Dos mujeres, los ministerios de la Iglesia 8 M. Marta y María: Mujer trabajadora y mujer pensadora en la Iglesia

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Se discute estos días sobre la mujer y su identidad personal, ministerial y doctrinal en la Iglesia, y en ese contexto se plantean preguntas como éstas:

¿Se necesita un feminismo cristiano, o no se necesita pues hombres  y mujeres son iguales en la Iglesia?

¿Se resuelve algo ordenando mujeres como diaconisas, presbíteras y obispas... o hay un problema más hondo en la Iglesia?

 ¿Qué lugar tiene la mujer en la dirección y pensamiento de la Iglesia? D 

Hago esas preguntas desde el 8 M y con ese motivo quiero presentar una lectura de Lc 10, 38‒42,  Marta y María, uno de los textos más queridos y manipulados en la Iglesia.

Mientras iban ellos de camino, Jesús entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose [a El, le] dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; una [sola] cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)

Cristo en casa de Marta y María-Velázquez

Estas dos hermanas de Iglesia  (más que hermanas físicas) representan en este pasaje toda la iglesia como “casa” donde habitan (son acogidos) Jesús y sus discípulos. La iglesia entera son por tanto dos mujeres, que representan a la humanidad, una en su faceta más externamente activa ( labores de la casa, dirección de la Iglesia, episcopado, en el sentido original de la palabra) y la otra más en  las labores del pensamiento (que es la escucha, meditación y gestión profunda de la Palabra...).

  Las hermanas representan los dos momentos esenciales de la vida y del servicio de la iglesia, en clave de servicio activo/laboral (trabajo de Marta) y la otra de pensamiento (de vida interior y contemplación, pero también de organización y planificación, de alta gestión). Desde aquí han de entenderse los elementos básicos del pasaje

  1. Servicio de Marta. De un modo normal solemos pensar en los trabajos de tipo doméstico: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa. Así la tomamoscomo una simple criada. Pero el sentido principal de servir (diakonein) en el Nuevo Testamento y sobre todo en el evangelio de Lucas es realizar una tarea ministerial en nombre de y por encargo de la comunidad. Marta es por tanto diácono, presbítero y obispo (papa) de la iglesia en la que habita Jesús, con sus discípulos (varones y mujeres).
  2. Servicio de María... Es la palabra, el pensamiento, la gestión profunda, una labor que en el judaísmo la realizaban las mujeres. Ciertamente, la función laboral es muy valiosa, pera es aún más alta la gestión de la escucha, del amor, del pensamiento... En ese sentido, María es la teólogo-rabina, la pensadora y "obispo" en el sentido fuerte del término: La que organiza y dirige la vida de la Iglesia.

 Estas dos mujeres que son toda la iglesia. La visión tradicional, patriarcalista, ha presentado a Marta como servidora-criada (tareas materiales) y a María como contemplativa-pasiva (escucha y ora en silencio). Sobre ambas mujeres (una es la monja‒criada y la otra la monja‒contemplativa), ambas obedientes, se elevaría (se ha elevado) la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan la tarea oficial de la iglesia. Pues bien, esta visión destruye el mensaje radical del texto, que ha querido simbolizar en estas dos mujeres al conjunto de la iglesia.

Marta y María son hermanas, pero más en línea eclesial que carnal (cf. Lc 8, 19-21; cf. Hech 1, 15; 11, 29; 15, 3…); son servidoras o ministros de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados). Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar su servicio, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarle de la atención a la palabra en la que todas esas tareas encuentran su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Por su parte, María escucha la palabra, pero no con el fin de quedar callada, sino para cumplir lo que ha escuchado (cf. 8, 21). 4. Conflicto y complementariedad. No hay oposición entre servicio externo (acción) y escucha interna (contemplación).

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 Marta representa el servicio social y María el servicio del pensamiento. la oración, la mística.... Los dos ministerios (las dos autoridades femeninas) de la Iglesia: 

1. El servicio (especialmente a los pobres) no es en Lucas una tarea secundaria, subordinada a la contemplación, sino verdad y centro de todo el evangelio. En ese fondo se sitúa la tensión del texto, que relacionamos con otro pasaje de Lucas (Hech 6) donde se oponen y complementan los Doce (que ahora serian María) y los Siete (que ahora serían Marta).

