Marx y la Biblia



Ley y civilización
¿Juicio o justicia?

(Cont., viene del día 23)

De lo que Juan se queja en Jn 8, 17-20 es de que los judíos no conocen al Dios del antiguo testamento; si lo conocieran, entenderían perfectamente que en las obras y señales de Cristo está el Padre, pues son las características obras en favor de todos los necesitados y en favor de todos los que sufren. De ahí la insistencia: después de referirse a sus "obras buenas" (Jn 10, 32) dice: "Si no hago las obras de mi Padre no me creáis" (Juan 10, 37).

Que la intención es cualificativa y identificadora
se ve por Jn 8, 41: "Vosotros hacéis las obras de vuestro padre"; y por Jn 8, 39; "Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. En cambio, ahora queréis matarme". Por eso resulta patente que pretende una caracterización inequívoca cuando dice:

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
Pero si las hago y a mí no me creéis, creed a las
obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre
está en mí y yo en el Padre.
(Juan 10, 37-38)

Sin que con ello prejuzguemos la legitimidad o la fuerza probativa del argumento "de miraculis" o el uso que en ese sentido puedan hacer de los milagros de Jesús los tratados apologéticos, para comprender estos párrafos joaenos necesitamos percatarnos de que no es esa la argumentación que esgrimen. Quieren que se discierna el carácter distintivo del Dios de Israel:

Las obras que me ha dado mi padre para que realizara,
estas mismas obras que hago dan testimonio de mí,
de que es el Padre el que me ha enviado
(Jn 5, 36)
En verdad os digo: el hijo no pude hacer nada
por su cuenta, sino lo que viere hacer al Padre;
lo que él hiciere, eso es también lo que el hijo
igualmente hace, pues el Padre ama al hijo y le
muestra todo lo que hace.
(Jn 5, 19s)

En este último pasaje el adverbio "igualmente" quiere prender la cualidad, la nota distintiva, el tipo inconfundible de obras que caracterizan a Yahvé. La insistencia es incansable: mientras no capten esa diferencia inequívoca, todo es inútil.

Ni éste pecó ni sus padres
sino para que se manifiesten las obtras de Dios
en él. Nosotros tenemos que obrar las obras
del que me envió.
Jn 9, 3s)
Tanto tiempo llevo con vosotros ¿y no me conoces,
Felipe? El que me ve al Padre, ¿cómo dices
"muéstranos al Padre"? ¿no crées que yo estoy
en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que
os digo no las digo por mi cuenta; el Padre,
permaneciendo en mí, hace sus obras. Creédme que
yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no
creedlo por las obras mismas.
(Jn 14, 9-11)

Ya hemos encontrado en el Deuteroisaías la misma argumentación por discernimiento cualitativo y esncial del único Dios que se preocupa por realizar la justicia en la tierra; veíamos que la exégesis se extravía si quiere leer ahí argumentos apologéticos basados en el poder de hacer milagros o en el poder de predecir los acontecimientos. La identidad que el Deuteroisaías descubre entre el Dios que quebranta la cautividad babilónica y el Dios que, siete siglos antes había libertado a los esclvos de Egipto, es cualitativa: la del único Dios que se define por la justicia.

Siete siglos después de la liberación de Babilonia, Juan escribe un evangelio conscientemente basado en el mismo discernimiento esencial del único Dios verdadero; si no hubiera otras pruebas, lo demuestra la deliberada asunción de las fórmulas "yo soy" en sentido absoluto (Jn 8,24. 28; 13, 19, para sólo aducir las indiscutibles)...

...Ver José P. Miranda: Marx y la Biblia. Critica de la filosofía de la opresión
Ediciones Sígueme 1975
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