"Ni divinidad a costa de negar o aminorar a la humanidad. Ni humanidad negando la divinidad" Jesús Espeja: "En una situación eclesial alborotada, León XIV  transmite  serenidad para superar la división que amenaza la buena salud de Iglesia"

Jesús Espeja
Jesús Espeja

"Porque la fe cristiana solo existe en creyentes dentro de la historia, leer los signos del tiempo es tan esencial a la reflexión teológica como el conocimiento  de la Sagrada Escritura"

"La actitud de apertura y diálogo con el mundo que marcó el  Vaticano II  dio un vuelco a mi visión como creyente  y a mi reflexión teológica"

"El riesgo de las nuevas generaciones es que olviden el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno iniciado en el Concilio, y vuelvan a las seguridades dogmáticas y religiosas para resguardarse de la ineludible intemperie, en vez de seguir escuchando y escrutar la llamada del Espíritu en los nuevos signos del tiempo"

"La actitud defensiva del Magisterio de la Iglesia ante la modernidad cambió con Juan XXIII y el Vaticano II"

"Cuando ya en la  altas instancias del Vaticano  se había optado por un segundo periodo  de postconcilio, la fidelidad a la orientación del Concilio, por parte del Cardenal Tarancón y de la Conferencia Episcopal en los diez años siguientes a 1973, fue un respiro profético para la Iglesia en la sociedad española"

El dominico Jesús Espeja Pardo (Espinosa de Cervera, 1931) ha dedicado su vida a 'predicar' el Reino, escudriñando los signos de los tiempos con la brújula del Concilio Vaticano II, a cuyo estudio y difusión dedicó muchos de sus esfuerzos intelectuales y pastorales. "La actitud de apertura y diálogo con el mundo que marcó el  Vaticano II  dio un vuelco a mi visión como creyente  y a mi reflexión teológica", explica desde la paz del convento de Caleruega, donde vuelve a donde solía y publica 'Teología narrativa', un libro en el que recoge la compleja evolución postconciliar de la Iglesia en los últimos 60 años.

Espeja reconoce que "la actitud defensiva del Magisterio de la Iglesia ante la modernidad cambió con Juan XXIII y el Vaticano II". Y, en España, de la mano del cardenal Tarancón. Quizás por eso advierte del peligro que corren las nuevas generaciones: "El riesgo de las nuevas generaciones es que olviden el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno iniciado en el Concilio, y vuelvan a las seguridades dogmáticas y religiosas para resguardarse de la ineludible intemperie".

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Espeja

¿Cómo se articula en Teología narrativa la evolución compleja de la Iglesia postconciliar a lo largo de los últimos 60 años?

Hay una forma de hacer teología  especulativa  con discursos y reflexiones  que vemos en manuales y en catecismos. Pero la teología  cristiana se mueve en el interior de la fe que no existe  en abstracto; solo existen personas que se van haciendo creyentes dentro de un tiempo y de una situación. 

Este libro se titula “Teología Narrativa” no  porque cuente la historia de la teología, sino  porque es aproximación a distintas versiones  de la única fe cristiana en distintas  situaciones históricas vividas por su autor en el proceso del postconcilio. Los mismos evangelios son teología  narrativa del único Evangelio  dentro de un tiempo con su cultura.   

¿Qué papel juegan las distintas situaciones históricas y contextos eclesiales en la agrupación de las publicaciones que conforman el libro?

Porque la fe cristiana solo existe en creyentes dentro de la historia, leer los signos del tiempo es tan esencial a la reflexión teológica como el conocimiento  de la Sagrada Escritura.  El cambio del nacionalcatolicismo,  a una sana laicidad que se está dando en la sociedad española , puede ser un signo del Espíritu. 

El justo clamor de los empobrecidos por su liberación en pueblos de América Latina es  otro  acontecimiento donde podemos discernir la voz  de ese misterio que llamamos Dios. 

Las corrientes humanistas que buscan la centralidad de la persona humana sobre todas las instituciones exigen que despertemos a la novedad de la encarnación o presencia de lo divino en lo humano para caminar hacia un nuevo humanismo. 

Ante una racionalidad económica sin ética humanitaria y sin espacio para la gratuidad, no puede quedar insensible un creyente cristiano en la fraternidad sin discriminaciones.

Jesús Espeja y su libro sobre el Concilio
Jesús Espeja y su libro sobre el Concilio

En el libro tienen eco relevante los contextos eclesiales porque, si bien creer solo se puede creer en Dios, en su modo de realización la fe cristiana es eclesial. La posición oficial agresiva de la Iglesia ante la modernidad  en el siglo XIX y primera mitad del XX,  pedía que los profesores de teología hiciéramos  el juramento antimodernista. Pero la actitud de apertura y diálogo con el mundo que marcó el  Vaticano II  dio un vuelco a mi visión como creyente  y a mi reflexión teológica. 

