Tercera sesión del foro hacia un nuevo currículo de Religión Católica De la Teología a la pedagogía de la Religión: "Francisco ha agitado al mundo educativo católico"

Antonio Roura, director de Religión y Escuela
Antonio Roura, director de Religión y Escuela

Antonio Roura: El profesor de Religión debe ser «el teólogo que, en el ágora de la escuela, reivindique y visibilice la posibilidad de una razón abierta y una fe que sabe expresarse en categorías culturales»

Junkal Guevara: «Démosle a los jóvenes la posibilidad de escuchar muchos textos de la Biblia. Que resuene en el aula con la fuerza del coro comunitario de la Iglesia, que puedan sentir la solidaridad intergeneracional que nos mantiene unidos a la nube de testigos».

Eloy Bueno: "Teniendo en cuenta la centralidad dogmática, bajo el criterio de Bueno es importante que los estudiantes de Religión puedan configurar una fórmula breve de fe que sea lo que les debe mantener toda su vida"

Julia Gutiérrez: En estos momentos en las que ideologías y comportamientos condicionan la libertad de las personas, «los principios correctores que actúan son la dignidad humana, la solidaridad y la subsidiaridad».

Nicolás Álvarez: «La Iglesia, mezclada con el barro de los hombres, continúa la labor salvífica de Jesús»

María José Muñoz: Evangelio y arte han protagonizado «una historia de amor» que ha dado «frutos preciosos a lo largo de los siglos».

Bajo el lema «de la teología a la pedagogía de la religión», ha comenzado su ponencia marco el profesor de religión y filosofía, y director de la revista Religión y Escuela, Antonio Roura Javier. Referenciando el magisterio del Papa Francisco, quien a juicio de Roura, «ha agitado al mundo educativo católico obligándonos a repensar el sentido de nuestra contribución a la escuela y a la sociedad», cree que la pandemia ha hecho más acuciante la pregunta ¿qué asignatura de Religión queremos?

Para el autor del libro “El currículo de Religión en diálogo”, siguiendo la línea de Francisco y de otros panelistas en los foros anteriores, el contexto actual puede ser una oportunidad para ponernos en «diálogo cultural, en el marco escolar, con las demás disciplinas y contribuir juntos a la construcción de un mundo mejor». 

No es por tanto la clase de Religión para un anuncio confesional del Evangelio, ha dicho Roura, sino que «su razón de ser es integrar, en una única expresión cultural,  esas dos aproximaciones a la realidad religiosa». El diálogo entre la razón y la fe, citando a Benedicto XVI, es imprescindible para el hombre de hoy «pues la ruptura de este diálogo comporta, como se afirma en Caritas in Veritate, un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad». 

La clase de Religión no tiene como fin estudiar el Evangelio

El profesor de Religión debe ser «el teólogo que, en el ágora de la escuela, reivindique y visibilice la posibilidad de una razón abierta y una fe que sabe expresarse en categorías culturales». Considera que «la clase de Religión no tiene como fin estudiar el Evangelio buscando la iniciación cristiana de los alumnos». A su modo de ver, debe  procurar el diálogo entre la fe, la razón y las ciencias —entre Evangelio y cultura—, para seguir creando  las condiciones intelectuales para que el Evangelio pueda ser escuchado por todos. 

Comprender la cultura y el universo simbólico  entendiendo el horizonte al que remiten.  El cometido de la asignatura de Religión, será en un primer momento, que los alumnos conozcan el relato pero, en última instancia, lo relevante será aportar a nuestros alumnos, y a toda la sociedad, un modelo antropológico, como respuesta a los retos de este tiempo, que ayude reconocer al que sufre, a salir a su encuentro y construir un modelo de convivencia en el que se primer el cuidado mutuo por encima del individualismo excluyente.

El currículo de Religión habrá de recuperar de su mejor tradición contenidos que afiancen los vínculos compartidos con la diversidad religiosa. Nuestra presencia en la escuela, vuelve a citar a Benedicto XVI, lejos de ser una interferencia o una limitación de la libertad, es un valioso ejemplo del espíritu positivo de laicidad que permite promover una convivencia civil constructiva, fundada en el respeto recíproco y en el diálogo leal, valores que un país siempre necesita.

