Un Dios, tres religiones: judaísmo, cristianismo, islam.

España ha sido durante siglos una tierra de tres religiones, hasta que una intentó dominar sobre las otras, acabando por expulsarlas  Con motivo de la guerra  de Gaza, donde siguen  implicadas las tres religiones (cf. imagen 1), conforme a un diccionario que escribí con A. Haya (imagen 2) ofreceré tres postales sobre el tema: (1) Un mismo Dios, tres religiones distintas. (2) Una historia  de enfrentamientos. (3) Un futuro amenazante.

Puede ser una imagen de texto que dice "Reflexiones sobre la situación actual de Tierra Santa Miércoles 13 de Diciembre Judaísmo, Cristianismo e Islam en el conflicto de Oriente Próximo D. Javier Pikaza, Catedrático de UPSA Jueves 14 de Diciembre ¿Hay guerra justa? D. Román Ángel Pardo, Prof. Teología Moral UPSA Sala de la Palabra, TEATRO LICEO 8 de la tarde LÍBANO SIRIA ALTOSDE Marmediterráneo PALESTINA Salamanca Giudad C” Saberes AYUNTAMIENTO SALAMANC ALESTINA (Franja Gaza) ISRAEL EGIPTO JORDANIA Cultural BARBALOS"

1. HISTORIA COMÚN

 Las tres religiones tienen un mismo principio. La figura de Abrahán y las tradiciones israelitas más antigua constituyen el tronco o raíz de judíos, cristianos y musulmanes. Todos ellos son monoteístas y veneran, como padre o inspirador, a Abrahán,  el primero de los creyentes, que vivió entre el siglo XV y el XII AEC y rechazó el politeísmo de su entorno (de su tierra y gente) para iniciar un camino de búsqueda religiosa muy intensa que sigue definiendo y motivando a sus seguidores. Es difícil distinguir en Abrahán la historia y la leyenda, la confesión de fe y la realidad precisa de su vida. Por eso le tomaremos aquí como signo religioso, punto de partida y lugar de referencia de las tres grandes religiones monoteístas.

Los judíos consideran a Abrahán como padre nacional legítimo, a través de su esposa Sara y su hijo Isaac (con Jacob y sus hijos, fundadores de las Doce Tribus). Abrahán aparece así como iniciador de una nación muy concreta de creyentes que asumen su semilla de fe y se encuentran vinculados por la sangre (todos comparten su ascendencia, son un mismo pueblo, descendencia  de Abrahán) y por la tierra de las promesas (Palestina), como indica el texto fundacional de Gen 12, 1-3: Sal de tu casa y de tu parentela, vete a la tierra que yo te mostraré; yo haré que seas pueblo grande... de manera que en ti serán benditas todas las naciones de la tierra.  El judaísmo es una reinterpretación mosaica de la fe de Abrahán.

Estrictamente hablando, la antigua religión israelita en cuanto tal ya terminó. Han cambiado las circunstancias populares, culturales y sociales del antiguo pueblo, pero quedan los grandes símbolos, recogidos en la Escritura (peregrinación de los patriarcas, éxodo y pascua, paso por el Mar Rojo...). Quedan también las palabras y experiencias de los grandes profetas fundadores del VII-V AEC. Terminó el viejo pueblo, pero queda el judaísmo como respuesta particular de aquellos que en el siglo I-II EC quisieron mantener la vieja fe de Abrahán de forma nacional (en sentido legal, como experiencia abarcadora de vida). Conforme a esta visión, Dios se ha vinculado para siempre a una nación escogida y por medio de ella revela su persona y manifiesta el sentido de su ley eterna.  

