CAMBIAR DE AMOS (Pedro Zabala)

Con ser la democracia que actualmente -disfrutamos o padecemos, según se mire- mejor que la anterior dictadura, todavía está lejos de una auténtica democracia, según la clásica definición, gobierno del pueblo y para el pueblo.
Lo que tenemos es simplemente un régimen de partitocracia. Gobierno de partidos que asumen la cacareada soberanía nacional. Sus cúpulas controlan la gestión pública, aunque en algunos se dan timoratas elecciones primarias para elegir a sus candidatos.

Cuando llegan unas elecciones, nos piden cheques en blanco para hacer lo que quieran (?), aunque tenga poco que ver con su programa electoral.
Por eso, una democracia así, reducida a votar cada cierto tiempo entre candidatos postulados por sus partidos, es simplemente preguntarnos si queremos continuar con los mismos amos o cambiarlos.
Porque, dejando de lado algunos matices y la diferencia de sus slóganes, ¿no coinciden todos en el mantenimiento del sistema socioeconómico en el que estamos instalados?.
Podremos cambiar la cara de los amos aparentes, pero...
¿No están detrás de ellos, a los que manejan como títeres, los auténticos mandamases?. Estos ocultan sus rostros. Son los detentadores del gran capital, los beneficiarios del sistema, Sus grandes instrumentos son el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, sus tratados de Libre (?) Comercio, la Unión Europea…
¡Pobre del país que se atreva a salirse de sus reglas!. Marcan lo que es la ortodoxia económica, límites rígidos de déficit, privatizaciones, reducción de impuestos y de gastos sociales…
Si, a consecuencia de ello, aumentan los pobres, deducciones a quienes ejerzan obras de filantropía que alivien su miseria. Y, sobre todo, mucha policía, más multas y más cárceles para frenar las protestas de los descontentos.
Algunos ilusos piensan que reforzando la soberanía nacional y saliéndose de algunos de esos organismos, se solucionará el problema. El Brexit británico es un ejemplo de esa falsa vía de escape.
Para mantenernos sumisos, el sistema neoliberal emplea medios muy eficaces. La trampa del consumismo compulsivo es el primero. Quieren hacernos creer que la felicidad viene del tener más. Y allá vamos como borregos para no ser menos que nuestros vecinos y adquirir productos, muchas veces inútiles y con una obsolescencia programada.
Otro es presentarnos a ciertos chivos expiatorios como culpables de esos males que nos aquejan. Los pobres, los emigrantes, son el gran enemigo. Alimentar y fomentar el odio hacia ellos es el motor de los populismos que recorren el mundo. Son el neo fascismo del siglo XXI. Aunque digan defender la democracia y se aprovechen de ella. ¿No llegó Hitler al poder tras unas elecciones populares?.
Emplear la nación como ídolo al que adorar y tras el cual usar la cabeza para embestir y no para pensar críticamente, es otro medio que emplea el sistema. En nuestra vieja piel del toro, la pugna entre nacionalistas centrípetos y periféricos obtiene sus réditos electorales.
¿Hasta cuándo dejaremos que nos engañen impunemente?. ¿Estamos dispuestos a despertar, a decir NO a esos mentiras que nos quieren presentar envueltas en medias verdades?. ¿Sabremos asumir nuestra reponsabilidad con las generaciones futuras y la Casa Común?.
Podremos cambiar la cara de los amos aparentes. ¿No están detrás de ellos, a los que manejan como títeres, los auténticos mandamases?. Estos ocultan sus rostros. Son los detentadores del gran capital, los beneficiarios del sistema, Sus grandes instrumentos son el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, sus tratados de Libre (?) Comercio, la Unión Europea…
¡Pobre del país que se atreva a salirse de sus reglas!. Marcan lo que es la ortodoxia económica, límites rígidos de déficit, privatizaciones, reducción de impuestos y de gastos sociales…
Si, a consecuencia de ello, aumentan los pobres, deducciones a quienes ejerzan obras de filantropía que alivien su miseria. Y, sobre todo, mucha policía, más multas y más cárceles para frenar las protestas de los descontentos.
Algunos ilusos piensan que reforzando la soberanía nacional y saliéndose de algunos de esos organismos, se solucionará el problema. El Brexit británico es un ejemplo de esa falsa vía de escape.
Para mantenernos sumisos, el sistema neoliberal emplea medios muy eficaces. La trampa del consumismo compulsivo es el primero. Quieren hacernos creer que la felicidad viene del tener más. Y allá vamos como borregos para no ser menos que nuestros vecinos y adquirir productos, muchas veces inútiles y con una obsolescencia programada.
Otro es presentarnos a ciertos chivos expiatorios como culpables de esos males que nos aquejan. Los pobres, los emigrantes, son el gran enemigo. Alimentar y fomentar el odio hacia ellos es el motor de los populismos que recorren el mundo. Son el neo fascismo del siglo XXI. Aunque digan defender la democracia y se aprovechen de ella. ¿No llegó Hitler al poder tras unas elecciones populares?.
Emplear la nación como ídolo al que adorar y tras el cual usar la cabeza para embestir y no para pensar críticamente, es otro medio que emplea el sistema. En nuestra vieja piel del toro, la pugna entre nacionalistas centrípetos y periféricos obtiene sus réditos electorales.
¿Hasta cuándo dejaremos que nos engañen impunemente?. ¿Estamos dispuestos a despertar, a decir NO a esos mentiras que nos quieren presentar envueltas en medias verdades?. ¿Sabremos asumir nuestra reponsabilidad con las generaciones futuras y la Casa Común?.