Una voz fuerte para una Iglesia en camino Beato Angelelli y los mártires riojanos

Mi primer recuerdo de la iglesia de Argentina

Al 8 de agosto de 2008 publiqué ya en RD y en Redes Cristianas un primer trabajo sobre el Obispo Angelelli. Después he vuelto al tema varias veces, entre ellas el pasado mes de junio (10.06.2018). Ahora, con motivo de su beatificación (27.4.2019) quiero retomar volver al tema.

Fue asesinado el 4 de agosto del 1976 por la Dictadura Militar, para acallar su voz, que era voz de evangelio, la voz del pueblo llano y cristiano (honrado) de Argentina. 

Las fuerzas del sistema quisieron acallar su profeta, pero esa voz resuena hoy con más fuerza que nunca, no sólo en la Rioja de Argentina, sino en la Iglesia universal,  en un momento en que no hay persecución militar (por un tipo de patria), sino una persecución quizá mas honda, de tipo social, impulsada por las fuerzas del dinero, que siguen esclavizando a los pobres, a quienes quiso acompañar y animar Angelelli,con los otros mártires riojanos.
Mons. Ramón Iribarne, amigo de Angelelli

Me habló de él, me contó su martirio, con voz emocionada, cortada de silencio dolorido, en Córdoba (Argentina),   a los dos años del asesinato, su amigo,Ramón Iribarne, mercedario amigo, oriundo de Iparralde , el año 1978, cuando no se podía hablar en la calle, pues seguían en el duro poder los militares. 

Tuvimos allá en Córdoba un "encuentro" mercedario, dedicado a la redención... y escribimos un documento muy significativo, que llamamos sin más el Documento de Córdoba. Fui su redactor final, y quizá algún día lo publicaré en ese blog, pues recoger la más honda experiencia de mi (nuestra) visión de la Iglesia comprometida por la liberación de los pobres y oprimidos, en Argentina y en el mundo.
Fue un documento mercedario de redención-liberación, y su animador principal, fue Ramón Iribarne, a quien había conocido estudiando en Salamanca donde se graduó de Derecho Canónico. Era un hombre de apariencia tranquila, encargado de los asuntos judiciales de la Diócesis de Córdoba.  Pero ardía por dentro con fuego.
   Así recuerdo su voz emocionada, una tarde, en el León XIII de Córdoba, diciéndonos cómo se podía escribir un documento tranquilo de Iglesia, en línea de Merced y liberación, cuando el pueblo estaba padeciendo una feroz dictadura militar, que asesinaba a los obispos que buscaban la liberación del pueblo, como Angelelli... Una dictadura apoyada por altas jerarquías de la misma Iglesia católica.
El recuerdo de Ramón (¡nombrado después obispo de Dean Funes, y muerto poco después, el 2 de julio de 1980,  quizá de cansancio y pena, a los pocos meses, siempre en plena dictadura!)... y  sus palabras encendidas sobre Angelelli me sigue emocionando.
Hablamos mucho aquel año 1978,  porque él, siendo argentino y riojano se sentía muy vasco... y porque teníamos una visión semejante de la Iglesia... aunque él era entonces mucho más radical que yo, en cuestión de libertad. Me regaló unos libros sobre Argentina, unos recuerdos personales, que aún conservo. 
Ahora, a los 41 años, quiero recordarle y publicar de nuevo, con algo de su emoción y su fidelidad al evangelio, dos testimonios que me han llegado de la vida y muerte de Angelelli:
Dos testimonios sobre Angelelli:

-- El testimonio de Mons. Esteban Hesayne, que me mandó de Argetina mi amiga Lucía Riba «para ver si quieres ponerlo en tu blog». 

-- El Testimonio que M. Baronetto, Director de la Revista Tiempo Latinoamericano, de Córdoba, me mandó para el libro de El Pacto de las Catacumbas (Verbo Divino, Estella 2015)

Gracias Enrique Angelelli, por seguir diciendo tu palabra de libertad y evangelio 42 años después de tu muerte. Me uno a tu vida (con mi amigo Ramón Iribarne) y al gozo y fiesta de tu próxima beatificación, y de la beatificación de los tres compañeros, asesinados por odio y por miedo a las implicaciones espirituales y sociales de la fe cristiana 

Los mártires riojanos serán beatificados hoy


TESTIMONIO DEL DE MONS. E. HESAYNE  SOBRE EL MARTIRIO DEL OBISPO ENRIQUE ANGELELLI

El 4 de agosto de 1976 encontrándome en el Obispado de Viedma recibí la noticia oficial de la muerte del Obispo Angelelli ocasionada -según comunicaba el cable- por un accidente automovilístico. La noticia de su muerte me golpeó muy hondo. Fue la triste muerte del amigo, confidente y lúcido consejero pastoral. A la luz de la Fe en Jesús Resucitado, cuya presencia, el "Pelado" como lo llamábamos…-irradiaba como anuncio pascual vibrante y claro- el golpe de tristeza se me fue transformando hasta en una sensación de victoria… ¡¡¡el Pelado ha logrado la gracia del martirio cristiano!!!, me dije y comencé a proclamarlo. Y lo que fue una instantánea intuición se ha convertido ahora en una certeza.