  En un primer nivel, Hech 6  había ha destacado la importancia de los Doce (que no pueden abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha ratificado el servicio de los Siete que son ante todos diáconos (en un tipo de servicio más social), mostrando no sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que la Palabra sólo puede extenderse allí donde se mantiene el servicio a las viudas y a las mesas de los pobres. Esos dos aspectos aparecen también en nuestro texto. 

Pero los matices se complementan: Hech 6 destacaba la importancia de los servidores frente a los contemplativos (ministros de la Palabra). Por el contrario, Lc 10, 38-42 defiende a los contemplativos (María) frente a unos servidores que parecen centrarse sólo en la organización social de la iglesia. Desde ese fondo se entiende la respuesta de Jesús: «¡Sólo una cosa es necesaria, María ha escogido la mejor parte!» (10, 41-42).

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 Al decir eso (la mejor parte es la de María), Jesús no rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor. Este es el peligro de unas obras que al desligarse de la raíz del evangelio pueden convertirse en nuevo legalismo.

María, en cambio, sabe que lo más importante es escuchar y pensar, trazar el camino del reino (cf. Lc 12, 31 y 18, 22; Mt 6, 33). Pero esa única cosa necesaria no puede entenderse en un nivel de pura contemplación, sino de acogida total de Jesús (es decir, de la verdad), es contemplar-pensar en libertad creadora. E n ese sentido se añade que María ha escogido la mejor parte… (10, 42).

 María no está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, no es una esclava del sistema patriarcal o del lugar que ocupa en la casa. He hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, es decir, con la verdad, con el pensamiento, con la autonomía personal, a través de la palabra. Hay unos servicios que se pueden imponer. La palabra, en cambio, no se impone, sino que abre un espacio de libertad y de acción para María. Jesús respeta su elección y ratifica su gesto de escucha: de esa forma la valora. Frente a la mujer persona-esclava de unas obras de servicio, impuestas desde fuera, ha destacado Jesús a la mujer-persona que es capaz de dejarse transformar por la Palabra.

 Marta y María simbolizan y encarnan así todas las tareas de la iglesia como casa donde se acoge y escucha la palabra. En perspectiva patriarcalista (usual en otro tiempo) se podría suponer que María sólo puede escuchar, de un modo pasivo y silencioso, sin decir luego palabra (en la línea de 1 Cor 14, 34-35); por su parte, Marta sólo puede realizar servicios de criada, sometida a unos varones que son quienes realizan los grandes ministerios eclesiales. Pero esa visión de una escucha que no lleva a la autoridad de la palabra y de un servicio puramente servil (no ministerial), sin acceso a la Palabra, va en contra del evangelio. Unidas en la casa de la iglesia, Marta y María son signo de todos los ministerios cristianos, lo mismo que los Siete y los Doce de Hech 6. Una iglesia posterior que ha impedido que las mujeres sean ministros de la iglesia, haciéndolas solo criadas o contemplativas de clausura, ha ignorado (y sigue ignorando) este pasaje. 

AMPLIACIÓN

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 Suele presentarse a Jesús como líder mesiánico que llama a unos discípulos para ofrecerles su tarea de anunciar y realizar el reino. Desde ese fondo podríamos haber estudiado algunos textos centrales de vocación y envío, como Mt, 16, 13-20; Mc 1, 16-20; 3, 13-19; 6, 1-6 par, destacando la función Pedro y/o de los Doce. Pero, en perspectiva de mujer (cf. Mc 15, 40-41.47; 16, 1-8 y Hech 1, 13-14) para destacar el principio cristológico de los posibles conflictos ministeriales, queremos presentar el tema a partir de este relato de Marta y María.

