Jesús, el nazoreo mesiánico de X. Pikaza (E. Gómez)

Entre las recensiones críticas que ha recibido mi “Historia de Jesús” (ahora que acaba de ser reeditada) quiero destacar la de Enrique Gómez, teólogo de Salamanca (afincado ahora en Roma), autor de la obra más importante que existe en la actualidad sobre cristología de Jon Sobrino, que yo mismo presenté en este blog el 16-17.10.12.

Enrique Gómez conoce de primera mano, por vocación, estudio y docencia, gran parte de la inabarcable bibliografía actual sobre Jesús. Por eso es de agradecer su reseña crítica sobre mi obra, que ha aparecido publicada en la revista Estudios Trinitarios 48 (2014) 614-620. Aquí la recojo agradecido, para que otros puedan también opinar sobre ella, y, sobre todo, sobre la visión de Jesús como “nazoreo mesiánico”, un judío nacionalista que se abre (y nos abre), por opción personal y misión de Reino, a la experiencia de un Dios universal que ofrece su vida a los hombres, como camino de salvación, partiendo desde los más pobres.

Gracias, Enrique, por tu reseña y gracias, sobre todo, por tu antigua y nueva amistad. Todo lo que sigue es tuyo.


PIKAZA, X., Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella, 2013, 671 pp.


Presento una obra más sobre Jesús de Nazaret. En muchas ocasiones puede pensarse que estamos ante un exceso. Sin embargo, la realidad se impone y, como muy bien recoge el autor en el segundo apéndice de este libro, la historia de Jesús sigue viva, por lo que el acercamiento a ella siempre adquiere nuevas dimensiones y matices. La vida afecta tanto al objeto de estudio como a su sujeto. Además, nunca puede olvidarse que, independientemente de la confesión religiosa o no confesión creyente, el conocimiento de Jesús resulta implicativo.

Presento una obra más sobre Jesús de Nazaret escrita por X. Pikaza. Le escuché una vez a B. Sesboüé que todo teólogo que se precie ha escrito algo sobre Jesús de Nazaret. Ni que decir tiene que nuestro autor es uno de los más significativos teólogos del ámbito nacional e internacional, y, como tal, no podía contradecir esta afirmación. Pero la matizo: en toda su labor académica, ha presentado la figura de Jesús como piedra de toque de su sistema teológico, quizá porque, como reconoce en ciertos foros, es un profundo creyente, y su fe acude una y otra vez a ese Jesús que la sustenta y enriquece.

El conocimiento enciclopédico que ha desplegado a lo largo de tantos años de docencia y de investigación hallan en la figura de Jesús, leída desde el evangelio, su concentración, por decirlo de alguna manera; mas dicha concentración se ha desarrollado, complementado y expandido conforme sus intereses intelectuales se centraban en otras cuestiones. Por ello, el que sea una obra más de X. Pikaza sobre Jesús de Nazaret no quiere decir que caigamos en repeticiones. No se pueden negar sus tópicos teológicos, reconocibles por sus lectores; tampoco sus deudas con otras obras anteriores, especialmente su Antropología bíblica y su recientísimo comentario al ‘Evangelio de san Marcos’; pero esta obra presenta la oportunidad de sistematizar su pensamiento en torno a Jesús, y de hacerlo de un modo nuevo, aportando la novedad de sus últimas asimilaciones y de sus últimas genialidades.

Para ordenar esta reseña, no me resisto a citar la pretensión del autor en la presentación de su escrito: “Este libro quiere seguir en la línea de los evangelios, exponiendo de una forma ordenada y coherente los seis momentos básicos de la historia de Jesús, empleando para ello los métodos científicos, pero dejando abierto el camino de la fe, como en toda historia verdadera. Este es un libro que quiere ser sencillo, pero quizá ofrece ciertas dificultades para los lectores no iniciados, a quienes debo advertir que se sitúa y debe leerse y entenderse en tres niveles” (16-17).

