COP 28. Pongo ante ti la vida y la muerte (Dt 30, papa Francisco)

Se celebra en  Dubai  la COP28 (28 Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), del 30.11 al 12.12 2023).

Como máxima autoridad religiosa, el Papa Francisco, a través de su delegado, el Card. Parolin, ha pronunciado un discurso programático (2.12), del que recojo y comento aquí sus presupuestos y propuestas, desde la perspectiva de su largo y profundo magisterio ecológico. en la línea de Dt 30 y Mc 1, 14- 15

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Punto de partida: Ante la gran amenaza

  Ciertos diagnósticos apocalípticos suelen parecer poco racionales o insuficientemente fundados. Esto no debería llevarnos a ignorar que la posibilidad de llegar a un punto crítico es real. Pequeños cambios pueden provocar cambios mayores, imprevistos y quizás ya irreversibles…. Así se terminaría desencadenando una cascada de acontecimientos que se precipiten como una bola de nieve. En un caso así siempre se llegará tarde, porque ninguna intervención podrá detener el proceso... (Francisco, Laudate Deum 17,9. 2023).

El desafío ecológico. Ante una encrucijada.

 Encrucijada es un cruce ante el que el viajero debe optar, si quiere seguir caminando. Viajeros de la vida somos, y ella nos pone con frecuencia ante importantes opciones, como la de Hércules en Grecia, Buda ante la higuera de Benarés, los hebreos ante el gran desierto (pongo ante vosotros la vida y la muerte, Dt 30) o como la de Jesús en Cesarea de Felipe (Mc 8)

Suele haber una ancha puerta y un camino llano que desemboca en la muerte y una senda estrecha, empinada y dura que lleva a la vida, y debemos optar por ella, si queremos alcanzar nuestro destino en sentido material y “espiritual”, pues no sólo de pan vive el hombre (Mt 4, 4), sino de toda palabra que viene de Dios. En este comienzo del tercer milenio, la vida nos pone ante encrucijadas, que exigen alternativas fuertes, en un plano personal y social, político, militar y económico. Entre ellas destaca la alternativa ecológica, ante el futuro de nuestra vida en la tierra. O respondemos bien, cuidando de ella tierra o, de lo contrario, podemos destruirla y destruimos.

¿Hay futuro para la vida humana en el planeta tierra?

 Muchos afirman que nuestra humanidad, con su forma de actuar sobre la tierra, sometiéndola a la fuerza, carece de futuro. Nos hemos situado entre la vida y la muerte y, en conjunto, estamos apostando de hecho por la muerte, aunque digamos que somos defensores de la vida. Para optar por el futuro debemos realizar un gran cambio, como el que pidió Moisés (pongo ante ti vida y muerte, Dt 30, 15-20) y ratificó Jesús (meta-noeite; pensad y vivid de otra manera, Mc 1, 14-15).

Éste ha de ser un cambio interno y externo, económico y social, de teoría y práctica, de economía y política, pues de lo contrario, en la línea trazada por un tipo de “progreso tecno-crático” (poder de la técnica), destruiremos en pocos decenios, de forma irreversible la vida de la tierra.

Los ilustrados de los tres últimos siglos nos habían repetido que podíamos hacer todo lo que quisiéramos todo y progresar, desoyendo el aviso del principio de la Biblia: De todos los árboles (bienes) de la tierra podéis comer, pero el día en que comáis del fruto del árbol del bien y del mal, como si no hubiera límite ninguno en vuestro camino, moriréis… (cf. Gen 2, 15-17). Una modernidad egoísta, empeñada en imponer el poder del hombre sobre el mundo, nos había dicho "atrévete, conquista y coloniza", y nos hemos atrevido, pero, en vez de humanizar la tierra en respeto amoroso, Gen 2, 28), estamos corriendo el riesgo de secarla, destruyendo así nuestro mismo principio de vida. 

