Buda y Jesús (1). Dos caminos de paz; dos propuestas de superación de la violencia

He dialogado con cierta frecuencia sobre budismo y cristianismo (en las imágenes el recuerdo de uno de esos diálogos en Buenos Aires)

Quiero presentar en ese contexto dos propuestas. Hoy una sobre la paz. Mañana otra sobre las bienaventuranza de la vida.   

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Según Buda, todo es sufrimiento sobre el mundo, porque todo proviene de un deseo que nos ata a este tipo de vida que es lucha sin fin y que es muerte. La solución está en  superar todo deseo, para superar de esa manera el sufrimiento. 

Buda nos sitúa en la frontera o límite donde, superada la violencia de los deseos, la existencia humana puede convertirse en  una via “media”, de respeto a la vida (no-violencia), de dominio de los sentidos (superando las pasiones) y de comportamiento social de bondad, compasión, alegría, solidaridad etc.

Buda propone una liberación total (interna y externa) que abarca ocho momentos: recta visión, recto pensamiento, recta palabra, corporal acción corporal.... El cuarto momento (recta acción corporal), se centra en las grandes prohibiciones (no-matar, no-robar, no-mantener relaciones sexuales) a las que a veces se añaden dos preceptos: no decir palabras malas, abstenerse de bebidas alcohólicas.

Tiene importancia especial la primera prohibición (no-matar), definida como no violencia o ahimsa, tanto en el aspecto negativo (no matar, no agraviar, evitar la guerra) como en el positivo (suscitar la paz, proteger la vida). Suele llamársele también mandamiento de no hacer daño, de no ofender a los demás, tanto en el aspecto interior como exterior.

Conforme al esquema de los ocho momentos del camino, esta recta acción externa viene después de la recta visión, pensamiento y palabra, de forma que la no-violencia brota de transformación total del ser humano. En esa línea, el budismo se sitúa muy cerca de los “mandamientos” centrales del Sermón de la Montaña del Evangelio, donde Jesús pide a sus discípulos no sólo que no maten, sino que no aíren, ni  se vengan, ni respondan al mal con mal, sino que perdonen a los enemigos, abriendo así y camino de globalización positiva, universal. 

Mirados así, budismo y cristianismo constituyen, posiblemente, las dos creaciones supremas del espíritu humano, los dos intentos más altos de pacificación humana. Ambos implican un tipo de revelación sagrada o iluminación, vinculada a Dios (cristianismo) o la ley del Dharma (budismo). Estamos ante dos caminos fuertes de no-violencia activa, es decir, de globalización pacífica:

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La ética de Buda es distinta de la ética de Jesús en cuanto aquel (Buda) no pidió verdadero amor activo. Jesús y el Buda tienen en común que su clase de ética, por estar bajo la influencia de la negación del mundo de la vida, no es una ética de acción sino de perfección interior. En ambos, la etica de perfección interior está regida por el principio del amor. Lleva por tanto en sí la tendencia a expresarse en acción y desde este punto de vista presenta cierta afinidad con la afirmación del mundo y de la vida. En Jesús, la ética del perfeccionamiento del yo ordena el amor activo; en el Buda no va tan lejos.

La importancia de Buda consiste en que se propuso espiritualizar la negación del mundo y de la vida y hacerla ética. La espiritualizó, enseñando a los hombres a considerar el apartamiento del corazón de las cosas materiales como más importante que la renunciación del mundo en la práctica. Al propio tiempo exigió a sus discípulos que expresaran externamente en conducta ética su emancipación interior del mundo.

«Como su pensamiento estaba dominado por la negación del mundo y de la vida ocurrió que para él no contaba la ética de la ayuda activa. De modo que se vio obligado a desinteresarse de esta ética exotérica y sólo puro preocuparse por la ética esotérica; se preocupó de esa disposición libre de odio, pacífica y bondadosa que todo hombre debe esforzarse por adquirir y por poner a prueba en sus relaciones con sus semejantes. Así se convirtió en el creador de la ética de la perfección interior. En esta esfera dio expresión a verdades de valor imperecedero y perfeccionó la ética no sólo de la India sino de la humanidad. Fue uno de los más grandes hombres éticos de genio que han existido»[1].

 Hay un fondo común, pero dos perspectivas distintas. Buda acentúa la negación, la superación del deseo; Jesús, en cambio, insiste también en la obra externa, entendida a modo de comunicación personal, en el gesto de ayuda hacia los necesitados.

