Coronavirus: Un templo contra la peste (2 Sam 24)

A peste, fame et bello...: De peste, hambre y guerra, líbranos Señor.

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Nos ha despertado el miedo del coronavirus
, como pandemia o peste universal. Vivíamos seguros, con la certeza de haber construido el mejor de los mundos posibles, sin pestes, sin hambre, sin guerra (para algunos privilegiados). Pero de pronto un tipo de peste (un virus en forma de corona) ha entrado en nuestras casas, ha llenado de letras los periódicos, de noticias los telediarios, se han parado miles de trenes y aviones… … Pero este virus  nos está avisando de algo mucho más importante:

(a) La vida es riesgo, y no podemos asegurar su funcionamiento sólo con dinero (contra el hambre) y con armas (contra la guerra). Necesitamos un nuevo templo, un lugar distinto de convivencia a favor de la vida.

(b) Vivir en riesgo significa aceptar la fragilidad de la existencia, no sólo de la nuestra, sino de la de todos, pues vivir es vivir en compañía, y los millones de casas de la tierra forman una sólo casa al servicio de la vida. Sólo esa nueva casa-templo puede liberarnos del riesgo de la peste- 

(c) En un sentido, este coronavirus se ataja con vacunas… y esperamos que vengan muy pronto.  Pero, al mismo tiempo, para vencerla hacen falta otras vacunas: Solidaridad, creación de una sociedad humanizada, con lugar para todos, ancianos y niños, nacionales y extranjeros. Necesitamos un nuevo templo, una vacuna de vida.

(d)   Desde ese fondo  comentaré el relato más famoso del templo de Jerusalén,construido sobre la era de Arauna, en la zona alta de la ciudad, lugar donde se detuvo la peste de Jerusalén. Necesitamos unos nuevos templarios, nuevos masones, arquitectos y obreros al servicio del nuevo templo de Jesús donde se podrá detener la nueva peste.

La imagen puede contener: una o varias personas, texto que dice "A fulgure et tempestate A peste, fame et bello A flagello terraemotus A morte perpetua Libera nos, Domine!"

En la más famosa de las letanías cristianas de occidente se sigue gritando al Cristo de la Cruz, diciéndole a peste, fame el bello, liberanos Domina.... (de la peste, del hambre y de la guerra líbranos Señor). También se le pide a Dios en esa letanía que nos libre del rayo, del terremoto y de la muerte súbita y eterna...Pero en el imaginario de los fieles siguen dominando los tres "ángeles de la muerte" (peste, hambre, guerra), como los tres primeros jinetes del Apocalipsis, y el más tenebroso de todos ha sido y sigue siendo "el ángel de la peste",   como dice de manera clásica   el relato de la Peste de Jerusalén, en 2 Sam 24, como seguiré indicando.

(El texto que sigue ha sido tomado de Dios judío, Dios cristiano, VD, 101-104) 

Dios judío, Dios cristiano

El templo de Jerusalén, construido por la peste y para la peste (2 Sam 24)

Hubo en Israel muchos templos (Betel y Mambré, Silo y Siquém, Dan y Berseba…).  Pero el más famoso llegó a ser el de Jerusalén, que (conforme a una bellísima “leyenda” cúltica) fue construido en el lugar donde se detuvo la peste de David (=la peste que suscitó David), para recordar allí su victoria (victoria de Dios sobre la peste)…, para crear allí un espacio ritual y social, un entorno de “gracia”, liberado de la peste.

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En un principio, cuando los israelitas se habían extendido ya por todo Palestina, Jerusalén siguió siendo una ciudad pagana, cananea,  que posiblemente poseía un santuario dedicado al Dios Elyon (=Altísimo) y el mismo rey, que en tiempos de Abrahan se llamaba M dirigía su culto (cf Gen 13,18-24). Era Jerusalén.

 En el X a.C. cayó en manos de David que la hizo propiedad personal y centro de su reino, integrándola dentro de las tradiciones religiosas de Israel por medio del Arca (2 Sam 6). Parece que el mismo David quiso construir allí un templo, un lugar de culto unificado y oficial para el conjunto de las tribus, pero halló oposición (2 Sam 7), quizá por el mismo carácter no israelita del lugar y por las tradiciones religiosas que allí se evocaban. Pero lo que no pudo hacer David lo hará más tarde Salomón, su hijo de David.

Pues bien, para poner de relieve el lugar sagrado donde se construyó el templo (quizá evocando tradiciones anteriores), la teología de Israel “construyó” un bellísimo y profundo relato, donde el lugar del templo se vincula con la peste de David… y con la superación de la peste. Empecemos leyendo el texto:  2Sam 24.

a) (Desmesura, pecado de David).

