Mística de ojos abiertos 1
El cristianismo es una escuela en la que se enseña a ver y observar con decisión todo cuanto acontece en el mundo. Esto nos obliga a los cristianos a ejercitar nuestra fe en un movimiento continuo de ojos abiertos y vigilantes con los que pueden solicitar nuestro apoyo en el mundo insolidario en que nos movemos.
Consecuente con la parábola de la parábola evangélica de las diez vírgenes, cinco de las cuales eran prudentes y las otras necias, el cristianismo rechaza por igual el ciego aletargamiento y el fatuo encantamiento de las almas y los corazones.
En la tradición judeocristiana no tiene cabida la espiritualidad budista extremo-oriental, que se expresa en en una mística de ojos cerrados. En las tradiciones bíblicas el acto de observar, de los ojos que dirigen su mirada a los demás, se manifiesta en una cultura de sensibilidad y una forma de moral universal que lo abarca todo.
Esta mística de ojos abiertos es particularmente oportuna hoy en la Europa de raíces cristianas, receptora de muchos trabajadores emigrantes de muy diversas culturas. Es la hora de la multiculturalidad europea, que no debe vivirse de manera conflictiva o xenófoba, sino en rica y fructífera convivencia. El cristianismo europeo tiene la oportunidad de reparar sus desmanes colonizadores y dar paso a una cultura de sensibilidad fraterna con estas personas y acogerlas en su diversidad.
No le es fácil a los europeos romper las actitudes de poder y la lógica de dominio sobre el otro y a imponer su cultura en las gestas colonizadoras. Sin embargo, en la tradición cristiana se encuentran abundantes muestras de una cultura de sensibilidad que se echaba en falta en la colonización y lo mismo está sucediendo en la acogida actual.
El prójimo en el decálogo cristiano es el otro, el diferente o lejano a nuestra cultura y modo de ser. Precisamente en la parábola del juicio final (Mat 25) aparece claramente que quien decide sobre la salvación o reprobación no no es Dios mismo, sino la manera de habernos comportado con los extraños.
www.porunmundomasjusto
Consecuente con la parábola de la parábola evangélica de las diez vírgenes, cinco de las cuales eran prudentes y las otras necias, el cristianismo rechaza por igual el ciego aletargamiento y el fatuo encantamiento de las almas y los corazones.
En la tradición judeocristiana no tiene cabida la espiritualidad budista extremo-oriental, que se expresa en en una mística de ojos cerrados. En las tradiciones bíblicas el acto de observar, de los ojos que dirigen su mirada a los demás, se manifiesta en una cultura de sensibilidad y una forma de moral universal que lo abarca todo.
Esta mística de ojos abiertos es particularmente oportuna hoy en la Europa de raíces cristianas, receptora de muchos trabajadores emigrantes de muy diversas culturas. Es la hora de la multiculturalidad europea, que no debe vivirse de manera conflictiva o xenófoba, sino en rica y fructífera convivencia. El cristianismo europeo tiene la oportunidad de reparar sus desmanes colonizadores y dar paso a una cultura de sensibilidad fraterna con estas personas y acogerlas en su diversidad.
No le es fácil a los europeos romper las actitudes de poder y la lógica de dominio sobre el otro y a imponer su cultura en las gestas colonizadoras. Sin embargo, en la tradición cristiana se encuentran abundantes muestras de una cultura de sensibilidad que se echaba en falta en la colonización y lo mismo está sucediendo en la acogida actual.
El prójimo en el decálogo cristiano es el otro, el diferente o lejano a nuestra cultura y modo de ser. Precisamente en la parábola del juicio final (Mat 25) aparece claramente que quien decide sobre la salvación o reprobación no no es Dios mismo, sino la manera de habernos comportado con los extraños.
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