Jesús y el pecado (Pikaza, Demócrito)


Xabier Pikaza
He dedicado al tema del pecado y, en especial, al pecado y Jesús (en relación a Jesús) un largo libro titulado Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2006.Digo allí que sólo en relación Jesús se desvela y supera el pecado (según los cristianos) Estos son sus temas básicos:
a) El pecado constituye un elemento clave de la condición del hombre en la actualidad. Está vinculado a la propia libertad del hombre, pero envuelve quizá fuerza y poderes que le desbordan y que están simbolizados en lo diabólico. De todas formas, de un modo puramente racional es difícil hablar de pecado (se puede hablar de error, equivocación, opresión, pero no de pecado, que implica ruptura frente misterio, es decir, frente a Dios). Sólo se puede hablar de pecado si se puede hablar de gracia. Por eso, la gracia-amor que los cristianos descubren en Jesús les hace comprender el sentido y la fuerza del pecado.
b) En la Bíblia (Antiguo Testamento y Judaísmo) hay varias formas de entender el pecado. Son canónicas para los católicos las que aparece en el Génesis (en un conjunto de relatos simbólicos de gran hondura, desde Gen 1 a Gen 11) y en el libro de la Sabiduría. Toda la tradición profética trata, también del pecado, relacionado con el olvido de Dios y la injusticia Entre los apócrifos, la tradición que más ha insistido en el pecado (y pecado diabólico) es la de los libros de Henoc, que han influido mucho en el Nuevo Testamento (con su visión del Diablo y de las posesiones diabólicas). En este este contexto, el pecado tiende a entenderse como fatalidad, algo que debemos soportar, por la misma condición de nuestra vida. En el fondo, el pecado sería una tragedia, en linea griego. El único pecado del hombre sería haber nacido en este mundo endemoniado (Calderón), para ser poseído y destruido por los poderes de la muerte.
c) Jesús le ha dado más importancia al pecado social, vinculado a la enfermedad y la locura (posesión diabólica) que a los pecados individuales. Pero, al mismo tiempo, ha visto el pecado como ruptura radical frente a Dios. En un momento dado, ha formado parte del movimiento de Juan Bautista, que bautizaba a los hombres y mujeres para perdón de los pecados. Acudiendo al bautismo de Juan, Jesús confiesa el pecado de la humanidad, de manera que podemos decir que "fue allí" (estuvo junto al río) llevando consigo los pecados del mundo (como dirá la tradición teológica cristiana, desde Pablo); en ese momento, como buen israelita apocalíptica, pensaba que el pecado no tiene remedio, a no ser que Dios intervenga y realice su gran juicio sobre el mundo. Si Jesús era o no pecador en sentido personal es un tema que aquí no se plantea.
d) Pues bien, estando con Juan, Jesús tuvo una experiencia de Dios en forma de gracia, no de pecado. Jesús no se descubre pecados, sino Hijo de Dios. No se siente condenado, sino amado y salvado en amor (Hijo de Dios). De esa manera, en el mismo bautismo, según el testimonio de los evangelios, descubre el amor de Dios, sobre el pecado. Dios le muestra que no es pecador, sino Hijo. Desde ese experiencia deja el grupo de Juan y anuncia el Reino, es decir, la gracia de Dios sobre el pecado. Esa visión de la gracia (de Dios Padre) constituye su revelación suprema, su verdad.
e) La vida de Jesús, hasta su muerte, será de ahora en adelante una inmensa lucha contra el pecado. Para proclamar el REino de Dios, Jesús tiene que oponerse al pecado y lo hace en forma de guerra escatológica... una guerra contra los poderes del mal y de la muerte que dominan a los hombres, una guerra en clave de gracia, es decir, de amor que acompaña y libera, que consuela y anima, que cura y enciende el amor en los corazones de aquellos que le acogen y escuchan. Ésta ha sido la guerra de Jesús, una guerra sin armas, sin deseo de conquistar ninguna tierra... Una guerra que es la no-guerra, el amor no violento... Precisamente porque no tiene pecado Jesús puede descubrir el abismo de pecado en que están envueltos los hombres....
f) Jesús no proclama el juicio y castigo por los pecados, sino el amor de Dios, en medio del pecado y para superar el pecado. Para superar el pecado no emplea la violencia, sino el amor que perdona. De esa forma lleva consigo y supera todos los pecados de los hombres (como dirá Juan). El Dios de Jesús perdona, es puro perdón, pero los hombres que pecan pueden condenarse y destruirse a sí mismos... Con este mensaje de Reino-Perdón, para superar los pecados, Jesús sube a Jerusalén, donde le matan. De esa manera, los que le matan despliegan y cometen el gran pecado (Pecado de Adán, de toda la humanidad), mientras él despliega hasta el final la gracia de Dios.
