La Humanidad de Jesucristo

Un tema de suma actualidad en el diálogo entre religiones, propiciado por el Papa Pablo VI en la encíclica Ecclesiam Suam (n. 106), es el de la Divinidad de Jesucristo.

Con este motivo los teólogos católicos y de otras confesiones cristianas se han visto obligados a hacer verdaderos encajes de bolillos, para salvar las tesis tradicionales sobre la divinidad de Jesucristo Hijo de Dios y como tal único Salvador universal, en el que Dios se ha hecho presente (Hech 4, 12).

Yo, en cambio, prefiero hablar de la Humanidad de Jesucristo,” profeta itinerante que, cansado de enredos clericales y de tanta discusión estéril sobre la ley y el culto, nos habló del Padre Dios que ama a todos”, especialmente a los hombres y mujeres de rostro desfigurado por el dolor, la injusticia, la opresión y la pobreza. El nos habló de su profunda experiencia de la cercanía a ese Padre.

Esta referencia a Dios por parte de Jesús y “este modo único de su relación con Él es la pieza clave en el diálogo interreligioso que muestra cómo tal referencia funda y salva toda la realidad humana” (Torres Queiruga, Iglesia Viva 233).

Lo que prima en las palabras y gestos de Jesús es hacer realidad en la historia, que vivimos hombres y mujeres aquí y ahora, ese amor salvador de Dios. No le preocupan los conceptos intelectuales que tengamos de Dios, porque el verdadero conocimiento de Dios se da en el ejercicio del amor y la justicia. “Dios es Amor, el Señor nuestra Justicia”.

En la parábola del juicio final se pone de manifiesto que quien conoce realmente a Dios es el que da de comer al que tiene hambre , de beber al que tiene sed y viste al desnudo.

Es un craso error de la espiritualidad desencarnada de hoy buscar la trascendencia vertical de Dios , mirando hacia lo alto y en el fomento de las vocaciones sacerdotales. A Dios no se le encuentra en las nubes del cielo, sino mirando a la tierra y pisando con realismo en ella. Tampoco el mundo secularizado de hoy necesita sacerdotes sino laicos comprometidos en la sociedad para transformarla, haciéndola más justa y humana.

En adelante la misma teología, en lugar de ser una teología para sacerdotes y pastores, va ser cada vez más una teología de laicos, por tanto ha de estar en relación con la misión de estos en el mundo . En consecuencia ha de estar menos en función de la predicación y el culto divino y más en función de su vida en el mundo. La teología como formación profesional para sacerdotes está tocando ya a su fin . Ahora se aboga por una teología de laicos que forme hombres y mujeres que actúen en cristiano dentro del mundo.
La espiritualidad clarividente que impulsó el francés Emmanuel Mounier va muy en línea con la evolución del mensaje encarnatoria del cristianismo: “En el futuro, los hombres no se dividirán según crean o no en Dios, sino según la posición que ocupen ante los sufrimientos del planeta. Y es que la experiencia religiosa que nos ofrece Cristo no se separa nunca de la realidad humana que trata de purificar y transformar siempre.

El C. Vaticano II lo ha visto así: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con mano de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado”•…

Santa Teresa tenía esta misma espiritualidad tal como la ha visto el poeta Gabriel y Galán en un magnífico soneto:

A Teresa de Jesús

Mujer de inteligencia peregrina
Y corazón sublime de cristiana,
Fue más divina cuanto más humana
Y más humana cuanto más divina.

Hasta el impío ante tu fe se inclina
Y adora la grandeza soberana
De la egregia doctora castellana,
De la santa mujer y la heroína.

¡Oh mujer! Ta dará la humana historia
La gloria que por sabia mereciste;
Mas con el mudo acabará esa gloria,

que por ser terrenal no es sempiterna.
¡Tú, Teresa de Ahumada, al cabo mueres!
¡Teresa de Jesús, tú eres eterna!
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