Con el Papa en Benin (I): un clamor contra el hambre
Benin es mucho más que todo eso. Es un pueblo repleto de colores y de vida, con ansias y capacidad para mejorar y sacudirse de la pisada del hombre blanco, que aún permanece en este mundo globalizado. Muchos esperarán que el Papa vuelva a recoger el guante de la polémica sobre el preservativo, pero me temo, y lo agradezco, que Ratzinger hará un vivo llamamiento a la comunidad internacional para acabar con el hambre en el mundo. La suya puede ser la voz de muchos sin voz, el eco del llanto de tantos niños, ancianos, mujeres y hombres, que en pleno siglo XXI siguen muriendo de hambre, de pobreza, de fiebre amarilla. Un mundo que hacía tiempo debíamos haber desterrado y que este fin de semana se hará presente a los ojos de todo el mundo gracias a la visita del Santo Padre.
Muchos piensan que éste es un viaje largo, inútil, que la humedad y el calor de Benin podrían afectar a la salud del Pontífice. Puede que esto último sea cierto. Pero Ratzinger, como no se cansa de repetir el padre Ángel, ha colocado en el mapa a este pequeño, e ilusionado, país africano. Debemos escuchar las palabras del Papa, y trabajar, codo con codo, para construir, en Benin y en todas partes, un lugar en el que todos podamos sentirnos miembros de una familia humana.
He tenido la suerte de visitar los cinco continentes, de vivir intensas experiencias, de sudar, sufrir, vomitar de dolor y de rabia ante las injusticias... pero África es distinto a todo. Es el continente del futuro, la cantera que hemos esquilmado desde Europa y que es capaz de renacer, una y otra vez, de sus cenizas. Un continente que llora por el hambre, por la desigualdad y por las marcas de sus territorios, fijadas con escuadra y cartabón por las potencias coloniales. Es el continente del sida, de la mortalidad infantil, del susurro de la muerte y de las hienas acercándose a los bebés abandonados. Pero también es el continente de las oportunidades, de la vida, de la esperanza. Y el papa viene a renovarla. Y a hacer un llamamiento a la responsabilidad, a la paz y al compartir. A aprovechar, en definitiva, los talentos que Dios puso en nuestra vida, y que valen allí, y aquí, donde también hay quienes sufren y mucho trabajo por hacer.
Desde África, el Papa llamará a la vida y a la rebelión ante la injusticia. Y esperamos poder tener la capacidad para contarlo. Y para hacerlo vida. Para que el corazón siga latiéndose y removiéndose. En ello estamos.
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