Conforme a estas palabras, X. Pikaza se plantea el objetivo de trazar “una nueva historia de su vida, pensando que puedo aportar algo, en perspectiva científica y creyente” (13). Cuando subraya la palabra historia, el autor concreta su objeto de estudio: abordará desde el nacimiento hasta la muerte de Jesús. De ahí los seis momentos básicos de la misma, que constituyen las partes del libro (y que abarcan treinta y cinco capítulos): el origen del evangelio de Jesús; el comienzo de la predicación del reino en Galilea; la estrategia mesiánica y el proyecto del reino; la puesta en camino hacia Jerusalén; la estancia en Jerusalén; la pasión y la muerte en Jerusalén. Sin embargo, no reduzcamos la palabra historia a mera factualidad, a historicismo, tal como denota el calificativo ‘creyente’. Porque, por muy académico que quiera ser el autor, es consciente del grosor de toda historia, y máxime de esta historia. De ahí que matice: “Con su muerte terminó en un plano su historia, pero en otro se fortaleció” (15).


A lo largo de estas páginas en absoluto se corresponde el ‘Jesús histórico’ con el Jesús de la historia. Esta está preñada también de futuro, porque el futuro es parte indispensable de toda historia, razón por la que adquieren un significado especial los dos apéndices añadidos, uno referente a la evocación pascual y otro desentrañador de cuestiones abiertas planteadas por la historia de Jesús y la conciencia de que dicha historia sigue viva. Jesús es historia, como dinamismo y progresión, y tiene futuro: como Hijo de hombre, hombre de Dios, judío, maestro de sabiduría, mesías amoroso, superador del Mamón, Señor resucitado. Además, por muy científico que haya querido ser el autor, no puede negar su talla teológica y que en su manejo de las fuentes también fluye su teología. Decía ‘en la línea de los evangelios’: por ello estamos ante una biografía teologizada de Jesús o ante una teología biografiada del mismo. Esgrime en otra ocasión que todo este material se podría haber estructurado de otro modo, por ejemplo temáticamente; pero ha elegido este estilo biográfico.

Ahora bien, ¿qué visión de Jesús ofrece X. Pikaza a través de esta historia? Porque a nadie le son ajenas las múltiples personalidades de Jesús difundidas por las investigaciones de la denominada ‘tercera búsqueda’: desde judío marginal hasta campesino cínico, pasando por reformador religioso, taumaturgo maravilloso, profeta escatológico o revolucionario político e incluso violento... Este autor, por su parte, presenta a Jesús como un profeta del reino, con pretensiones mesiánicas. En este sentido es llamativo su énfasis reiterado en Jesús como nazoreo, no tanto como nazareno, aunque el origen de Nazaret pueda residir en un grupo de nazoreos que allí se asentaron. Así de explícito resulta en su introducción: “Históricamente fue un nazoreo mesiánico, es decir, un judío vinculado al recuerdo de David y comprometido por la causa de Dios, es decir, por la justicia y la vida de los pobres y excluidos, en contra de las estructuras de un poder sociorreligioso impuesto por los sacerdotes de Jerusalén y los soldados de Roma” (13-14).

De esta visión se desprenden otros aspectos recurrentes en su teología que refuerzan esta imagen de Jesús. Primero, el centramiento del mensaje del reino en gracia y justicia, por separación con Juan Bautista. Segundo, su insistencia en la dimensión político-social (estructural) y, sobre todo, económica de la persona de Jesús y de la repercusión de su persona-obra-mensaje, algo que pone de manifiesto en la primera contextualización geográfica, social y política de Galilea y de Jesús, a quien presenta como campesino sin campo, como artesano sin campo. Tercero, la significatividad de Elías como modelo de actitud, de mensaje y referente jesuánico. Cuarto, que la carne del asador, por así decirlo, se lo lleve el camino y destino de Jesús, con mucho más espacio y mucha mayor documentación que el resto de temas tratados, ya que ahí es donde se revela la densidad de su pretensión mesiánica y de su nueva forma de vivir la humanidad reconciliada con Dios.