Diccionario de las tres religiones: Judaísmo, cristianismo, islam (Diccionarios)

Los cristianos consideran a Abraham como padre en la fe, por medio de Jesús.  Ellos piensan que la herencia de Abrahán no se expande a través de una ley y de una genealogía nacional, sino a través de una fe y de una experiencia personal como la de Jesús, que les ha permitido re-interpretar y abrir de forma universal la experiencia antigua de Israel. El cristianismo aparece así como una respuesta  integradora y abierta de la misma identidad israelita, iniciada con la fe de Abrahán. Los cristianos no quieren negar sino abrir, no quieren mutilar sino expandir a todos los pueblos  la promesa y gracia de la religión de Israel. En ese sentido podemos y debemos afirmar que, no siendo judíos, ellos quieren ser y son auténticos israelitas, hijos de Abrahán y herederos de su promesa espiritual, por medio de Jesús a quien conciben como el verdadero creyente, padre de todos los que confían en Dios.

Los musulmanes son una expansión posterior de la misma fe de Abrahán, a quien conciben como padre biológico y espiritual del nuevo pueblo creyente que se forma entre los árabes. Ellos conciben a Abrahán como padre biológico de Ismael, por medio de Agar (la mujer que la tradición israelita presenta como esclava: cf Gén 16). Abraham aparece así como progenitor de los árabes, nuevo pueblo escogido. Pero, al mismo tiempo, Abrahán es para ellos padre espiritual de todos los creyentes, es decir, de todos los que asumen su camino de fe, explicitado en la Ciudad Santa de la Meca, con su Caaba o Piedra de Dios, que él mismo, con su hijo Ismael, había sacralizado, dejándola como signo o Templo de Dios para todos los creyentes.

2. UN SOLO DIOS VERDADERO

Judaísmo, Cristianismo e Islam son religiones monoteístas en sentido estricto: ellas destacan ante todo la experiencia de un Dios que existe por sí mismo y actúa, como realidad personal. Por eso, es fundamental en ellas una confesión de fe estricta que les lleva a proclamar (acoger y expresar públicamente) la existencia de Dios y su revelación. Tres son  las notas básicos y comunes de ese Dios en quien siguen vinculados judíos, cristianos y musulmanes.

Dios es uno. Monoteísmo.. Frente al politeísmo, el monoteísmo afirma ¡Dios es uno! Tanto el Israel antiguo como el Islam moderno han reaccionado contra la multiplicidad de figuras divinas que sacralizan de algún modo las fuerzas naturales y vitales. Cristianismo y judaísmo asumen esa herencia: la divinidad no se escinde ni multiplica, no se rompe ni disgrega; sólo hay un Dios, un poder sagrado que todo lo funda y dirige con su fuerza. Entendido así, el monoteísmo es la afirmación de la unidad fundamental, divina, de todo lo que existe. El mismo Dios aparece así como palabra común (en quien todos podemos dialogar) y unidad de sentido que vincula a todos los seres del cielo y de la tierra.

Dios es “señor”: trascendencia.Frente al panteísmo, los monoteístas añaden ¡Dios es trascendente! No se confunde con la naturaleza, ni con la vida interior de los seres personales (con el alma, con la idea, con la vida...). Dios encuentra su grandeza y realidad en sí, como distinto de todo lo que existe. Por eso resulta imposible toda experiencia panteísta de inmersión en lo divino (al estilo oriental). Es Dios lo que importa, no la totalidad más o menos difusa de la idea o el valor sagrado general del universo. Sólo porque Dios existe y porque nos desborda, dándonos sentido (siendo mayor que todo lo que podemos hacer y pensar, imaginar o desear), tiene sentido y puede realizarse libremente el ser humano. Sólo ese Dios trascendente es Absoluto (realidad original, infinita, definitiva) para judíos, musulmanes y cristianos.  Ese Dios les permite rechazar como idolátricos los otros absolutos (de tipo estatal o vital, económico o cultural) que a veces se han querido imponer sobre el mundo.

Dios es Persona.Frente al deísmo, los monoteístas afirman ¡Dios es persona! Llamamos deísmo a una visión filosófico-religiosa que concibe a Dios como una especie de ser "indiferente", que está arriba, ha puesto en marcha (como buen relojero) el reloj de la historia, pero luego, en su verdad más honda, se encuentra separado de la vida de los hombres, desinteresado de la misma historia. Pues bien, en contra de eso, el Dios abrahámico es persona verdadera, alguien que piensa y desea, un ser cuya presencia y acción experimentan con fuerza los creyentes. Esto significa que el ser humano (siendo personal) aparece especialmente vinculado a Dios, como imagen suya, en diálogo con él.

