27.12.23. Juan Evangelista. Todos somos Navidad, encarnación de Dios

 Hoy, fiesta de San Juan Evangelista, seguimos celebrando el Nacimiento de Jesús conforme a su evangelio (Jn 1, 1-14),proclamado en la misma solemnee del pasado 25.  Ésta es la esencia y verdad (don y tarea, escándalo y profecía) del evangelio.Lo que no sea encarnación  no es cristianismo. En ese sentido decimo  que toda la vida de Jesús ha sido Navidad y toda la vida de los hombres ha de entenderse y vivirse como encarnación de Dios.  

La Palabra se hizo carne

La misma creación queda, por tanto, inmersa en el despliegue y Navidad de Dios, que no ha creado un mundo externo, fuera de sí mismo (como el carpintero hace una mesa), ni tampoco en el vacío que él mismo ha dejado al retirarse de su totalidad (cábala, zimzum), sino que Dios ha engendrado en sí mismo nuestro mundo, en su hijo Jesucristo.

 El mundo es según eso Navidad del Dios que es Palabra, del Dios que es llamada, tarea y misterio en la entraña de todo lo que existe, que no es pura tiniebla ni espacio de pecado donde sufren las almas desterradas y caídas (religiones orientales), sino principio de gracia y vida para los hombres. Así lo he mostrado en La Palabra se hizo carne, como indican las reflexiones que siguen, tomadas del Diccionario de las Tres religiones (págs. 341-345).

Homélies pour la Mère de Dieu

Tema de religiones y culturas. Novedad cristiana

 (a) Las religiones cósmicas piensan que el hombre forma del continuo divino de la vida. El mismo nacimiento y muerte, como rueda de destino, eterno retorno de voluntad o deseo de ser, es lo divino. Lógicamente, en ellas no se puede hablar de encarnación, sino de pura carnalidad de Dios porque todo en Dios es “carne”. Dios no es palabra encarnada, es pura carne..

(b) Las religiones de la interioridad han tendido a condenar (superar) ese continuo divino, descubriendo a los hombres como almas que han "caído" en la materia y deben superarla, para retornar a lo divino, donde no existen más giros, ni retornos a las condiciones de vida materiales. Tampoco aquí se puede hablar de encarnación, sino más bien de “des-encarnación”: para conseguir la salvación, los hombres tienen que “dejar la carne”, superar la historia.

(c) Las religiones puramente monoteístas, como el judaísmo y el Islam, tampoco pueden hablar de encarnación, pues en ellas Dios es sólo trascendente y no puede identificarse con una “carne” concreta, es decir, con un hombre de la historia. (d) Estrictamente hablando, sólo el cristianismo es religión de encarnación, pues confiesa que Dios, siendo superior a todo y totalmente “inmutable” (no es engendrado ni engendra en cuanto naturaleza divina), ha nacido, sin embargo, en la historia de los hombres, encarnándose en ellos como palabra de vida hecha carne. 

Encarnación y nacimiento, vida humana

 En un sentido muy hondo, la encarnación está vinculada a la generación humana, es decir, al surgimiento y despliegue de cada ser humano y de la humanidad en su conjunto. También aquí podemos distinguir los planos anteriores.

(a). Las religiones de la naturaleza tendían a mezclar generación vital (biológica) y crea­ción e interpretaban el mundo como engendramiento divino, uniendo así teogonía (generación intradivi­na) y cosmogonía (surgimiento del cosmos); lógicamente no podía haber encarnación

(b) Las religiones de la interioridad tendían a interpretar la generación del hombre en el mundo como caída, experiencia de pecado, alejamiento de Dios, que no engendra, ni tampoco crea, sino que se limita a ser en sí, alejado de todo lo que existe sobre el mundo. Tampoco aquí se podía unir la encarnación con un proceso de surgimiento humano.

(c) Las religiones puramente monoteístas han separado a Dios del proceso humano de la generación y despliegue de la vida.

(d) Sólo el cristianismo ha vinculado la presencia de Dios a un proceso de surgimiento humano, desde la generación hasta la muerte, tal como ha venido a expresarse y realizarse en Jesucristo. 

Diccionario de las tres religiones: Judaísmo, cristianismo, islam (Diccionarios)

Formulación básica

             Los cristianos saben (con judíos y musulmanes) que Dios es trascendente y ha creado el mundo de la nada, pero añaden que no ha querido sustentarlo sobre el fondo vacío de esa nada, sino en su propio Hijo Jesucristo a quien Dios ha engendrado libremente, por amor, dentro de la historia (por María) y a quien ha resucitado de la muerte, haciéndole así salvador del conjunto de la humanidad.