Con la noticia de la muerte de mi hermano en el episcopado el Padre Obispo Enrique Angelelli se me agolparon los recuerdos de los encuentros personales y reuniones pastorales que mantuve con el amigo y pastor desde que lo conocí como integrante notable de la COEPAL, primero y luego siendo yo obispo de Viedma en charlas personales y las Asambleas Plenarias del Episcopado. Pero una y otra vez, en los diversos recuerdos de su gran riqueza de vivencia evangélica personal como de claras y vigorosas orientaciones pastorales, resaltaba punzante la conversación confidencial que mantuve con él quince días antes del 4 de agosto… 

Admiraba su contagioso y vigoroso entusiasmo pastoral, su sereno y firme coraje y hasta a veces sonriente anuncio del Evangelio a secas, orientado siempre hacia la construcción de la nueva civilización del Amor y denunciando sin eufemismos la injusticia social y la escalada de violencia y atropellos a la ciudadanía causados principalmente por funcionarios del Estado; pero, día a día me preocupaba su seguridad personal… Por eso, en esa conversación confidencial, decidí aconsejarle que por un tiempo se ocultara, quizá haciendo un viaje al exterior… 

De inmediato y con firmeza me contestó que NO. De ninguna manera saldría fuera del país. "Mirá- me dijo con serena firmeza- ahora me toca a mí"... "Si me oculto o salgo de La Rioja seguirán matando a mis ovejas…" Corrían días oscuros y tensos cargados de amenazas, detenciones y torturas de dirigentes laicos de pastoral diocesana y el asesinato a mansalva de sus dos sacerdotes Murias y Longeville juntamente con el cruel asesinato del dirigente laico de pastoral rural acribillado ante su esposa e hijos en su propia casa, por un grupo de las Fuerzas Armadas.

Con estos antecedentes íntimos personales, ¿cómo no iba a estar convencido del asesinato que le quitó la vida a Angelelli a causa del Evangelio y por lo tanto considerarlo y proclamarlo mártir junto a la gran mayoría del pueblo de Dios, libre de ideologías y prejuicios políticos o recelos clericales?

Y esta íntima convicción de que Angelelli había sido asesinado para silenciar su mensaje y acción pastoral, en forma providencial se transformó en objetiva persuasión, al momento de leer el documento judicial que me fue enviado desde el Juzgado de Instrucción N-1 en lo Criminal y Correccional de la Ciudad de La Rioja (año 1983).


Una vez más, se cumple la afirmación evangélica que sale de lo profundo del corazón de Jesús en plegaria a su Padre Celestial, agradeciéndole la revelación de cosas importantes a gente sencilla (Lc.10,21). El pueblo de Dios de todas las latitudes del país y Latinoamérica no creyó la versión oficial. El pueblo de Dios desde que se conoció la triste noticia de la muerte del obispo riojano Angelelli lo viene aclamando como Mártir de la Fe Cristiana. El 4 de agosto el Pueblo de Dios celebra el triunfo martirial del Obispo de los pobres que dio su vida hasta la muerte para anunciar el Evangelio de Jesús al servicio del pueblo riojano en primer lugar y al mundo que pudo alcanzar.

Al cumplirse 30 [Hesayne escribe el 2006] años de su muerte martirial me uno -una vez más- al clamor del Pueblo de Dios para celebrar su gloriosa muerte a la luz de la Fe Cristiana con la esperanza que pronto podamos celebrar gozosos y agradecidos en la liturgia católica la festividad de Enrique Angelelli Obispo y Mártir, supremo acto evangelizador para gloria de Dios Bendito. (MIGUEL ESTEBAN HESAYNE, obispo). 

EL OBISPO ANGELELLI Y EL PACTO DE LAS CATACUMBAS

Luis Miguel Baronetto 

(Publicado en X. Pikaza y J. A. Pagola, Entrañable Dios, las obras de misericordia, Verbo Divino, Estella 2016)

A 37 años del martirio de Mons. Angelelli, y en las vísperas del juicio a los militares imputados de su homicidio, vale incorporar nuevos elementos de contexto que explican la furia de sus perseguidores. Investigaciones recientes han permitido conocer la participación en 1965 del entonces joven obispo auxiliar de Córdoba en Roma, junto a otros padres conciliares, en la firma del Pacto de Las Catacumbas, cuyo cumplimiento en absoluta fidelidad explicará las razones primeras de la persecución, la difamación, las amenazas y finalmente el atentado criminal del 4 de agosto de 1976, que terminó con su vida. 

