R. Girard, Profeta del Chivo (los chivos)
Ayer presenté su figura y pensamiento, según mi Diccionario de Pensadores Cristianos; hoy evoco su imagen básica, con los chivos bíblicos del libro del Levítico 16, que son dos y que es uno (tomando el texto de mi Gran Diccionario de la Biblia). Lo hago con un inmenso respeto por su figura, con la sensación de un gran vacío, una gran inquietud.
Nuestra forma de pensar es hoy más honda, nuestra vida más gozosa, inquieta y exigente por aquello que Girard nos ha enseñado sobre el chivo/chivos de la Biblia, que son en el fondo nuestra misma vida humana. Él nos ha capacitado para entender mejor nuestra violencia, y la manera que tenemos de superarla, descubriendo la importancia radical de las víctimas , a las que primero sacrificamos y después "utilizamos" a nuestro servicio
Girard nos ha explicado algo que ya sabíamos por Lev 16, pero que tendemos a ocultar: Todos nosotros actuamos (nos movemos, respondemos) conforme al principio del Chivo, que consiste en echar la culpa a otros y así matarles (chivo expiatorio) y/o expulsales (emisario), para así justificarnos, decir que somos buenos y los otros malos.
Él nos ha enseñado a penetrar en nuestros "chivos expiatorios", , tal como aparecen representados en el libro del Levítico cap. 16, quizá el texto más impresionante y actual de la historia de occidente. Por "gracia" (desgracia) del chivo vivimos; baste simplemente abrir cada mañana los periódicos y leer lo que allí viene, no sólo sobre el Isis de Oriente o la Gran China, sino de nuestros pueblos, llenos de grandísimos hacedores de chivos políticos, sociales,religiosos
Girard añade, desde una perspectiva radicalmente antropológica, que Jesús ha venido a explicar y superar con su mensaje y su vida la "fiesta del chivo", aunque la mayor parte de nosotros no hemos comprendido todavía las implicaciones de su gesto. Jesús ha venido a decir que ha terminado el tiempo de los chivos, que en principio no hacen falta más más víctimas expiatorias o emisarias, no hay que echar la culpa a nadie, ni matarle, ni mandarle al desierto, sino aceptar nuestras culpabilidades y reconciliarnos. Pero la mayor parte de los suyos no escucharon a Jesús (Jn 1, 11-12); la mayor parte de nosotros no hemos querido aceptar la historia de los chivos, tal como la cuenta de nuevo Girard. Así andamos.
Nuestra vida actual sigue siendo (a pesar de Lev 16 y de Jesús) una "fiesta" impresionante y mortal de chivos, y si no cambiamos pronto moriremos todos pronto, nos mataremos sobre el gran Altar del Chivo, que en otro tiempo estaba en Jerusalén y que ahora se extiende por la tierra entera.
Seguimos echando la culpa a los otros, matando, expulsado (echando la culpa) para así jusfificarnos, en un proceso de violencia que puede terminar en la hecatombe (matamos cien chivos grandes, cien toros..., nos matamos al fin todos). No es un juego de niños esta fiesta de chivos, que los judíos celebran del todo con gran seriedad el día del Yom Kippur, Fiesta del Chivo. Ellos siguen sabiendo algo, nos siguen avisando con su día de Kippur (como supo y dijo Jesús).
A R. Girard, el profeta del chivo, quiero volver a recordarle en esta postal de chivos, con mi narración e interpretación del chivo expiatorio (al que culpamos y matamos) y del emisario (al que culpamos y expulsamos).
Como dije ayer llevo muchos años interpretando la Biblia y la historia (la misma iglesia) desde la fiesta del chivo. Éstas son las reflexiones que puso en mi Gran Diccionario de la Biblia (con las referencia internas del mismo diccionario.
Chivo. 1 Expiatorio (→ expiación, sacrificio).
Uno de los símbolos más poderosos de la antropología bíblica es el que ofrecen los chivos de Lev 16, que tienen una función expiatoria (simbolizan la purificación de los buenos israelitas) y emisaria (expresan la expulsión de los impuros, arrojados al desierto de Azazel).
(1) Los dos chivos. En sí mismo, el chivo (o la → cabra) no es un animal maldito ni negativo, de tal forma que según Ex 12, 5 puede emplearse para el ritual de la pascual, lo mismo que el cordero («será macho de un año, cordero o cabrito»: Ex 12, 5). Pero después, quizá por su color negro o por su vinculación con ciertos espíritus del desierto, del tipo de los sátiros, puede convertirse no sólo en signo de Dios, sino también de Azazel.