g) Conforme al testimonio de fondo del Nuevo Testamento, el pecado supremo de la humanidad consiste en haber matado a Cristo. Por eso, el asesinato de Jesús (realizado por sacerdotes y soldados) es el verdadero pecado de Adán. Pero ahora no es Adán el que peca, desobedeciendo a Dios; son los hombres los que pecan matando a Adán (es decir, al hombre).. Este Jesús/Adán no es el pecador, sino el hombre de la Gracia, no es culpable sino víctima. Siendo inocente, por puro amor, Jesús "asume los pecados del mundo" (como Cordero de Dios, que se deja matar por los pecados de los otros y así "quita los pecados del mundo", como dice el Evangelio de Juan.
h) Sólo en ese fondo ha podido hablar Pablo del pecado original, que no se entiende en línea maniquea (ni tiene por que entenderse sin mas en línea agustiniana). El pecado original y pleno consiste en que los hombres han matado al Hijo de Dios, es decir, han matado a los inocentes... El pecado contra Dios se identifica con el hecho de que los hombres y mujeres históricamente, han vivido de la muerte (de matar a los demás), en un proceso que culmina y se despliega plenamente en el asesinato de Jesús.
h) Por eso, la Cruz de Jesús puede y debe entenderse desde sus dos caras Por una parte es la revelación suprema del amor de Dios (que nos regala a su mismo Hijo). Por otra parte es el despliegue completo del pecado de Adán (de la humanidad) que quiere matar a Dios, matando al Hijo de Dios, es decir, matando a los inocentes. Sólo en este contexto, desde el asesinato de los pobres, desde la muerte del Hijo de Dios, los cristianos pueden hablar de un pecado original...
i) Pero más fuerte que ese pecado original es la gracia de Dios, es el amor de Dios Padre que se manifiesta (manifiesta su amor pleno) entregándose en amor a los hombres y mujeres. De esa manera se vinculan el pecado social y la gracia más alta de Dios...,
j) El despliegue de esa revelación de la gracia (del amor de Dios en Cristo) en medio del pecado es la esencia y verdad del cristianismo. Por eso, después de haber dicho todo eso (y solamente en línea de misterio) la Iglesia ha podido hablar del misterio del Dios que es Padre, amando al Hijo... del Dios hijo que es Jesús... Pero de eso hablaré otro día, de un modo respetuoso, con un gran silencio, en contexto de celebración y de misterio... La forma mejor de destruir el cristianismo es presentar sus misterios de un modo banal. De todas formas, si hay alguien que quiere empezar desde arriban resolviendo todos los problemas desde la Trinidad eterna, no seré yo quien le critique, aunque pienso que ese no es el modo de empezar, como sabe y dice bien la carta a los Hebreos. Hoy por hoy me basta con haber presentado este esquema
Quizá otro día presente algunos temas ulteriores de este libro de Antropología Bíblica, en el que quise describir las claves del pecado (de Jesús y el pecado) desde una perspectiva cristiana. Hoy dejo la palabra a Demócrito.
Demócrito Fernández
((Me escribe y dice: «Hola Xabier: Ya que estos días parece que toca el tema del pecado tengo un pequeño trabajo que te envío como archivo adjunto. Un saludo». Todo lo que sigue es de él. Buen día, Demócrito. Ya nos dirás, quizá, quien eres))
Consecuencias del pecado Dios nos perdona el pecado pero no nos libra de sus consecuencias
“Porque sembraron viento, y torbellinos segarán” Oseas 8:7
Un caso de la Biblia que puede instruir de una manera especial la forma cómo Dios trata al pecador y a sus pecados, es el ejemplo del famoso rey David.
Esta trágica historia la podemos leer en 2 Samuel capitulo 11. David es atraído sexualmente por una hermosa mujer llamada Betsabé, con la cual comete el pecado de adulterio. Dice 2 Samuel 11:2-4:
Para ocultar su ilícito hecho apela al engaño y a la mentira. Dice 2 Samuel 11:5-12:
Para evitar un escándalo mayor, David asesina a su general Urías por medio de ponerlo al frente de la batalla y de la espada del enemigo. 2 Samuel 11:13-21:
Consecuencias del pecado de David (2 Samuel 11:1-12)
Natán le anunció una triste profecía a David acerca de las consecuencias de sus pecados. Esto fue lo que le dijo: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada” (2 Samuel 12.10a). A pesar del franco arrepentimiento de David, y del perdón de Dios, el pueblo de Israel no afrontó otra cosa más que la guerra .El profeta Natán también profetizó que David tendría serios problemas dentro de su propia casa. Esta profecía tuvo realmente un crudo cumplimiento. El hijo de David, Amnón abusó sexualmente de su medio hermana Tamar. Absalón, el hermano de ella, asesinó a Amnón por represalia. Durante todo el resto del reinado del David.
