Mons. Brambilla: Schillebeeckx, una teología “tramontata” con el Siglo Breve ( A. Della Costa)


Publiqué ayer el texto italiano del trabajo de Mons. Brambilla y me ha escrito Abel Della Costa, que dirige (desde Argentina, creo) un espléndido blog que se titula www.eltestigofiel.org (busquen, por favor en el Google y añadan a sus blogs amigos, verán reprocido allí mi texto de ayer). Me dice así:

«Hola, por si te puede ser de utilidad en el blog, te adjunto una traducción del largo artículo.
Como yo había hecho un pequeño obituario remitiendo a tu blog, la encargada de noticias de mi sitio (El testigo fiel) tomó material de tu post, y yo he acabado de hacerle una traducción. Nobleza obliga, así que me pareció que podía interesarte aprovecharlo, ya que la edición semanal de L'Osservatore es una selección, y dudo que publiquen lo del Schillebeeckx. Un saludo. Abel Della Costa».

Así me escribe Abel Della Costa y, nobleza obliga, hoy publico gustoso la traducción que nos ha enviado El único problema que he tenido es la traducción del título de Mons. Brambilla, que dice In morte di E. Schillebeeckx, una teologia tramontata con el secolo breve:, que a continuación comento:

In morte di E.Schillebeeckx: Está claro.

Una teologia tramontata: "Tramonto", en italiano, es la puesta del sol (más allá de los montes). Una teología “tra-montata” es una teología que ha ido más allá de los montes, como el sol en el ocaso. ¿Podría decirse “una teología acabada” ¿O sólo lo que muere resucita”. En la imagen que adjunto, interpreto el "tra-monto" (más allá del monte) como un "tra-mare" (más allá del mar, con la barca de Jesús en la playa). Así es la teología de Schillebeckx, se nos ha ido más allá de los mares y los montes, para volver fecundada.

Con il «secolo breve»: Schillebeeckx ha sido el teólogo del“siglo breve”, es decir, del siglo que empezó el año 1914 (con la Primera Gran Guerra) y acabó el año 1989 (con la caída del mundo). Pero ¿ha sido de hecho un siglo breve o ha sido un gran siglo? Dejo a los lectores la respuesta. Desde aquí la traducción de la "encargada de noticias" de A. Della Costa.

Abel Della Costa me ha escrito de nuevo precisando algunas cosas de mi post y de su portal:

"El Testigo Fiel no es un blog sino un portal, eso hace que haya varias funciones y personas que las realizan, como tu blog pertenece a un portal donde también trabajan varios
-La encargada de noticias lo es del portal, desde luego, lo que pasa es que el portal lo coordino yo, y es una forma coloquial decir "mi" encargada de noticias, simplemente la encargada de noticias del portal, Andrea, que trabaja desde Argentina. Yo estoy en Valencia, España.
-La traducción es mía.

-No traduje el título porque... se me pasó :-)
"Tramontata" es un juego de palabras, el sentido más inmediato sería "montada a través" (tra montata), es decir, una teología que cabalga en el siglo breve, a su través.
Pero al mismo tiempo el verbo "tramontare" tiene ese sentido más culto que tú señalas, "caer en ocaso, atravesar las montañas" (el mismo verbo existe en castellano, pero es todavía más culterano), así que según ese sentido sería una teología que se dirige a su ocaso, lo que refleja toda la última parte de la reflexión del autor.
Si hubiera que traducirlo sin aclaraciones, no se podría respetar el juego de palabras, así que sería preferible tomar el primero y evidente: «Una teología a caballo del "siglo breve"».


Así me escribe Abel y de ese forma dejo el tema abierto, para que cada uno pueda interpretar el trabajo de Brambilla y el sentido del "tramonto" (de la tramontada) de la teología de Schillebeckx: (a) Si se abre tras el horizonte a un nuevo nacimiento... (b) O si termina con el siglo XX..., un siglo que pude ser corto (está ya terminado, con el Vaticano II)... o un siglo que puede ser largo, aún no está terminado (como no está terminado el siglo XX).



Mons. Brambilla:

Edward Schillebeeckx, el teólogo holandés del Concilio y postconcilio, nos dejó el día de Nochebuena. Quien se detiene a considerar las fechas de su biografía humana e intelectual queda sorprendido por una circunstancia significativa. El teólogo dominico nacó en 1914, la víspera de la Primera Guerra Mundial, y escribió su última obra («El hombre, historia de Dios») en 1989. Después de aquel año su fatiga entra en un largo período de silencio, hasta su partida del mundo. Su parábola intelectual se encuentra por lo tanto entre las dos fechas que marcan lo que se ha llamado el "siglo breve" (Hobsbawm) [es decir: Primera guerra - Caída del muro].

