Ética del ocio

Algunos analista auguraron en 1989, recién salidos de otra crisis del empleo, que algo nuevo se estaba gestando para bien o para mal, porque estaba surgiendo otro tipo de sociedad con la implantación de las nuevas tecnologías.
En el 2000 la brecha entre Norte y Sur es más aguda. En el Primer Mundo aparecen inquietantes bolsas de paro, pobreza y marginación, es el llamado Cuarto Mundo. Y es que muchos jóvenes ven en todas partes que se les cierran las puertas para construir su futuro. Se impone, pues, que hablemos de “Ética del Ocio”, porque está muy relacionada con la aparición de las nuevas tecnologias.
El trabajo tal como se ha entendido hasta ahora escasea cada vez más, dada la incapacidad del sistema neoliberal para garantizar trabajo a tiempo completo. A su vez, el ocio como alternativa a la escasez del trabajo no entra todavía en las aspiraciones de los que están en paro. Tampoco disponen de las condiciones culturales y económicas para disfrutar de ese ocio, aunque los gobernantes piensan en ello, al menos en los países desarrollados.
Se habla de las actividades de un ocio creativo, aunque en nuestro país la mayoría de la población está todavía mentalizada en torno al “valor trabajo” como uno de los valores más importantes de la vida. Los cambios son lentos y no se dan de la noche a la mañana, sobre todo cuando la oferta cultural y los valores transmitidos por el sistema educativo están anclados en el pasado.
Sí es verdad que se observan, en algunos paísess, ciertos grupos con una base cultural capaz de facilitar otras ocupaciones diferentes. Pero esto no sucede todavía entre nuestros jóvenes de manera significativa y menos aún entre los adultos parados de larga duración. Estos ven el trabajo ya como algo inalcanzable, al menos en su forma tradicional: trabajo estable, como el de sus padres, de acuerdo a una formación profesional previa como medio de ganarse la vida y de formar una relación de pareja con ciertas garantías de seguridad.
La introducción de las nuevas tecnologías de manera indeterminada tiene mucho que ver con esta situación, como hemos señalado anteriormente. Es también un error presentar las nuevas tecnologías como la gran panacea que va a solucionar el problema del desempleo y la pobreza. Por lo que deben analizarse los costos sociales que suponen la utilización incontrolada de las nuevas tecnologías. Se debe calcular igualmente si la lógica del Mercado Total lleva implícita las desigualdades sociales, el desempleo masivo y la nueva forma de pobreza.
Adam Schaff nos advierte del peligro de dejarnos arrastrar de forma superficial de todo lo que nos dicen los profetas de las nuevas tecnologías. Debemos estar atentos para no caer en la trampa del mito tecnológico, como si la innovación tecnológica fuese la panacea para el futuro que nos aguarda. (Qué futuro nos aguarda, Grijalbo, 1985).
Para Minc , el mito tecnológico encuentra sus raíces en la convicción generalizada de que es posible el despego económico y la salida de la crisis gracia al “progreso tecnológico”…”nuestros reflejos intelectuales, nuestras costumbres, nuestros demonios familiares, todo nos lleva a ver en la informática la garantía de nuestra salvación económica. Pero nada está menos asegurado”.
La informática no cumple el papel que le asigna la economía ficción: al mejorar la eficacia, sin por ello segregar una nueva demanda, corre el riesgo, en un primer momento, de agravar el paro, porque suprime por su propio movimiento más puestos de trabajo que los que suscitan las necesidades a ella vinculadas (El desafío del futuro, Ed. Grijalbo 1984). No es fácil la solución del problema, a sí que prestar atención a todo esto es una cuestión ética.
Ver Cristianisme y Justicia, La Sociedad del desempleo, marzo 1989
www.porunmundomasjusto.com