El mecanismo del chivo emisario/expiatorio, que está al fondo de ese texto, se ha convertido en uno de los referentes básicos de la cultura de occidente El conjunto de la Biblia y de un modo especial el Nuevo Testamento ha superado el riesgo de → dualismo y → violencia de esos chivos, abriendo un camino de reconciliación no victimista (sin sacrificio ni expulsión) de todos los hombres, de tal forma que podemos decir que Jesús asume e invierte (supera) la figura del chivo expiatorio-emisario. Pero el tema y riesgo que expresan esos chivos sigue marcando nuestro mundo. Por eso es necesario evocarlos. Los dos chivos de la → expiación empiezan siendo ambivalentes: pueden significar el bien (sangre de Dios), pero también el mal (son portadores de pecado).
Están en el límite entre Dios y Azazel, en la frontera donde bien y mal se tocan. Son, sin duda, una expresión del pueblo: las dos caras de una misma humanidad violenta que puede ser perdonada sobre el templo (sangre purificadora) o destruida en el desierto. Son ambivalentes y por eso se deben sortear (Lev 16, 7-10), en gesto que recuerda viejos ritos sagrados, vinculados en Israel a los Urim y Tummim (cf. Ex 28, 30; Lev 8, 8; Num 27, 21; Dt 28, 8.10). Es como si, llegando al límite, no se distinguieran bien y mal, Dios y Azazel, violencia buena y mala.
(2) Chivo de Dios. El texto lo presenta así:
«Aarón, degollará el chivo de la expiación por el pueblo e introducirá su sangre detrás de la cortina y hará con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: la salpicará sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Y hará la propiciación por el santuario, por las impurezas de los hijos de Israel, por sus delitos, por todos sus pecados. Lo mismo hará en la tienda del encuentro que está con ellos, en medio de sus impurezas... Después irá altar que está delante de Yahvé y hará la propiciación por él: tomará sangre del novillo y del chivo y la pondrá alrededor, sobre los cuernos del altar. Salpicará sobre el altar siete veces con la sangre de su dedo. Así lo purifica y santifica de los delitos de los israelitas»(Lev 16, 15-19).
Con el chivo de Dios y un novillo se realiza el rito de propiciación, esparciendo la sangre de los animales sacrificados sobre el Altar, el Santo y el Santísimo. La → sangre significa la violencia al servicio de la vida, de manera que ella sirve para expiar (cf. Lev 17, 11), es decir, para reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos mismos. Esa sangre ritual limpia los lugares centrales del santuario:
(a) El propiciatorio del Santísimo, más allá del velo, donde parecían pegarse simbólicamente los pecados, que la sangre limpia, de manera que los hombres vuelven a ser transparentes ante Dios.
(b) La tienda del encuentro o Santo donde los sacerdotes presentan sus ofrendas y oraciones, de manera que el templo vuelve a ser espacio de comunicación con lo sagrado.
(c) El Altar del gran patio, a cielo abierto, donde se quema la carne de los sacrificios y donde había quedado pegada la impureza de los muchos pecados de los hombres, que deben limpiarse con sangre.
(3) Tiempo de víctimas.
El texto supone que los hombres necesitan víctimas para reconciliarse entre sí, declarándose así justos y echando la culpa a los otros. Ellos se enfrentan y matan entre sí, en proceso de oscurecimiento creciente: olvidan la santidad del Señor y llenan todo de impureza. Pero Dios les ofrece un medio de purificación: la sangre del chivo sacrificado y del toro con la que el Sumo Sacerdote asperge y limpia el Santísimo, el Santo y el Altar. T
odos los israelitas se han unido sobre la explanada santa, poniendo sus manchas en manos del Gran Sacerdote que lleva la sangre más allá de la cortina, limpiando con ella (en ella) el espacio de Dios (templo y altar). Esta es la fiesta del perdón, el sacramento de la sangre, el gran signo de la violencia ritual que permite que los hombres superen la violencia social y se reconcilien, purificados ante Dios. La sangre del toro y del macho cabrío funciona así en la línea del talión: es sangre sagrada que sirve para superar el riesgo de la sangre asesina, es violencia ritualizada, que se expresa por el sacrificio de unos animales sagrados, que nos permiten superar el riesgo de violencia social que nos amenaza. Chivo de Azazel, víctima emisaria (Lev 16, 20-22). Pero hay algo que los hombres no pueden limpiar o purificar, ni siquiera a través de la sangre de los sacrificios.
(cf. G. DEIANA, Il giorno dell’ Espiazione. Il kippur nella tradizione biblica, ABI 30, EDB, Bologna 1995; B. JANOWSKI, Sühne als Heilsgeschehen: Studien zur Sühnetheologie der Priesterschrift und zur Wurzel KPR in Alten Orient und in ALten Testament, WMANT 55, Neukirchen 1982; H. M. KÜMMEL, «Ersatzkönig und Sündenbock»: ZAW 80 (1968) 289-318; X. PIKAZA, Violencia y religión en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005; Antropología Bíblica, Sígueme, Salamana 2005; R. SCHWAGER, Brauchen wir einen Sündenbock?, Kösel, München 1978).