 3. TEOFANIA. UN DIOS QUE HABLA

Hierofaniaes el nombre propio de la manifestación de Dios (lo sagrado, hieron) en las religiones cósmicas. Lo que se desvela no es Dios en sentido personal, sino es más bien lo sagrado, los poderes originarios de la naturaleza. En un sentido extenso, todo lo que existe en el mundo es o puede ser hierofanía (sol y luna, cielo y tierra, agua y fuego, nacimiento y muerte...); todo es manifestación sagrada, todo es en el fondo religioso, como hemos destacado en la primera parte de este libro, al hablar de la definición de las religiones (R. Otto) y al evocar sus notas esenciales.

La teofanía estrictamente dicha es la manifestación histórica de un Dios personal y sólo puede darse en las religiones monoteístas o proféticas estrictas. Lo que se manifiesta a través de la verdadera teofanía no es el sentido sagrado del cosmos, ni el valor profundo del espíritu (la divinidad que lo llena todo) sino la palabra y acción concreta del mismo Dios que habla a los hombres, sea de un modo estrictamente humano (a través de los profetas), sea por medio de unos símbolos cósmicos que el profeta o el pueblo entero descubre como portadores de sentido trascendente (el ritmo de los astros, la tormenta...).

4. UN DIOS DE LOS HOMBRES.

             Las religiones monoteístas descubren y abren sobre el mundo un espacio para la autonomía del ser humano, para la teofanía o manifestación de lo divino. En el centro de todas las cosas, como intermedio y mediador, brotando del mundo y en diálogo con su creador, ha surgido el ser humano, dotado de libertad, capaz de elevarse sobre sí mismo y dialogar con el principio y meta de todo lo que existe.  

            Conforme a esta visión, el ser humano es una paradoja viviente, pue s habita en en dos mundos: participa del misterio de Dios y es polvo de la tierra. Sólo en este fondo se entiende su experiencia de libertad y autonomía. El ser humano es libre en el sentido radical (religioso) del término: no está determinado por los dioses, ni sometido sin más a la materia; no es producto del acaso, no es momento del eterno retorno de las cosas. Ha superado el plano de inconsciencia de mundo en que se apoya y ha recibido independencia personal, porque Dios mismo le ha dado una tarea: realizarse libremente, en  diálogo con él.

La tarea del hombre es hacerse humano ya que él no es ni puro mundo (del que ha salido), ni puro Dios (con quien nunca se puede identificar). La religiones cósmicas tienden a disolver al hombre en el mundo, las místicas o de la interioridad en Dios. Sólo las religiones monoteístas quieren, de manera consecuente, que el hombre llegue a ser humano, realizándose a sí mismo, sobre el mundo, en diálogo con Dios. Eso significa que la teofanía o manifestación de Dios se identifica en el fondo con el mismo despliegue del ser humano. Por eso, la religión no es algo que se le añade al hombre ya constituido, como un adorno, sino que ella es la forma propia del ser del hombre, en autonomía y diálogo con Dios.

5. RESPONSABILIDAD Y PECADO HUMANO

La historia no es tragedia en el sentido griego. No estamos condenados a sufrir eternamente el dictado de un destino que se impone de forma inexorable sobre hombres y dioses. Las cosas no se encuentran escritas de antemano, la sentencia no ha sido dictada y firmada todavía. Somos libres y libremente podemos realizarnos ante Dios, buscando en diálogo el sentido y verdad de nuestro propio futuro.

