29.6.18. Fiesta de San Pedro: El evangelio de las Llaves (Mt 16, 13-19).

Simón de Betsaida, a quien la tradición de Jesús llamará Petros/Pedro (el Piedra), había realizado una función muy importante (aunque discutida) dentro del movimiento de Jesús (como muestran con toda claridad las cartas de san Pablo y en especial Mc 8, 27-32).

Pero su figura posterior ha quedado muy vinculada a las palabras pascuales de Jesús (propias de la liturgia de hoy: Mt 16, 13-19), que recogen y reelaboran desde una perspectiva distinta su historia y función en la Iglesia, como intérprete de un evangelio que asume las raíces judías de Jesús, abriéndose a los gentiles.

Marcos. Desde su propia perspectiva, más paulina, hacia el año 70, probablemente desde una comunidad de Fenicia o de Siria, Marcos había supuesto que Pedro no había cumplido plenamente su función (cf. Mc 16, 7-8).

Mateo. Unos años más tarde (hacia el 80), desde una perspectiva distinta (desde Antioquía) Mateo, en cambio, sabe que ya la ha cumplido y así proclama que la iglesia de Jesús ha encontrado su base y su unidad en Pedro: "Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".



De ese Pedro de Mateo, que es muy importante, pero no el único para el Nuevo Testamento y para la tradición posterior de las Iglesias cristianas, quiero hablar hoy con cierta detención, tomando algunas ideas de mi Comentario de Mateo.

En la imagen primera presento el cuadro famoso san Pedro invertido (crucificado al revés) que pintó de Zurbarán, con San Nolasco contemplándole... Este sería el Pedro que aún no ha realizado plenamente su tarea, según el evangelio de Marcos.

En la imagen segunda aparece San Pedro en la columnata de Bernini, con las llaves en la mano y el dedo señalando (ratificando) su función posterior en la Iglesia de Roma, al servicio de la Misión Universal del cristianismo.

Feliz día de San Pedro a todos.



El Pedro de Mateo

Mateo asume las tradiciones más helenistas de Marcos, pero las integra en una iglesia (¿Antioquia?) que se esfuerza por superar el judeo-cristianismo de Santiago y que se sigue definiendo a sí misma como auténtico Israel, pues en ella se cumple de un modo universal (abierto a todos) la verdadera ley judía (cf. Mt 5-7).

De esa manera, llevando hasta el final las tensiones y estímulos de la iglesia de Santiago, la comunidad de Mateo ha recorrido un camino que le ha permitido alcanzar una visión universal, asumiendo para ello la perspectiva "más paulina" de Marcos, cuyo material ha recibido en su evangelio, pero reelaborándola desde la figura de Pedro.

Da la impresión de que Mateo quiere unir las dos grandes tradiciones ya indicadas: la de Santiago (de fidelidad estricta a la ley judía) y la de Pablo (de apertura universal del evangelio). Para ello, partiendo del texto de Marcos, recrea la figura de Pedro a quién, sin separarle del resto de los primeros discípulos (los Doce, sin Judas), concede ahora una función específica, muy importante: la de interpretar la Ley judía e iniciar una misión universal cristiana, apareciendo así como piedra base de la iglesia y portador de las llaves del Reino.

Leído así, el evangelio de Mateo ofrece unas posibles "contradicciones" interiores (que hemos simbolizado en Santiago y Pablo), pero que, a su juicio, no son tales, pues han quedado asumidas y superadas por Pedro que es, al mismo tiempo, testigo de la misión universal de Jesús (línea de Pablo) y garante de la ley judía (como Santiago). Es evidente que Mateo no «inventa» esa función de Pedro, sino que interpreta y ratifica lo que ha sido su gran tarea al servicio de la iglesia, cuando asumió la misión universal de los helenistas y Pablo y la vinculó con la misión israelita de los judeocristianos, garantizando así (desde la tradición de Jesús) la unidad de las iglesias, que se funda en la confesión de Jesús como «Cristo, Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). En contra de lo que sucede en Mc 8, 29, el Jesús pascual de Mateo asume esta confesión. Éste es el texto completo:

Mateo 16,13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." J
esús le respondió: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás,
porque no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta «piedra» edificaré mi iglesia,
y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella.
Y a ti te daré las llaves del Reino de los cielos:
todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos,
y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mt 16, 17-19).

