Abundando en la segunda característica que atribuye la teología posconciliar al cristianismo, hay que decir que éste desde sus inicios ha tenido un carácter liberador, si bien es verdad que en el transcurso del tiempo ha sido infiel no pocas veces a esa exigencia. Pero sus imperativos de liberación se mantienen, porque pertenecen a su propia esencia.
Jesucristo entró en conflicto con los poderes políticos y religiosos de su pueblo, porque en su mensaje, que es un mensaje de vida, se privilegia a quienes tienen más carencia de libertad. Hoy son muchos los teólogos que hablan de la inmensa carga de liberación que encierra, pero el no haberlo sabido detectar a tiempo es la causa del ateísmo práctico actual que nos invade hoy.
No obstante, la crisis de fe que arrastramos no sería inútil, si sirviera para que el cristianismo volviera a sus orígenes eminentemente liberadores. El sueño del Dios cristiano es que todo hombre y mujer vean por sí mismos, vivan como merece su dignidad y sean los protagonistas de su destino. Una verdadera utopía como están actualmente las cosas, pero realizable. El obispo Pedro Casaldáliga se ha referido a ella diciendo que es una "utopía necesaria como el pan de cada día".
El movimiento teológico de liberación, que se despertó en América Latina con la Conferencia de Medellín, no acepta una "sociedad que reduce la vida humana a mercado o, en el mejor de los casos, se propone el objetivo, siempre aplazado, de reducir el hambre a la mitad...Ahora ya no nos conformamos con proclamar que 'otro mundo es posible', proclamamos que es factible y lo hacemos. La humanidad efectivamente se mueve y está dando un giro hacia la verdad y hacia la justicia. El obispo Romero, cuya canonización urge, sabía mucho de esto. Hay mucha utopía y mucho compromiso en este planeta desencantado.
El teólogo alemán Jürgen Moltmann ve en la deserción del cristianismo a lo largo del tiempo la causa del abandono masivo de las iglesias en la actualidad, porque se las considera vinculadas a los intereses de los poderosos y más preocupadas por su propia continuidad que por los graves problemas que aquejan a grandes sectores de la humanidad.
El teólogo en una larga reflexión titulada "Dios reconcilia y hace libres" trata de concienciar a los cristianos y a las iglesias, para que como embajadores de Cristo nos reconciliemos con Dios, reconciliándonos con los hombres y mujeres sin paz, sin justicia y sin libertad, propiciando así un futuro mejor al mundo.
A la vez denuncia a los falsos profetas, que hablan de paz donde no hay justicia ni libertad o consuelan al pueblo en sus desgracias diciendo que las cosas no están tan mal (Jer 8, 11). Se confunde, insiste, reconciliación con una falsa política de apaciguamiento. Es decir, Se utiliza la fe para mantener tranquilos a los pobres y como analgésico de sus sufrimientos.
En cambio, el Crucificado a quien se atribuye la reconciliación con los hombres ha tenido la osadía de morir enfrentándose a los poderes que producen la miseria humana y poniéndose de parte de de las víctimas. En definitiva, el Crucificado muere condenado por la religión y la política, como tantos profetas de ayer y de hoy, que luchan de verdad y sin partidismos por el amor, la paz y la justicia, verdaderos atributos de la libertad cristiana.
La Iglesia y la teología pueden hacer mucho por el mundo, pero necesitan volverse al Crucificado y contagiarse de su intrépida libertad. Sólo así pueden demostrar al mundo lo que dicen ser. En la España tan católica se dice que la corrupción es "endémica", como una dictadura tercermundista. Y que defiende al Fondo Monetario Internacinal y Banco Mundial, que son los responsables máximos de las crisis económicas del mundo.
Ver: F. Margallo Bazago, Cristianismo y Secularidad. Manual de Nueva Teología Política Europea
Ed Tirant Lo Blanch. Valencia; Id Compromiso político en el Vaticano II. Raíces humanas de la esperanza cristiana;Ed Sal Pablo 2003
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Ver tambien:Juan Margallo (poeta)
"Vamos pueblo, pueblo mío"
Vamos pueblo, pueblo mío
a ocupar plazas y calles,
calles que la patronal tienen,
tomadas desde tiempos inmemoriales.
Vamos pueblo, pueblo mío,
vamos pueblo indomable:
tomaremos los montes,
iremos por los jarales,
atravesaremos ríos, que dice:
"no son de nadie"
¿de nadie? Eso dicen: de nadie.
¿Habéis oído:¡de nadie!
Y se quedan tan tranquilos,
pensando que el pueblo no somos nadie.
Pero se van a enterar si ese pueblo es "un don nadie"
Se van a enterar, amigos, si juntos no somos nadie:
somos millones de brazos, esperando a que nos manden.
Alguien que sepa mandar, alguien limpio cono el aire,
alguien con ides frescas, como el agua, como sangre,
hirviendo por las heridas que se derrama en la calle.
Hombres de sudor y hambre; hombres que no tienen pan
pero que tienen corage para exigir lo que se les debe:
corage y más que corage.
Corage para un mundo nuevo en el que no exista el hambre
Por eso pueblo os convoco a tomar plazas y calles,
y ríos y montes con sus jarales, con sus nubes y
aguaceros, con sus cerros y sus valles.
Por eso pueblo os convoco a trabajar más que nadie,
con los brazos, con los dientes, para que el pan no
nos falte.
Os convoco a todos, juntos desde la faz de la tierra,
a desterrar este hambre, el hambre que nos acecha,
si no estamos todos juntos codo con codo y alerta.
Por eso pueblo os convoco a seguir esta arenga,
un pueblo siempre unido ¡será el amo de la tierra!