La historia tampoco es comedia, lugar de olvido y risa, espacio donde sólo podemos divertirnos sin pensar en la verdad, dureza y muerte final de lo que somos. Entendida en su sentido radical, comedia significa olvido: ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos! Esa actitud es buena como reacción frente a la angustia de la fatalidad inexorable que se impone sobre dioses y hombres. Pero llevada hasta el final, resulta insuficiente pues ignora y devalúa el sentido de la vida

La historia es drama, camino que nosotros mismos somos. Nos ha creado Dios en libertad y libremente debemos asumir nuestra tarea, para ser aquello que escojamos. Nuestro futuro no es hacernos Dios para así imponernos sobre los restantes seres (pues seguiremos siendo siempre humanos) sino acercarnos a Dios y dialogar con él, para compartir así la vida con todo lo que existe. Por eso decimos que la vida es drama, camino creador en que, asumiendo la palabra de Dios y apoyados en su gracia, nos vamos realizando como humanos.

              La historia humana es drama, como han visto y señalan de maneras convergentes judíos, cristianos y musulmanes, guiados por sus profetas. Los creyentes no miran las cosas por fuera, como espectadores neutrales; ellos mismos forman parte de la gran representación y nos convidan (nos invitan) a asumirlo con palabras fuertes de promesa y de amenaza. Tanto la tragedia como el drama resultan en el fondo fatalistas: todo lo que hagamos se encuentra ya trazado de antemano. Por el contrario, el drama bíblico (o coránico) nos lleva a la responsabilidad personal y grupal.

El futuro de la historia no se encuentra decidido; lo decidimos nosotros, escuchando a Dios, respondiendo a su palabra. Eso significa que no estamos acabados; no se ha dicho nuestra última palabra. Tenemos que decirla y la dice con nosotros (en diálogo de creación compartida) el mismo Dios que nos hace responsables sobre el mundo. Nuestra vida es un camino que se abre desde el don y la llamada de Dios, como empresa común en la que unos y otros nos hallamos implicados. Así debemos vincular lo dicho sobre la individualidad (cada uno es responsable de sí) con lo que diremos sobre la comunidad histórica: la suerte de los hombres actuales se encuentra vinculada a la vida y suerte,  a la acción y perversión de los antepasados.  

 6. HOMBRES DE DIOS, PROFETAS.

El profeta sabe escuchar la Palabra de Dios. No es un chamán (extático), ni un contemplativo interior (místico), ni sacrificador (sacerdote). Ordinariamente es un hombre de acción, alguien que se encuentra inmerso en las tareas y trabajos de este mundo y que allí, entre esas tareas, descubre y discierne la voluntad de Dios.

Siendo oyente de la Palabra, el profeta es un hombre comprometido en la tarea social: ha descubierto la voluntad de Dios y quiere que se cumpla; por eso denuncia los males de la sociedad, anuncia el juicio de Dios y quiere que los hombres respondan en gesto de conversión y fidelidad intensa. En ese aspecto, es un vigía, testigo de la obra de Dios sobre la tierra.

Históricamente, los profetas israelitas, creadores del monoteísmo, surgieron en los siglos VIII al V AEC. Pero después su figura se proyectó hacia el principio, de manera que Samuel y Moisés, Abrahán, Noé o Adán, aparecen como profetas (hombres de Dios) en las tradiciones judías, cristianas y musulmanas.

Cada una de las religiones monoteístas ha consumado una profunda condensación profética, presentando a su fundador (Moisés, Jesús, Mahoma) como el profeta definitivo, aquel que ha proclamado la palabra clave de Dios para todo el transcurso de la historia.

 7. TRES PROFETAS, TRES RELIGIONES

Moisés, profeta de la ley y del pueblo de Dios, el judaísmo. Hubo en Israel muchos profetas, recordados con cariño por el pueblo pero, conforme a la tradición codificada por la Misná, el verdadero y principal fue Moisés. El tema se encuentra anunciado en textos muy antiguos como Ex 2-4 (vocación de Moisés), pero sólo en el judaísmo posterior ha recibido su formulación definitiva: Dios reveló a Moisés en la montaña del Sinaí todos sus secretos salvadores (su ley); algunos fueron transmitidos por la Escritura, otros han venido a conservarse por la tradición de los maestros, fijada por la Misná. Moisés es, por lo tanto, el profeta verdadero: su palabra ha sido, es y será valiosa para siempre; así la acepta y la cultiva el judaísmo.

