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Reclama "testimonio, formación y diálogo" para construir el pacto educativo global
“Están llamados a caminar juntos para que la Iglesia para prestar su servicio educativo al mundo”. La Congregación para la Educación Católica acaba de hacer público la instrucción ‘La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo’, un texto que pretende (sin terminar de conseguirlo) aclarar las competencias de las llamadas ‘escuelas católicas' y, al tiempo, combinar las legítimas autoridades y obligaciones de alumnos, padres y docentes en este tipo de centros con la apertura al ‘Pacto Educativo Global’ auspiciado por el Papa Francisco.
Con la firma del cardenal Versaldi, el documento (algo farragoso, la verdad) arranca apuntando a “la necesidad de una mayor conciencia y consistencia de la identidad católica de las instituciones educativas de la Iglesia en todo el mundo”, por lo que ofrece “unas orientaciones más profundas y actualizadas sobre el valor de la identidad católica de las instituciones educativas en la Iglesia, para ofrecer unos criterios adaptados a los retos de nuestro tiempo, en continuidad con los criterios que siempre han sido válidos”.
Porque, afirma el Papa Francisco, “no podemos construir una cultura del diálogo si no tenemos identidad”. Así, tras repasar la historia de la escuela católica en la misión de la Iglesia en el mundo, el documento insiste en la importancia del “testimonio” el “conocimiento”y el “diálogo” en la escuela católica.
En tiempos de pacto educativo global, la escuela católica debe “contrarrestar una emergencia educativa generalizada cuyo origen reside en la ruptura del “pacto educativo” entre instituciones, familias y personas”.
Unas tensiones propias del cambio de época, en la que se buscan “respuestas convincentes” a “la actual metamorfosis cultural y antropológica”, que “genera nuevos lenguajes y descarta, sin discernimiento, los paradigmas que la historia nos ha dado”.
Ante esto, se aboga por “un proyecto a largo plazo destinado a formar personas dispuestas a ponerse al servicio educativo de su comunidad.”
“Toda la comunidad escolar es responsable de la realización del proyecto educativo católico de la escuela, como expresión de su eclesialidad y de su inserción en la comunidad de la Iglesia”, incide la instrucción, que recuerda que “todos tienen la obligación de reconocer, respetar y testimoniar la identidad católica de la escuela, oficialmente expuesta en el proyecto educativo”. Esto se aplica “al personal docente, al personal no docente, a los alumnos y a sus familias”, apunta la Congregación, que añade que “la comunidad educativa es responsable de velar por el respeto a la vida, la dignidad y la libertad de los escolares y demás miembros de la escuela”.
Especialmente importante es la labor de ejemplo del personal docente. Tanto es así que “si la persona contratada no cumple con las condiciones de la escuela católica y su pertenencia a la comunidad eclesiástica, la escuela tomará las medidas oportunas”.
¿Cuándo se puede hablar de ‘escuela católica’? El dicasterio constata que “hay una percepción conflictiva de la identidad católica de las instituciones educativas. Ello se debe a menudo a la interpretación, no siempre correcta, del término "católico" y a la falta de claridad de las competencias y la legislación”.
Esto se debe a dos tensiones: por un lado, a una interpretación reductora o puramente formal y, por otro, a una visión vaga o cerrada de la identidad católica. En cuanto a la primera, se insiste en que “la identidad católica no justifica una interpretación reductora de la catolicidad que excluya explícitamente o de facto principios, dimensiones y exigencias esenciales de la fe católica”. Además,” la catolicidad no puede atribuirse sólo a ciertos ámbitos o a ciertas personas, como los momentos litúrgicos, espirituales o sociales, o a la función del capellán de la escuela, los profesores de educación religiosa o el director de la escuela”.
En el otro lado, “el modelo "cerrado" de las escuelas católicas”, donde “no hay lugar para los que no son "totalmente" católicos.” “Este modelo contradice la visión de una escuela católica "abierta" que pretende trasladar al ámbito educativo el modelo de la "Iglesia en salida’ en diálogo con todos”, lamenta el Vaticano, que aboga por un término medio.
Y es que “la identidad católica debe constituir un terreno de encuentro, un medio para la convergencia de ideas y acciones”, para que los educadores sean “constructores de la unidad” y “generadores de procesos de desarrollo”.
“Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demora, sin repulsión y sin miedo", concluye el documento, que “espera que el perfil de identidad católica del proyecto educativo contribuya a la creación de un pacto educativo global para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e inclusiva, capaz de una escucha paciente, un diálogo constructivo y una comprensión mutua”.
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