Santa María del Adviento
En aquellos días María se apresuró a ponerse en marcha hacia la montaña,
concretamente a una ciudad de Judá. Y entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel; y pasó que, cuando Isabel escuchó el saludo de María,
saltó la criatura en su vientre, e Isabel quedó llena del espítiru santo,
y exclamó a voz en grito y dijo:
_¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y de
dónde me viene a mí esto de que la madre de mi Señor venga a mi casa?
Pues mira: a penas llegó la voz de tu saludo a mis oídos, saltó con gozo
la criatura en mi vientre. ¡Y bendita la que creyó que las cosas que de
parte de Dios le dijeron tendrían cumplimiento!
Y dijo María:
_Glorifica mi alma al Señor
y exulta mi espíritu en Dios mi salvador,
porque se ha fijado en la humillación de su esclava,
y así desde ahora me llamarán bienaventurada todas
las generaciones:
porque me ha hecho cosas grandes el poderoso,
y sagrado es su nombre;
y su misericordia salta de generación en generación
a los que lo reverencian.
Hizo cosas poderosas con su brazo,
dispesó a los arrogantes, mientras planificaban sus
designios.
Derribó a los poderosos de los tronos
y ensalzó a los humillados;
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió con las manos vacías.
Acogió a Israel su hijo,
para acordarse de la misericordia,
a tenor de lo que había dicho a nuestro padres:
a Abrahán y a su descendencia por siempre.
Y María se quedó con ella unos tres meses,
y se volvió a su casa.
Lc 1, 39-58
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Reflexión profética mariana
Año tras año, milenaria en el Adviento ya, Virgen Santa María
levantas nuestra esperanza tantas veces abatida
con tu mirada brillante y sin contaminar.
Fuiste centro neurálgico de esperanza en Israel
y eres Madre de esperanza para muchos pueblos hoy.
¿No se ha fijado Dios en tí y te ha hecho nueva Eva,
la Madre de los pueblos que quieren resurgir?
Proclamaste la liberación de los pobres de Israel
y con tu alma grande de Madre sigues empeñada en la
redención de la masa de los pobres que inundan la tierra,
porque tu misericordia, Virgen Santa María,
es la misericordia del Señor que no se agota
por generaciones y generaciones.
Pero, dinos, ¿no está tu misericordia encadenada,
prisionera y aplastada con todos tus hujos más débiles,
sobre cuyas espaldas se han alzado los más fuertes?
¿No te sientes secuestrada por los grandes de los pueblos
que te han cubierto de joyas para enmascarar tu desconsuelo?
Eres ciertamente la esperanza de los pobres, de los que carecen
de libertad, de los marginados y oprimidos,
a quienes se ha robado su dignidad.
Y puesto que eres Madre
¿puedes acaso gozar de tu propia dignidad
mientras no se les restituya a ellos íntegra la suya?
No, no nos podemos engañar, eres Madre
con todas sus consecuencias, Madre de verdad:
Mujer, ahí tienes a tu hijo;
hijo, ahí tienes a tu Madre (Jn 13, 27)
Desde entonces la suerte de los hijos es tu misma suerte.
En el Adviento de siglos y siglos, Santa María de la esperanza,
sigues incansable transmitiendo al mundo tu claro y
único mensaje: la exaltación de los humildes, la vuelta
a sus pueblos de los exiliados de ellos,
la liberación de los sometidos a toda suerte de atropellos.
Este tu mensaje es el que te hace acreedora de todas tus prerrogativas:
Virgen fiel y clemente, espejo de justicia,
digna de veneración y alabanza.
Pero tu mayor gloria y nuestra mejor devoción
es sentirnos artifices contigo en tu proyecto
de que en la tierra florezcan la libertad, la justicia
y la paz. Y todos nos sintamos hermanos los humanos,
uno es el Padre del cielo, los demás todos hijos, todos hermanos.
¿Verdad que si no nos descubrimos como hermanos
no somos cristianos los cristianos?