Hemos colonizado la tierra, con riesgo de matarla

 Hemos colonizado a sangre y fuego inmensos territorios físicos y culturales, imponiendo nuestra injusticia en ellos, sin más principio moral que nuestro egoísmo. En ese contexto, volvemos a escuchar la palabra de Jesús: ¿De qué os vale ganar el mundo entero si al hacerlo os perdéis vosotros mismos? (Mt 16, 26). Hemos demostrado que podemos pasar conquistar y pasar muchos fuertes y fronteras (Juan de la Cruz, Cántico Espiritual), consiguiendo un inmenso caudal de Mammón (Mt 6, 24), al servicio de un mercado que compra y vende cualquier cosa, incluyendo almas y cuerpos (Ap 18, 13), pero hemos olvidado el principio de la Biblia: El día en que comáis de ese fruto del bien y del mal moriréis.

Ha llegado la hora de detener ese avance y de cambiar de rumbo. Si queremos vivir, debemos renunciar a cumplir un tipo de deseos destructivos (en el sentido de Rom 7, 7; 13, 9) no por negación, sino por descubrimiento de caminos más altos, en línea sabiduría y belleza, de salud, amor mutuo y esperanza de resurrección, pues de lo contrario acabaremos matándonos todos y quemando la vida de la “madre” tierra y destruyéndonos con ella.

Hemos querido imponer nuestra fuerza sobre el mundo, en una marcha triunfante de conquista y colonización, dominando los confines de la vida, derribando las últimas fronteras, plantando nuestro orgullo de bandera sobre todos los competidores, para descubrir, al fin, que nuestra tierra es de hecho “plana” no redonda y que se acaba, acabando nosotros con ella, a no ser que paremos, nos detengamos y sepamos buscar y recibir tierras distintas de comunión en gratuidad.

Es hora de detener esa conquista

 Nos hemos creído elegidos de un Dios del poder, con derecho a seguir avanzando sobre cadáveres de enemigos, para imponer sobre ellos nuestra razón sangrienta…, descubriendo, al fin, que ese “dios” no es de verdad, sino diablo de las tentaciones de Jesús (Mt 4; Lc 4), bajo cuyo poder (Mammón, Opresión, Idolatría) hemos caído, como si lo que importara es tener y consumir cada vez más cosas, en un mundo de ricos sobre pobres, con arsenales inmensos de armas destructoras, mientras se extiende y domina sobre el mundo una pobreza de muerte para de la mayoría.

Mañana es ya tarde, ha llegado la hora de descubrir que estamos ante el abismo, para detenernos y cambiar de dirección o, mejor dicho, para subir de plano y poner en marcha una sabiduría fundada en el amor a la vida, un conocimiento que no sea “ciencia del dominio del bien y del mal” (de cuyo peligro nos hablaba Gen 2), sino de resurrección. Por eso necesitamos recuperar nuestras más hondas raíces culturales y religiosas, volviendo a los caminos del Reino que proclamó Jesús, en comunión con otras sociedades de Asía, África, América y Oceanía, sin cerrarnos en los modelos triunfales de nuestras historias impositivas.

En este momento de gran crisis, ante el abismo de muerte que se abre a nuestros pasos, debemos pararnos y pensar que no podemos seguir como herederos de tribus triunfadoras, para ocuparnos con Jesús (como Jesús) de los “pobres”, perdedores, cojos-mancos-ciegos, impuros, expulsados, niños, viudas y extranjeros, iniciando así una marcha de ecología humanista, al servicio de la tierra, que no es Dios sin más, pero es signo y presencia de su vida.

Alternativa, cambio de paradigma

            En otro tiempo, los hombres girábamos en torno a la naturaleza que se elevaba ante nosotros inmutable y terminada, de forma que todo parecía eterno, bajo una "bóveda" o círculo perfecto donde los hombres se limitaban a mantenerse obedientes. Ahora, en cambio (año 2023) estamos empeñados en dominar el mundo, no a cuidarlo como quiere la Biblia (Gen 1-2), poniéndolo al servicio de un sistema de poder que oprime a grandes mayorías de seres humanos y pone en riesgo la vida de conjunto del planeta tierra.

El antiguo orden social era muy duro, pero en general los hombres respetaban el “orden” del mundo, pensando que era signo de Dios. El nuevo sistema, empeñado en su triunfo, tiende a divinizarse de un modo implacable, sin otro freno ni norma que su poder, corriendo así el riesgo de destruir no sólo la existencia humana, sino todas las formas de vida sobre el mundo. En ese contexto hemos de tomar conciencia del desafío ecológico: O nos cuidamos unos a otros y cuidamos el mundo, al servicio de todos, y en especial de los más pobres, o nos destruimos como humanos en la tierra.