Se trata de un paradigma cristológico-eclesial donde la memoria de Jesús ha sido recreada para ofrecer una enseñanza permanente a su discipulado. Es significativo el hecho de que los representantes y/o líderes de la iglesia sean dos mujeres que aparecen como hermanas y competidores, realizando una función que pertenece al conjunto de la comunidad. Precisamente por eso lo estudiamos: aquí avanza y en algún modo culmina el proceso de la vida de Jesús, de modo que su palabra de anuncio (bienaventuranzas) y su gesto de curación (exorcismos), abierto al perdón (adúltera), se expresa en forma de enseñanza y magisterio, en contexto de vida eclesial. 

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  1. Arquetipo general: el Señor presente en la comunidad

Conforme a una tendencia comprensible de la espiritualidad intimista y monacal, este pasaje se ha entendido por siglos como icono privilegiado del Jesús maestro que ofrece su palabra interior a los contemplativos, en proceso de crecimiento espiritual. Este es uno de los grandes arquetipos de la historia humana, representada por dos mujeres, Marta y María: ambas acogen al Señor, cada una a su manera; las dos le ofrecen lo que tienen: servicio exterior, escucha interna. 

Leamos el texto. Entra Jesús en la casa de Marta, que le recibe gustosa ofreciéndole su diaconía o servicio externo, centrado en casa y mesa; lógicamente, ella se afana en el servicio, de tal forma que acaba fatigada. María, en cambio, recibe a Jesús sentándose a sus pies, para escuchar su palabra. Lógicamente, Marta se siente cansada y relegada, pero no se se atreve a disputar de un modo directo con su hermana, centrada como está en la escucha de Jesús; por eso se dirige al mismo Jesús, pidiéndole que mande a su hermana que le ayude en el trabajo de la casa. De manera lógica para los que saben valorar la vida interior, entendida como escucha radical de la palabra, Jesús rechaza la petición de Marta y defiende a María, afirmando que ella ha escogido la mejor parte.

Decimos que esta es una interpretación arquetípica que, por su misma fuerza evocadora ha logrado imponerse desde antiguo: en ella se han visto reflejados y valorados los devotos espirituales de tipo helenista (que Filón judío había exaltado en su Vida contemplativa), lo mismo que los antiguos pensadores griegos o los nuevos virtuosos de la religión de oriente (hindúes, budistas, taoístas...). Todos ellos han sabido y saben que en el principio de la perfección se encuentra la necesidad de una vida interior, centrada en la escucha de la palabra del Señor. Desde este fondo se iluminan varios rasgos de la escena: 

Jesús Huésped, la Iglesia una casa de mujeres. La tradición evangélica (cf. Mc 6, 6-13 par), re-elaborada por Lc (9, 1-6; 10, 1-11) sabe que los misioneros de Jesús ofrecen su mensaje en las casas, siendo rechazados o recibidos en ellas. Jesús mismo aparece así veladamente (cf. Lc 7, 6) como alguien a quien se debe recibir en la casa, sea de un modo directo sea a través de sus delegados (o de los pobres, como indica Mt 25, 31-46).

Las hermanas enfrentadas representan dos formas de ministerio cristiano y de acogida buena, aunque una (la escucha para pensar, para organizar) es mejor (más honda, más personal) que la otra (el puro servicio externo, que en un momento dado podría ser realizado por robots o máquinas). En su mismo enfrentamiento y complementariedad, estados dos mujeres  expresan las dos tareas principales de la humanidad: vida activa y contemplativa, trabajo externa y pensamiento , amor externo e interno... Ciertamente, ellas evocan de pasada el paradigma bíblico de las mujeres divididas por cuestión de hijos o maridos (cf. Agar y Sara, Raquel y Lía, Ana y Penina...)[1], poniendo de relieve la división fontal de la humanidad, en clave de contemplación y acción.

Jesús Maestro interior. Siguiendo una visión mesiánica, Lc 10, 40-41 presenta a Jesús como Kyrios, Señor. Es sin duda Señor de vida interna y su autoridad se identifica con su magisterio, transformando por dentro a quien acoge su palabra. En esta línea se puede recordar la insistencia posterior del judaísmo en escuchar y cumplir la Ley por dentro, como tarea suprema del auténtico rabino. Pues bien, Jesús enseña y María acoge su palabra, viniendo a convertirse en auténtica discípula.