La misma creación queda, por tanto, como inmersa en el misterio trinitario. Dios ha creado el mundo como Padre de Jesús, de tal manera que el origen y despliegue de la creación se vincula con la generación y encarnación de Jesús (a quien podemos llamar Hijo Eterno) en el Espíritu.

Esto significa que Dios no ha creado un mundo externo, fuera de sí mismo (como el carpintero hace una mesa), ni tampoco en el vacío que ha dejado al retirarse de su totalidad (zimzum), sino que lo engendra y convoca desde su interior, en su hijo Jesucristo.

Jesús, Dios encarnado. Del Evangelio de Juan al Dogma de Nicea.

Los primeros cristianos no han empezado hablando de encarnación, sino de Jesús. Han escuchado sus palabras, han seguido su camino, han padecido el escándalo de su muerte y le han “visto” como Señor resucitado. Sólo entonces han podido hablar de “encarnación”, siguiendo el modelo del Evangelio de Juan, que ha interpretado la vida y muerte, la acción y presencia salvadora de Jesús como encarnación de la Palabra de Dios:

«En el principio era la Palabra y la Palabra era junto a Dios, la Palabra era Dios…Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad» (Jn 1, 1. 14).

 Para describir la encarnación, el evangelio no habla de “semen” masculino, ni de semen y/o acogida femenina (útero materno), sino de la Palabra, que es signo y principio de comunicación total. La comunicación-palabra no es un atributo de Dios, sino el mismo Dios que se comunica, haciéndose hombre precisamente como “palabra”, es decir, como llamada y promesa de vida. 

Todo nace de ella, todo se condensa en ella. La Palabra está presente en la entraña de este mundo, que no es pura tiniebla ni espacio de pecado donde sufren las almas desterradas y caídas (religiones orientales), sino principio de gracia y vida para los hombres. Siendo principio y sentido de todo lo que existe, la Palabra-Luz viene en humildad, sin imponerse, de manera que los mismos a quienes ella ha preparado (israelitas) pueden rechazarla y la rechazan. Así viene y su venida culmina en Jesucristo: “La Palabra se hizo carne”.

Desde este fondo, el Concilio de Nicea ha presentando la fe de la Iglesia en los términos culturales y filosóficos de su tiempo:

 «Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles o invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido no hecho, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se hizo hombre…» (Credo Niceno-Constantinopolitano).

Palabra encarnada, preexistencia (proto-existencia) de Jesús.

Jesús se encarna (es concebido, nace, vive y muere) en un momento determinado de la historia. Pero, al mismo tiempo, como Palabra de Dios, él existe en el principio de los tiempos. En ese fondo, la tradición cristiana afirma que él “preexistía” antes de haber venido, antes de encarnarse.La visión de la preexistencia forma parte de una cultura donde se piensa que las realidades originarias pertenecen al nivel de lo eterno, lo divino.

Divinas y pre-existentes son para el platonismo las ideas primordiales (verdad, justicia, bondad…) que de algún modo corresponden a los dioses de las tradiciones paganas del entorno. También las “almas” de los seres humanos preexistían en Dios y han “caído”, introduciéndose en un tiempo que se entiende como proceso de corrupción y muerte. Lógicamente, para salvarse, ellas deben retornar a lo divino, superando el tiempo y cerrando (clausurando) el ciclo de la caída. En este contexto se entiende también el judaísmo y la gnosis

Judaísmo “ortodoxo”: Ley y Templo. El judaísmo “ortodoxo” (codificado en la Misná) aplica un esquema de preexistencia pero no para referirse a las ideas y a las almas (como en el platonismo), sino para aplicarlo a las realidades primordiales, que existían en Dios antes de manifestarse en la historia. Entre ellas está la Ley (en otros contextos la Sabiduría) como pensamiento y orden primigenio, que Dios ha revelado a los humanos en el Monte Sinaí.

En la eternidad de Dios latía también desde el principio el Trono y Templo de Dios, con la Ciudad Santa y el Edén y el Nombre del Mesías…Eso significa que las grandes realidades de la salvación vienen de Dios: allí tienen su origen y sentido eterno y desde allí se manifiestan en un tiempoEs normal que, en un contexto como éste, en el momento en que Jesús venga a mostrarse como revelación de Dios (Ley verdadera, Sabiduría divina) podrá entenderse como preexistente.

