «comenzó recordándonos algo esencial: “Dios nos quiere. El mal no prevalecerá”».
"En Madrid hay desafíos a la vecindad, como el acceso a la vivienda de los jóvenes o las personas en situación de calle incluso en nuestro aeropuerto, solo por señalar dos situaciones que nos duelen especialmente"
El mundo miraba a Roma estos últimos días, ha contado, «quizá buscando, creyentes y no creyentes, con sed, a alguien que dé sentido». Ante esto, ha invitado a no quedarse en el dedo que señala el sentido, sino «mirar adonde las vidas apuntan, que no es otro lugar que Jesucristo, que es el que da sentido a nuestras vidas y hace posible la verdadera felicidad».