 Esta interpretación tiene, a mi juicio, aspectos positivos y en un plano debe mantenerse.[2] Lucas ha querido destacar el valor de la Palabra, presentando a Jesús como Señor y Maestro de vida interior, en línea de comunicación personal. Por eso, en el principio de su discipulado de varones y mujeres se encuentra la exigencia de escucharle: él es Mesías de la enseñanza interior, maestro de la contemplación auténtica.

Más allá del arquetipo. Dos mujeres, toda la Iglesia

Pero Lc 10, 38-42 ofrece algunos elementos que desbordan ese enfrentamiento de acción-contemplación, para situarnos ante un dato nuevo, específicamente cristiano, de presencia de Jesús y compromiso eclesial de sus discípulos. En esta línea debemos resaltar algunas singularidades del pasaje dentro de Lc, superando así la lectura arquetípica y normal del texto dentro de la tradición cristiana, especialmente católica.

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 – El servicio de Marta. El texto dice que ella recibió a Jesús en (su) casa, preocupándose de atenderle. De un modo normal interpretamos ese servicio en línea de asistencia doméstica: limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa... Eso significa que ella actúa a modo de criada doméstica. Pero el sentido principal de servir (diakonein, diakonía) en el NT y sobre todo en Lucas (Lc-Hech) no es atender a la mesa como criado/a sino realizar una tarea ministerial en nombre de y/o por encargo de otro. [3] El diáconos o servidor es ante todo un representante o mensajero, alguien que realiza la tarea que le encarga la comunidad o su Señor mesiánico. Así debe entenderse el texto clave de Lc 8, 1-3 donde se afirma que a Jesús le acompañaban los doce y algunas mujeres le servían (ha de leerse autô, ensingular) con todo lo suyo; no son criadas de los doce sino representantes de Jesús, personas que realizan su servicio de reino, ministros de su obra.

 – Dos mujeres, toda la iglesia. Lc 10, 38-42 ha condensado en dos mujeres al conjunto de la iglesia, como seguiremos indicando. En este contexto debemos recordar que una visión tradicional, de tipo patriarcalista, ha presentado a Marta como servidora-criada (que realiza tareas materiales), identificando a María con la contemplativa-pasiva, que se limita a escuchar en silencio, pues no tiene palabra que decir, ni acción que realizar; de esta manera, sobre el binomio femenino del servicio sin autoridad y de la escucha sin proclamación de la palabra (también aquí sin autoridad), se eleva la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan la tarea oficial de la iglesia: frente a las mujeres criadas y/o místicas se elevan los ministros de Jesús. Pues bien, esta manera de entender a las mujeres ignora y/o destruye el mensaje radical del texto, que ha querido simbolizar en ellas la vida de conjunto de la iglesia. Como veremos, Marta y María son representantes de toda la iglesia, de varones y mujeres, incluidos ministros/as de ella. Por eso, quienes alzan y separan el ministerio de los varones sobre esta acción y escucha de Marta y María destruyen la intención del texto. 

Marta y María aparecen como hermanas, pero nada nos obliga a pensar que lo son en plano de familia carnal. Ellas pueden muy bien ser hermanas en línea eclesial, desde la nueva fraternidad de Jesús (cf. Lc 8, 19-21; cf. Hech 1, 15; 11, 29; 15, 3...), apareciendo como líderes de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados). Jesús ha enviado a sus discípulos de dos en dos (10, 1), como testigos de su obras. Así emergen aquí Marta y María, recibiendo a Jesús, realizando su tarea de servicio ministerial, de manera que su dificultad y enfrentamiento nace de esa misma tarea. Es evidente que Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar su servicio, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarle de la atención a la palabra en la que todas esas tareas encuentran su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Por su parte, María escucha la palabra, pero no para quedar callada, en mística pasiva, sino que, conforme a todo el contexto de Lc, ella debe cumplir y expandir lo que ha escuchado (cf. 8, 21). 

Sólo de esta forma podemos re-situar el pasaje en el contexto de Lucas y en la historia de Jesús (y de la iglesia primitiva), sin entenderlo ya a partir de la oposición entre servicio externo (acción) y escucha interna (contemplación). El servicio a los demás (y especialmente a los pobres) no es en Lucas una tarea secundaria, subordinada a la contemplación, como el paradigma anterior suponía, sino verdad y centro de todo el evangelio. Por eso es impensable que haya opuesto de esa forma servicio del pan (casa) y palabra.