Volvió a encenderse la ira de Yahvé contra Israel e instigó a David en contra de ellos, diciendo: Vete, haz el censo de Israel y Judá.  El Rey ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y haced el censo de la población, para que sepa cuánta gente tengo.  Joab le respondió: (Que Yahvé, tu Dios, multiplique por cien la población  y que vuestra majestad lo vea con su  propios ojos! Pero ¿qué pretende vuestra majestad con este censo? Pero la orden del rey se impuso sobre el parecer de Joab...  14, 1‒9)

b) (Revelación y elección del castigo) Pero después de haber hecho el censo al pueblo le remordió el corazón a David y dijo David a Yahvé: ¡He cometido un grave error!  Te pido, Yahvé, que perdones la culpa de tu siervo porque he obrado locamente. Antes de que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra de Yahvé, diciendo: Vete a decir a Yahvé: Así dice Yahvé: te propongo tres castigos: elige uno y lo ejecutaré. Gad se presentó a David y le dijo: ¿Qué castigo escoges: tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo,  o tres días de peste en tu territorio? ¿Qué le respondo a Yahvé que me ha enviado? (24, 10‒13). 

c) (El ángel de la peste en la era de Arauna)  David confesó: Estoy en un gran apuro. Mejor es caer en manos de Yahvé, que es compasivo, que caer en manos de los hombres. Yahvé mandó entonces la peste contra Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Y desde Dan hasta Berseba murieron setenta mil hombres del pueblo. Y el ángel extendió su mano contra Jerusalén para asolarla.Y Yahvé se  rrepintió del castigo y dijo al ángel que estaba asolando al pueblo: ¡Basta! ¡Detén tu mano! Y el ángel de Yahvé estaba junto a la era de Arauna, el jebuseo. Entonces, viendo el ángel que estaba hiriendo al pueblo, David dijo a Yahvé: ¡Soy yo el que ha pecado, soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga tu mano sobre mí y sobre mí casa (=familia). (24, 14‒17)

d) (Un altar para la Yahvé, un templo contra la peste)  Y Gad fue a decirle a David aquel día: Vete a edificar un altar a Yahvé en la era más Arauna, el jebuseo... Así compró David la era y los bueyes de Arauna por cincuenta siclos de plata: construyó allí un altar a Yahvé, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión; Yahvé se aplacó con el país y cesó la mortandad en Israel (2 Sam 24,18‒25).  

Hemos dividido el texto en cuatro partes que podemos titular: desmesura humana, revelación de Dios, castigo… templo de Yahvé.   Sobre un fondo de ira viene a elevarse al fin la misericordia de Yahvé que abre lugar para el perdón, en la era de Arauna, donde se alzará después el templo.

A) Desmesura del rey. El riesgo de una política y de un poder que quiere dirigirlo todo (24,1-9). El riesgo de un poder total. El texto es enigmático y parece que Dios mismo es causante de la contradicción: hace rey a David, pero luego no quiere que numere a su pueblo y lo organice, como otros reyes de este mundo. Así se dice que ardió la ira de Yahvé como fuego imprevisible que no puede controlarse.

      Esta es la ambigüedadde la vida en clave política y religiosa. Siendo verdadero rey, sólo Yahvé tiene derecho sobre los humanos... Cuando David quiere hacerse rey total, dominando con armas y dinero al pueblo se pervierte y destruya la vida política, la vida de libertad del pueblo. Pero entonces, ¿cómo debe obrar David si es que no puede calcular/planificar a sus vasallos? Animando la vida de los hombres, pero sin dominarles, sin  hacerse rey absoluto. Por razón de su mismo oficio cae bajo la ira de Yahvé. Este es el pecado o desmesura de David: hacer cuentas con el pueblo, actuando como si no hubiera Dios, como si él mismo fuera Dios; abandonar el nivel de pura gratuidad en la que sólo Dios dirige y salva al hombre para introducirse en la lógica de cálculos del mundo.

B) Revelación del castigo: los tres males, la peste, el hambre y la guerra (24,10-13). El pecado de David consiste en colocar su reino sobre el plano de otros reinos, conforme a la mesura humana. El pecado está en dominar, en tomar todo el poder, en organizar con violencia (con dinero y guerra) la vida de los hombres.

