Conversión de José, una familia "virgen" (con G. Abarca)
Insisto en ese tema, pero interpretando el texto base de la anunciación de José, que aparece en el mismo evangelio de Mateo, al final de la genealogía de Jesús (cf. Mt 1, 1-16). Ciertamente, José es un varón concreto, esposo de María; pero, al mismo tiempo, él aparece como signo y cumplimiento del camino patriarcal, encarnación concreta del Israel masculino, genealógico y mesiánico,, un hombre "virgen", liberado para el servicio de la vida
José está en el culmen de una línea centrada en David (cf. Mt 1, 17. 20), es descendiente y heredero de los derechos reales del fundador de la monarquía “mesiánica”. Pues bien, el narrador de la genealogía le llama simplemente esposo de María (1,16), como indicando que su poder genealógico (patriarcal) depende de sus relaciones con la madre de Jesús: es como príncipe consorte; no es siquiera padre biológico del heredero.
Sería difícil hallar un ejemplo más fuerte de ruptura antipatriarcal. José encarna la autoridad de la familia israelita, la promesa de la herencia de Abrahán, el reino de David... Pues bien, todo eso ha quebrado (y se cumple de un modo más alto) cuando llega el verdadero mesías de Dios. Mateo no emplea un lenguaje conceptual, antilegal, para expresarlo; pero dice algo que está en la línea de Gal 4, 4 y Rom 1, 3-4 con un bellísimo símbolo de nacimiento mesiánico (divino), utilizando para ello unas técnicas literarias que son conocidos en su ambiente judeocristiano y pagano.
Los métodos formales del relato son antiguos, pero lo que Marcos cuenta es nuevo, algo que nunca había sucedido, y por eso su lenguaje se vuelve distinto para mostrar que la historia genealógica se rompe y se abre simbólicamente al misterio del evangelio.
Este post tiene tres partes que a mi juicio son complementarias.
1.Mt 1, 18-25. Del “libro de familia” de Jesús, la "conversión" de José, un camino dramático
2. Sobre el "divorcio" y los sueños de José (un texto que me acaba de enviar G. Abarca, de Argentina, comentando algunos aspectos del post de ayer de F. Brändle. Gracias Gabriel, me honra tu recuerdo, me enriquece tu reflexión).
3. Un texto final mío sobre "una virgen concebirá", es decir sobre el sentido de la virginidad de la familia de José, en sentido bíblico profundo.
1. MT 1, 18-25. DEL “LIBRO DE FAMILIA” DE JESÚS (Pikaza)
El texto es narración y no disputa conceptual. Desposado ya, José descubre que su esposa se encuentra encinta. Como es varón justo (¿bondadoso?), por no iniciar un trámite legal siempre sangrante, superando de alguna forma su derecho patriarcal, decide repudiarla en secreto (Mt 1, 18-19).
Esto es lo más que puede hacer desde la ley israelita. Por un lado renuncia a la sanción impositiva (no condena a su mujer, no la entrega en manos de un talión matrimonial hecho por varones). Por otro la abandona a su suerte, dejando que ella, madre embarazada, sea quien resuelva su problema. Como justo varón patriarcal, José se inhibe; no puede aceptar algo que rompe su modelo de estructura genealógica del mundo. Pero el ángel de Dios habla en la noche:
José, Hijo de David, no tengas miedo en recibir a María, tu esposa,lo que en ella se ha engendrado proviene del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús,
pues él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta: Una virgen ha concebido y dará a luz un hijo
y le llamarán Emmanuel, que significa Dios con nosotros (1, 20-23, cf. Is 7, 4) .
Al fondo del texto está la imagen de Is 7,4, el signo enigmático y esperanzado de una muchacha que alumbra en medio de la guerra. En ella ve Mateo la expresión de eso que pudiéramos llamar superación mesiánica del patriarcalismo. Emerge así la más bella paradoja de una virgen madre que, brotando de Israel, rompe por dentro los principios del dominio patriarcal israelita.