Elaborar un currículo, desde la teología, pondrá al teólogo y al pedagogo, en la tesitura de preguntarse qué contenidos son valiosos para proponer en el ágora pública, para qué alumno, para qué sociedad, que realidades selecciona  y cuáles ignora, desde qué lugar epistemológico quiere analizar la realidad , etc. ¿Qué aporta la teología al ser humano que vive en esta sociedad?

Citando al Papa Francisco en Veritatis Gaudium,  considera como hoja de ruta para la ERE en la escuela: 1. Colocar en el centro del currículo de ERE la experiencia del kerygma. 2. el diálogo a todos los niveles, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. 3. el fomento de la cultura del encuentro. 4. la urgente necesidad de “crear redes” 5. y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha .

El cristianismo cotidiano

La religiosa de Jesús María, Junkal Guevara, profesora de la facultad de Teología de la Universidad Loyola Andalucía (Granada), ha explicado que «los profesores de Religión y la clase de Religión es la que saca adelante el cristianismo cotidiano». Ha disertado sobre «¿Qué Biblia en el currículo de Religión?».

Para Junkal Guevara, la Biblia debe estar «a la vista, que se vea, reconocible como libro de nuestra comunidad. No somos una religión de libro. nuestra fe se fundamenta en el encuentro con el Jesús resucitado que se manifiesta y viene a nuestro encuentro. Pero como la Palabra se hizo carne, la Palabra se hizo texto».

Además, ha propuesto «una Biblia que sea en salida, un punto de encuentro entre judíos y cristianos que compartimos textos sagrados, un lugar en el que celebrar con los musulmanes la venerabilidad de algunos de los protagonistas de la historia de la salvación». Una Biblia que oiga y que ayude a los jóvenes a decidir: «Démosle a los jóvenes la posibilidad de escuchar muchos textos de la Biblia. Que la resuene en el aula con la fuerza del coro comunitario de la Iglesia, que puedan sentir la solidaridad intergeneracional que nos mantiene unidos a la nube de testigos».

Por otra parte, la profesora Guevara pidió que se enseñe la Biblia que da voz a los que siempre han estado ahí pero que no siempre tuvieron oportunidad. Se ha referido a la mujer, a los disidentes, los deportados,  los enfermos y todos aquellos que se cuelan en los textos». Por eso, es necesario presentar una Biblia que guste y que se guste. Y así, Jukal Guevara ha seguido con otros sentidos como el tacto y el olor: «Una Biblia con tacto, que se toque (…) Los profesores de Religión y los alumnos somos el buen olor de Cristo que esparce su fragancia sobre la sociedad que no está abierta a oler antiguos perfumes sobre todo cuando huelen a rancio».

Cristología en las aulas

El Catedrático de Dogmática de la facultad de Teología del Norte de España, el profesor Eloy Bueno de la Fuente, ha respondido a la pregunta planteada durante su intervención: ¿Qué antropología teológica y qué cristología en la clase de religión?

Teniendo en cuenta la centralidad dogmática, bajo el criterio de Bueno es importante que los estudiantes de Religión puedan configurar una fórmula breve de fe que sea lo que les debe mantener toda su vida.

Sin descuidar la necesidad pastoral, que implica tener en cuenta el contexto cultural actual, hay que explicar el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. «La relevancia existencial que plantea la figura de Jesús aparece en nuestra historia como alguien que nos interpela. Que viene, en efecto, del pasado pero que tiene algo que decirnos en el presente». A este respecto ha querido incidir en la siguiente premisa: «el ser humano no avanza sin rumbo sino que está permanentemente acompañado y no es fruto de la casualidad». Por ello, es importante hablar o presentar a Jesús como hijo del Padre y reflexionar sobre la hondura filosófica, antropológica y teológica que tiene esta significación.

Dice Bueno, «la muerte de Jesús es la conclusión de un estilo de vida y una forma de entrega a los demás».Y, como no puede ser de otra manera, adentrarnos en «el núcleo central, el misterio pascual visto desde la Resurrección. Su dimensión salvífica y trinitaria. Es lo que hace que la vida de Jesús sea prolongada». El ser humano ha sido creado como Hijo y por ello inserto en la fraternidad universal, que se abre a tantas exigencias morales

Bueno ha querido recordar «al ser humano como ser unitario pero complejo entre las tensiones que lo abrazan, como puede ser la finitud y el anhelo de infinitud».  También ser consciente de su propio pecado y de la libertad y responsabilidad que ha de ejercer en el transcurso de su vida.

