Ante una Navidad ecuménica Job, Buda y Jesús: Navidades ecuménicas, pero no iguales

Jesús no se hizo pobre, lo era.

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En algunas “postales” de estos días pasados de Navidad y Epifanía, he comparado a Jesús con Job y Buda, dos personajes fundamentales de la historia social y espiritual del occidente y del mundo. En esa línea podemos hablar de tres navidades, que son importantes en línea ecuménica, pero no iguales.

Job ser presenta a sí mismo, en su gran apología (Job 29‒31), como hombre que ha nacido noble y rico, como un rey en medio de su ejército, como defensor supremo de huérfanos y viudas, como signo y portador de una justicia más alta, en relación con los expulsados sociales. Podría haber sido el “redentor universal”, pero siempre desde arriba, protegiendo y ayudando a los pobres y excluidos desde arriba, desde su propia superioridad y nobleza.

          Pero de pronto la “fortuna” ha truncado su vida, y se descubre expulsado por todos… Pues bien, en ese contexto, su mayor sorpresa consiste en descubrir que aquellos a quienes había ayudado desde arriba (como pudieron hacer españoles e ingleses en América o el mundo) le desprecian y, en el fondo, le odian. En eso consiste su prueba, en eso su lucha. Su Navidad está vinculada a su "desgracia": Sólo al perder sus bienes, sus hijos, su honra y su salud... ha descubierto su auténtica "filiación" divina.

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Por su parte, Buda era también rico, rey verdadero, y quiso ayudar siempre a los pobres, pero lo hizo siempre desde arriba, hasta que un día salió a la “calle” y descubrió lo que había de verdad en el mundo de aquellos a quienes había querido ayudar: Enfermedad, envejecimiento y muerte. Desde ese fondo, en un momento dado, tras recorrer el camino de las religiones de su entorno, él descubrió que la solución no era ayudar desde arriba a los pobres, ni siquiera enseñarles a ser religiosos, sino compartir la vida con ellos, en clave de iluminación personal.

          De esa forma, Buda se hizo pobre, no para luchar contra los ricos (pues esa lucha seguiría siendo “más de lo mismo”, una guerra por la superioridad en el “sistema”), sino para abrir un camino de pobreza iluminadora, superando así los grandes deseos que esclavizan a los hombres y les llevan a luchar, unos contra otros. Sólo así, renunciando a su riqueza anterior, para vivir gratuidad y comunión con todos se descubre "iluminado", naciendo a la vida más alta, iluminado y renacido.

A diferencia de Job y de Buda Jesús fue pobre desde siempre, perteneció al “pueblo de la tierra”, a los marginados y excluidos desde su propio origen. Éste ha sido el núcleo de la celebración de la Navidad Cristiana. Ciertamente, Jesús nació dentro de un pueblo de promesas y presagios, con pastores y magos en el entorno de su nacimiento. Pero nació y comenzó su vida como perseguida y exiliado. No tuvo que aprender a ser pobre por fatalidad de la fortuna (como Job), ni por elección propia (como Buda), sino que lo era, y así, desde la pobreza de su nacimiento (desde los excluidos de su pueblo y de la humanidad) él pudo iniciar un camino de transformación.

          Jesús no empezó a realizar cosas buenas a favor de los pobres (como hacia Job), ni enseñó a pobres y ricos a desprenderse de toda riqueza opresora (Buda), sino que anunció y comenzó a recorrer un camino de “bienaventuranza” con los pobres, hambrientos y doloridos (como dice su programa de Reino, en  Lc 6, 22‒24 y Mt 5, 2‒12).

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Sin duda, Job hacía “cosas buenas”, realizaba obras piadosas caritativas, pero desde arriba, como rey sobre la tropa. Ciertamente, él ayudaba a los más pobres, pero de algún modo necesitaba a los pobres a su lado, para así manifestar su piedad superior, sin darse quizá cuenta de que su misma superioridad suscitaba la envidia de los más desfavorecidos, dentro de una sociedad que a su juicio era buena, pero seguía siendo clasista, de manera que ella, esa “buena sociedad” de nobles dominadores le permitía elevarse con sus mismas obras buenas sobre los más pobres. Sólo desde la pobreza radical (sobre el estercolero donde se expulsan la basuras humana) pudo descubrir su verdadera identidad de elegido de Dios.

Buda no quiso iniciar su camino (la famosa vía media de la iluminación) ayudando materialmente a los pobres, sino ofreciendo a todos (ricos y pobres) un camino de iluminación… Pero no un camino que dejaba las cosas como estaban, sacralizando el lugar de cada uno en la sociedad, sino llevando a todos a la auténtica pobres, primero interior, luego exterior, en línea de misericordia, es decir, de desprendimiento y participación de todos los bienes. Sólo así nació a la luz más alta de la vida en "el nirvana" (el rostro escondido, indecible, de lo divino).

En una línea parecida a la de Buda (pero en clave de protesta social profética, personal y social) inició su camino Jesús de Nazaret, pero con dos novedades muy significativas.

(a) Jesús no fue un rico empobrecido, sino un pobre de raíz (y de tradición igualitaria), al servicio del Reino universal de Dios, y su mensaje implica una fuerte “meta‒noia”, un tipo de con‒versión radical, un cambio de pensamiento y vida, en la línea de Dios, que no es riqueza ni dominio superior, sino vida compartida de Padre que da (=se da) del todo en amor.

(b) Esta meta‒noia o transformación de Jesús, el único artículo práctico de su credo, se expresa en el camino de la bienaventuranza, que consiste en dar y compartir la vida en amor con y para los demás. Que la vida no muera, ése es el único artículo del credo de Jesús, fundado en su confianza en Dios Padre (el que hace nacer, el Dios que es Navidad). Que la vida se cure y transforme en amor, ése es el único programa de Jesús. 

 Ciertamente, Jesús no va en contra de Job, pero cuenta y recorre el camino de la vida de un modo algo distinto. Ciertamente, Jesús tampoco va en contra de Buda, pero insiste más en la vida como “don” (regalo positivo de Dios Padre) y en el camino como gracia creadora (de amor real que crea vida y que es resurrección).

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