Dicho eso, debemos añadir que la tensión existe, como muestra Hech 6-7 en perspectiva de varones (entre los doce y los siete, entre apóstoles y diáconos). De esa tensión trata también nuestro pasaje, mirando el conjunto de la iglesia en el espejo parabólico de estas dos mujeres. De esta forma puede decir Lucas algo que la narración de conjunto de Hech deja en penumbra (no destaca el enfrentamiento intra-eclesial por los ministerios mesiánicos).

Jesús maestro de la iglesia.

 Ahora podemos ya entender el texto, interpretado como paradigma del Jesús maestro que enseña al conjunto de la iglesia a través de estas hermanas que le acogen en su casa. Lo comentaré recogiendo de manera rápida el sentido de sus palabras o frases principales:

 – Y sucedió que mientras iban de camino... (10, 38a). Recordemos que Jesús ha decidido dirigirse a Jerusalén (9, 51), proponiendo las condiciones de su seguimiento a quienes quieran acompañarle (9, 57-62). Le preceden 72 discípulos (cf. 10, 1-12.17-24) y con ellos camina, elevando su amenaza contra aquellos que no quieren recibirle (10, 13-16) y poniendo como ejemplo de acogida al buen samaritano (10, 25-37). En ese contexto, contraponiéndose al rechazo de los samaritanos (9, 52-56), Lc cuenta la acogida de las dos hermanas.

 – Y una mujer llamada Marta le acogió en su casa (10, 38b). Frente a la iglesia del camino, formada por Jesús y los 72 que le acompañan (incluídos en ellos los doce), emerge aquí la iglesia de la casa que acoge a Jesús. Se supone que con él van todos, de manera que la casa aparece como espacio de comunicación y encuentro (al menos momentáneo) al menos para ellos, pero el texto silencia su presencia (pasando del autous plural de 38a al auton singular de 38b), para centrar la escena en Jesús y las hermanas. Pero no podemos olvidar que esta es una escena de organización eclesial: ella nos habla de las tareas de la casa de Jesús, es decir, de los ministerios eclesiales, centrados en Marta y su hermana. Dentro del simbolismo de la iglesia/casa femenina (desarrollado en otro contexto por Ef 5, 22-33) es lógico que sus representantes o ministros sean dos mujeres. 

Y Marta tenía una hermana llamada María que sentada a los pies del Señor escuchaba su palabra (10, 39). La paradoja del texto resulta evidente. Por un lado está Marta, dueña de casa, autoridad indiscutida: no aparece como hija o esposa de otro, sino simplemente como mujer, y en calidad de tal (de persona) recibe en su casa a Jesús (con 70 personas), teniendo que organizar el servicio de la comunidad; es claro que actúa como "señora" (eso significa en arameo Marta) y no como criada. Pues bien, ella tiene una hermana (compañera responsable de la comunidad) que aparece paradójicamente en situación de discípulo: escuchando directamente (no a través de su marido, como supone 1 Cor 14, 34-35; 1 Tim 2, 11-12) la palabra del Kyrios, Señor pascual. Marta y María condensan de esa forma, desde dos perspectivas, todas las tareas de la iglesia.

 – Disputa de hermanas, disputa de tareas (10, 40). Marta quiere que María le acompañe en la tarea de los servicios ministeriales ¿Tiene celo de su hermana, preferida de Jesús? Lo cierto es que ella no resuelve de manera directa la dispura, sino que pone a Jesús de intermediario.

Esta es un disputa semejante a la que irónicamente ha presentado el mismo Lucas en Hech 6 entre los doce (ministros de la Palabra) y los siete (ministros de las mesas y las viudas). En un primer nivel ha destacado la importancia de los doce (que no pueden abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha puesto de relieve la importancia de los siete, mostrando no sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que la Palabra sólo puede extenderse donde se mantiene la apertura a las viudas y las mesas (la misión cristiana se abre precisamente por ellas). Esta no es una disputa para separar sino para vincular los rasgos y tareas de las dos hermanas.

