Libros recomendados por J. Dunn para estudiantes del Nuevo Testamento

(26.03.2020 – 1116)

Annete Merz

Escribe Antonio Piñero

Foto: Annette Merz

El libro que estoy comentando con calma, el de James D. G. Dunn, “Jesús recordado”, publicado por Verbo Divino, tiene 176 páginas de método / metodología para abordar la cuestión del Jesús histórico. Es bastante; y luego añade, en el capítulo 8, “Sobre la tradición” acerca de Jesús, otras muchas disquisiciones sobre la transmisión –y la fidelidad de este– de las palabras y dichos de Jesús. Tendremos que comentarlas, aunque sea brevemente, porque las pretensiones de fiabilidad según nuestro investigador son muy elevadas respecto a la tradición acerca de Jesús. El recuerdo es muy exacto. Yo no lo creo; opino que hay que ser un poco más escéptico. Pero hay que razonarlo. Y eso es lo que haremos, o pretenderemos hacer, en otros comentarios siguientes.

Me detengo ahora en la impostación de este capítulo 8, que lleva un apartado que me parece totalmente erróneo: “8.1. Jesús, el fundador del cristianismo”. No es lapso ninguno. En su libro Comenzando desde Jerusalén. Vols. I y II, Verbo Divino, Estella, 2012, I 603-606) responde Dunn de nuevo a la cuestión del fundador del cristianismo, sosteniendo que Pablo es el “segundo fundador”.

Estas afirmaciones me ponen en estado de alarma. Escribí en mi libro sobre Pablo (Trotta 22018), p. 378 escribí sobre el fundador del cristianismo:

“Ni fue Jesús el primero, ni Pablo, el segundo, por la sencilla razón de que para fundar algo hay que pretenderlo conscientemente, y hoy día es ya consenso común que ni uno ni otro tuvieron consciencia de proponer algo nuevo dentro del judaísmo. Por tanto, Dunn y otros hacen una afirmación apresurada. Una cosa es ser ‘fundador’ y otra bien distinta es poner ciertos fundamentos involuntarios para que otros, discípulos y sucesores, que tienen ya consciencia de estar estableciendo algo nuevo, construyan sobre ellos. Este fenómeno se dio conscientemente, a mi parecer, solo cuando los discípulos de Pablo entraron en la fase de aceptar un corpus de escritos propios, con el Apóstol como segunda estrella, corpus al que elevaron a la categoría de sagrado con el mismo o superior valor que los textos que hasta el momento habían sido su ‘Escritura’, la Biblia hebrea”.

Y otra cosa que debemos examinar si Dunn recomienda con toda a razón, o debemos poner algún reparo a la obra de Theissen-Merz sobre  es su afirmación “Con todo, si se me preguntara por un estudio sobre Jesús en un solo volumen para uso de estudiantes, yo recomendaría el libro de Theissen-Merz” (p. 119). ¿Cómo se puede recomendar un libro que a criterio de Dunn “No hace ningún hincapié en la condición judía de Jesús”? Siento decirlo, pero creo que son dos afirmaciones que no encajan bien, ya que el marco en el que hay que definir a Jesús (y hoy están teóricamente y de palabra todos los investigadores de acuerdo) es la “absoluta y profunda judeidad de Jesús”.

Y a este propósito y al definir Theissen-Merz el criterio de plausibilidad histórica contextual como una de las normas para evaluar si un dicho de Jesús, o un hecho, son genuinos escriben que

Las tradiciones jesuánicas poseen plausibilidad histórica contextual si encajan en el contexto judío de Jesús y se pueden identificar como fenómenos individuales dentro de ese contexto. La correspondencia contextual y la individualidad contextual son, pues, criterios complementarios de la plausibilidad contextual histórica. Mientras que el criterio de desemejanza / discontinuidad, según Theissen-Merz, exige que las tradiciones jesuánicas no se puedan derivar del judaísmo —cosa que nunca se puede demostrar rigurosamente—, el criterio de plausibilidad contextual histórica requiere tan sólo la prueba de unas relaciones positivas entre la tradición jesuánica y el contexto judío, es decir, entre Jesús y el paisaje, los grupos, las tradiciones y mentalidades del judaísmo de la época.

Dicho de otro modo y con palabras de los autores:

“Jesús sólo pudo haber dicho y hecho lo que un judío carismático del siglo I hubiera podido decir y hacer. Jesús pudo, obviamente, entrar en conflicto con su entorno. El judaísmo está lleno de ejemplos de crítica acerba por parte de personajes carismáticos, y de polémicas entre grupos; pero esta crítica ha de ser contextualmente viable. La individualidad de Jesús puede manifestarse sobre el fondo de la inserción positiva en el entorno. Individualidad no significa inderivabilidad, sino diferenciabilidad en un contexto común. Jesús no cobra aquí su perfil frente al judaísmo, sino dentro de él. Su individualidad no es una inderivabilidad independiente del contexto, sino una peculiaridad ligada a él”.

Pero también Theissen está más o menos de acuerdo con Dunn en que Jesús fue el fundador del cristianismo…  Pero repito mi pregunta: ¿Cómo se puede afirmar que una persona fue el fundador de algo cuando esa persona no muestra por ningún lado el menor deseo de fundar nada nuevo? En una palabra, no veo consecuencia y racionabilidad ninguna en los juicios de Dunn cuando se contrastan entre sí. “Profundo judaísmo” y “fundación de una religión nueva” son incompatibles.

De J. P. Meier hablaremos en otro momento.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

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