 Por primera vez en la historia, la humanidad en su conjunto puede “suicidarse” (destruirse a sí misma) en el plano cósmico, personal y social). Pues bien, en este momento, ella debe asumir de un modo consecuente el compromiso de optar por la vida, cuidando no sólo de sí misma por aislado, sino de la vida y salud del planeta tierra, con sus ecosistemas, sus plantas y animales.

Con el tipo de ciencia y política actualmente triunfante, con una educación que nos invita a dominar el mundo por la fuerza corremos el riesgo de destruirnos. Los tiempos urgen y son muchos los hombres y mujeres que están tomando conciencia que a este ritmo de progreso y consumo de los grupos más ricos la humanidad no tiene futuro, de manera que piensan (pensamos) que con las formas de vida que ahora utilizamos en el mundo más “desarrollado” no podremos sobrevivir muchos decenios.

Necesitamos una sabiduría nueva, superando los juicios antiguos del bien y del mal y los discursos triunfalistas del sistema económico-social dominador, para extender sobre el mundo una sabiduría nueva de renuncia creadora, al servicio de los marginados y de la comunión de todos los seres humanos. En ese contexto surge la necesidad de programar y de poner en marcha un modo nuevo de pensar y de vivir, al servicio de una nueva creación centrada en el hombre, en comunión con el mundo.

No somos “dueños” (dictadores) de la tierra para nuestro servicio egoísta, sino hermanos de ella, para bien de todos, de la tierra y de los hombres, en gesto positivo de “amor gozoso”, pues todos dependemos unos de otros, nosotros de la tierra, la tierra de nosotros, y los diversos grupos humanos de la tierra,. Éstos son los principales “problemas” del conjunto de la tierra tal como pueden plantearse desde una perspectiva ecológica.

Alternativa  científico/material, degradación de la tierra,

es decir, es decir, del sustrato y fuente de las diversas formas de vida del planeta. El consumo egoísta y la degeneración de las energías y formas de vida del presente lleva riesgo de romper los desarrollos y posibilidades del futuro. Con nuestro modo de abusar del mundo podemos imponer la ruina sobre aquellos que vengan tras nosotros. Desde esta perspectiva cobran su hiriente actualidad algunos temas usuales de la ciencia y la reflexión ecológica:

- Hay un riesgo de contaminación del aire, esto es, de la atmósfera de la que vivimos, como han puesto de relieve las grandes religiones, tanto del oriente como de occidente. La respiración es vida, sin aire limpio/sano no vivimos.

- Hay un riesgo de degradación de las aguas, de polución de los mares, de envenenamiento de los ríos etc. Aire y agua forman la pareja primigenia de la vida, tanto de la tierra en su conjunto, como de las plantas, los animales y los hombres.

- En un plano más general se puede hablar del “calentamiento” global del aire, del agua y de la tierra, no sólo por un tipo de combustión desmesurada de carburantes fósiles, sino por la destrucción de los sistemas de regulación de la atmósfera.

- En este contexto puede y debe hablarse, en fin, de un deterioro irreversible de la misma tierra, cuya forma actual, al servicio de la vida se ha ido fijado y estabilizando a través de milenios de evolución cósmico.

 Estos cuatro elementos (aire, agua, “fuego” y tierra) forman la base de la experiencia cósmica que ha venido marcando la historia del mundo (y en especial de occidente) desde la filosofía griega y desde los documentos fundantes de la literatura “sapiencial” de la Biblia. Como dirá Francisco de Asís en su “Canto de las creaturas”, aire-agua-fuego/calor y tierra son nuestras hermanas. Si destruimos nuestro pacto de fraternidad con ellas nos destruimos a nosotros mismos. Pues bien, un tipo de humanidad La humanidad despreocupada y codiciosa, dirigida por un egoísmo universal salvaje está destruyendo ese pacto y puede convertirse en causa de un crimen irreversible contra la vida del planeta.