Judaísmo “heterodoxo”: Hijo del hombre, Profeta final En este contexto podemos hablar no sólo de la Ley o el templo, sino también de personajes “sagrados” (superiores) que existían en Dios desde el principio. Entre ellos pueden citarse algunos “héroes” como el Hijo del Humano (tradición de Henoc) o el Profeta de algunos círculos de samaritanos. Se impone aquí, como en el caso anterior, el paralelismo o equivalente entre la protología y la escatología, el principio y fin: el paraíso original emergerá al final, el Hijo del Humano (elAnthropos, Humano) del origen se impondrá en la meta etc. Parece evidente que un esquema como éste ha influido en algunas formulaciones de Pablo y de la misma comunidad del Discípulo amado (por no hablar de los sinópticos: cf. Mc 6, 15-16; 6, 28 par); pero en sí mismo corre el riesgo de identificar a Jesús con una figura diferente que existía ya desde los tiempos más antiguos.

Jesús histórico. No es pre-existente por existir fuera de hombre, sino por existir y ser en Dios, siendo plenamente humano. No hay primero un Hijo de Dios preexistente y después Jesús que se le une de una forma existe, sino que el mismo Jesús hombre es el Hijo de Dios. Según eso, Jesús no ha apelado a ningún tipo de pre-existencia, no ha dicho lo que él era antes en Dios, sino que él mismo, como individuo humano, en comunión con todos los hombres, es Hijo de Dios, dios en persona.

 La primera comunidad cristiana, surgida por la pascua, no concibe ni presenta a Jesús como pre-existente (como alguien que existía antes en Dios y que después se ha encarnado), sino como aquel que ha triunfado de la muerte, como el mismo Dios que vive en forma humana. La misma humanidad de Jesús es, según eso, humanidad divina. Según eso, unidos a Jesús, formamos parte de la humanidad divina.

Pablo, experiencia pascual. San Pablo identifica la encarnación plena de Dios con la resurrección de Jesús. Jesús era y sigue siendo mesías de Israel, en una línea abierta a la promesa de plenitud futura, de revelación y presencia total en la vida humana. Pues bien, esa revelación y presencia plena de Jesús como Hijo de Dios se despliega y celebra plenamente en la pascua. Eso significa que Jesús nace plenamente de Dios (y como Dios) muriendo por los hombres, de forma que encarnación y pascua se identifican en el fondo.

Ciertamente, en un sentido, Jesús ha nacido como Hijo de Dios de María, en Belén… o en Nazaret. Pero ese nacimiento sólo ha culminado y se ha cumplido por su muerte en amor por los hombres. Eso significa que él nace plenamente al morir por los hombres, al dar su vida por ellos, es decir, resucitando. Como dije en la postal de ayer, el hombre nace como ser humano (desde la vida de Dios y en Dios) cuando va creciendo, descubriendo su identidad, dando la vida por los demás, en amor. Pues bien, Jesús ha nacido plenamente, ha culminado su Nacimiento, al regalar su vida a los hombres, morir por ellos, resucitando de esa forma en ellos.

Según eso, Pablo no ha escrito la “historia del Hijo preexistente que se encarna”, sino que ha proclamado la pascua de Jesús que es Hijo de Dios al entregar su vida en favor de los humanos. Eso significa que a partir de los presupuestos de Pablo no se puede desarrollar una teología de la preexistencia de Jesús antes de vivir y morir por los hombres. Al contrario, Jesús es pre-existente (o mejor dicho pro-existente) cuando culmina su vida muriendo en amor por los hombres. Sólo así aparece, se manifiesta, como hijo de Dios en forma humana, por su nacimiento primero, su vida posterior y su muerte final, tal como culmina en la resurrección.

Sinópticos, cristología pascual narrativa: Quien es aquel que muere plenamente por (a fvor) de los hombres, siendo de esa forma Hijo de Dios pleno, por la resurrección. A partir de Marcos, los sinópticos han “contado” la historia del Jesús Mesías, pero no como encarnación de un ser divino preexistente, sino como camino de entrega y muerte del Cristo humano, que realiza su acción salvadora entregando la vida en favor del Reino de Dios, en Dios… culminando así su nacimiento divino al morir (dar la vida) por los hombres. Jesús no es Hijo de Dios simplemente por haber nacido en Belén, un día de “navidad”, sino por haber vivido en navidad perpetua, naciendo sin cesar de Dios al dar su vida por los hombres.

En un sentido, Jesús es Hijo de Dios (es Dios encarnado) desde que nace en Belén como niño… Pero sólo es Hijo Pleno, presencia total de Dios (Dios Trinitario, Hijo del Padre) cuando culmina el camino de su vida en amor, en servicio de humanidad, muriendo en cruz por la justicia…, es decir, para expresar/encarnar la justicia de Dios plenamente, en forma humana.  