Fue también grande el impacto  de mi encuentro con  los pueblos empobrecidos de América Latina  cuyo  justo reclamo profeso desde la fe cristiana  la  llamada Teología de la Liberación en América Latina

Mi reflexión sobre la presencia pública de la Iglesia en la sociedad española debe mucho a mi sintonía con la HOAC, a la colaboración como teólogo en la Conferencia Episcopal en los años de la transición política, y a mi inserción durante algunos años en la Vicaría de Vallecas animada por el  obispo y profeta Alberto Iniesta.

¿Qué quiso ser la Iglesia tras el Concilio Vaticano II y qué riesgo percibe usted en que las nuevas generaciones ignoren esa singularidad eclesial?

En el Vaticano II  la Iglesia quiso ser madre de corazón abierto en diálogo con el mundo moderno. Lo dejó ya bien claro Juan XXIII en su discurso de apertura. Lo confirmó Pablo VI en la encíclica  “Ecclesiam suam”, 1964.Y lo ha explicitado el papa Francisco en su primera Exhortación “Evangelii Gaudium”

Apenas clausurado el Concilio, las promesas incumplidas de la modernidad  desencantaron a los llamados  postmodernos que sin embargo canonizan la subjetividad hasta el extremo. Esta nueva etapa de la modernidad facilita el desconcierto, el relativismo y el vacío de sentido.

Concilio

El riesgo de las nuevas generaciones es que olviden el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno iniciado en el Concilio, y vuelvan a las seguridades dogmáticas y religiosas para resguardarse de la ineludible intemperie, en vez de seguir escuchando y escrutar la llamada del Espíritu en los nuevos signos del tiempo.

¿Cómo definiría usted lo que llaman la "novedosa singularidad de la encarnación" y por qué es tan crucial para evitar un religiosismo vacío?

La encarnación es el artículo central de la fe o experiencia cristiana. Quiere decir que lo  divino y lo humano  van inseparablemente unidos, sin confusión. De tal modo que ese misterio llamado Dios se encuentra en la condición humana, fundamentándola, dándole   consistencia y llevándola a plenitud.

Ni divinidad a costa de negar o aminorar a la humanidad. Ni humanidad negando la divinidad. Según la fe cristiana, en la conducta histórica de Jesús,  Dios se ha revelado como presencia  de amor  que se está dando,  y  se ha revelado  también la nueva humanidad que, seducida por esa Presencia, es libre y totalmente también  para los demás.

Y la encarnación que, según la fe cristiana, tuvo lugar de modo definitivo en el acontecimiento Jesucristo, continúa en la historia  de de cada persona, pues “el Hijo de Dios en cierto modo se ha unido a todo ser humano”. 

Esta novedad de este  Evangelio evita,  por un lado caer en el religiosismo: pretender la comunión con Dios  olvidando al ser humano. Y por otro lado  pretender un humanismo integral rompiendo con Dios, Presencia de amor en que todos habitamos. 

Tarancón en el Concilio

¿Qué implicó el “segundo período del postconcilio” y cómo se caracterizó en la Conferencia Episcopal presidida por Tarancón?

La modernidad que cuajó en el s. XVIII, significó la subida del individuo que reclama su libertad y su autonomía en la sugestión de las tareas seculares. Unos reclamos anejos a la dignidad de la persona, se  presentaron con ilusas pretensiones  y  algunos errores.   El magisterio de la Iglesia en el s. XIX denunció esos desvíos, pero no dio  su valor a  los justos reclamos humanitarios de la modernidad.

La actitud defensiva del Magisterio de la Iglesia ante la   modernidad   cambió con Juan XXIII y el Vaticano II. Se pasó al diálogo  valorando  los justos reclamos de libertad y de autonomía que lanzaba el hombre moderno,  tratando de discernir en esos reclamos la llamada del Espíritu.

Este cambio no era de fácil digestión. Se vio en una corriente  de los conciliares preocupados por mantener fidelidad a la tradición con el riesgo  de caer en un  tradicionalismo cerrado. 

Ante la inevitable dispersión, afán de novedades y peligro de división en la Iglesia, en 1985 el Cardenal J. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, concedió una entrevista en que destaca las sombras del Concilio y propone la necesidad  de iniciar “un segundo periodo postconciliar”.

 Ese periodo que prácticamente ha durado hasta el papa Francisco, se caracterizó por la obsesión de ortodoxia y mantenimiento de la unidad. Esa visión marcó al Sínodo Extraordinario  de 1985 para evaluar los veinte primeros años de postconcilio. Supuso un olvido de la orientación renovadora sugerida en el Vaticano II  cuyos documentos apenas eran  conocidos por la mayoría de los cristianos, incluido muchos clérigos. 

