Fin de año con Pedro Zabala: 81 años
Pedro es en este blog una "leyenda", es decir, un hombre al que se debe leer para entender el ritmo de los años, el paso y permanencia de las cosas, de la grandes verdades, la esperanza cristiana, el diálogo democrático, el respeto creador. Con él os dejo en este fin de año.
Veréis en la historia de su vida gran parte de nuestra propia. Felicidades, Pedro, por tus 81 años; gracias por el testimonio de tu vida, que nos hace a todos más ricos en historia y humanidad, con esperanza de futuro.
Cf. http://www.errioxa.com/3_personajes/4_1_varios/zabala_sevilla.htm
https://www.facebook.com/pedro.zabalasevilla
PEDRO ZABALA, A MIS 81 TACOS
Al cumplir un año más -o menos si contamos bien-, me felicita una amiga muy querida e inteligente que me lanza, dentro de su peculiar estilo, una sugerente pregunta que es casi un reto: ¿No nos escribirás algo?.
Y aquí estoy dándole a las teclas del ordenador y desde la altura alcanzada echo la vista atrás y trato de enhebrar un relato coherente de cómo he llegado hasta aquí. He de empezar afirmando que siento haber vivido no una, sino varias vidas. ¿Extraño, si resulta que es una sola?. Pero en ella han habido varios hechos imprevistos, que he de calificar de acontecimientos que marcaron, a partir de ellos, un antes y un después. Y tras cada uno de ellos, mi relato cambió, o brotaron nuevos relatos. Algo voy a contar de estos años pasados, lo que el pudoroso celo de mi intimidad me permita.
Nací en el otoño del lejano 1934. Los aficionados al horóscopo me calificarán de sagitario. Lo que sí puedo afirmar es que es la estación del año que más me encanta. Soporto mal los calores del estío. Y esta época, la de los vivos colores campestres en La Rioja, con las viñas en el valle y el estallido de las gamas diversas en los bosques de la sierra, me apasiona. La temperatura suele ser suave o solía serlo antes de este cambio climático.
Me nacieron en la casa familiar de la calle Portales de Logroño. Por lo que me contaron fué un parto laborioso, de muchísimas horas, no debía tener ninguna prisa por abandonar el cálido útero materno. Fuí el mayor de cinco hermanos, cuatro chicos y una chica. Una familia tradicional de la época, con padre autoritario y madre sacrificada. Pronto vendría a vivir con nosotros una hermana de mi madre, regañona y cariñosa que, con sus habilidades de repostera, nos volvió golosos desde temprana edad. Evoco los fríos invernales, en torno a la mesa camilla con el brasero en medio, con el rezo diario del rosario.
El recuerdo global de mi infancia es que fué una época feliz. Y la sensación de felicidad se nutre principalmente de mis evocaciones de Munilla, ese pueblo serrano, de donde proceden mis raíces maternas, la plaza de San Miguel que entonces era frontón adosado a la iglesia al lado de la ermita de la Patrona, la Virgen de la Soledad, el río, más bien torrente de montaña aunque lleve nombre de Manzanares como el madrileño, los montes próximos.
Tan es es así que digo que me siento orgulloso mis dos pueblos: Logroño y Munilla. Éste último, hoy casi despoblado al haberse deslocalizado sus industrias de paños y zapatillas; mientras que la capital de La Rioja, entonces un poblachón de treinta, y poco más, mil habitantes concentra hoy unos 160.000, fruto de una política nefasta de autoridades locales y regionales.
Mis estudios en el Colegio de San José de los hermanos maristas, desde los cinco años hasta acabar el bachillerato. Educado en el nacionalcatolicismo, con la chasca del fraile de turno amenazando a quien se desmandara. Fuí un alumno dócil y regular en mis calificaciones: sobresalía en latín e historia, mientras flaqueaba en matemáticas y ciencias, no sé si por manía a las materias o alergia a los profesores. Lo mejor que saqué de aquellos años fueron los lazos con mis compañeros, de cuyo mantenimiento en cita anual sigo siendo responsable.
Cursé la carrera de derecho, examinándome en la Universidad de Zaragoza. Las asignaturas de Filosofía e Historia del Derecho y de Derecho Político fueron las que concitaron -y siguen haciéndolo- mi mayor interés.
Ya en Logroño y luego en Zaragoza empecé a militar en un partido político. Mis actividades fueron principalmente, además del reparto de octavillas y participación en manifestaciones, de escribidor de textos clandestinos, en folletos o en periódicos diversos, sobre todo en el Pensamiento Navarro, en la época que lo dirigió un gran amigo, ya fallecido. Acabé organizando con un miembro del PC la Junta Democrática de Aragón.
Llegada la democracia que tenemos, me retiré del activismo político, aunque sigo comulgando en los ideales del federalismo autogestionario como en mi lejana juventud. Por eso rechazo radicalmente tanto el neoliberalismo como todos los nacionalismos, centrípetos y centrífugos y cualquier frontera, pongo en solfa la cacareada soberanía nacional. Y defiendo una cascada de patrias ascendentes, desde lo más local y próximo hasta la gran Matria que es toda la familia humana. Y es que lo universal es simplemente lo local sin fronteras.