Servicio al bien común

El sacerdote Ramiro Pellitero, de la facultad de Teología de la Universidad de Navarra, ha expresado esta tarde que «la verdadera reforma en la Iglesia pasa por la educación de la fe, como contribución a la comunión eclesial y como servicio al bien común de la sociedad». Su exposición, bajo el título «¿Qué Eclesiología en la clase de Religión?», el sacerdote ha dividido su exposición en tres partes: en la primera presentó la Iglesia como comunidad de los discípulos de Jesucristo; en la segunda ha explicado la fe, liturgia y servicio centrado en el amor y, por último, ha indicado cuatro principios inspiradores: el de la inculturación, el de la Iglesia en salida que se une con el de una educación en salida, el testimonio de Cristo y una eclesiología basada en la educación de la persona en su relación bipolar con la comunidad humana.

En estos momentos en las que ideologías y comportamientos condicionan la libertad de las personas, «los principios correctores que actúan son la dignidad humana, la solidaridad y la subsidiaridad».

En una estructura pública como es la escuela, «proponer la educación ética y moral de la persona, desde el enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia, DSI, parece que hoy es el modo más adecuado por su saber teórico-práctico cuyos elementos son fundantes de la educación de la conciencia moral». Así lo ha expresado Julia Gutiérrez Leronés, delegada diocesana de enseñanza de la archidiócesis de Valladolid.

Esta propuesta se desarrolla a través de tres escenarios a través de la propia DSI, ha explicado: «Es un método de evangelización, a través de la correlación. Los valores, en contextos sociales cambiantes, nos llevan a un conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directrices de acción, cuyo alcance principal es interpretar tales realidades, examinándose la conformidad o disconformidad con las líneas trazadas por las enseñanzas evangélicas sobre el hombre y su vocación terrena y al mismo tiempo la trascendente; para orientar, por lo tanto, el comportamiento cristiano».

Clase de Religión
Clase de Religión

El barro de los hombres

En estos momentos en las que ideologías y comportamientos condicionan la libertad de las personas, «los principios correctores que actúan son la dignidad humana, la solidaridad y la subsidiaridad». Por eso, trabajar por la justicia, el bien común, alcanzar el desarrollo integral —solidario y sostenible— «supone la libertad responsable de la persona y los pueblos». Por eso, los principios, decisiones y acciones deben ir orientados en el campo político «a optar por los más pobres y los derechos humanos y en el económico, a propiciar una nueva forma de propiedad, analizar su función social».

La estructura social, también es tridimensional: mi relación con Dios, con los demás y con todo lo creado. «Por eso hay que ofrecer a los alumnos ese estudio desde la comunión, para colaborar, dar la vida y servir y cuidar de la creación, todas las personas y sus bienes y llegar de esa forma al verdadero bien común.               

«La Iglesia, mezclada con el barro de los hombres, continúa la labor salvífica de Jesús»

Nicolás Álvarez de las Asturias, es Catedrático de Historia de la facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Damaso y juez del Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid. Tras reconocer la labor de los profesores de Religión y de aquellos que generan el currículo de Religión, Álvarez ha querido empezar por dos perspectivas, objetivas, sobre la historia de la Iglesia.

«El estudio de la historia ha sido siempre uno de los caminos ensayados de los hombres para entenderse a ellos mismos mejor». Un estudio de la historia que no lleve a la comprensión profunda de nuestra realidad, es sencillamente desprestigiarla y convertirla en objeto de concurso de erudición. Que está muy bien, pero no se trata solo de eso.

Siempre desde el punto de vista objetivo, nos quedamos con el Concilio Vaticano II, la historia de la Iglesia debe ser explicada teniendo en cuenta el misterio mismo de la Iglesia. Para estudiar la historia de la Iglesia en ella se dan tres dimensiones complementarias: Por un lado la Iglesia que se relaciona permanentemente con Dios, como la institución que se adapta para responder a los desafíos del presente y la Iglesia que está llamada como sal del mundo.

Utilizando la fórmula retórica de una serie de preguntas que interpelan a la Iglesia desde distintos planos, Álvarez ha querido responder a la pregunta sobre lo específico de la vida de la Iglesia, recogiendo el fondo de una de las reflexiones que se formula Benedicto XVI, en Jesús de Nazareth:  ¿qué es lo más específico de Jesús, que lo hace una persona irrepetible? Que trae a Dios, siendo hijo de Dios. «La Iglesia, mezclada con el barro de los hombres, continúa la labor salvífica de Jesús», ha dicho Álvarez.