2. Breve comentario. Un libro de familia diferente
Este pasaje marca la ruptura de la línea patriarcal, es decir, la conversión de José. Como Hijo de David, José tenía derecho a ser padre del Mesías (según muestra Rom 1, 3-4), culminando la promesa israelita de la ley o victoria nacional. Lo que está en juego no es la visión del padre en cuanto tal, ni el sentido más profundo del varón. Lo que el texto rechaza es el patriarcalismo davídico concreto del varón que dirige a la mujer, del padre que controla y sacraliza a los hijos.
Eso es lo que José debe superar (realizando el más profundo sacrificio israelita) en favor de la salvación universal de Dios. Pues bien, el texto supone que José se ha “convertido”, rompiendo ese tipo de patriarcalismo: ha recibido a María, ha impuesto nombre filial a un hijo que no es suyo, introduciendo así en el campo de la promesa israelita al hijo de Dios y salvador universal.
Este pasaje proclama una verdad de fe para los cristianos. El nacimiento “virginal” de Jesús es símbolo fuerte de la obra escatológica de Dios que se ha encarnado en el mundo no sólo como “idea” o mensaje salvador sino como persona. Desde el momento en que el mismo Jesús es salvador (Dios con nosotros) resulta necesario confesar su nacimiento; no basta con mostrar que él ha predicado el reino y que ha muerto por los hombres (como hace Mc); tampoco basta proclamar su pascua (¡Dios le ha resucitado!). Hay que volver al origen y descubrir (decir) cómo ha nacido.
Así lo hace nuestro texto al afirmar que ha sido engendrado por el Espíritu Santo, es decir, por la misma fuerza creadora y providente de Dios que actúa en el principio (Gen 1,1-2) y final de nuestra historia (cf. Ez 37).Dios mismo suscita a su mesías (¡Hijo!) y cumple la promesa israelita haciéndole nacer de una madre/virgen, en medio de la historia. De esa forma expresa (ejemplifica y simboliza) Mt 1, 18-25 lo que decía Gal 4, 4: Dios envió a su Hijo “nacido de mujer”, rompiendo los límites de una ley patriarcal expresada por José .
3. Del mito a la historia
En el fondo del texto puede verse el “mito” del Dios que cohabita con los hombres, la visión de una hierogamia que culmina en el nacimiento de Jesús, como expresión temporal de la verdad eterna del Dios (Padre) y de la Diosa Madre (la mujer María). Al evocar esta imagen pagana de la “virgen que concibe” por obra del Espíritu de Dios, Mateo asume voluntariamente el riesgo de un simbolismo que puede convertirse en vehículo de mito para generaciones posteriores de cristianos . Pero este Dios de Mateo no se ha unido sexualmente a la “virgen/madre”, que, por otra parte, es una mujer concreta de la historia...
Actuando de esta forma, Mateo ha querido evocar un mito antiguo, para superarlo por dentro. Parece evidente que utiliza tradiciones anteriores: no ha inventado el nacimiento virginal, lo ha recibido de la iglesia primitiva (lo mismo que hace Lc ), a pesar de los riesgos que implica... Pero lo ha hecho por dos motivos principales: para expresar simbólicamente lo inexpresable (nace el hijo de Dios) y para superar el patriarcalismo israelita representado por José.
Los dos motivos (uno más judío, otro más “pagano” o universal) se encuentran y fecundan en su texto. Sólo allí donde eso queda claro, allí donde culmina y se rompe la tradición patriarcalista (y nacional) de Israel se supera y a la vez se cumple dentro de la historia lo intuido por el mito, se vuelve comprensible y necesaria la imagen de la virgen que concibe por obra del Espíritu Santo.
2. SOBRE EL "DIVORCIO" Y LOS SUEÑOS DE JOSÉ (G. Abarca)
Querido Xabier
Te escribo por primera vez, y te describo desde Argentina. Curiosamente, siento como si te conociera. Cuando estaba en el postulantado mercedario, allá por el 92, y antes de retirarme como postulante de la OdM, leí alguno de tus libros sobre los votos. Hace poco, un amigo mío, Fr. Rafael Colomé, OP, en ocasión del Capitulo General de los Dominicos en España, me trajo de regalo tu libro "Historia de Jesús", el cual intentaré terminar de leer en estas vacaciones que nos están por comenzar. Lo hizo en contraprestación de unas humildes clases que colaboré con él en sus Cátedras de UCA Teología sobre Psicología del Desarrollo y Psicología Pastoral mientras estaba en el Capítulo. Efectivamente, soy Psicólogo Clínico. Pero, como biblista, sólo alcancé el título de "Amateur", de modo que las reflexiones que siguen se ponen bajo la mirada compasiva de un conocedor como vos...