Por lo que respecta al método elegido, ese ‘científico’ que subraya el autor, señalo varias cosas. Una, que X. Pikaza se inserta en un acercamiento a Jesús ‘desde abajo’, situando su proyecto mesiánico en los vericuetos político-sociales y económicos ya mencionados. Eso no implica negar su divinidad; pero sí exponer su vida en clave histórica sin apelar a claves sobrenaturales. Para el autor, todo es humano, aunque todo pueda entenderse como historia y presencia de Dios. Así esta obra se inserta en el proyecto de teología mesiánica que persigue desde años el autor. Quiere destacar la dimensión humana de Jesús, su realidad como Hijo de hombre y primogénito de nueva humanidad. En cierta ocasión afirma que, en la perspectiva de las herejías que negaba la humanidad de Jesús, “la primera intención de los evangelios no fue mostrar que Jesús era Dios (Hijo de Dios), sino que el Hijo revivido de Dios había sido y era un hombre de la historia” (16).

Otra, que ciertamente X. Pikaza utiliza criterios de historicidad y sopesa lo histórico diferenciándolo de lo simbólico. Sus fuentes primeras son los evangelios canónicos, pero usa criterios exegéticos tomados de los métodos literarios, históricos y sociales, marcando la continuidad y la diferencia tanto con el judaísmo ambiental como con la iglesia posterior para concretar lo auténtico de la figura de Jesús. Sobre todo recurre al criterio de atestación múltiple, así como consulta textos, opiniones y razones extraídas de otros libros de la Escritura, de documentos colindantes (especialmente Qumram) y de estudios tanto de la exégesis antigua como de la más reciente. Destaca en todo momento la coherencia interna de la historia de Jesús, procurando ser riguroso, dejando en muchas ocasiones planteadas las cuestiones, en otras mojándose en sus declaraciones.

Finalmente, conforme nos tiene acostumbrados, asume una estructura expositiva dividida en tres niveles, modalidad que por momentos lía más que clarifica, a pesar de lo que dice al respecto. Son tantas las ideas que fluyen por las líneas de este libro, que tiene que recurrir a estos subterfugios para clarificar las cosas e intentar que no quede nada en el tintero. De ahí que tengamos un primer nivel, que viene dado por el texto corrido, que él considera acercamiento sencillo que facilita su lectura. Un segundo nivel, en sangrados y en letra más menuda, estaría destinado a la ampliación, y que quien quiera leer de corrido la obra puede saltarse. Y un tercer nivel, que es el recogido en las notas, mucho más minucioso y con mención de copiosa bibliografía. Este tercer nivel, precisamente para facilitar la lectura de corrido, lo añade al final de cada capítulo. Ahora bien, además de cierta confusión, esta metodología propicia excesivas repeticiones. Añado un dato más sobre este aspecto: X. Pikaza no solo estructura la lectura en tres niveles, sino que inserta en el mismo texto infinidad de acotaciones aclaratorias que torpedean ese ‘de corrido’.

Otro detalle sobre la metodología. En su desarrollo, además de servirse de estudios tanto de creyentes como de no creyentes, hace alarde de su preocupación interreligiosa, especialmente en diálogo con el Islam. Es sabido que su dedicación a la teodicea y a la fenomenología de la religión le han abierto un gran espectro intercultural e interreligioso, que siempre ha explotado. Últimamente recogió esta preocupación en publicaciones como Diccionario de pensadores cristianos, Diccionario de las tres religiones, Monoteísmo y globalización, Violencia y diálogo de religiones, etc.