En ese aspecto, los mismos de la “concepción virginal” y del nacimiento de Jesús por el Espíritu (Mt 1-2; Lc 1-2) intentan expresar el sentido “divino” del origen de Jesús…; de un origen que sólo culmina y se ratifica en la Pascua (muerte en Cruz y resurrección).  

Toda la vida de Jesús es una (es la) encarnación de Dios. Conforme a lo anterior, no se puede hablar de encarnación sólo en un momento (ni en el momento de la concepción de Jesús en el seno de María, ni en el momento de su nacimiento, al salir del seno de María… Ciertamente, Jesús empieza a ser Hijo de Dios al ser concebido y al ser dado a luz…, pero sólo es hijo de Dios plena, nace en Dios del todo, a lo largo de su vida:

  • -Al tomar conciencia de su propia identidad en su infancia
  • -Al optar por el Reino de Dios en su adolescencia (bar Mitva)
  • -Al realizar su trabajo de obrero, al servicio de la vida de todos
  • -Al ser bautizado por Juan
  • -Al escuchar la Palabra que le dice Tú eres mi hijo
  • -Al proclamar el mensaje y realizar la obra del reino en Galilea
  • -Al subir a Jerusalén y dar testimonio de su identidad con el Dios que le ha enviado
  • -Al morir por fidelidad al reino de los hombres y al amor de Dios Padre
  • -Al resucitar en Dios, resucitando en la vida de sus seguidores y amigos. 

 En ese sentido, Jesús es preexistente (vive en Dios y desde Dios) a lo largo de toda su vida, desde su nacimiento hasta su muerte. Toda su vida es Navidad, desde el seno de su madre y desde el nacimiento a la luz del día en Nazaret, en su infancia y adolescencia en todo el camino y destino mesiánico de su vida hasta la muerte.

   Es Hijo de Dios él mismo…, pero no por aislado, sino en y por María (y José), en su proceso de maduración humana,  en el despliegue de su vida, con sus compañeros y amigos, en su muerte…   

Evangelio de Juan: encarnación total de Dios en Jesús: El Verbo de Dios se ha hecho carne en toda su vida, hasta su muerte… El Verbo de Dios siegue siendo carne en la historia de los hombres. Los aspectos anteriores de la vidas y destino de Jesús como Palabra de Dios hecha carne humana (una vida humana, abierta a todos los hombres y mujeres de la historia) han “cristalizado” en el evangelio de Juan, que es una narración continua y unitaria de la vida de Jesús como vida del Hijo encarnado de Dios.

Este evangelio constituye la última gran “empresa” teológica y literaria del Nuevo Testamento: Juan ha contado lo imposible de contar, la historia temporal (concreta, humana) del Hijo eterno de Dios, sin caer por ello en el docetismo o en un tipo de espiritualismo gnóstico. Lo normal hubiera sido desvirtuar la historia, como hace el docetismo (Jesús parecía un ser humano) y un tipo de gnosticismo: no importa la vida de Jesús, sino la enseñanza de esa vida, pues en el fondo ella es un “ejemplo”, una especie de parábola de nuestra propia realidad de seres caídos del cielo que deben nuevamente ascender a lo divino. En contra de eso, Juan sabe y dice que toda la vida de Jesús, es Encarnación de Dios, historia humana de la Palabra Eterna de Dios:

 1En el principio existía el Verbo (Palabra de Dios, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.2Él estaba en el principio junto a Dios.3Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.5Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.6Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:7este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.8No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.9El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.10En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.11Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. 12Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.13Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, | ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.14Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 1-14).

Ésta es la Navidad de la Palabra de Dios, toda la vida de Jesús, preparada por el Antiguo Testamento, y abierto por la Pascua a la humanidad entero, a todo el cosmos Dios sigue siendo trascendente, pero es trascendente en la historia de Jesús y de los hombres, no fuera de ella.  De esa manera, lo que algunos llaman la “generación intradivina del Hijo de Dios” (que se puede y debe estudiar desde una perspectiva trinitaria) no se puede interpretar como un proceso mítico (biológico) en el interior de Dios, fuera de la historia de los hombres.   Esto es algo que habían presentido muchos judíos anteriores cuando hablaban de las “realidades preexistentes” (de la Ley y el Templo, de la Sabiduría y del Hijo del Hombres…). Pero ahora descubrimos que el Dios encarnado (la Palabra de Dios) se identifica con el mismo  Jesucristo. Jesús mismo, toda su vida, es Nacimiento de Dios en los hombres (y para los hombres).

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