“No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete has de perdonar, Pedro”, con estas palabras enseña Jesús la altura humana que ha de alcanzar el corazón de quien quiera ser su discípulo. Un corazón dispuesto a perdonar siempre, libre de todo rencor y de juicios. Interesante observar que Jesús le dice estas palabras a Pedro. Pedro es la piedra sobre la que Jesús edificará su Iglesia y a esa piedra la educa en la profundidad de la misericordia. La Iglesia debe ser maestra en misericordia, dispuesta siempre a perdonar y a dar testimonio de un Dios que es compasivo.
La capacidad de perdonar crece con la experiencia de saberse perdonado. Cuanto mayor es la conciencia de saberse amado incondicionalmente, perdonado y sanado… mayor es la capacidad de mirar al otro con ternura y comprensión. En el evangelio de hoy Jesús añade una parábola significativa… la misericordia es contagiosa no es egoísta. Estamos llamados a reproducir en nuestra vida concreta y diaria el mismo amor que recibimos de Dios, a tratar a los otros con la misma ternura y misericordia como Dios no ha tratado y nos trata a nosotros.
El PERDÓN es la expresión más auténtica de la misericordia. estar siempre dispuesto a perdonar solo es posible cuando el corazón rebosa amor, cuando uno mismo se ha sabido perdonado y amado incondicionalmente...
Danos, Señor, la gracia de sabernos amados y perdonados, de experimentar cómo tu ternura sana nuestras heridas... para que podamos acercarnos al otro con un corazón libre de rencores.