Me inspiró escribirte una de esas "casualidades": terminé de leer el texto de hoy de Mt, y lo hice en consonancia con ayer, que casi leímos lo mismo, y "apareció" ante mí la mirada de José "casi" como un nuevo Avraham; fue hasta tal punto que tuve que leer el capítulo I para asegurarme que, efectivamente, la genealogía mateana comienza con Avraham. Luego, me pongo a leer el texto de Brändle que habia bajado ayer de tu blog, y ¡voilá! me encuentro la misma asociación... Hasta ahi, va interesante la mañana del domingo... El punto es que la conclusión de Brändle, ¡no tiene nada que ver con la mía! jajaja Fue ahí cuando pensé: "Xabier es un buen interlocutor; me puede ayudar a discernir". Éste es el motivo del mail. Te pido perdón por la "caradurez" (v.gr. "atrevimiento"), como le decimos en buenos aires; entiendo si estás ocupado, y no puedes leer el mail. No te preocupes. Paso a darte mi reflexión, que quise compartir contigo:
Brändle, si es que no le entendí mal -y sobre esto dudo-, lee a José en clave avrahamica, porque lee a Mateo en clave paulina. Cosa rara, porque él mismo dice que son de comunidades distintas... Tiene un artículo viejo que se llama "San José, ¿es posible contemplarlo desde San Pablo?"; o sea, que se ve que viene reflexionando sobre el tema desde hace un buen rato... De todas formas, él entiende la idea de "justo" como la entiende pablo/mateo -y se separa, no sin razón de la sapiencial de Ratzinger-; hasta ahí, sería más o menos "plausible", dialogable...
Lo que me confunde es su conclusión sobre el get, sobre el divorcio de María. Dice: "No se trata de una acción legal, ni de un cobarde retirarse, sino de abrirse a descubrir la acción de Dios en la historia". ¿Entiendo yo bien, o está diciendo que se divorció porque quizo hacerle lugar a Di-s en lugar de a sí mismo, al saber que el fruto de María era del Espíritu Santo?
Si esto es así, no entiendo lo siguiente: mi Biblia dice que José estaba meditando el divorcio y que pensaba divorciarse en privado -¿la justicia de Mt 19, 9...?-, y que allí en un sueño se le apareció el ángel. Ergo, José no estaba seguro que ese hijo era de Di-s; necesitó "algo más" para saberlo. cuando lo supo, ahí se casó. Si lo entendí bien, y esto es así, Brändle le está dando a José un conocimiento previo que sólo tuvo después del sueño...
Personalmente, creo que el tema de la "justicia" por la fe de José puede sostenerse y resolverse, sin darle ese giro al hecho del divorcio. Desde el psicoanálisis, los sueños son pensamientos inconscientes enraizados en pensamientos tenidos durante el día. Sería interesante poder leer los sueños de José como "pensamientos" suyos durante el día, pero que este santo varón sabe discernir, como aquellos que vienen de Di-s, y aquellos que no.
Supongamos: José ama a María, y confía en ella -un poco como dice Ratzinger-. Ella, le dice que está embarazada de Di-s... Humanamente hablando, o enloqueció o le fue infiel; sin embargo, José duda. Naturalmente, le duele pensar que le fue infiel, y piensa en divorciarse y dejar que la vida siga. Pero en sueños, él piensa/sabe que ese hijo es de Di-s, por su fe, discierne que eso es Revelación. La acepta, y se casa; por la fe, aceptó ser el padre del Mesías.