Saqué las oposiciones en un Cuerpo de la Administración Civil del Estado y fui destinado a Zaragoza, donde trabajé en varios organismos del Ministerio de Obras Públicas. En aquellos años nacieron mis hijos, acontecimiento familiar que marcó para siempre mi vida. Ellos son mi fuente mayor de alegrías y naturalmente de preocupaciones. Los amé desde que nacieron y pensando en su felicidad tomé muchas decisiones importantes. ¿Supe darles todo lo que necesitaban? Temo que no...
La semilla de fe que había heredado familiarmente sufrió varias transformaciones. La lectura temprana de las Florecillas de Francisco de Asís, un mes de ejercicios ignacianos a mis 16 años en el santuario de Loyola, el impacto del Concilio Vaticano II, la lectura reflexiva de Rahner, Guardini, von Balthasar, Rovirosa, Ellacuría, Sobrino, Casaldáliga, González Faus, mi enganche con una comunidad cristiana de base de Logroño en la que participo...Ahí estoy, intentando seguir a Jesús de Nazaret, a pesar de mis incoherencias y cobardías.
En mis años universitarios el descubrimiento de Buber, Berdiaeff, Marcel, me alejaron de la tentación marxista y me llevaron al campo del personalismo comunitario. Luego incrementado por el estudio de Mounier, Levinas, Ricoeur, Carlos Díaz...
Una parte importante de mi vida fue, la creación de la asociación AMIGOS DE LA RIOJA, dedicada a defender la identidad riojana, la denuncia y apoyo de las necesidades de nuestros paisanos y el servir de puente con nuestros Pueblos vecinos -Castilla, Vasconia y Aragón-. Fueron años de actividad frenética en la que participé como Secretario General. Defendimos el cambio de nombre de nuestra provincia, nuestra común identidad cultural con la Rioja alavesa, la Riojilla burgalesa y la Rioja soriana. Y cuando los partidos políticos disputaban sobre a qué autonomía próxima incorporarnos, alzamos la bandera de nuestra Autonomía uniprovincial. También luchamos por tener una Universidad.
La docencia ha sido siempre mi gran vocación. En la Escuela de Mandos Intermedios de Zaragoza y ya en Logroño en el centro asociado de la UNED, donde ejercí como profesor-tutor, desde su creación, durante más de 30 años. Mi proximidad a los alumnos y convertir mis clases en debates sobre temas actuales, a partir de las enseñanzas teóricas, eran mi peculiar estilo. Esta tendencia la he mantenido en tertulias radiofónicas y en charlas en distintos pueblos a los que voy cuando me convocan.
A mis 50 años cursé la carrera de Psicología a través de la UNED, en su especialidad clínica. La escuela del conductismo cognitivo era la impronta que nos daban. Como me parecía insuficiente, la completé con el estudio de otras. Y con ese bagaje empecé a trabajar como voluntario en un centro dependiente de Cáritas, para atender a personas sin recursos que padecían trastornos emocionales y de conducta. Coincidí con esa labor con otras personas, también psicólogas, y una trabajadora social. Algo aprendí y desde luego recibí mucho más de lo que daba.
Un accidente importante y la enfermedad surgieron en mi vida. Primero, hará unos cinco años, un resbalón al salir de la ducha, en el monasterio riojano de la Estrella, donde había acudido a un cursillo sobre Evangelización. Me rompí la taba de mi pié derecho, tuvieron que operarme, y me quedé inmóvil durante unos meses. Desde entonces cojeo y ando apoyado en un bastón. Luego y eso fué más grave, mi válvula aórtica hizo aguas. Me operaron en Madrid, abriéndome en canal el pecho, para sustituir la mía ya caducada por otra de pericardio de ternera. Así que cuando me preguntan cómo voy, respondo despacico y con pastillas..
No puedo omitir lo que representa en mi vida mi participación en esa Asociación, nacida de comunidades cristianas, que es Ágora, Debates desde la Fe. 20 años organizando Foros en Noviembre, de temas político-sociales, y unas Charlas de Primavera más centradas en lo religioso.
Las muertes también me han dejado huellas importantes. Primero, cuando tendría unos 14 años, la de mi abuelo paterno, cuyo nombre llevo, que era mi padrino. Era la figura masculina con la que me identificaba. Vendrían luego las de mi padre y la de mi madre a cuya agonía asistí, las repentinas de dos hermanos y de mi cuñado, la de un primo muy querido en accidente de tráfico. Y tantas otras que ha ído jalonando mi existencia...
Ese es el recorrido de mi vida. Fracasos y dolor, cuyas cicatrices marcan mi corazón. También alegrías. Ahora vivo en paz. Resulta que soy rico en una cosa: en cariño, de mi núcleo familiar íntimo -hijos, nietos, los dos hermanos pequeños-, en amistades, sobre todo femeninas, aunque también tenga alguna masculina, próxima. Alguna fue mi paño de lágrimas en horas amargas. Puedo decir soy amado y amo: he vivido, estoy vivo. Y espero encontrarme con el Abbá de Jesús y reposar en su seno. ¿Cuándo?...