Chivo. 2 Emisario (→ Azazel, dualismo, templo).
El ritual del → chivo expiatorio, con su sangre purificadora (Lev 16, 11-19) ha servido para expiar por los pecados del pueblo. Pero no hay sangre que pueda limpiar toda mancha, no hay sacrificio que aplaque hasta el final toda violencia. Por eso, fuera del espacio al que se aplica el poder de los sacrificios purificatorios (con la sangre que limpia el Santísimo, el Santo y el Altar), queda el ancho desierto que no puede ser purificado ni reestablecido, el lugar de → Azazel y de aquellos que le pertenecen. De esa forma se establecen los dos polos simbólicos de esta densa geografía sacral, abierta al mundo entero y no sólo a Israel y a sus creyentes.
(1) Hay un centro sagrado, un lugar de pureza donde Dios habita, un santuario donde los hombres pueden expiar sus pecados, de manera que expulsan lo malo y quedan limpios, para comenzar de nuevo su vida como purificados, reconciliados por la sangre, es decir, por la violencia del chivo expiatorio de Dios, más poderoso que la violencia de los hombres. Ese centro se identifica con el espacio del templo y su entorno, que se expresa, sobre todo, en la tierra y el pueblo de Israel
(2) Hay una periferia impura, un desierto donde ni la sangre puede ya purificar los pecados de los hombres. Este es el campo de Azazel, donde se expulsa el segundo chivo, el chivo emisario, que lleva los pecados que no pueden perdonarse:
«Acababa la propiciación del santuario, de la tienda del encuentro y del altar, Aarón hará aproximar el chivo vivo. Y pondrá sus dos manos sobre la cabeza del chivo vivo y confesará todos los delitos sobre la cabeza del chivo y lo enviaré al desierto, por medio de un hombre destinado para esto. El chivo llevará sobre él todos los delitos a una tierra solitaria; y el encargado de ello soltará el chivo en el desierto» (Lev 16, 20-22).
Hay que expulsar a los "culpables" a los que no matamos, echarlos fuera... para que estén con el diablo de mil caras, para que que sufran lejos del "campamento" de los justos.
El texto no define con más precisión las funciones de Azazel y de su chivo, de manera que ellas se han interpretado de diversas formas. Pero sabemos que los dos chivos son complementarios: aquello que Dios ha limpiado al limpiarnos (al purificar el lugar de su presencia, con el chivo expiatorio) nos permite descubrir, como por contraste un nuevo tipo de suciedad, que ya no se puede expiar y purificar desde dentro, de manera que hay que enviarla fuera, con el mal chivo emisario, al desierto externo.
(3) Los dos chivos. Así se ven mejor las diferencias.
(a) El sacerdote mata al primer chivo, de manera que su sangre se vuelve expiatoria y se emplea, con la sangre del toro, como fuente de purificación para los buenos miembros del pueblo israelita.
(b) Por el contrario, el sacerdote expulsa al chivo de Azazel, mandándolo vivo al desierto, sin limpiar sus pecados, sin superar sus violencias, sin matarlo. Ese chivo representa, por tanto, la exterioridad impura, aquello que no puede redimirse y que queda, de esa forma, para el diablo; éste un chivo emisario, pero no para Dios, sino para Azazel. En esta línea se enmarcan los dos signos religiosos principales y complementarios.
La sangre expiatoria, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares simbólicos centrales del pueblo de Israel, permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro. Por el contrario, el chivo que se manda al desierto, sin matarlo, es un emisario para Azazel. Los impuros no pueden purificarse con su sangre, pues su sangre no es sagrada para Dios; por eso se le manda como chivo emisario, descargando sobre é los pecados y violencias que no pueden purificarse.
(c) Eso significa que los celebrantes del rito de la → expiación se vinculan de dos formas: de manera positiva, recibiendo unidos, hacia dentro, la sangre del perdón de Dios (por la sangre del chivo de Yahvé); de manera negativa, descargando la violencia interior sobre un «tercero», un chivo emisario al que se manda al desierto.
(4) No se puede matar al chivo de Azazel, porque Azazel no quiere víctimas puras (¡la sangre ritual es de Dios!). Por eso, el sacerdote carga sobre el chivo las culpas de todo el pueblo y así, lleno de impureza, lo envía al desierto. De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo de Dios y de su toro), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo. La buena sociedad necesita chivos emisarios, para expulsarse y pensar así que queda limpia.
(cf. G. DEIANA, Il giorno dell’ Espiazione. Il kippur nella tradizione biblica, ABI 30, EDB, Bologna 1995; R. GIRARD, El misterio de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982; El Chivo Emisario, Anagrama, Barcelona 1992; H. TAWIL, «Azazel the Prince of the Steppe: A comparative Study»: ZAW 92 (1980) 43-59; D. P. WRIGHT, «Azazel»: ABD I, 536-537.