Jesús, profeta y mesías cristiano. Para los cristianos siguen siendo importantes los profetas antiguos de Israel, lo mismo que Moisés. Pero todos ellos aparecen como anuncio y preparación de aquello que ahora viene a culminar en Jesús, a quien miran como el Cristo (es decir, el Mesías definitivo, el salvador del mundo). Los profetas anteriores pertenecen al Antiguo Testamento y así transmiten una palabra que ha sido asumida, culminada y de alguna forma abrogada por el Cristo. Sólo Jesús es el profeta final y verdadero, es el que ofrece el Nuevo y definitivo Testamento de Dios para los hombres. La religión de Israel ha de entenderse según eso como preparación para la de Cristo.

Mahoma, sello de la profecía. La visión que Mahoma ha tenido de la profecía ha cambiado a lo largo de su ministerio (los dos primeros períodos de la Meca, el de Medina....), pero a su juicio todos los profetas han dicho lo mismo. A su juicio no hay, por tanto, avance entre Abrahán, Moisés, Cristo y Mahoma. Siendo verdadera, la doctrina de los profetas anteriores ha quedado velada (no se ha entendido bien) o se ha manipulado en tiempos posteriores, pues no ha sido escrita y conservada al pie de la letra. Por eso ha sido necesaria la venida de Mahoma a quien el mismo Corán concibe como culminación y cierre (sello) de la profecía, es decir, como el profeta en quien alcanzan su verdad y se han cumplido todos los mensajes anteriores, apareciendo ya con claridad y para siempre.

 8. RELIGIONES PARTICULARES Y UNIVERSALES

- El Dios judío es Dios del verdadero pueblo (el 'Am Israel), separado y distinto de todos los  restantes  grupos humanos que  reciben el nombre  gentiles (goyyim). Como hemos dicho ya, Dios es transcendente, pero se ha vinculado con su propio 'Am, su pueblo especial, donde ha venido a  revelarse. Por eso, en realidad, el verdadero conocimiento de Dios se identifica con la pertenencia y cumplimiento de las normas de vida de ese pueblo. En cierto sentido,  el Dios israelita  había comenzado siendo un dios nacional (¿tribal?), pues se hallaba vinculado sólo  a un grupo humano, garantizando la propia  diferencia de ese pueblo,  su  identidad interna y su separación  respecto de todos los restantes pueblos o, quizá mejor, naciones de la tierra.  Sin embargo, los judíos han sabido desde siempre que su elección nacional está al servicio de la universalidad humana: por eso, ellos deben mantenerse  fieles como grupo, a fin de ofrecer  al resto de la humanidad  el testimonio de la revelación divina que un día ha de expandirse a todo el mundo (en clave escatológica).

- El Dios cristiano es internamente universal... pero está ligado a una Ekklesia, es decir, a un grupo de personas que se reúnen en su nombre. Los cristianos han tenido que  romper la  clausura  nacional (legal) de Israel, recibiendo en su nuevo grupo  mesiánico a personas de todos los pueblos. Han abandonado la exigencia de la circuncisión,  han abolido las leyes de tipo alimenticio y los  rituales de pureza social  (y familiar, matrimonial)  que definían a los judíos. De esa forma se han abierto a los gentiles, rompiendo la diferencia anterior entre judíos y griegos, hombres y mujeres, elegidos y  no elegidos (cf.  Gál 3,28). Pero también ahora, esta nueva experiencia de Dios se vincula a la formación de una comunidad (iglesia) donde se reúnen los creyentes para confesar su fe y expresar el sentido de su mutuo amor. Lógicamente,  la confesión teológica (fe en Dios) se encarna o actualiza en una especie de  compromiso social: en la creación de un pueblo misionero que quiere llevar a todos los humanos la experiencia de Jesús.

