Aconfesionalidad del Estado

El anuncio de la retirada de los símbolos religiosos de los colegios públicos, primero, y el propóstio del ministerio del Ejército de adaptarse a la Constitución, después, son dos pasos más para avanzar en la aconfesionalidad del Estado español.

Todo ello será refrendado por la nueva ley de Libertad Religiosa que prepara el ministerio de Justicia. Pero las quejas de algunos católicos tradicionales y de la jerarquía eclesiástica ya se han hecho sentir. Así el cardenal Rouco ha dicho: "El crucifijo pertenece a la historia y a la cultura de España".

Esto me recuerda a lo que el teólogo francés y después cardenal JL. Danielou escribió en un tiempo ya lejano:"La religión como tal es parte integrante del bien común temporal...La ciudad donde no hay iglesia al lado de las fábricas es inhumana...Dios forma parte de la civilización" (JR. Flecha, Esperanza y transformación de la historia.

También el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, afirma categóricamente que la retirada de los crucifijos es "un acto de prepotencia", un paso más hacia el "laicismo intransigente".

Sin embargo, la nueva teología política europea, que aparece despúes del C. Vaticano II en medio del torbellino secularizador que envuelve hoy al mundo, lo asume serenamente, porque lo considera dentro del dinamismo encarnatorio del cristianismo, lo que no deja de ser un gran acierto, que beheficia al anuncio del mensaje cristiano, puesto que la religión no forma parte, mayoritariamente, de la civilización como en tiempos de cristiandad.

Esto ha de tenerse en cuenta, si queremos presentar el mensaje de manera inteligible al hombre actual.

No ha de extrañarnos, pues, que algunos teólogos hablen de cristianismo secularizado o vivido en la historia. Es más el teólogo franciscano H. Chaigne ve en la secularización de la sociedad actual el trampolín que nos da la oportunidad de saltar de un cristianismo platónico intemporal a un cristianismo vivido en la historia .

De lo contrario, "Dios, Jesucristo, la Iglesia, la salvación corren el riesgo de no ser más que palabras de una vieja tribu".

En definitiva, el cristianismo ha de vivirse más humana e intramundanamente y a esto, aunque parezca una contradición, nos ayudará mejor un Estado aconfesional, secularizado o laico que un Estado católico, que termina siendo dios del mismísimo Dios y de todos nosotros.
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