Marx y la Biblia



5. Fe y Dialéctica. La fe en la Biblia

(Cont., viene del día 13)

La insinuación de Kertelge de que Pablo, en su principal y absolutamente central apelo a la fe veterotestamentaria (Rom 4), interpreta a su modo la fe de Abraham y llevando el agua a su molino, aunque es en la exégesis una insinuación muy frecuente que sirve para evadir el impacto del antiguo testamento, no puede sostenerse frente al método moderno en que encara al yahvista no como archivista o coleccionador sino como verdadero autor de una obra estructurada con auténtica unidad literaria

Para el yahvista Abraham es la encarnación misma de toda esperanza humana. Basta leer la obra del yahvista como lo que verdaderamente es: una obra. En Gén 12 se presenta Abraham, pero después de Gén 4-11 que es la descripción de la historia humana en que Caín es el protagonista y en la que "Yahvé vio que la maldad del hombre cundía en la historia y que todos los pensamientos que ideaba su corazón no eran más que mal de continuo y le pesó a Yahvé de haber hecho al hombre en la tierra y se indignó en su corazón" (Gén 6, 5-6). (La semejanza teológica y literaria de estos versículos con Gén 18, 17-19 salta a la vista).
A este respecto dice muy bien von Rad:

Por tanto, es descaminado el mirar, como suele
hacerse, en Gén 11 el cierre de la prehistoria,
pues entonces adquiere la prehistoria una
significación excesivamente autónoma y aislada.
El cierre es más bien Gen 12, 1-3, más aún, la
clave; toda vez que es desde ahí desde donde
empieza a volverse inteligible es prólogo universal
de la historia de la salvación en su significación
teológica.

Esta intención redaccional del yahvista se agudiza especialmente al terminar la redacción Gen 11, 1-9
sobre la torre de Babel: las anteriores irrupciones punitivas de Yahvé en el acontecer humano habían sido por otros serenamientos de su ira dirigida a preservar la raza humana; en cambio esta vez la ira se descarga sin miramientos; la redacción composicional hace insoslayable en el lector esta pregunta:¿desecha Dios para siempre a la humanidad?

Con el capítulo 11 termina la narración en una disonancia deliberada. Sólo entonces está preparado el lector para conocer al hombre "en el que serán bendecidas todas las naciones de la tierra"(12,3). Abraham, que representa al pueblo de Israel, es la encarnación misma de toda la esperanza de la humanidad. Este es el hombre, nos dice Pablo, "que contra toda esperanza con esperanza creyó"(Rom 4, 18); y nadie lo ha entendido mejor que Pablo de Tarso.

Las obras de los hombres no llegaron a realizar la justicia: tal es la tesis del yahvista en Gen 2-11; en cambio Abraham creyó que Yahvé la realizaría interviniendo en nuestra historia: Gén 15 y 18 (No debe olvidarse que en Gén 18,17-19 el yahvista retoma y profundiza lo que, conforme a la tradición prerredaccional, nos había dicho en Gén 12, 3). Dice muy bien Otto Michel: "Para lo que Pablo entiende por "creer" la perícopa Rom 4, 17-22 es decisiva".

Nótese que, con más rigor, la preñadísima expresión de Rom 4, 18 debería traducirse así: "contra toda esperanza creyó en la esperanza", pues, tal es el sentido de pisteúein con la preposición epí todas las veces que ocurre en el nuevo testamento: Mat 27, 42; Lc 24, 25; Hech 9, 42; 11, 17; 16, 31; 22, 19; Rom 4, 5. 24; 9,33;10,11; 2 Tes 1,10b; 1 Tom 1, 16; 1 Pe 2, 6, independientemente de si la preposición va con acusativo o, como aquí, con dativo (dativo también en Lc 24-25; Rom 9, 33; 10, 11; 1 Tim 16 y Pe 2, 6.)

En la estructura existencial de la fe bíblica hay un elemento absolutamente fundamental que le es común a la la fe del antiguo como del nuevo testamento,y sin el cual no es posible ni creer que Dios interviene en nuestra historia ni creer que su intervención acaece en Jesucristo. Ese elemento o momento existencial es una fe que consiste en creer que nuestro mundo tiene remedio.

En torno a creer o no creer que nuestro mundo tiene remedio se escinde la humanidad en dos bandos con mayor hondura divisoria que en torno a cualquier otra cosa sobre la cual disputamos y guerreamos los hombres. Es necesario calibrar ese fundamental "tener fe"; no todos los que dicen creer creen realmente en eso.
Quienes han proyectado(a contrapelo del antiguo y especialmente del nuevo testamento)la salvación y la gloria solamente para otro mundo, para un más allá, no creen que nuestro mundo tenga remdio.

Repito lo dicho más arriba: "que heredarán el mundo". Pablo se lo niega a los observadores de la ley, pero para asegurárselo a quienes por la fe se convertirán en justos: "en efecto,no por la ley, sino por la justicia de la fe se le prometió a Abraham y su descendencia que heredarán el mundo (Rom 4, 13).

Cuando Mateo dice "bienaventurados los bondadosos porque ellos poseerán la tierra"(Mt 5,5), es puro escapismo impenitente el interpretarlo diciendo que se refiere a "la tierra de sus corazones"; los dos bandos del supradicho elemento absolutamente básico de la fe divide al mundo, aquí se manifiestan irreconciliables; Marx queda del mismo lado que los autores bíblicos: sí cree que nuestro mundo tiene remedio.

---Ver José.P. Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a la filosofía de la opresión
Edicines Sígueme 1975
José P. Miranda, Marx y la Biblia. Crítica a
la filosfía de la opresión


PD. Quiero decir a los lectores que en este libro que seguimos, se habla poco de Marx, se le menciona al principio y alguna otra vez; se le compara a los profetas del antiguo testamento, pero de lo que trata más bien el libro es de la exégesis bíblica y, en ella resalta la justicia social para que todos los ciudadanos del mundo vivan con la misma dignidad. Esa es la voluntad del Dios Bíblico y el evangelio de Cristo. Decir tambien que la traducción de este libro al español está muy mal hecha.
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