Parece que Buda no cree en la transformación (salvación) del hombre en este mundo ni en la comunicación positiva, entre los hombres. Jesús, en cambio, cree en conciencia divina del hombre y en la capacidad de transformación positiva de este mundo.  

 ‒ Buda se sitúa en una línea de negación del deseo que encadena al ser humano sobre el mundo, haciéndolo violento y desgraciado. Ciertamente, en la otra cara de esa negación emerge una propuesta: superado el deseo, puede surgir y surge la humanidad no violenta, liberada (el grupo de sus monjes).

Jesús, en cambio, empieza con la afirmación: quiere el amor; cree en la transformación positiva y creadora del deseo, de manera que los hombres pueden gozar viviendo y compartiendo lo que son, en gesto de comunicación creadora. Es como si Buda se quedara a la puerta y dijera: sólo podemos superar el deseo, para vencer de esa manera la violencia. Jesús, en cambio, se atreve a pasar esa puerta, para comunicarnos la vida de un modo gratuito, invirtiendo así la lógica de violencia de la guerra.

Buda toma como punto de partida el dolor, vinculado al deseo, y busca la liberación de ese deseo/dolor; por eso es muy sobrio en sus afirmaciones, tanto en relación con una posible divinidad (gracia que está al fondo de su iluminación, del dharma búdico) como en relación con lo nirvana (paz final).

Jesús, en cambio, toma como punto de partida el amor de Dios a quien concibe como Padre, de quien brota la liberación del deseo egoísta y la instauración de un estado de no-violencia activa. Lo contrario a la guerra no es la no-violencia sin más, sino la compasión, la comunicación gratuita y creadora de la vida.

La compasión del posible Buda histórico o de los budas simbólicos vale como "ejemplo", porque cada uno tiene que liberarse a sí mismo, en camino de intensa iluminación. Es evidente que los iluminados pueden acompañarse, en gesto de compasión intensa (karuna), pero, en el fondo, cada uno acaba siendo un solitario. En ese aspecto (al menos desde las perspectivas más antiguas) Buda no aparece como liberador: no ha vivido ni ha muerto por los otros.

Por el contrario, el amor de Jesús implica un gesto activo, que culmina en la entrega de la vida (en la muerte violenta en el Calvario). Para los cristianos, Jesús es más que un simple iluminado (un ejemplo); él es presencia de Dios, un redentor mesiánico.

‒ Buda inicia un camino "monacal": saca a los iluminados del mundo, para que puedan vivir la experiencia más intensa de una vida más allá de los deseos. No quiere transformar el mundo, sino hacer que algunos se liberen de este mundo; por eso, en el fondo, exige a los perfectos la continencia sexual.

Por el contrario, Jesús ha iniciado un camino de no-violencia mesiánica; su proyecto no es de tipo monacal, sino que está abierto a todos los hombres y mujeres, a quienes ofrece el testimonio de su nueva humanidad, de una comunicación creadora de vida (abierta a la generación, esto es, a los hijos). Por eso, su religión (su vida) es un proceso de comunicación gratuita[2]. 

             Entendido así, el budismo viene a presentarse como un proyecto radical de globalización humana, de tipo religioso, pero que no se logra a través de algún tipo de iglesia  o asociación de “poder”, sino todo lo contrario: Superando toda dinámica de poder y dejando así que los hombres y mujeres sean en verdad lo que son: Seres llamados a la luz, unidos por la misma (y única) verdad fundante de la iluminación, en gesto de libertar que les permite vincularse de manera positiva (a través de una intensa compasión) con todos los demás seres humanos.

Este proyecto (modelo) de globalización budista ha sido  y sigue siendo uno de los modelos básicos de vinculación (unificación) de todos los hombres y mujeres. No ha surgido, que yo sepa, ningún otro modelo semejante a ser el que ofrece, en otra dimensión, el cristianismo, como seguiremos indicando.

[1] A. Schweitzer, El pensamiento de la India, FCE, México 1971, 104-107.

[2] Suele decirse que el budismo ha tenido una historia menos violenta que el cristianismo, quizá por su misma actitud de reserva frente al mundo y por su menor implicación política. Por el contrario, los cristianos, que han creído y siguen creyendo que se puede trasformar este mundo por la paz, en actitud de amor activo, han sentido la tentación de tomar el poder y controlar sus mecanismos para así 'mejorar' en amor a los demás; es evidente que muchas veces se han vuelto opresores y los siguen siendo todavía en ciertos campos. No se trata aquí de comparar ni condenar a unos u otros, aunque la perspectiva cristiana nos sitúa en una línea de mayor encarnación activa. 

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