Hasta hace unos meses, la
relación entre Rouco y Cañizares era relativamente estrecha. Aunque los obispos de Madrid y Toledo siempre han mantenido una pugna por el dominio en la Iglesia (véase los casos de
Tarancón y Marcelo González), Cañizares parecía esperar “su momento” (es diez años más joven que Rouco) para suceder al cardenal.
Pero la
decisión de éste de volver a acceder a la presidencia del Episcopado, sacando a Cañizares de la vicepresidencia, desataron las primeras hostilidades. Rouco veía a Cañizares como una amenaza, y éste no estaba dispuesto a permanecer en un segundo plano.
El gran encontronazo entre ambos prelados vino el pasado 19 de mayo. Ese día, mientras
Benedicto XVI pedía a la cúpula episcopal moderación en sus relaciones con el Gobierno, la Cope anunciaba –con el plácet de Rouco y sin la aquiescencia del Comité Ejecutivo- la renovación de
Jiménez Losantos y César Vidal.
“
Es una mala noticia”, cuentan que dijo en Roma Cañizares, para el que la renovación de los dos locutores no era, precisamente, un gesto en la línea de lo deseado por el Papa. Desde entonces, las relaciones entre ambos se han enfriado.
Ahora, desde Roma, la balanza de poder parece volver a nivelarse.
baronrampante@hotmail.es