El joven teólogo nació en Amberes. Después de la escuela primaria en Kortenberg, un pequeño pueblo entre Bruselas y Lovaina, completó sus estudios humanísticos en Turnhout, con los jesuitas. La vocación religiosa lo encamina, sin embargo, hacia los dominicos -por la inspiración tomista que propone una armonía entre lo religioso y lo humano-mundano- en el noviciado de Gante, donde se enseñaba filosofía con gran atención a la teología. Su formación teológica se realiza en Lovaina entre las dos guerras mundiales, entre fermentos de novedad en el frente cultural y tímidas intentos de apertura en la Iglesia. Estos momentos de subterránea búsqueda de la mano de la fenomenología, el existencialismo y el personalismo, desembocan en el vuelco apasionado de la cultura francesa en compromiso con el mundo, actuando de trasfondo ideológico a los nuevos movimientos democráticos de la inmediata posguerra.

La especialización en París (1945) influenciará profundamente su mentalidad teológica. El inicio de la enseñanza en el Estudio teológico dominico en Lovaina (1946-1956) es sólo un momento de aprendizaje de una perspectiva teológica que hará de Schillebeeckx muy escuchado, y aún más leído, por su mayor accesibilidad respecto de la atormentada lengua de Rahner. Además, el profesor dominico podía presumir de un conocimiento profundo de la escolástica, especialmente de santo Tomás, no sólo por tradición, sino por la genial lectura que había cultivado durante su doctorado, en las indagaciones en el estudio teológico de Le Saulchoir, en la línea de Chenu. Una lectura que trataba intensamente combinar el sentido histórico y la dirección teórica, o, como se decía entonces, la teología positiva y la especulativa. La reinterpretación de la tradición se presentaba no sólo provocada, como en el pensamiento francés, por una recuperación de las fuentes en un programa de resurgimiento, sino motivada por un tratamiento especulativo más fuerte, que se basaba en la fenomenología ontológica del maestro Dominicus María de Petter. Intentarán acreditarlo como el homólogo de José Maréchal, a su vez inspirador del "giro antropológico" de Karl Rahner.

La obra de Schillebeeckx fue escuchada en el episcopado holandés por la habilidad de las fórmulas de su producción teológica anterior al Concilio y durante éste. En ese período realizó estudios profundizando en la temática sacramental, que confluyen en la disertación «De sacramentele heilseconomie», y en el afortunado texto «Cristo, sacramento del encuentro con Dios» (1959).

En 1957 la Universidad de Nimega lo llama para enseñar teología dogmática, en un momento de cambios en la iglesia holandesa. En el crisol incandescente de la Holanda del postconcilio, Schillebeeckx fue un testigo privilegiado del trabajo con el que la Iglesia Católica quería recuperar la distancia acumulada respecto al mundo moderno. Más allá del juicio de resultados, era una distancia que desplazaba la fe a una objetiva in-significancia. Schillebeeckx acompañó con la fuerza de la reflexión y la competencia del rico conocimiento de las tradiciones, los impulsos y los excesos de aquel pueblo, donde todo el mundo se siente "homo theologicus", y no pierden ocasión de hablar de la religión y de la fe. El teólogo flamenco se sentía deudor de la Holanda católica y quiso hacer una contribución crítica a la transformación que ocurría en la iglesia holandesa, convertida en líder de un aventurado progresismo.

El anclaje en Holanda marca un giro no sólo en la vida, sino también en la teología del dominico. El cambio tiene un período de incubación que asoma em los primeros años de su magisterio en Nimega (1957-1966). Desde aquel momento su reflexión deviene una teología militante. El "primer" Schillebeeckx asume el papel de mediador crítico, ante los nuevos fermentos en la iglesia holandesa, que hasta aquel momento había tenido un tratamiento tradicionalista. Todo recibe una súbita aceleración con la preparación inmediata y la celebración del Concilio. Bastará recordar sus intervenciones de los años sesenta sobre la Cristología, la Presencia eucarística y el celibato del clero, pero más aun el intenso debate con los grupos de la secularización y de la así llamada teología de la muerte de Dios. Sobre el fondo estaba su teología de la Revelación, que posiblemente ha influido por su mayor flexibilidad más que las otras en las elaboraciones del Concilio.