Pero Lc 10, 38-42 invierte de algún modo la visión de Hech 6, donde son los pobres los que protestan y el tema lo resuelven los mismos servidores de la palabra (los Doce), que aparecen como dirigentes principales de la iglesia. Aquí (en Lc 10) son los servidores de las mesas los que se quejan ante Jesús, siendo él quien resuelve la disputa, otorgando la primacía a la hermana que "escucha la palabra".

 – Respuesta de Jesús: ¡Sólo una cosa es necesaria, María ha escogido la mejor parte! (10, 41-42). Como sucede en otros casos, Jesús resuelve la disputa con su palabra. No rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor; este es el riesgo de unas obras que al desligarse de la fuente del evangelio pueden convertirse en nuevo legalismo. María, en cambio, sabe que sólo una cosa es necesaria: escuchar/seguir a Jesús y buscar el reino, como han señalado los textos convergentes de Lc 12, 31 y 18, 22 (cf. Mt 6, 33). La única cosa necesaria no puede entenderse a nivel de pura contemplación sino de acogida de Jesús, para seguirle y cumplir su palabra. Eso significa que, para realizar su ministerio, Marta debe ponerse a los pies de Jesús como discípula; por su parte, para que su escucha resulte evangélica, María debe cumplir la palabra de Jesús, sirviendo en la iglesia a los hermanos.

María ha escogido la mejor parte... (10, 42). Ella no está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, no es una esclava del sistema patriarcal o del lugar que ocupa en dentro del conjunto. He hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, a través de la palabra. Hay unos servicios que se pueden imponer. La palabra, en cambio, abre para María el espacio de la libertad personal. Jesús respeta su elección y ratifica su gesto de escucha: de esa forma la valora. Frente a la mujer persona-esclava por sus obras de servicio ha destacado Jesús a la mujer-persona que es capaz de dejarse transformar por la palabra.

 Jesús es Kyrios, siendo Huésped y Maestro de la iglesia.Habita en la comunidad que le acoge, ofreciendo en ella su magisterio, acogido y expandido aquí de manera ejemplar y condensada, a las dos hermanas, Marta y María, que simbolizan y encarnan todas las tareas de la iglesia como casa donde se acoge y escucha la palabra.

 CONCLUSIÓN

 En perspectiva patriarcalista (usual en otro tiempo) se podría suponer que María sólo puede escuchar, de un modo pasivo y silencioso, sin decir luego palabra (en la línea de 1 Cor 14, 34-35); por su parte, Marta sólo puede realizar servicios de criada, sometida a unos varones que son quienes realizan los grandes ministerios eclesiales. Pero dentro de Lucas, esa visión patriarcalistas de una escucha que no lleva a la autoridad de la palabra y de un servicio puramente servil (no ministerial) va en contra del evangelio.

Por eso hemos querido presentar en esta escena la figura de Jesús que es Huésped y Maestro a través de dos mujeres que son la expresión conjunta (doble y única) de su ministerio a través de la iglesia. Jesús sigue siendo acogido en la iglesia por estar mujeres y actúa a través de ellas, como único Señor y amigo a quien se recibe y honra a través de la palabra escuchada y del servicio que brota de ella.

 He desarrollado el tema en I. Gómez Acebo, Relectura de Lucas, DDB, Bilbao 2008 y en   Diccionario de la Biblia, VD, Estella 2015 (Entrada: Marta y María).

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[1] Cf. A. Brenner, Female social behaviour: two descriptive patterns within the "birth of the hero" paradigm: VT 37 (1986) 257-273.

[2] Así lo mostrado con gran erudición I. M. Fornari en M. FORNARI, La escucha del huésped (Lc 10,3842), Verbo Divino, Estella 1995, poniendo en paralelo a María (que escucha a Jesús) y a los rabinos judíos (que escuchan la Ley). 

[3] Así lo ha destacado, de forma convincente, R. J. Karris, apoyando su argumento en J. N. Collins, Diakonia: Re-interpreting the Ancient Sources, Oxford UP, New York 1990

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