F. Margallo,
Profetas de ayer y de hoy
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concretamente a una ciudad de Judá. Y entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel; y pasó que, cuando Isabel escuchó el saludo de María,
saltó la criatura en su vientre, e Isabel quedó llena del espítiru santo,
y exclamó a voz en grito y dijo:
_¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y de
dónde me viene a mí esto de que la madre de mi Señor venga a mi casa?
Pues mira: a penas llegó la voz de tu saludo a mis oídos, saltó con gozo
la criatura en mi vientre. ¡Y bendita la que creyó que las cosas que de
parte de Dios le dijeron tendrían cumplimiento!
Y dijo María:
_Glorifica mi alma al Señor
y exulta mi espíritu en Dios mi salvador,
porque se ha fijado en la humillación de su esclava,
y así desde ahora me llamarán bienaventurada todas
las generaciones:
porque me ha hecho cosas grandes el poderoso,
y sagrado es su nombre;
y su misericordia salta de generación en generación
a los que lo reverencian.
Hizo cosas poderosas con su brazo,
dispesó a los arrogantes, mientras planificaban sus
designios.
Derribó a los poderosos de los tronos
y ensalzó a los humillados;
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió con las manos vacías.
Acogió a Israel su hijo,
para acordarse de la misericordia,
a tenor de lo que había dicho a nuestro padres:
a Abrahán y a su descendencia por siempre.
Y María se quedó con ella unos tres meses,
y se volvió a su casa.
Lc 1, 39-58
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Reflexión profética mariana
Año tras año, milenaria en el Adviento ya, Virgen Santa María
levantas nuestra esperanza tantas veces abatida
con tu mirada brillante y sin contaminar.
Fuiste centro neurálgico de esperanza en Israel
y eres Madre de esperanza para muchos pueblos hoy.
¿No se ha fijado Dios en tí y te ha hecho nueva Eva,
la Madre de los pueblos que quieren resurgir?
Proclamaste la liberación de los pobres de Israel
y con tu alma grande de Madre sigues empeñada en la
redención de la masa de los pobres que inundan la tierra,
porque tu misericordia, Virgen Santa María,
es la misericordia del Señor que no se agota
por generaciones y generaciones.
Pero, dinos, ¿no está tu misericordia encadenada,
prisionera y aplastada con todos tus hujos más débiles,
sobre cuyas espaldas se han alzado los más fuertes?
¿No te sientes secuestrada por los grandes de los pueblos
que te han cubierto de joyas para enmascarar tu desconsuelo?
Eres ciertamente la esperanza de los pobres, de los que carecen
de libertad, de los marginados y oprimidos,
a quienes se ha robado su dignidad.
Y puesto que eres Madre
¿puedes acaso gozar de tu propia dignidad
mientras no se les restituya a ellos íntegra la suya?
No, no nos podemos engañar, eres Madre
con todas sus consecuencias, Madre de verdad:
Mujer, ahí tienes a tu hijo;
hijo, ahí tienes a tu Madre (Jn 13, 27)
Desde entonces la suerte de los hijos es tu misma suerte.
En el Adviento de siglos y siglos, Santa María de la esperanza,
sigues incansable transmitiendo al mundo tu claro y
único mensaje: la exaltación de los humildes, la vuelta
a sus pueblos de los exiliados de ellos,
la liberación de los sometidos a toda suerte de atropellos.
Este tu mensaje es el que te hace acreedora de todas tus prerrogativas:
Virgen fiel y clemente, espejo de justicia,
digna de veneración y alabanza.
Pero tu mayor gloria y nuestra mejor devoción
es sentirnos artifices contigo en tu proyecto
de que en la tierra florezcan la libertad, la justicia
y la paz. Y todos nos sintamos hermanos los humanos,
uno es el Padre del cielo, los demás todos hijos, todos hermanos.
¿Verdad que si no nos descubrimos como hermanos
no somos cristianos los cristianos?
F. Margallo,
Profetas de ayer y de hoy
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