Las catacumbas eran los lugares de encuentro clandestino de los cristianos perseguidos por el imperio romano al propugnar un estilo de vida diferente, subvirtiendo el orden establecido. Allí celebraban en comunidad y se fortalecían en su compromiso fraternal, de ayudarse, compartir sus bienes, predicar la justicia y mostrar un modelo de sociedad donde “ninguno padecía necesidad”. (Hech. 4,34). Y eso era motivo de persecución y martirio en los circos de Roma, en los primeros años del cristianismo. Las catacumbas fueron el lugar de las comunidades cristianas para enfrentar al Imperio.

En una de esas catacumbas, la de Santa Domitila, 42 obispos de diversos países el 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de clausurarse el Concilio Ecuménico Vaticano II, concelebraron la misa y firmaron el Pacto de las Catacumbas. Entre esos pocos obispos estuvo Mons. Enrique Angelelli. Él y Mons. Alberto Devoto, de la diócesis de Goya fueron los únicos firmantes de Argentina. 

Decían en ese documento:
1 – Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que concierne a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt. 5,3; 6,33-34; 8,20.
10 – Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Hech. 2, 44-45; 4,32-35; 5,4; 2 Cor. 8 y 9; 1 Tim. 5,16.


Estas son dos de las 13 cláusulas que integran el Pacto de las Catacumbas
. Se trataba de un compromiso asumido personal y colectivamente de vivir la pobreza, de mostrar el rostro de una Iglesia servidora y pobre, y de trabajar para “la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de la miseria.”(11,b). A este documento adhirieron después otros quinientos obispos de los 2.500 participantes del Concilio. 

Empezando por casa, como quien dice, en el Pacto de las Catacumbas la mayor parte de las cláusulas expresaban la decisión de los obispos por un modo de vida en la pobreza, “para ser fieles al espíritu de Jesús”, acompañando a “los trabajadores y económicamente débiles”. Lo primero era un testimonio hacia el interior de la Iglesia (“ni oro ni plata, no posesión de bienes muebles e inmuebles, ni cuentas en los bancos, eliminación de títulos de poder, como Eminencia, Excelencia…”). Un ejemplo importante para ser más eficaces en su misión. Un paso imprescindible para contribuir a modificar las realidades sociales exigiendo a los gobiernos las medidas “necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico de todo el hombre y de todos los hombres”. Propugnaban además “el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios”.

Este “Pacto” fue precursor de otro documento colectivo firmado el 15 de agosto de 1967. El “Manifiesto de 18 obispos del Tercer Mundo”, encabezado por el Arzobispo Hélder Camara, tuvo repercusión mundial, especialmente en nuestro país porque dio origen a lo que luego se llamó Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. “Los cristianos – dijeron los obispos en ese Manifiesto – tienen el deber de mostrar que el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos. Lejos de contrariarse con él, sepamos adherirlo con alegría, como a una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del Evangelio. Así evitaremos que algunos confundan Dios y la religión con los opresores del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son, en efecto el feudalismo, el capitalismo y el imperialismo” . 


1968: Angelelli en La Rioja


Cuando el obispo Angelelli asumió en La Rioja, en agosto de 1968, profundizó su compromiso en coherencia con lo que ya era una opción fundamental de su vida. La pobreza riojana golpeó su corazón; y su pastoral – palabra y acción – empezó a molestar a los poderosos que vieron amenazados sus ancestrales privilegios. “Deben caer – dijo en su primer reportaje – una serie de sistemas que son causantes de las injusticias, de los desencuentros.” 

Como Angelelli, el obispo Devoto, en Goya (Corrientes) – el otro firmante - también sufrió la temprana persecución a principios de los años 70. Laicos/as y religiosos/as que con su acción cuestionaban el sistema capitalista fueron perseguidos y encarcelados. La doctrina de seguridad nacional, que a partir de 1976 mostraría su cara más terrorífica, advertía que - como en tiempos del imperio romano - no se debía modificar el estilo de vida “occidental” y ahora “cristiano”.

A Enrique Angelelli le atribuyeron diversas ideologías. No las necesitó. Le alcanzó lo mamado en el Evangelio. Y las búsquedas y reflexiones colectivas que selló con su firma. Aquella “buena noticia para los pobres” del Carpintero que terminó crucificado por el imperio, era un peligro mayor, porque desde las entrañas de la propia cultura, con el sincretismo consustancial al proceso histórico latinoamericano, se potenciaba la voz liberadora de los pobres contra el sistema de explotación. Esa pastoral diocesana en La Rioja fue duramente golpeada aquel 4 de agosto, ante el silencio de báculos y mitras. Pero aquella semilla regada con su sangre va emergiendo. 
A 37 años de su martirio, el reclamo de justicia se hará realidad con la condena de sus asesinos. Derrotada la impunidad, los pobres y los jóvenes, como profetas de un pueblo que sigue luchando por la justicia, - como decía Mons. Angelelli – seguirán señalando nuevos caminos en la construcción de la sociedad justa, fraterna y solidaria.

Córdoba, julio de 2013

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