Sobre el contenido, solo añadir que resulta sumamente rico y, en algunas de sus afirmaciones, no dejará indiferente. Es verdad que muchas de ellas ya resultan manidas en los estudios sobre Jesús o son frecuentes en sus propias obras (la reflexión sobre el nacimiento de Jesús y la afirmación colateral de la virginidad de María, abriendo la puerta a los ‘hermanos’ de aquel; la comprensión de José como un judío con cierto tinte nacionalista; el postulado de que la oposición de Jesús al judaísmo del templo le viene de su adolescencia, por educación; la utilización del símbolo de la cárcel para hablar de los exorcismos en clave sociopolítico-económica, muy propio de la tradición carismática que tanto lo nutre; la asunción de un mesianismo no violento; la dimensión estructural de la obra, predicación y figura de Jesús; la reconsideración del celibato; la presentación del Hijo de hombre como simple y denso ser humano; la presentación de la cena como algo específico querido por Jesús en el marco de su pretensión mesiánica, restándole importancia a la cronología y al tipo de cena que pudo ser –si bien a ello le dedica mucho espacio-; la consideración de la segunda María del Calvario como la madre de Jesús; la posible interpretación del hombre del cántaro como homosexual; el enterramiento de Jesús en una fosa común…). Pero también lo es que irán surgiendo preguntas conforme las desgrana y expone razones en pro y en contra. Solo refiero dos: por qué el autor inserta la cuestión del celibato de Jesús en la perspectiva de su muerte y no en los signos del reino, cuando destaca que Jesús al menos fue célibe en su vida pública; por qué cuando habla de la sepultura de Jesús no realiza un estatus cuestionis sobre algunos datos que podrían dar visos de historicidad a una tumba, no sé si honorable o no, aunque luego razone su opción. Lo bueno de todo ello, como cuestiones discutidas muchas de ellas, es que el autor nunca da la última palabra, aunque a veces se decante por una u otra interpretación.

De ahí que resulte un libro abierto, tal como denotan los trece temas recogidos en el segundo apéndice, todos ellos debatidos y aún por profundizar: entorno geográfico y social de Galilea, posible influjo de Qumram, galileo armado y su relación con la política, mensaje central (gracia y justicia), mejor comprensión del Dios de Jesús, su relación con la ley y el judaísmo, y con las mujeres, profundización en su muerte, la tumba vacía y la resurrección, la concepción virginal y el nacimiento, el recurso a la exégesis canónica y teológica, y, por descontado, el lugar de Jesús en el diálogo interreligioso. Esta apertura, sobre todo para el lector, se ejemplifica igualmente en la bibliografía comentada de las últimas treinta páginas, algo a lo que también nos tiene acostumbrados.

Por último, no dejo pasar la oportunidad de llamar la atención a la editorial sobre la proliferación de erratas en el texto, que afea una obra tan valiosa como esta. Tan solo recojo algunas, para mostrar su índole y su frecuencia: untaría por unitaria (p. 41); Mt 12 por Mt 1-2 (p. 61); siglo por siglos (p. 65); ido por sido (p. 85); carpinteros por carpintero (p. 86); amistadas por amistades (p. 92); en la n. 5 de la p. 94 repite dos veces en la enumeración de obras la de Bovon; inicio por inició (p. 97); ‘Jesús empieza a distanciarse de Jesús’ por ‘Jesús empieza a distanciarse de Juan’ (p. 118); milagros por milagro (p. 165); repetición de la obra de Crossan en una enumeración bibliográfica de la n. 2, p. 186; firma por firme (p. 263); frases inconexas como ‘muestra a, mi entender, que’ (p. 348); ‘pero no responde recuerdo cristiano’ (p. 603); llegada por llegado (p. 405); supone por suponer (p. 433); estrada por entrada (p. 438); nota por nona (p. 483); pascual por pascua (p. 486); cita de diferentes ediciones de un mismo libro sin venir a cuento dicha variación (pp. 484 y 498); suyo por cuyo (p. 546); valorada por valorarla (p. 600); ha proclamaba (p. 621).

E. Gómez.
(Estudios Trinitarios 48 (2014) 614-620)

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