- El Dios musulmán es también inseparable del surgimiento de   la  'umma, es decir, de la  comunidad universal de los creyentes. Los musulmanes fueron en principio árabes, pero pronto rompieron los límites de la cultura árabe, para expandirse hacia otros pueblos, con voluntad de integración religiosa y social. Ellos pudieron ser universales (en contra de los judíos) porque las prácticas de su religión son muy simples (de manera que condensan las viejas  leyes nacionales del judaísmo en cinco pilares o principios básicos: confesión de fe, oración, limosna, ayuno por Ramadán, peregrinación a la Meca).  A pesar de esa "simplicidad de exigencias religiosas", el islam  ha creado una fortísima conciencia de integración social, de tal manera que  puede definirse  en clave de experiencia y cultivo de unidad grupal, más que en claves de religiosidad estricta.

9. COMPROMISO HISTÓRICO.  LA MISIÓN DE LAS RELIGIONES

El testimonio y misión fundamental de los judíos consiste en mantener su identidad en medio de un mundo cambiante y a menudo hostil. Los judíos constituyen un pueblo especial que han mantenido y quieren mantener su distinción, a lo largo y a lo ancho de tiempos y lugares. No intentan cambiar el mundo, no pretenden transformar a los demás. Hacen algo mucho más humilde y a su juicio más profundo: procuran conservar su propia vocación mesiánica y su distinción como pueblo, para ser así semilla de vida en medio de la tierra. Esta voluntad de permanencia ha dado a los judíos  un carácter especial, como pueblo distinto, siempre separado y siempre inmerso entre los pueblos, en gesto de gran lucidez moral e intelectual.

 -  Por cultivar su propia identidad, los judíos han corrido el riesgo de volverse un ghetto, de excluirse de la comunión universal de los humanos; lógicamente, ellos han suscitado muchas veces el recelo de otros pueblos, propensos a negar la alteridad  (la existencia de un grupo distinto), prontos a la sospecha. A los ojos de muchos  individuos y pueblo, por lo menos, desde el tiempo de los romanos, los judíos  han aparecido como  culpables de gran parte de los males del conjunto social.

- En medio de su aislamiento,  injustamente  perseguidos, sólo por el hecho de existir de esta manera (separados  desde su  propia identidad religiosa), los judíos han sido y siguen siendo un pueblo de inmenso potencial  humano  religioso en medio de la historia (al menos en occidente). Ellos ofrecen el testimonio vivo de un pasado  común  (israelita)  que los otros  (cristianos y judíos) asumimos de algún modo. Ellos son para nosotros una especie de demostración de Dios: nos muestran aquello que la fe en Dios puede hacer en la vida de un pueblo. Tenemos que estarles agradecidos.

Los cristianos poseen un fuerte potencial misioneroque se expresa básicamente en clave religiosa, abriéndose sin embargo hacia un plano social y político. Creen los cristianos que Jesús ha roto las viejas divisiones de judíos y gentiles, de esclavos y libres, de varones y mujeres (Gál 3,28) y por eso quieren crear un tipo de nueva comunidad igualitaria en la que exista sitio para todos. Por eso, ellos no  identifican su experiencia religiosa con  ninguna cultura o pueblo (aunque hasta ahora ha dominado un cristianismo occidental, latino o griego, germano o anglosajón); lo que vincula a los cristianos (y a todos los hombres) no es un tipo de  unidad nacional o  social sino el mensaje de fraternidad de Jesús, la comunión eucarística.

-  Se debe destacar el valor misionero de la moral cristiana, centrada en el amor al prójimo y en la defensa de todos los hombreses decir, del pan  compartido, a partir de la palabra también compartida de Jesús. Aquí está  para los cristianos la base de toda comunión humana: les  vincula la palabra que todos escuchan, asumen y pueden compartir partiendo de Jesús a quien el mismo Evangelio ha llamado  Palabra encarnada (Jn 1); les vincula el pan de la comunión humana que se comparte y celebra como signo mesiánico. La verdadera religión de Jesús consiste en compartir la palabra y el pan, esto es, la vida.  