Lo mismo ocurre con Egipto. Vienen los sabios; le cuentan la historia de Herodes. Los sabios se van sin ver a Herodes. José sabe que esto hará que Herodes enloquezca, y que desate una persecución; ya conoce la crueldad de Herodes respecto a sus posibles sucesores. José sabe que ese hijo es el Mesías; José sabe que debe cuidarlo hasta que crezca... ¿Qué hace como padre-esposo? Se los lleva a otro país. Ahora, José es Avraham; ahora, José es José -el del otro Iakov-; ahora, ese niño es el redentor del Israel esclavo. Cuando Herodes muere, sabe que puede volver, pero no a Belén, o a Jerusalén, donde hay recuerdos del niño; hay que empezar de nuevo: vuelve a la familia de ella, en secreto. Tiene que custodiar a ese hijo, porque esa es su misión; la que la fe le reveló.
Creo, querido Xabier, que desde este lugar de "preocupaciones/tareas humanas" y "vida de la fe" puede ubicarse tranquilamente a José entre los patriarcas de Israel y, al mismo tiempo, padre en la fe de la Iglesia, la que sabe de la acción de Di-s en Jesús como "perdonador de pecados" y "redentor del pueblo" ("cordero de Di-s", diría Jn).
En fin, concretando para ya no aburrirte: en el texto de Brändle me cuesta ver cómo la fe lo alejó de su familia en lugar de acercarlo, cuando el texto bíblico enseña lo contrario. La mirada de Brändle del divorcio como acto legal-moral, o cobardía, considero que le impide ver el proceso natural de duda, pensamiento y fe que debió requerir en semejante y único varón de Di-s.
Querido Xabier, me despido. Gracias por tu tiempo y paciencia, y gracias por tu inmenso trabajo a favor de la Iglesia.
Un saludo de paz y gracia en Jesús y María,
Gabriel
3. UNA VIRGEN CONCEBIRÁ, UNA FAMILIA VIRGEN (Pikaza)
1 Una familia “virgen”
“Una virgen concebirá…”. Éste es una afirmación paradójica cuyo contenido puramente histórico resulta muy difícil de fijar. Todo nos permite suponer que Mateo ha creído (ha podido creer) en las implicaciones biológicas del nacimiento virginal; pero no son ellas las que le motivan o centran su interés. Le preocupa la obra de Dios que desde dentro del mismo cauce israelita (línea genealógica) rompe para siempre la clausura intrajudía, en gesto de apertura universal que ratifica luego el sermón de la montaña y el mensaje de la pascua (cf. Mt 28,16-20).
Evidentemente, todo lo dicho supone que María es judía pues sólo así puede ser esposa legítima del Hijo de David y madre del mesías genealógico. Pero en el nuevo contexto de Mateo apenas importa ya su judaísmo. Lo que importa más es que sea mujer y pueda engendrar al Hijo de Dios por la fuerza del Espíritu Santo que ya no es judío sino universal. En este fondo ha de entenderse la acción de José que, para cumplir su esperanza israelita, tiene que romper lo más israelita (línea genealógica), abriéndose a la obra universal de Dios por medio del hijo de María.
Llegamos así al centro del texto: la conversión de José, entendida como sacrificio de Israel y como signo de nuevo surgimiento de todos los humanos (representados de algún modo por él). Ellos pueden recibir y reciben de forma agradecida el don de gracia de Dios que es el hijo de María.
‒ Mateo no insiste en el aspecto biológico de la generación de Jesús. Por eso, las confesiones cristianas han podido interpretar esa generación de formas distintas, como indica gran parte de la exégesis protestante: se puede aceptar el mensaje más hondo del texto sin entender la virginidad de un modo biológico. Es más, algunos llegan a afirmar que sólo prescindiendo del motivo biologista puede entenderse de forma radical el mensaje de ruptura y nueva creación humana que el ángel ofreció a José y con él a los nuevos cristianos “rejudaizados”, que tendemos a quedar prendidos en las mallas de una religión genealógica y patriarcalista.
‒ El texto guarda un silencio reverente y paradójico respecto de María, a quien presenta con Is 7 como “virgen”. No dice ninguna palabra sobre su manera de actuar, no se esfuerza por entrar en su intimidad. Esa actitud es lógica: nosotros, miembros de una sociedad patriarcalista, estamos representados por José; y así en José debemos convertirnos. Pero, siendo lógico, ese silencio puede volverse turbador y hace que muchos quieran abrir de nuevo las puertas al mito: es como si la persona histórica de María no contara; es como si Dios pudiera utilizarla en secreto, haciéndola instrumento mudo de su obra .
