Gonzalo Haya: "Los derechos humanos, Palabra de Dios"

Quedan pendientes algunos temas sobre la guerra de Israel-Líbano y sobre la quema de los árboles gallegos, en relación con el Árbol de la Diosa. Quiero hablar aún de la Ashera y lo haré dentro de un par de días. Mientras tanto, he pedido a Gonzalo Haya Prats, buen teólogo y amigo, que me "preste" una de las reflexiones que suele escribir en Eclesialia y en otros lugares. Lo ha hecho generosamente, mandándome un análisis de los derechos humanos como Palabra de Dios. La guerra es ya violación de los derechos humanos, como se dice hoy mismo (20, VIII, 1006) en la prensa. Quiero recordar que Gonzalo Haya es autor de un libro titulado
L'Esprit, force de l'Église. Sa nature et son activité d'après les Actes des Apôtres (Cerf, Paris 1975), una investigación ya clásica sobre el Espírit Santo en la Iglesia. Todo lo que sigue es ya de G. Haya. Gracias, Gonzalo


Me gustaría que un día, durante la celebración de la eucaristía, se leyera la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, al terminar, se proclamara como “Palabra de Dios”. Los asistentes responderíamos “Amén” en señal de aceptación.

Los derechos humanos ¿son palabra de Dios? ¿o se trata de una moda para estar en la onda?

¿Qué quiere decir “Palabra de Dios”?
Dios no tiene palabras, ni conceptos. Moisés, Isaías o Pablo escucharon en su conciencia palabras, conceptos, normas... que de algún modo ya conocían por su propia cultura, aunque se practicaran de manera diferente o incluso contraria. Solamente subrayaron, dieron más importancia a algo perdido en el ambiente.

Dios no podía comunicarles a ellos –ni a nosotros- ideas para las que no estuvieran preparados. Santo Tomás observaba muy acertadamente que “Lo que se recibe toma la forma de quien lo recibe”.

Lo que Dios trata de comunicarnos, nosotros lo expresamos con los elementos que nos proporciona nuestra cultura y nuestra experiencia. No podemos hacer más. No pudieron hacer más los autores de los libros sagrados, fueran judíos, cristianos, musulmanes o budistas. “La madre del libro está en Ala” (Corán 13,39); el Corán es su versión árabe confiada a Mahoma.

Los místicos experimentan algo nuevo y distinto, pero no pueden explicarlo; recurren a explicaciones contradictorias, a la poesía o al silencio.

Los derechos humanos son el mensaje que la mayoría de los hombres actualmente escuchamos en nuestra conciencia, a pesar de que nuestro egoísmo rehúse practicarlos.

¿Quién nos interpreta mejor el mensaje de Dios a los hombres del siglo XXI? ¿Un legislador de hace más de 30 siglos, con sus conceptos sobre la propiedad, la esclavitud, la familia, la guerra... o un acuerdo –aunque sea de mínimos- de la mayoría de los hombres actuales de tan diversas culturas?

No es que todo lo antiguo haya caducado. Algunos profetas interpretan nuestra conciencia con tanto acierto ahora como antes. Es que el mensaje de Dios toma la forma del recipiente, que son los conceptos, las palabras y los usos humanos. Y estos conceptos cambian y se hacen incomprensibles o inadecuados para otras generaciones.

Quizás al leer la Declaración Universal de Derechos Humanos no habría que decir “Palabra de Dios” sino “Mensaje de Dios”, porque las palabras vuelven a ser humanas e inadecuadas.

El mensaje de Dios no está en las palabras que se leen sino en la voz inarticulada que resuena en la conciencia cuando se leen aquellas palabras. “Los paganos... muestran que llevan escrito dentro el contenido de la Ley cuando la conciencia aporta su testimonio y dialogan sus pensamientos condenando o aprobando” (Rom 2,14-15).
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