La hora de los valientes

Francisco nos está marcando el camino. Sólo es un hombre, colocado por la inspiración del Espíritu -y la voluntad de los cardenales- en el trono de Pedro. Ahí ha depositado Bergoglio sus talentos, que no son más importantes que los del resto. En cuanto seguidores de Jesús, todos somos igualmente responsables en la construcción de una sociedad más justa, donde la Buena Noticia sea camino y propuesta de alegría y salvación para un mundo que está sediento de respuestass y de esperanzas. Las funciones son distintas, pero insisto: no fiemos los cambios en un hombre, o en una mujer, sino en la responsabilidad como creyetes, la individual y la comunitaria.
Es la hora de los valientes. Ya se han dado los primeros pasos, se han abierto puertas, ha entrado el aire. Muchos han luchado, durante muchos años, para que esto fuera posible. Algunos, incluso, han caído en el camino. Ahora toca dar un paso más. Después de respirar, de contemplar el horizonte, de darnos ánimos y sentir que es posible, toca caminar, proponer, vivir y hacer vivir con alegría la propuesta de Jesús.
Con inteligencia y sabiduría. Con ímpetu y sin miedos. Sin falsos maridajes con el poder, ni victimismos innecesarios. Formando parte de esta sociedad en la que vivimos y que nos ofrece a los creyentes infinitas posibilidades para manifestar nuestra fe en libertad. Porque los cristianos tenemos que dejar de ser las "chinas en el zapato" y convertirnos en protagonistas de la construcción de esta sociedad.
¿Cómo? Sin demasiadas recetas, pero saliendo a la calle, participando social, política y mediáticamente, siendo críticos y no dogmáticos. Dejando encerrados en el trastero las prohibiciones, los anatemas, las hogueras y demás instrumentos que durante años los "católicos de primera" han creído eran las armas para imponer la fe, y sacando los delantales, las zapatillas, los cuencos y el pan. Y la cruz y el sepulcro vacío.
Hace falta, hace mucha falta, que Dios vuelva a entrar en cada uno de nosotros, que salga a la calle y vea la realidad a través de nuestros ojos. O que nosotros podamos contemplar la realidad desde los ojos de ese Dios que es alegría y misericordia, pero también denuncia y manos manchadas en el barro.
Hay que dar ya ese paso, porque no es tiempo de cobardes, sino de los seguidores de Jesús. Con Francisco, junto a Francisco, y al lado de los que más sufren, los que no pueden perder el tiempo en debates estériles y están sedientos de una palabra de acogida, de un abrazo, de una respuesta a su asfixia. Dicen que estamos a punto de salir de esta crisis. No lo hagamos dejando atrás al compañero de camino, al estampado contra la valla, al arrastrado a la puerta de un comedor social. Seamos imaginativos, pues cualquier propuesta puede ser válida. Sin miedo: es la hora de los valientes.