Este es el riesgo que, al menos en parte, ha querido superar Lc 1-2 al presentar a María como interlocutora personal de Dios. Mt ha preferido mantenerla silenciosa, porque a su juicio es José (pueblo de Israel, la humanidad) quien debe convertirse. Ella aparece como “piedra de toque” y signo profético supremo, conforme a la cita reinterpretada de Is 7,14: ¡he aquí que una virgen concebirá! (1, 23). Desde el fondo de Israel, esta imagen nos lleva al ancho campo de las esperanzas humanas, allí donde hablan muchos mitos de los pueblos.
2. José, padre virgen
En ese contexto debemos afirmar que, al recibir en su casa a María virgen, José actúa también como virgen, en el sentido profundo del término. Por eso, todo lo que digo con la tradición sobre “María virgen” debo aplicarlo también a José. Por comodidad me refiero a María. Pero el lector atento aplicarlo también a José:
Conforme a la revelación del ángel a José (Mt 1, 23), en una perspectiva que ha sido ratificada por Lc 1, 27, María aparece como “parthenos”, palabra que suele traducirse como “virgen”. Como hemos visto ya, partiendo del siglo II d. C. (con Justino e Ireneo de Lyon), los Padres de la Iglesia han destacado la antítesis que existe entre Eva, mujer pecadora-sometida, y María, virgen agraciada-liberada. Desde ese fondo es bueno precisar el sentido de esa palabra
‒ En primer lugar, parthenos, virgen, es una mujer sexual y humanamente ya madura. No es niña que crece y no tiene todavía la experiencia de vida y poder del propio cuerpo; no es niña que juega y va aprendiendo, mientras deja que el curso de su vida lo decidan y lo fijen otros. Virgen es aquella mujer que ha madurado, des-cubriendo de forma experiencial la vida de su cuerpo (cf. Gén 3,20) y sabiendo que ella misma es la que debe decidir sobre esa vida y realizarla.
‒ En segundo lugar, parthenos, virgen, es una mujer que actúa como dueña de sí misma. No se define simplemente como objeto de deseo para el macho, en la línea de Gén 3,16; tampoco se limita a desplegarse como vientre-pechos para el hijo, conforme a la palabra popular de Lc 11,27. Al presentarse como virgen, la mujer trasciende el plano de la «vitalidad» (Gén 3,20), entendida en referencia al marido y a los hijos: es más que una función reproductora, al servicio del deseo del varón y de la vida de su prole. La mujer empieza a ser «ella misma», con un nombre propio, con una personalidad irrepetible, con su propia libertad personal. En esta perspectiva nos sitúa el término de virgen en Mt 1,23 y Lc 1,27.
‒ María es una virgen desposada (Lc 1,27) y esto añade un dato muy significativo en todo el tema. No es la virgen miedosa, de ciertas neurosis, que se mantiene en soledad por miedo hacia un marido; no es tampoco la virgen egoísta, que prefiere hacer la vida aislada, sin tener que compartirla con otros; tampoco es la virgen dura de ciertas leyendas, que se mantiene independiente por despecho o por rechazo, para oprimir mejor a los varones; no es finalmente la virgen amazona, defensora violenta de su libertad que combate a los varones opresores. Ella es virgen desposada, es decir, abierta al diálogo con un varón, llamado José, con quien proyecta compartir su propia vida .