Alternativa social, distribución/destrucción  de la energía,

 pasando así de la lucha de los hombres contra la tierra, a la lucha universal de unos hombres y pueblos contra otros. En otro tiempo se habló de la necesidad de superar un tipo de propiedad privada. En línea ecológica hay que dar un paso más: debemos plantear el problema de la apropiación y utilización desigual de la energía de la tierra, que son un bien común, no exclusivo de algunos, que forman una pequeña elite capitalista. Por eso, éticamente, la nueva revolución económico-social de la humanidad resulta inseparable de un nuevo planteamiento ecológico de comunicación y participación universal en los valores de la vida.

- Problema de orientación de la energía.Hasta ahora estábamos en manos de la sabiduría de la naturaleza, que nos parecía infinita y tendíamos a intervenir en ella de una forma depredadora. Ha llegado el momento en que el conjunto de los hombres invierta ese proceso y descubra que su vida, la vida de todos, depende de la forma en que se sitúen ante el "jardín de la vida" o paraíso, para desplegar una vida que sigue siendo don de Dios.

- Problema de organización social al servicio de la vida. Debemos ir en contra de una dictadura de poderes impositivos de diverso tipo, que planean, elaboran y disfrutan de forma egoísta los bienes de conjunto de la vida. Para que la vida se mantenga debe cambiar de un modo radical la política de la humanidad, asumiendo de una forma universal los valores de la vida, por encima de una “libertad” entendida como principio de imposición social y dominio destructor no solamente en contra otros hombres y mujeres, sino de la misma tierra O renunciamos al deseo de dominio absoluto, al ansia de poder y de consumo... o la llama de la vida que un día recibimos de la evolución cósmica (de Dios) terminará por apagarse en nuestras manos

Alternativa cultural y religioso. Ante el Dios de la vida, la vida humana

 Hombres y mujeres, estados políticos y pueblos nos hallamos ante una encrucijada, de manera que hemos descubierto la gran actualidad de una palabra central de Dios en la Biblia: «Hoy pongo ante ti la vida y la muerte, el bien y el mal, escoge bien y vivirás, pues de lo contrario acabarás cayendo en manos de tu misma muerte» (cf. Dt 30, 15-16), como había dicho al principio de la creación: El día en que comáis del fruto del árbol del bien y del mal pereceréis (Gen 2).

Hoy (año 2023) comprendemos mejor lo que aquellas advertencias indicaban: Nos hallamos ante el riesgo de un suicidio individual y colectivo, de manera que, si no logramos asumir la tarea justa y de poner en marcha la buena iniciativa al servicio de la nueva creación, podemos acabar errando sin sentido, para dejarnos morir o destruirnos unos a los otros en guerra sin fin, destruyendo la vida del planeta.

            El tema lo habían planteado desde antiguo algunos profetas y videntes, al hablar de la unidad de todos los humanos, como hijos de Dios, miembros de una misma naturaleza e historia. Pero actualmente se ha convertido en un tema universal, no sólo ce biología, filosofía y religión, sino también de política y economía[1].

            Habitando sobre un único planeta, dentro de un sistema cósmico, los hombres y mujeres formamos un solo mundo humano, que nosotros mismos debemos gestionar, de un modo eficiente y comprometido, no sólo al servicio de algunos grupos humanos más poderosos (en línea estatal o de corporaciones económicas al servicio del capital y/o del marcado), sino de la humanidad en su conjunto y de vida de la tierra, concebida de un modo extenso, como un gran viviente o gea, palabra que viene del griego gê, que forma parte de un abanico expresión más técnicas, como geo-metría (medida de la tierra), geología (orden o logos de la tierra) etc[2].

En esa línea, la eco-logía, como estudio y cuidado de la tierra (ge, gea), forma parte del proceso imparable de la globalización, que está resituando los problemas y cuidados de la economía, política y religión de tiempos anteriores (cf. Hech 17,26).

            Situada en un nivel de responsabilidad y supervivencia, la globalización evoca lo más alto: la capacidad de vinculación concreta y programada de todos los vivientes entre sí. Pero, al mismo tiempo, ella nos sitúa, al mismo tiempo, ante aquello que parece lo más bajo: millones de personas sufren y mueren a causa de la forma en que los hombres se vinculan y enfrentan sobre el mundo, controlando los bienes de consumo y los mercados, convirtiendo la tierra en un mar emponzoñado donde una mayoría de personas se ahogan, en las aguas sucias de la muerte.