En ese sentido, la historia del cristianismo ha sido poco  cristiana, evangélica, pues los cristianos no han confiado en la palabra sino en la espada, queriendo extender la fe a través de un tipo de conquista militar o cultural. Más aún, esta historia de occidente está marcada en los últimos siglos  por una especie de imperialismo económico que va en contra de   eucaristía: en vez de ofrecer a los otros la palabra y pan de la eucaristía, para  compartirlo con ellos, muchos cristianos de occidente han impuesto su supremacía económica sobre el resto del mundo, actuando en forma contraria al ideal del Evangelio.

- Los musulmanes están en gran parte marcados por un tipo de militancia social de tipo religioso. Ciertamente, el tesoro más grande de Mahoma y del islam es la palabra de la profecía, tal como se encuentra expresada en el Corán. Pero no podemos olvidar que el mismo Mahoma ha defendido y  extendido el  islam (religión de sumisión) a través de un tipo de guerra santa. De ese modo,  junto a la resistencia de los judíos y el expansionismo misionero de los cristianos, queremos citar aquí la  fuerte militancia de los musulmanes.

- Los musulmanes acentúan la militancia social, al menos en sentido extenso. Conforme a la enseñanza del Corán, los musulmanes pueden imponer la religión aún por la fuerza (en guerra santa) a los infieles, es decir, a los paganos. A los hombres del libro (judíos y cristianos)  deben  respetarlos, no pueden obligarles a cambiar de religión. Pero el respeto no implica indiferencia ni igualdad social: los musulmanes tienden a crear una sociedad marcada por la militancia religiosa donde sólo ellos controlan y dirigen el poder, de tal manera que los otros  (incluidos cristianos y judíos) aparecen como ciudadanos de segundo orden.

- Esa militancia debe expresarse hacia adentro en formas de comunidad social igualitaria: los musulmanes están han de ayudarse mutuamente a través de la institución de la limosna entendida como impuesto religioso (zakat). Es evidente que el islam ha tolerado injusticias sociales muy  grandes, pero hay que decir que en la base de su  fe existe un compromiso fuerte  de comunicación de bienes que tiene función religiosa (reconocer la autoridad de Dios) y social  (los fieles comparten lo que tienen).

 10 APENDICE. CONFESIÓN DE DIOS, TRES CREDOS, TRES TEOLOGÍAS

La teología del judaísmo

ha vinculado ley cósmica (revelación de Dos en el mundo) y existencia nacional (revelación religiosa de Dios en Israel). En un sentido, la religión es la misma para todos los pueblos. Pero ellos añaden saben que el sentido más hondo del cosmos sólo puede revelarse y se revela por la manifestación histórica de Dios, que se expresa en la Ley nacional judía, transmitida por Moisés y acogida, estudiada y cultivada por el pueblo en siglos de fidelidad admirable. El judaísmo ha trazado de esa forma la más honda paradoja: 1.  Dios es trascendente y nadie puede conocerle: ¡todo intento de fijar sus propiedades se vuelve idolatría¡.  2. Dios ha comenzado a revelar su gloria a los creyentes, no sólo por la naturaleza o ley del cosmos (cf. Sab 13,1-9), sino de un modo mucho más intenso por la Ley  nacional que los israelitas descubren y cultivan en concreto, acogiendo y cumpliendo sus mandatos. La revelación más honda no es por tanto el orden racional del mundo, ni una ciencia teórica, sino una vida social; un nomos (Ley), más que un logos (Palabra).  

Los teólogos cristianos

han vinculado ley cósmica y gracia de Cristo, expresándola de un modo sacramental. Por la Pascua de  Jesús, ellos se han atrevido a penetrar en el interior de Dios, descubriendo allí a Jesús, Hijo divino. De esa forma, la Ley pierde su carácter de norma social, de posible imposición y legalismo, y se transforma en la verdad de una persona (Jesús, Hijo divino), en quien se pueden vincular y hallar amor todas las personas. Eso les lleva a elaborar una teología trinitaria, tanto en el interior de Dios (que es Trinidad en sí mismo) como en clave de revelación (Dios se manifiesta como Padre, hablándonos por medio de Jesús, en el Espíritu, en la historia de la salvación). Así han podido trazar una teología inmanente o intra-divina, presentando Dios como fuente de amor (Padre), siendo amor recibido o engendrado (Hijo) y compartido o culminado (Espíritu Santo).  