Esto significa que María se sitúa en el camino de Israel: ha nacido a la libertad y como mujer libre pretende comprometerse con un varón, en el camino mesiánico de las promesas patriarcales, ligadas precisamente al matrimonio y descendencia. No es una virgen lesbiana, que rechaza como desagradable o negativa (para ella) la relación vital con un varón. Tampoco es virgen vestal, que haya decidido consagrar su castidad a Dios, como sacerdotisa de un culto que prohíbe las uniones sexuales de la tierra. María es virgen desposada: se sabe dueña de sí misma y, como tal, ha decidido compartir con un varón el camino de su vida, conforme a la ley más sagrada del AT.4
Pues bien, desde el fondo de esa decisión le ha salido al encuentro la Palabra creadora de Dios, liberándola para un nivel más alto de compromiso y maternidad, como supone el texto de la anunciación. Debemos destacar el dato. Dios no habla de esta forma a una casada, que ha realizado ya su opción afectiva, dentro de un matrimonio consolidado, aunque ese matrimonio fuera estéril, como el de Isabel y Zacarías (cf. Lc 1,5-25). Tampoco sale al encuentro de una virgen vacilante, que no sabe cómo responder con su virginidad ni cómo comprometerse. Dios habla al corazón de una «virgen desposada», introduciéndose en el ámbito de su decisión y liberándola para un tipo de compromiso superior, que será único en la historia de la humanidad.
‒ María es una virgen que se compromete en la historia de la salvación (y lo mismo Jsé). Lucas y Mateo nos presentan, con gran delicadeza y sobriedad, los elementos fundamentales de ese compromiso fundante de María. Ella puede realizarlo porque es virgen desposada: porque es dueña de sí misma y se halla abierta hacia el misterio del amor que es el espacio de la vida. Precisamente en ese espacio le habla Dios y ella responde de manera afirmativa, «concibiendo por la fe al mismo Hijo de Dios», como ha destacado sin cesar la tradición cristiana: ha concebido por la palabra, es decir, en plena libertad, como persona que escucha y responde en nivel de totalidad personal y no sólo en un plano de ideas. Desde este momento, por intervención especial del Espíritu de Dios que ella asume libremente, María se convierte en virgen mesiánica, en madre creyente del salvador de los hombres (cf. Mt 1,23; Lc 1,31-35).
‒ María es una virgen “en proceso” (y lo mismo José). Ella es virgen en todo el proceso mesiánico, en un camino donde, en forma algo convencional pueden distinguirse tres momentos. Es virgen desposada: porque es dueña de sí y se encuentra abierta al misterio de la vida, en plano israelita. Es virgen creyente (cf. Lc 1,45): porque acepta la palabra de Dios y a partir de ella concibe a su hijo Jesucristo. Es, en fin, virgen cristiana: porque vive plena-mente desde el Cristo que ha engendrado y sólo desde Cristo realiza (decide) su existencia. En esta perspectiva se presenta como persona liberada: supera la doble esclavitud que señalaba para la mujer el texto ya citado de Gen 3,16.
‒ María no se define ya como mujer dominada por un varón que la domina, sino como persona que está abierta al don del espíritu de Dios (y lo mismo José). El nivel fundamental de su deseo queda abierto así desde el Dios que le dirige la palabra, con la fuerza del Espíritu (cf. Lc 1,35). Ella tiene vida propia, tiene su misterio. Por eso puede quedar en silencio respetuoso ante el varón que no la entiende, invirtiendo los papeles ordinarios de la historia. Normalmente es el varón el que domina y la mujer, dominada, debe darle explicaciones. Pues bien, María no tiene que dar explicaciones, no se debe justificar ante un marido desconfiado o celoso. Ella tiene su misterio (cf. Lc 1,26-38) y lo mantiene. Ahora es el marido (en este caso el prometido) quien debe recorrer el camino de la fe respecto de su esposa: confiar en ella y aceptarla en ámbito de Espíritu, dentro de una línea superior de intervención de Dios y dignidad femenina (cf. Mt 1,18-25).
‒ Libre ante Dios, al servicio de los demás (tanto María como José). La virginidad de María está ligada a su respuesta creadora: «he aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Dios mismo es la Palabra que saluda y tranquiliza, que promete y pide colaboración. Por eso habla sin imponerse, ilumina sin deslumbrar, actúa sin doblegar la libertad de quien le acoge. Así nos fundamenta y capacita para realizarnos como libres. Pues bien, María se define como aquella que escucha y acoge la Palabra, recibiéndola en sí misma como Espíritu de vida (cf. Lc 1,35) que la llena para culminar su libertad de creatura y persona (cf. 2 Cor 3,17).