La alternativa ecológica nos sitúa ante nuestra capacidad humana de asumir el reto gozoso y dolorido de la vida, en este planeta tierra en el que Diosha querido que surgiéramos. Está en juego nuestra supervivencia, como seres racionales, que han despertado a la vida y se descubren capaces de transmitirla o destruirla, negándose a sí mismos, no sólo de un modo violento, instantáneo, irreflexivo (bomba atómica), sino de un modo más lento y programado (mudando las claves genéticas de su vida y rechazando lo que son, seres humanos en libertad).

En esa línea tendríamos que leer y entender el conjunto de la Biblia, en línea trasversal, desde el Génesis al Apocalipsis, los dos libros fundamentales de la ecología en la historia de occidente, distinguiendo y vinculando tres planos: Mundo en sí (cosmología), despliegue de la vida (biología), historia de la humanidad (antropología).

- Mundo como un todo, un espacio unificado de vida dentro de un sistema solar (dentro de una galaxia “infinita” en el contexto de “infinitas” galaxias. Entendido así, el mundo forma un tipo de sistema unitario de vida en el que todo puede y, en algún sentido, debe interpretarse conforme a unas leyes que estudia la ciencia.

- Bio-esfera, un círculo de vida en torno a la tierra. En ella hemos surgido los seres humanos, al parecer distintos y libres, desbordando el nivel cósmico de la realidad, para realizarnos de una forma autónoma. La vida es un prodigio de unidad y pluralidad. Todo nos permite suponer que ella tiene un único proyecto, un tipo de fórmula base que ha empezado a desplegarse en un momento dado, y que se ha expandido luego a través de plantes y animales, construyendo o desplegando una inmensa variedad de formas y caminos. En este plano se sitúa el tema de la globalidad como unidad más alta entre las diferencias múltiples de la vida[3].

- Noosfera. Globalización humana. El hombre forma parte del gran sistema cósmico y se encuentra enraizado, al mismo tiempo, en un sistema distinto, que parece tener cierta autonomía: la evolución o proceso de la vida. Es más, son muchos los que piensan que mundo y vida se hallan internamente dirigidos hacia el hombre. Sea como fuere, el hombre se encuentra situado frente al mundo, asumiendo de algún modo el proceso de su vida y construyendo un tipo de sistema nuevo, que ahora presentamos como espacio de multiplicación y globalización social, de tipo histórico y racional.

Los hombres constituyen grupos de relación personal, en los que se vinculan mutuamente, de un modo libre, creando así formas de convivencia que se adaptan a su propia identidad como personas, en plano de afecto y relación intelectual, social o económica. Pero esas formas de convivencia se pueden estructurar de un modo impositivo, convirtiéndose en opresoras para una mayoría de hombres y mujeres.  El tipo de convivencia actual sobre el mundo (con el dominio del dinero sobre el hombre) va no sólo en contra del Dios bíblico, sino también en contra del futuro de la vida de la humanidad sobre la tierra.

Por culpa de una “minoría” económico-política, la humanidad entera puede caer en el infierno de la muerte definitiva.

Notas

[1] Por millones de años se ha ido desplegando en el mundo la vida, en ejercicio sorprendente de creatividad y tolerancia, de diversidad y unificación. Pero ahora ella se encuentra en crisis: podemos destruirnos y destruir gran parte de la vida del planeta, porque siendo, como somos de algún modo sus señores, podemos convertirnos en sus enemigos, secando sus fuentes de vida y secándonos con ella.

[2] La realidad material necesita condiciones apropiadas (de gravedad, materia...) para sobrevivir; la vida vegetal y animal necesita un contexto o medio (la biosfera, con sus cambios moleculares y genéticos). El ser humano necesita ese sustrato vital, una noosfera (contexto de pensamiento) y una matriz o contexto mundial de comunicación (en plano de palabra y trabajo, de productividad y distribución de bienes).

[3] La vida es un proyecto dinámico, donde unas constantes mutaciones de “azar-necesidad” han sido portadoras de unos caminos de evolución cuyo sentido y unidad final desconocemos, pero que han conducido de hecho hasta los animales superiores y los hombres que nosotros somos.

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