Este tipo de política parece necesaria pero coloca al hombre en manos de los duros poderes de la tierra: la peste, el hambre, la guerra. Esos males que el profeta Gad desvela y presenta ante David como consecuencia de su falta de confianza en Dios (es decir, de su pretensión de dominio absoluto) muestran los tres tipos de violencia normal de nuestra historia. Ellos son el signo más salientes de la fragilidad del hombre, de su situación de fuerte desamparo sobre el mundo.

      Desde la Edad Media hasta, los ritos penitenciales de la Iglesia recuerdan: a peste, fame et bello (líbranos señor de la peste, del hambre y de la guerra).

‒El primero de los males es la peste, un tipo de enfermedad vinculada al mismo despliegue de la vida… Hay, sin duda, una peste que nada de la misma fragilidad de la vida, de la ruptura de equilibrio de virus y bacterias. Contra esa peste (virus, viruela, gripe…) son fundamentales las vacunas, toda la ciencia moderna.  Pero es también necesaria (y sobre todo) un tipo de mesura humana, de solidaridad, de equilibrio de vida, de buena alimentación, de higiene, de ayuda mutua.

El segundo de los males es el hambre… Las hambrunas provienen de motivos externos, de desequilibrios climáticos, pero también de causas humanas…, es decir, del deseo que David tiene de tenerlo todo, de asegurarlo todo, poniendo la vida de su pueblo y de otros pueblos en manos de la falta de alimentos…

‒ El tercero de los males es la guerra, es decir, la violencia sistémica… La guerra proviene de la falta de diálogo entre los pueblos del deseo de dominio de unos contra otros…

      Pues bien, una vez que David ha querido construir un reino fundado en su poder queda en manos de los tres grandes poderes de la violencia de la vida y de los hombres, en la línea de los cuatro jinetes del Apocalipsis… (figura) que son en el fondo los tres males de David más la muerte. Ha contado David a su pueblo, ha entrado en la lógica de búsqueda, de lucha y fracaso del mundo. Es normal que el profeta descorra el abanico de males que se abren a sus ojos. Vivimos sobre un mundo sometido a los poderes (violencias primordiales) del hambre (lucha económica), guerra (enfrentamiento social) y peste (enfermedad incontrolada).

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C) El ángel de la peste (24,14-18). Conforme a este relato simbólico (con fondo mítico) David puede escoger y escoge la peste, que le parece más directamente vinculada al Dios de la misericordia y la ira divina. Hambre y guerra se encuentran más relacionadas con la obra de los hombres... En manos de la peste/ira queda David (todo el reino) y así viene a castigarle el ángel de Yahvé, personificado como rostro maléfico de Dios: es principio irracional de muerte dentro de una historia donde los humanos han querido controlarlo todo.

David hizo las cuentas de su pueblo, como si pudiera dominar la vida de los hombres; los numera, los ordena en dimensión de guerra. Pues bien, Dios le recuerda por su ángel de la peste que la vida/muerte no puede calcularse. El Dios que actúa en todo el texto es Dios de vida: lleno de misericordia (cf 24,14). Pero, al mismo tiempo, se ha venido a develar como Señor de muerte: en su poder estamos sustentados. Si en un momento dado queremos controlar el mundo(calcular a los humanos, pensar que los podemos dominar) caemos en manos de la violencia irracional que se expresa como peste.

Bien leído, el pasaje habla de gracia: del Dios grande que nos permite vivir en la ciudad amenazada por la muerte, el Dios que dice al ángel destructor (ya basta! Ese es Yahvé para David y el redactor genial de nuestro texto. La peste existe, nos rodea siempre, acompañada por el hambre y guerra, en trilogía inexorable. Está la peste cerca, como amenaza de dura destrucción que suena allí donde la vida parece triunfadora (cuando estamos más seguros, cuando hacemos las cuentas orgullosas de aquello que tenemos y podemos por el censo). Está la peste a nuestra puerta, como expresión del reverso de Dios, de la otra cara de nuestra orgullosa certeza de fuertes triunfadores. Pues bien, en medio y por encima de esa peste, se desvela el perdón de Yahvé que detiene a la muerte.

      Simbólicamente, el texto dice que David pide perdón y que Dios se “arrepiente…”.La Biblia Litúrgica, (miércoles de la semana 40) cambia el orden de los versos 16 y 17, poniendo el arrepentimiento y súplica de David antes del perdón de Dios. Con eso ha roto, a mi entender, la más profunda lógica del texto. Dios no se arrepiente y cesa en su violencia a causa de la conversión de los humanos sino todo lo contrario: es el perdón de Dios (su gracia) el que suscita la plegaria y conversión del hombre. Desde el perdón de Dios es necesaria nuestra de súplica (pecamos! y recibe densidad el templo.

