La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Capítulo VI
Teología desde la carne
(Cont.,viene del día 10)
Por mi parte, para conservar, enriquecer y profundizar mi fe elijo la actitud de la teología ascendente. También desde el punto de vista del método, teniendo en cuenta las dificultades de pensar y expresarse en términos analógicos, es preferible una teología de abajo arriba.
Porque lo perteneciente a la transcendencia, a la eterna vida de Dios, sólo puede vislumbrarse, captarse fugazmente, sentirse más que "verse". Nuestra capacidad de aprhensión, de lo transcendente no se sitúa en la mancha amarilla de nuestro entendimiento, adaptada al conocimiento claro, sino en esa periferia concomitante, en que vagamente se aprecia lo que está en el transfondo.
Empezando por lo palpable del Jesús de carne, podemos llegar mejor al misterio divino, que si quisiéramos empezar por este. Porque a Dios nadie lo ha visto nunca. Es el Jesús de carne quien nos lo reveló. Esto se dice en el prólogo del Evangelio de San Juan, a pesar de expresarse en él una teología de arriba abajo. La primera cristología, la de Pedro y sus compañeros, tiene orientación de abajo arriba. Es una teología desde la carne del Jesús que fue crucificado.
Los cinco discursos que Luccas, en Hechos de los Apóstoles pone en boca de Pedro no son transcripción literal de sus palabras, pero reflejan bien el tono de la catequesis primitiva. Lo que nos dicen es esto:
Jesús, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (10, 38), acreditado con los milagros, signos y prodigios que Dios realizó por su medio(2, 22), pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él(10, 38).
Lo mataron colgándolo de un madero(2, 23; 3, 15; 4, 10; 5, 30; 10, 39). Dios lo resucitó, y nosotros (Pedro y sus compañeros) somos testigos(2, 24-32; 3, 15; 4, 10; 10, 40)
La diestra de Dios lo exaltó (2, 33); 5, 31). Ha recibido del Padre el Espíritu Santo y lo ha derramado(2, 33). Dios lo hizo Jefe y Salvador (5, 31). El cielo tiene que retenerlo hasta que llegue la restauración que Dios anunció por boca de los profetas (3, 21).
Bajo el cielo no tenemos a otro a quien debamos invocar para salvarnos (4, 12). Dios nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que lo ha constituido juez de vivos y muertos (10, 42).
Esta es la esencia originaria de la fe cristiana. Es la fe de Pedro. En ella nos conviene situarnos, y desde allí avanzar, si podemos hacerlo a tientas. En esta fe hay un punto focal: Dios resucitó al crucificado. Es el punto de articulación de lo real, de abajo _la carne_ y lo transcendente de arriba _la profundidad misteriosa de Dios.
No es una resurrección que acabaría con la de la tierra y lo de la cruz, inaugurando un eón nuevo(un tiempo y una existencia discontinuos respecto del pasado, que con ellos habría perdido toda su actualidad y significación.
Es todo lo contrario. La resurrección del Jesús bueno y libre, a quien los hombres colgaron, es la paradoja de Dios. Porque muestra que a pesar de todo, Jesús tiene razón, no es un iluso.
En él, que mantuvo su libertad hasta la muerte y, como el Siervo de Yahvé del segundo Isaías, no desvió su rostro ante los que le ultrajaron. La resurrección de Jesús es la pervivencia imprescriptible de la causa de Jesúa. El resucitado es el mismo rucificado Y el crucificado murió en el patíbulo porque representaba de manera desconcertante la entera libertad frente a todas las opresiones...
Ver: JM. Díez Alegría, Rebajas de Otoño
Desclée de Brouwer
Ver también
Los interesados me pueden llamar al tf. 91 534 27 65. o escribir a: fmargalloba@hotmail.com
También lo pueden pedir por internet en este enlace: http://www.bubok.es/libros/215021/Teologia-de-JOrtega-y-Gasset-Evolucion-del-Cristianismo