La teología del Islam une ley cósmica y voluntad de Dios. En un primer momento pudiera parecer que esa teología nos pone en brazos del irracionalismo o, mejor dicho, del fatalismo, pues habla de una disposición de Dios que planea sobre los hombres, sin dejarles espacio de libertad (predestinación universal) y sin permitirles el acceso nuevo al pensamiento (Dios lo ha resuelto todo, no deja nada suelto para que nosotros podamos aclararlo). Pero, sin negar del todo ese principio, el Islam ha desarrollado uno de los diálogos religiosos más fecundos con el pensamiento filosófico, partiendo de la tradición de los maestros griegos, recreados por ellos desde un fondo de estricto monoteísmo. No existe en el Islam ortodoxo una teología entendida como especulación intra-divina, pues el Dios que ha revelado su Libro-Palabra en el Corán sigue estando escondido, es distinto de todo aquello que podemos pensar o decir.  

En cierto sentido, judíos y musulmanes comparten muchos elementos teológicos, tanto en la visión del Dios trascendente (no trinitario), como en su revelación (por la ley de Moisés, por la profecía de Mahoma). Esta relación puede ser tan honda que algunos sostienen que judaísmo e Islam son variantes de una misma religión de fondo: dicen unos que el Islam es herejía (simplificadora, universalizadora) del judaísmo; añaden otros que el judaísmo es una reducción nacional (con hipertrofia de leyes particularizadas) del Islam eterno. Les une la visión de Dios y el mundo; les separa la forma de aplicar la ley de Dios y de organizar e interpretar el pueblo.

            Por el contrario, el cristianismo representarían un cambio de fondo. No serían una simple variante sino una verdadera mutación, tanto al hablar del interior de Dios (Trinidad), como de su revelación o economía salvadora (Encarnación). Es normal que judíos y musulmanes rechacen la Trinidad, viendo en ella una especie de recaída en el politeísmo pagano. Ellos rechazan también la Encarnación: piensan que Dios se ha revelado, pero no ha introducido de un modo personal en la historia, no se ha identificado con la persona y obra de Jesús de Nazaret. En ese sentido, Judíos y musulmanes parecen más humildes: piensan que Dios se encuentra arriba, sin penetrar totalmente en el mundo, de forma que nunca podemos conocerle del todo. Los cristianos,  en cambio, seatreven a definirle como Trinidad, penetrando en su misterio, por la Encarnación de Cristo.

Bibliografía

He desarrollado el tema general en Globalización y Monoteísmo. Moisés, Jesús, Mahoma, Verbo Divino, Estella, 2022. Sobre cristianismo y judaísmo he tratado en Dios judío, Dios cristiano, EVD, Estella 1996  Fenómeno Religioso, Trotta, Madrid 1999, 234-24. Elaboración sistematica del tema en Las tres religiones. Verbo Divino, Estella 2009

Cf. también:

  1. Armstrong, Una historia de Dios. 4000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo y el Islam, Paidós, Barcelona 2001;
  2. Gaudefroy-Demombyne, Mahoma, Akal, Madrid 1990;
  3. Küng, El judaísmo, Trotta, Madrid 1989; Id., El cristianismo, Trotta, Madrid 1997;
  4. Lings, Muhammad. Su vida, basada en las fuentes más antiguas, Hierión, Madrid 1989;
  5. Neher, Moisés y la vocación judía, Aguilar, Madrid 1962;  
  6. M. Rodinson, Mahoma y el nacimiento del mundo islámico, Era, México 1974; Íd., Mahoma,  Península, Barcelona 2002;
  7. F. Rosenzweig, La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997;
  8. L. Sánchez Nogales, Cristianismo e Islam: frontera y encuentro, CCS, Madrid 1998;  W. M. Watt, Mahoma, profeta y hombre de estado,  Labor, Barcelona 1968.
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