Después de oír la parábola de la corderita robada, David le dijo a Natán que el malhechor debía pagar la pérdida de ella con cuatro tantos (2 Samuel 12.6). La sentencia pronunciada por David incurrió sobre él mismo. Durante el tiempo que vivió, tres de sus hijos murieron trágicamente. Después de su muerte, otro hijo fue violentamente ejecutado (1 Reyes2.23–25). El homicidio de Urías a instancias de David, influenció trágicamente a cuatro de los hijos de éste. Así que este ejemplo nos muestra que si bien David fue restaurado de sus pecados, él no pudo evitar las consecuencias de su mal proceder que Dios dictó contra él.
No hay nada tan atormentador y devastador en la vida como los pecados ocultos de la carne: no hay nada que le dé al enemigo más ocasión de blasfemar contra la Iglesia de Dios, que esa clase de claudicación secreta.
De esta manera, el triste y oscuro capítulo de la caída de David llega a su fin. ¿pero llegó de verdad? No, en realidad no, David está ahora atrapado en un torbellino de infelicidad, que él mismo describe en detalle en el Salmo 32:3, 4 y también en el Salmo 51:3,4. Tiene mucho insomnio. Está físicamente enfermo. Tiene fiebre. Lo persiguen recuerdos angustiosos. Pierde peso. Su infelicidad es total. Pero lo peor es que se siente terriblemente sólo. Está a miles de kilómetros de distancia de Dios.
El capítulo no termina aquí. No hasta que hayan transcurrido muchos meses. No hasta que haya un toque en la puerta del palacio… y un amigo se interesó lo suficiente por él. Fue una visita que David jamás olvidaría. Dios es buenísimo en ajustar cuentas. El no ajusta cuentas al final de cada mes, ni tampoco cada año. Pero cuando las ajusta, lo hace bien: “No os engañéis Dios no puede ser burlado”. El molino de Señor muele lentamente pero muele bien. El profeta Natán no fue a visitar a David por su propia cuenta, sino que fue enviado por Dios. “Entonces el Señor envió a David (“Sam 12:1) Dios esperó hasta que llegó el momento perfecto. El tiempo de Dios es absolutamente incríble. ¿Cuando Fue enviado Natán? ¿Inmediatamente después del acto de adulterio? No. ¿Inmediatamente después que Betsabe dijo: “Estoy embarazada? No. ¿Inmediatamente después que asesinó a Urías? No. Inmediatamente después que se casó con la esposa embarazada de Urías? No. ¿Inmediatamente después del nacimiento del niño? No. Primero dejó que las ruedas trituradoras del pecado hicieran su trabajo y entonces intervino. Dios no sólo sabía cual era el momento perfecto, sino que escogió la persona perfecta. Natán era un hombre que gozaba del respeto de David, que se había ganado con el paso de los años. Podemos aprender una gran lección ante las palabras de Natán a David: El arrepentimiento, Si hay verdadero arrepentimiento habrá un reconocimiento sincero y franco de nuestro pecado. David dijo: “He pecado… no he escondido mi pecado. Contra ti, contra ti sólo he pecado” si hay verdadero arrepentimiento hay humildad y quebrantamiento de Espíritu. David Dice: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios” Salmo 51:17. Cuando nos arrepentimos, Dios nos promete restitución y perdón a través de la sangre de Jesucristo. No nos promete alivio de todas las consecuencias, pero sí el alivio que sólo puede dar el Espíritu Santo.
El arrepentimiento incluye una tristeza piadosa por el pecado. El lamento de la persona verdaderamente arrepentida envuelve una profunda tristeza de corazón, no por temor a ser castigada sino por el mal que le ha hecho a un Dios santo, lleno de amor y de gracia. San Pablo se refiere a está clase de tristeza al escribir a los creyentes corintios: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” Corintios 7:10). El arrepentimiento no consiste sólo en sentirse triste por las acciones pecaminosas. Para que haya verdadero arrepentimiento, debe uno volverse del pecado. En Lucas 16:19-31 observamos que el hombre rico en el infierno clamaba que el tuvieran lástima. Estaba profundamente triste, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Quienes no se arrepienten ahora algún día llorarán y se lamentarán (Mateo 13:42,50; Lucas 13,28). Llegará el día cuando clamarán a las rocas y las montañas que los cubran para esconderlos del juicio divino (Apocalipsis 6: 16-17) porque no estuvieron dispuestos a volverse de sus pecados. La tristeza sin un genuino cambio de voluntad y corazón sólo conduce a la desesperación. Pero el arrepentimiento verdadero, o la tristeza piadosa que conduce a la salvación (2 Corintios 7:10), envuelve un cambio de voluntad y corazón. El arrepentimiento verdadero abre de par en par las puertas de la misericordia y el perdón divinos. El verdadero arrepentimiento nos ayuda a ver más allá de nuestra condición infeliz, miserable hasta la cruz de Cristo, donde hay libertad, luz y vida. Uno de los últimos mandamientos que Jesús dio antes de ascender al cielo consistió en que se predicara el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones (lucas 24:47; Hechos 1:8).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)