Palabras de Jesús resucitado

Éste es un texto pascual, una palabra que Jesús resucitado dirige a Pedro (¡a un Pedro que ya ha muerto!), ratificando la función que ha realizado en la iglesia, conforme a la visión de Mateo. Este es el texto clave de una comunidad que, habiendo estado por un tiempo más ligada a Santiago, ha asumido después una interpretación más universal del evangelio, en la línea de Pablo, apoyándose para ello en el recuerdo y la misión mediadora de Pedro, quien ha sido capaz de abrir con la llave de Jesús las puertas de la ley (para que los gentiles puedan entrar en Reino de los cielos).

Ciertamente, aquí se habla de algo que Pedro ha realizado ya en las comunidades, asumiendo y ratificando la función de otros misioneros: él ha justificado y avalado el gesto de apertura universal del evangelio, asumiendo así la misión y teología de los helenistas y de Pablo, como supone el fin de su libro (cf. Mt 28, 16-20).

Para las comunidades que están al fondo de Mateo, el gesto de Pedro ha resultado fundamental en su visión del evangelio.

Ésta ha sido la «segunda oportunidad» y la ha cumplido. La primera fue al comienzo de la experiencia cristiana, al principio de la pascua, cuando, al lado de las mujeres y a la cabeza de los Doce, inició una misión cristiana dirigida a las ovejas perdidas de Israel cf, Mt 10, 6).

Esta es la segunda, cuando, avanzado ya el camino de la iglesia, iniciada la disputa entre los más legalistas (partidarios de un cristianismo judío) y los más universales (partidarios de un cristianismo abierto a todos los pueblos), Pedro asume y defiende la misión universal de la iglesia, ofreciéndole unas bases cristianas (el testimonio de Jesús) y unas justificaciones israelitas (desde la línea de la Ley).

Así aparece como el auténtico «rabino cristiano», con llaves que «abren y cierran» las puertas del Reino, permitiendo de hecho que entren en la iglesia los excluidos de la sociedad, los pobres de Jesús, sin necesidad de cumplir la ley nacional judía.

No todos los grupos cristianos (¡pensemos en Pablo!) necesitaban un testimonio como éste. Pero la comunidad que está al fondo de Mateo lo ha necesitado, vinculando de esa forma la misión universal de la iglesia con el mensaje de la vida de Jesús, a partir del testimonio de Pedro, cuya vida y misión recoge este pasaje.

Jesús mismo ha ofrecido a Pedro las «llaves del Reino», para que lo siga abriendo a los pobres y expulsados de Israel y de un modo especial a los gentiles. Estas palabras han sido esenciales para que una determinada iglesia, que ha tendido a cerrarse en el nacionalismo de sus orígenes judíos, pueda abrirse a los gentiles, vinculando los caminos de Santiago y de Pablo. Este será un texto clave para el papado posterior:

1. Esas palabras de Jesús ratifican lo que Pedro ha realizado ya, una vez y para siempre.

Hubo un momento en que las diversas comunidades corrieron el riesgo de escindirse, por su forma de entender la ley judía. Fue necesaria la aportación de mediadores y, sobre todo, la de Pedro a quien hallamos diciendo su palabra en los momentos fundantes de la iglesia (cf. Hech 15)..

Había sido discípulo de Jesús y formó parte del grupo de los Doce, iniciando la misión intrajudía en Jerusalén y quizá en Galilea, pero no se cerró en un judaísmo sacral, como Santiago, sino que asumió la apertura de los helenistas, impulsando (desde su propia perspectiva) la misión universal del evangelio. Así pudo aparecer como garante de la nueva identidad supra-judía de la iglesia.