Si la historia es intentar comprender el presente, necesariamente en la explicación del presente, hay que contar con las preguntas que desde el presente se ponen sobre la Iglesia. Que la iglesia aparece muchas veces como un obstáculo para los creyentes, no necesita demostración. Un servicio de la enseñanza de la historia de la Religión en esta asignatura requiere de una comprensión serena.

Evangelio y arte han protagonizado «una historia de amor» que ha dado «frutos preciosos a lo largo de los siglos».

La sesión terminó con la intervención de María José Muñoz López, directora del Museo Diocesano de Córdoba que comenzaba diciendo que «en estos tiempos de oscuridad todos estamos sedientos de belleza. Sería un reto precioso para el nuevo currículo de la asignatura de Religión Católica incorporar el arte trasversalmente, y hacerlo formar parte de cada uno de los temas a desarrollar, como testigo vivo de una historia de la que formamos parte».

Tal y como ha explicado, la búsqueda de esa belleza «ha conducido a la Iglesia a cultivar la capacidad del arte para mostrar al mundo las verdades de la fe, con más eficacia que la metafísica o la ética el reto para el profesor de religión, como para cualquier cristiano, «es vivir una vida verdaderamente bella, y ayudar al alumno a encontrar la belleza que lo rodea. Ese es su mejor recurso, por encima de cualquier técnica». De esta forma, la autora del libro Páginas de piedras, ha hecho un recorrido desde la Teología a la pedagogía de la religión a través del Arte.

Y es que, el desarrollo de la vida cristiana ha generado un impresionante legado cultural. «El misterio de Cristo se ha expresado en incontables manifestaciones artísticas, muchas propiciadas por los sacramentos, otras debidas a prácticas devocionales, o poniendo rostro al inmenso vocabulario que aporta la Sagrada Escritura; ellas han escrito el guion de un relato lleno de belleza, de verdad y de bien». Evangelio y arte han protagonizado «una historia de amor» que ha dado «frutos preciosos a lo largo de los siglos». Muñoz ha destacado que «cuando solo unos pocos fieles sabían leer, la Iglesia encontró vías como la imagen artística y la música. El pueblo aprendía teología labrada en los muros de las iglesias mejor que en un libro abierto. El arte se esposaba con la comunidad cristiana en una alianza fecunda».

No es una historia del pasado

Esta no es una historia del pasado. «Hoy, más que nunca, el arte tiene la misión de descubrir la belleza que hay en el mundo y mostrarla al hombre como invitación a la alegría y esperanza. La vida cristiana no es un comportamiento moral, ni un conjunto de reglas a cumplir, sino una Buena Noticia, una fiesta a disfrutar en la que el arte tiene un papel insustituible».

Por eso, ha explicado, el arte es un atrio de los gentiles que interpela también a los no creyentes. «Incluso los enemigos de la Iglesia son conscientes del poder de la imagen artística para expresar el credo; la triste práctica de la destrucción de imágenes asociada a episodios de violencia contra la fe es un buen exponente de esta realidad».

Primeros pasos del profesor de Religión

María José Muñoz ha querido concluir con un decálogo orientado a los primeros pasos para el profesor de Religión:

  1. Entusiasmarse personalmente con el descubrimiento de la belleza y del arte (sólo desde la propia experiencia el profesor podrá “contagiar” al alumno)
  2. Escoger bien la obra de arte a presentar, comenzando por la más accesible y familiar
  3. Favorecer un clima de contemplación, si es posible “in situ”, frente a la obra de arte
  4. Priorizar el método inductivo (avanzando de lo particular a lo general), combinándolo con el deductivo y el analógico
  5. Situar la obra en el contexto sociocultural originario y ponerlo en diálogo con el entorno del alumnado
  6. Localizar materiales que ayuden a profundizar en los significados (si no existen, prepararlos)
  7. Descifrar la hermenéutica del espacio, la estructura, técnica, composición, recursos plásticos, iconografía, simbolismos, personajes…
  8. No pretender explicarlo todo, dejar espacio para el misterio y el asombro
  9. Implicar activamente al alumno, animarlo a que se deje interpelar, abrazar por la obra de arte
  10. Suscitar una respuesta personal

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