Sólo con el viaje a Estados Unidos en 1966-1967, el teólogo dominico, para su admisión explícita, no sólo se convierte en el interlocutor de la nuevas instancias culturales y sociales, sino que se vuelca en la arena de la renovación eclesial. Es a partir de esta circunstancia que se habla de un "segundo" Schillebeeckx (1966-1989), sobreexpuesto en las luces de la discusión y con una figura de más difícil tratamiento. En torno a los años setenta Schillebeeckx intenta llevar adelante una renovación más acentuada. Pensemos en la cuestión de la cristología -a la que dedicó dos voluminosas obras- que ha dado origen a un verdadero y propio caso en el que ha intervenido en varias ocasiones la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero sobre todo se recuerdan sus volúmenes de los años ochenta sobre el ministerio eclesial, muy problemáticos desde el punto de vista de su éxito práctico-pastoral, que de nuevo requirió la intervención de la misma congregación.
De hecho, el discutido ensayo «Jesús, la historia de un viviente» (1974), que sigue siendo su obra maestra, buscaba ser una respuesta de alto nivel a los panfletos publicados con mucho ruido en Alemania en 1972 por Rudolf Augstein, editor de "Der Spiegel", con las objeciones planteadas al centro mismo de la fe cristiana por un editor muy poderoso. La subvaloración de la resurrección de Jesús como una experiencia de conversión, traía sin embargo, dudas sobre la suficiencia de su reconstrucción histórico-teológica.
El juicio sobre la obra de Schillebeeckx -y del "segundo" en particular- no puede ser formulado únicamente confrontando únicamente términos aislados del debate teológico, sino volviendo a las fuentes de su teología y a las semillas de su propia obra. Sobre todo, no es posible establecer un cómodo corte entre el "primero" y el "segundo" período de su obra teológica, de tal modo que queden ocultas la continuidad y las estructuras de pensamiento recurrentes de su teología.

Si es innegable que la reflexión del teólogo holandés acompañó con rigurosa precisión los problemas y los temas del efervescente período postconciliar (la hermenéutica, la teoría crítica, la dimensión política de la fe, la cristología y la soteriología, las cuestiones del ministerio y de la iglesia, la cuestión del pluralismo religioso), no es posible ocultar la sensación de que el fin de las grandes ideologías parece restar fuerza impulsora a su pensamiento. Así aparece como un signo no menor que la caída del muro de Berlín (1989) coincida con la fecha de publicación de su último trabajo importante. Aunque el publicismo en relación a su obra pretenda presentarla como una especie de summa de su itinerario teológico, más bien aparece como un "canto del cisne", tanto por la forma, como por la profundidad de las cuestiones tratadas.
Más interesante quizá es la presentación de la obra de Schillebeeckx como una parábola de la teología del siglo XX. Con él parece compartir su destino: el siglo parece terminar antes de tiempo, así como sobre su obra se cierne anticipadamente el silencio. La teología de Schillebeeckx es testimonio del siglo XX como "siglo breve". Quien la recorre se sumerge con pasión en las grandes cuestiones teológicas, y no sólo las que han afectado al siglo, en la transición de la teología neoescolástica (o "conceptualista", como la definía el fallecido teólogo), pasando por la teología de la revelación, hasta las "teologías del genitivo" (del futuro, de la esperanza, de la liberación y la teología política). Pero no se hace justicia a la obra teológica del teólogo dominico, si no se toman en cuenta las tensiones epistemológicas que la atraviesan.

Schillebeeckx ha sido sin duda un autor en movimiento, pero no ha producido un pensamiento ecléctico. En su propia idea de teología estaba presente el germen de la atención a las cambiantes figuras de la mutación cultural. Con el riesgo de profesar una visión intuicionista de la verdad, debilitando la conceptualidad a mera mediación cultural, y debiendo subsumir la verdad de la fe al cambio de sus mediaciones históricas. El final de las "grandes narraciones", sin embargo, parece agitar incluso la incansable labor de teólogo holandés, y tal vez explica su "cecidere manus" [abandono del trabajo]. Así parece extinguirse -a diferencia de otros autores que han tenido un éxito póstumo- incluso el interés en su producción. Cae en el olvido. Permaneciendo sin embargo emblemática, no sólo por lo que tiene de caduca, sino también por lo que deja en herencia todavía para pensar.


Franco Giulio Brambilla
Vescovo titolare di Tullia
Ausiliare di Milano
e preside della Facoltà teologica dell'Italia settentrionale
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