Tengo la mala costumbre de, todos los años, al recibir los evangelios de cada editorial, buscar la cita bíblica correspondiente al día de mi cumpleaños (
14 de abril, se aceptan regalos). Este año, seguramente por la providencia, el pasaje de Marcos recuerda la
aparición de Jesús, ya resucitado, a María Magdalena (Mc 16, 9-15). Las palabras con las que
José María Castillo ilustra este pasaje en sus comentarios -que edita Desclée-, son sencillamente maravillosas.
"El mismo Jesús que había liberado a la Magdalena de los males que la oprimían es el Jesús que se le muestra a ella y a los demás discípulos. Se afirma, una vez más, la identidad del Jesús resucitado y del Jesús que había muerto. Como se ha dicho muy bien,
sólo puede haber resurrección donde previamente ha habido muerte. Pero, además, los textos evangélicos no hablan sólo de muerte, sino más concretamente de
muerte en cruz.
La consecuencia que se sigue de lo dicho es clara: si la resurrección nos habla de la cruz y se comprende desde la cruz, de forma que sin cruz no ha resurrección,
los crucificados de la historia son el lugar más apropiado para comprender la resurrección de Jesús (Jon Sobrino).
Dios no resucitó a un muerto cualquiera. Dios resucitó a un crucificado. La resurrección de Jesús es el argumento que tenemos los cristianos para fundamentar la esperanza de las víctimas de la historia para reivindicar la vida y la dignidad que les fueron arrebatadas por la violencia".
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