«Señor, enséñanos a orar». Con esta Palabra se ha celebrado este miércoles, 8 de octubre, la inauguración solemne del curso de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD). La jornada ha comenzado con una Eucaristía en la catedral de la Almudena presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. Le acompañaban los obispos auxiliares de Madrid Vicente Martín y Juan Antonio Martínez Camino; el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán; el de Alcalá de Henares, Antonio Prieto; el de Córdoba, Jesús Fernández González, el de Sigüenza-Guadalajara, Julián Ruiz Martorell, y los obispos eméritos de Alcalá, Reig Pla, y de Córdoba, Demetrio Fernández.
Asimismo, han concelebrado cerca de un centenar de sacerdotes, entre ellos el rector de la UESD, Nicolás Álvarez de las Asturias y profesores del centro; el rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, Santiago García-Jalón de la Lama; los vicarios del Clero, Juan Carlos Merino, y Pastoral, José Luis Segovia; el delegado episcopal de Enseñanza, José Luis Guzón, así como los vicarios territoriales de la Vicaría VI, Gabriel Benedicto, y de la Vicaría VIII, padre Angel Camino, osa; y el rector del Seminario Conciliar de Madrid, Antonio Secilla. Asimismo se encontraba el encargado de negios de la Nunciatura de la Santa Sede en España, Roman Walczak.
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Lee aquí la homilía del cardenal José Cobo
Al comienzo de la Eucaristía, el cardenal Cobo ha tenido un emocionado recuerdo para José Antonio Álvarez, obispo auxiliar de Madrid fallecido la semana pasada, que era vice gran canciller de la Universidad y «ha pertenecido a esta comunidad». «Presentamos su vida a la misericordia del Señor; seguro que seguirá intercediendo por nosotros».
Ya en la homilía, el arzobispo de Madrid ha afirmado que cuando la teología se incorporó al diálogo del saber, «se comprendió que hay un alma que da vida a toda ciencia: el deseo de Dios». En este punto, el arzobispo ha asegurado que «sin oración, la teología se vuelve discurso vacío, palabra sin savia; solo la relación con el Señor transforma el estudio en camino de sabiduría».

Lo que ven los discípulos en Jesús cuando le dicen «enséñanos a orar», que es el Evangelio proclamado en este día, es una actitud, un estar ante el Padre. Y Él les regala «la imponente oración del Padre Nuestro: breve, sobria, esencial», que comienza reconociendo la primacía de Dios y termina poniendo en Él las necesidades de la vida, pero con un «ponernos en comunión: padre nuestro». La oración nunca es solitaria, «nos hace pueblo, hermanos» y sitúa al hombre ante la fraternidad universal.
Es discreta pero comunitaria, como decía el Papa Benedicto XVI. «Sin comunidad, la oración se marchita; sin oración, la comunidad pierde el alma», ha subrayado el arzobispo de Madrid. Y ante esto, ha pedido a Dios que «nos haga hombres y mujeres de oración como requisito para ser hombres y mujeres de estudio», porque «solo el orante de verdad puede penetrar en el misterio que estudia». Y por eso, ha continuado, el estudio teológico «es un conocimiento que nace de la fe y vuelve a la fe».

La teología no aísla del mundo
El cardenal Cobo ha continuado insistiendo en la imposibilidad de separar la oración de la teología, y de separar ambas de la vida, porque en ella es donde Dios se revela. «Ahí se hace teología, en el contacto con la realidad, en la escucha de los signos de los tiempos».
Así, ha llamado a estar muy pendiente de las situaciones de guerra en el mundo, a los avances tecnológicos y, en concreto, a la inteligencia artificial, al «grito silencioso de los pobres, de las víctimas, de los jóvenes que buscan sentido». «Una teología que no escuche el clamor del mundo se vuelve autorreferencial y sin espíritu», ha sentenciado.
El horizonte de la sinodalidad
Siguiendo la acogida esperanza del proceso sinodal por parte del Papa León XIV, el arzobispo de Madrid ha propuesto que «este curso la sinodalidad sea asumida como línea prioritaria y transversal en todas las dimensiones de la vida universitaria». Es el Espíritu quien a través de este camino sinodal y de la oración «inspira una nueva forma de pensar, discernir y actuar en comunidad». «Que nuestra Universidad sea un espacio donde la fe se piense, donde la razón se ilumine y donde la verdad se busque con alegría». «Una universidad —ha añadido— que, con rigor intelectual y hondura espiritual, subraye el carácter y la estructura sinodal de la Iglesia, haciendo del amor, la escucha y la comunión las notas distintivas de su identidad y misión».
Con esta petición de «incorporar la sinodalidad de forma específica a nuestros acentos», ha pedido que el centro siga implicándose en las tres líneas que ya apuntó al comienzo del curso pasado: «Que preste un servicio evangelizador saliendo al encuentro de la realidad de nuestro mundo; que participe de la necesaria conversión pastoral de todas nuestras estructuras diocesanas, y que siga fomentando con intensidad la colaboración cordial con otras instituciones teológicas universitarias de nuestra diócesis como expresión de la espiritualidad de la comunión».