Eso significa que Mt 16, 16-19 debe entenderse desde su contexto histórico: los autores y lectores de Mateo provienen de una iglesia judeo-cristiana cercana a la de Santiago a quien tomaron en un tiempo como intérprete del mensaje y de la obra de Jesús; pues bien, en un momento dado, sin negar el valor de lo anterior, ellos asumieron la perspectiva de Pedro y vieron que la iglesia no se puede fundar sólo en una ley nacional judía (Santiago), ni en una experiencia pascual como la que algunos atribuyen a Pablo (que no conoció al Jesús de la historia y que parece negar toda la ley judía), sino en un hombre como Pedro, que había conocido a Jesús y que supo vincular las diversas tendencias eclesiales.

Según eso, esas palabras forman parte de una «decisión histórica» de la iglesia de Mateo que, sin rechazar a Santiago y a Pablo, toma a Pedro como el intérprete autorizado de Jesús.

2. Sobre esta piedra fundaré mi iglesia.

Pedro está en la base de un edificio que sustituye al Templo de Jerusalén, el edificio de aquellos que creen en Jesús y que forman el «cuerpo mesiánico de Dios». En contra de Marcos, Mateo supone que Pedro ha cumplido ya su tarea en la iglesia y así le presenta como intérprete cristiano de la Ley judía y como primera piedra de la iglesia.

Por eso, Jesús acepta su confesión (¡Tú eres el Cristo!: Mt 16, 17), añadiendo, en contra del Jesús de Mc 8, 33 (que le llamaba “Satanás”), que ha sido Dios quien le ha revelado su carácter mesiánico y filial.

El mismo Jesús resucitado proclama, de un modo solemne, pasados tres o cuatro decenios de historia cristiana, desde el interior del evangelio, estas palabras esenciales: «Y yo te digo: ¡Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella!».

La comunidad mesiánica se funda sobre el testimonio de la fe de Pedro y de aquellos que asumen su camino, afirmando que Jesús no es sólo el Cristo de Israel, sino el Hijo de Dios para todas las naciones. El texto supone que Pedro ha cumplido ya esta función (de una vez y para siempre), de manera que ella puede y debe mantenerse, pero no necesita repetirse (pues ya está cumplida).

3. Las llaves del Reino de los cielos.

La función de Pedro como roca o base resulta inseparable de su tarea de «escriba experto en el Reino de los cielos» (cf. Mt 13, 51), capaz de vincular las palabras de la antigua ley israelita y la experiencia nueva de Jesús, que le ha ofrecido las llaves del Reino de los cielos que, como saben todos los lectores de la Biblia, significan las llaves de Dios .

Pedro ha sabido emplearlas, ratificando la interpretación verdadera del evangelio, que vincula la fidelidad a la ley (propia de Santiago; cf. Mt 5, 17-20) y la misión universal (destacada por Pablo; cf. Mt 28, 16-20). Así lo ha hecho de una vez y para todas: «Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (16, 19).

Tampoco aquí se dice lo que Pedro ha de hacer, sino lo que ha hecho, abriendo para siempre las puertas de Israel y de Jesús (las de Israel por medio de Jesús) a todos los pueblos de la tierra. Una tradición posterior de Roma ha referido estas palabras a cada uno de los papas, como si ellos siguieran teniendo la misma autoridad fundadora (¡piedra!) y doctrinal (¡atar y desatar!) que tuvo Pedro, cuando interpretó el judaísmo (línea de Santiago) de una forma universal (línea de Pablo).

Ciertamente, esa aplicación es posible, pero no se deduce del texto de Mateo, que por otra parte parece más dirigido hacia oriente que hacia Roma (cf. Mt 2).
Lógicamente, el texto final de la misión, abierta a todos los pueblos, no ha concedido un lugar especial (romano o no romano) a Pedro (cf. Mt 28, 16-20), pues la apertura universal de la iglesia se encuentra ya asegurada.

Otras líneas cristianas (la de Marcos o Pablo, la de Santiago o el Apocalipsis, la de Juan y la de las cartas pastorales) no han sentido la necesidad de apelar a un pasaje como este. De todas formas, una vez que ha sido recibido por el Nuevo Testamento, puede recibir un valor y suscitar una dinámica (una historia de la recepción) muy especial, como todo este libro irá mostrando. En esa línea, debemos recordar que este pasaje (Mt 16, 16-20) ha de entenderse en el conjunto del evangelio de Mt, donde hay otros tres pasajes que matizan e interpretan la función de Pedro.
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