Cuando ya en la  altas instancias del Vaticano  se había optado por un segundo periodo  de postconcilio, la fidelidad a la orientación del Concilio, por parte del Cardenal Tarancón y de la Conferencia Episcopal en los diez años siguientes a 1973, fue un respiro profético para la Iglesia en la sociedad española.  

Congreso de la Asociación Juan XXIII

¿Qué aportes y qué influencia tuvo la Asociación de Teólogos "Juan XXIII" en ese período postconciliar?

 La Asociación de Teólogos Juan XXIII nació en 1980.En ella se reunían y reflexionaban teólogos de distintas escuelas, todos sensibles a la novedad del Vaticano II y deseosos de fomentar esa novedad en Iglesia dentro de nuestra sociedad en cambio cultural muy rápido.  

Creo que  aquella Asociación conectaba con el espíritu de  la Asamblea Conjunta, 1970,  acontecimiento eclesial muy significativo en el postconcilio. 

En los primeros congresos  multitudinarios organizados por la Asociación   y publicados en la revista “Misión abierta”,  las comunidades cristianas que habían  emprendido un camino de renovación  siguiendo la orientación  del Concilio, encontraron luz y  ánimo para seguir adelante.

Desde una perspectiva teológica, ¿qué opinión le merece el neoliberalismo económico y su impacto en la praxis y el mensaje cristiano?

En el libro “Teología  Narrativa” transcribo  una conferencia dada en el Centro de Diálogo  “Bartolomé de Las Casas” ( La Habana,  2001)  sobre el neoliberalismo económico tal como viene funcionando desde los años 70 del siglo pasado. Una economía que ha degenerado en crematística  con la sola y fría lógica del mercado.  

Teología en salida
Teología en salida

El documento más profético y contundente sobre este neoliberalismo económico  fue la encíclica  de Benedicto XVI “Caridad en la verdad”, 2009:  el  funcionamiento de la economía donde no hay espacio para la compasión y la gratuidad, ya en un mundo globalizado   genera cada vez más injusticia social  y  creciente escandalosa pobreza. 

En relación con el Papa Francisco, ¿qué herencia se considera irrenunciable de la teología de la liberación para la Iglesia actual y futura?

 La teología de la liberación es movimiento de teólogos que, a mediados del siglo pasado, escucharon el justo clamor los empobrecidos  y desde la fe cristiana  los acompañaron  en sus prácticas por salir de salir de  la exclusión y dependencia que sufren.

 La inspiración primera de esta teología es la compasión que se afianza con la revelación   bíblica  explicitada en el Evangelio de Jesucristo.  Hay distintas  corrientes  en la teología de la liberación no igualmente aceptables desde la fe cristiana. Pero hay una reflexión    teológica, inseparable de la espiritualidad, que ha sido avalada y perfeccionada en las  Asambleas Generales  del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Puebla y Aparecida.

Sobre todo en Aparecida, fue relevante la figura del  Cardenal Bergoglio. Su sensibilidad humana y evangélica se ve en su primera Exhortación como papa: “No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, Y ]la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vuelta atrás que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.  Y una afirmación contundente: tal como está funcionando “el sistema   social y económico es injusto en su raíz”.

Francisco y Prevost
Francisco y Prevost

De un jesuita a un agustino, ¿la vida religiosa gobierna (y triunfa) en la Iglesia?

No es muy evangélico hablar de la Iglesia como sociedad piramidal  de  poder de unos sobre otros.  En el mismo clero sobran trepas que quieren triunfar  como los poderosos del mundo y príncipes del mundo. Ni el singular ministerio del obispo de Roma, Sucesor de Pedro, da superioridad  sobre los demás bautizados,  “con vosotros soy cristiano” decía San Agustín.

 Pienso que los cardenales del Cónclave no  eligen a uno por ser religioso  sino porque creen  que es el más adecuado en la situación de la Iglesia inseparable del mundo. El papa Francisco vino muy bien  después de  un segundo y largo  periodo postconciliar. Y en una situación eclesial alborotada,  el  León XIV  transmite  serenidad para superar las división que amenaza la buena salud de Iglesia.  

¿Cree que León XIV continuará la primavera de Francisco y la Iglesia sinodal y samaritana?

Sin remedio, el papa León  XIV tendrá que seguir procesando el diálogo de la Iglesia con la modernidad en esta confusa  etapa de la postmodernidad.

 No quedará insensible ante la injusticia social y la pobreza escandalosa cuyo iceberg son las continuas guerras regionales con frecuencia incentivadas por gobernantes de países económicamente más poderosos. 

La sinodalidad sigue siendo clave para la verdadera reforma de la Iglesia y en sus primeras intervenciones  el nuevo papa manifiesta  su preocupación por avivar la fe cristiana como experiencia mística. Creo que ahí está la clave para la verdadera reforma de la Iglesia.  

Espeja
Espeja

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