Acto en San Dámaso
La jornada ha continuado, tras la Eucaristía, en el salón de actos del Seminario Conciliar de Madrid, y a él se han sumado el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid, el obispo de Toledo Francisco Cerro, el obispo auxiliar de Toledo César García Magán, y el arzobispo castrense, Juan Antonio Aznárez, entre otros.
La lección inaugural ha corrido a cargo de Juan Carlos Carvajal Blanco, vicerrector de Ordenación Académica, sobre 'Anunciar el evangelio de Jesucristo en los límites humanos'. Se ha tratado de una reflexión sobre la misión de la Iglesia en un mundo herido por la fragilidad, el dolor y las periferias existenciales. Su intervención ha invitado a mirar los límites de la vida humana no como fracaso, sino como lugares donde Dios se revela y ofrece salvación. Ante los límites, el cristiano está llamado no a huir, sino a acercarse al sufrimiento con misericordia, «enjugando los rostros del límite con el lienzo de la caridad», como hizo la Verónica con Cristo camino del Calvario.
📰 El @CardenalCobo abre el curso académico 2025/2026 de la @UniSanDamaso
— Archidiócesis de Madrid (@archimadrid) October 8, 2025
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Ha reflexionado el ponente sobre la llamada del Papa Francisco a ir a las periferias existenciales, lo que implica para la Iglesia la «parresía» de salir de sí misma y acudir a las realidades marcadas por el pecado, el dolor, la injusticia y toda forma de miseria. Un dinamismo de descentramiento que ya el Papa había adquirido desde los inicios de su ministerio. «Las periferias existenciales tiene un rostro concreto», historias de sufrimiento, exclusión y marginación. «La Iglesia —recordó— no lleva a Dios a las periferias, porque Él ya está allí, esperándonos en el corazón herido de cada hermano».
El vicerrector ha destacado que la mayor periferia es la indiferencia hacia Dios y su amor, pero precisamente allí debe llegar la Iglesia como madre fecunda que vive «la dulce y confortadora alegría de evangelizar». El anuncio cristiano, subrayó, solo puede hacerse desde la contemplación de Cristo, que impulsa a salir de uno mismo para acercarse al dolor ajeno con ternura y esperanza.
Jesucristo es el Dios que ha cruzado el límite, el Hijo que asumió el sufrimiento humano y lo redimió desde dentro, ha relatado el profesor. En su encarnación y en la cruz, Cristo ha llegado hasta los últimos confines de la miseria humana para convertir el límite en lugar de encuentro y esperanza. Desde ahí, ha propuesto, la evangelización no es conquista ni estrategia, sino «presencia compasiva: acompañar al hombre en sus límites para mostrarle que Dios ya habita en ellos».
El teólogo concluyó su intervención recordando que evangelizar en los límites humanos significa «anunciar que ningún sufrimiento ni miseria quedan fuera del alcance de la gracia». Allí donde la vida parece quebrarse, Cristo se hace compañero de camino. Por eso, «la Iglesia debe ser signo de consuelo y esperanza en medio del dolor, testigo de un Dios que se abaja para levantar al hombre y hacerle partícipe de su gloria».

«Patrimonio espiritual»
Por su parte, el rector de la UESD, Nicolás Álvarez de las Asturias, ha indicado que «la universidad debe definirse antes por quienes la forman» que por las tareas que realizan. «Nuestros alumnos se caracterizan por vivir el aprendizaje y el estudio con sentido vocacional», ha explicado. Asimismo, el cuerpo docente tiene conciencia «extraordinaria» de estar realizando una tarea eclesial. Y ha destacado la «dedicación, profesionalidad e implicación» del personal de administración y servicios. «La UESD es una muestra preciosa del enorme patrimonio espiritual con el que cuenta la Iglesia particular de Madrid y con el que sirve a tantas otras Iglesias particulares y a la Iglesia universal».
El cardenal José Cobo ha cerrado el acto dando las gracias a toda la comunidad educativa. «Empezamos el curso llenos de esperanza» y «renovamos la conciencia de que todos trabajamos al servicio de una misión apasionante y necesaria». En la universidad, ha indicado, «no solo damos títulos», sino que también «es un espacio de generar procesos intelectuales, culturales, de formación humana y espiritual». Y por eso, «no olvidamos el corazón de esta universidad», que es el de «todos aquellos que buscan acompañados, de nuestros seminaristas, de los presbíteros que vienen de otros lugares, de la vida consagrada, de los laicos que, como bautizados, van buscando respuestas a su vocación, y lo hacen con el gusto por la verdad y la pasión por el bien común».
El arzobispo de Madrid ha insistido en que «no nos podemos olvidar de los pobres, los empobrecidos, de los que nos están necesitando». Tampoco de «la situación de guerra» y «no olvidamos la marcha de la Iglesia y esas líneas de ahondar y crecer en sinodalidad». Ha recordado que en la universidad «nos preparamos para servir a la Iglesia en lo que necesita hoy» y ha pedido no desfallecer en «despertar el deseo de ser misioneros». Por último, ha animado a empezar el curso «con la mirada puesta en el Evangelio y los pies en la tierra».