D) Altar para Yahvé (24,18-25). El ángel de la peste se detiene ante la era de Arauna y cesa su trilla de muerte. Dios revela así, en la vieja ciudad jebusea, sobre la roca del trigo, su misericordia creadora. Eso significa que la vida del mundo recobra su sentido: a pesar de los pecados del reino (censo de David), hay un lugar donde los hombres pueden recordar y celebrar gracia: la era o roca de Arauna, el jebuseo. Así termina la historia de David y el capítulo antiguo de luchas y conquistas de los israelitas. Han hallado sobre el mundo un lugar para implorar el don de gracia de Dios y celebrar sus sacrificios.

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- Era y roca. La era es lugar de reunión a las afueras de la ciudad; allí está la roca, piedra dura que impide que el grano de trigo se hunda, lugar donde se celebra la fiesta de la cosecha con sus sacrificios. Este dato ha suscitado muchas suposiciones. Puede pensarse que todo el texto es una leyenda cultural jebusita, cananea, aceptada en un momento posterior por los israelitas. Otros añaden que Arauna era el rey/sacerdote del culto pagano anterior, integrado luego en el culto judío... Sea como fuere, el hecho es que la tradición del templo de Jerusalén conserva en su mismo relato fundante, la memoria de un pagano (jebuseo) en cuya era detuvo Dios la ira.

‒ La peste que nos merecemos…(con el hambre y la guerra). La misma organización estatal del pueblo (expresada en el censo de David, en los poderes impositivos, en la falta de ayuda a los más pobres) suscita la "ira" de Dios; por eso es necesario un nuevo tipo de revelación de su misericordia, para impedir que la ira se extienda y la peste destruya a los humanos.

-El templo es memorial de gracia: es recuerdo del Dios que detiene por siempre su ira dejando que el pueblo perviva. Como respuesta a esa gracia se eleva el altar, se ofrecen sacrificios, se construye un templo y se puede orar pidiendo a Dios perdón por los pecados. Esta es, en la Biblia Hebrea la última de las grandes teofanías. Dios se ha manifestado como “ángel de salvación” en medio de la peste… Dios sigue abriendo para los hombres un futuro de gracia a pesar del “pecado…”. Para los judíos, ese lugar de “gracia de Dios” ha sido el templo de Jerusalén, construido sobre la era de Arauna, en la parte alta de la ciudad (en Sion), en el lugar del Pan Compartido.

‒Ese templo de Jerusalén, construido sobre la Era de Arauna, será para siempre el lugar de la memoria de la gran peste vencida (superada) por el Dios del perdón y de la gracia.  Por eso, en los momentos de peste, los judíos han subido siempre al templo, es decir, al entorno del templo, donde han colocado al aire libre (al viento de la altura) a los enfermos, orando y convirtiendo el templo (el Santo de los santos) en un tipo de hospital de campaña para los apestados.

      Judíos, cristianos y musulmanes conservamos el recuerdo de aquel templo, unos para llorar su destrucción (judíos), otros para descubrir que su verdad ha culminado en el mesías (cristianos) y, otros finalmente, para mantener allí la memoria de Abrahán y del sacrificio de Isaac antes de la peste del tiempo de David.

 BIBLIOGRAFÍA

 Comentarios a 2 Samuel: P. R. Ackroyd, 2 Samuel, Cambridge UP 1977; P. K. McCarter, 2 Samuel, AB 9, Doubleday, New York 1984; H. W. Hertberg, Die Samuelbücher, ATD 10, Gönttingen 1965. Sobre 2Sam 24: R. E. Clements, God And Temple, Fortress, Philadelphia 1965, 61-62; W. Fuss, II Samuel 24, ZAW 74 (1962) 145-164; G. von Rad, El ritual real judío, en Id., Estudios sobre el AT, Sígueme, Salamanca 1975,191-198; R. de Vaux, Instituciones del AT, Herder, Barcelona 1985,282-448.

Sobre el trasfondo histórico del texto y del templo de Jerusalén: G. W. Ahlström, Der Prophet Natham und der Tempelbau, VT 11 (1961) 113-127; M. Noth, Jerusalén y la tradición israelita, en Id., Estudios sobre el AT, Sígueme, Salamanca 1985, 145-158; H. Schmidt, Yahwe und die Kulttraditionen von Jerusalem, ZAW 67 (1955) 168-197; S. Yeivin, Social Religious and cultural Trends in Jerusalem under the Davidic Dynasty VT 3 (1953 ) 149-166.

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