Uno de los 'padres' de la teología de la liberación J. B. Metz (1928-2019). Teología política, memoria de las víctimas

El teólogo alemán Metz
El teólogo alemán Metz

En diálogo con Rahner: Metz apela a Dios desde el dolor y muerte de aquellos que han sido crucificados como Jesús, sin hallar una respuesta dentro de la historia

Metz J. B. (1928-2019).Memoria emocionada en el día de su fallecimiento.

Filósofo y teólogo católico alemán. Ha sido discípulo de  K. Rahner y ha enseñado Teología fundamental en la Universidad de Münster, desde 1963 hasta su jubilación en 1993; después ha seguido impartiendo clases de Filosofía de la Religión en la Universidad de Viena.

Ha seguido en la línea del pensamiento de Rahner de una forma creadora, en diálogo con la cultura y, en especial, con la problemática social de nuestro tiempo. Ha sido el impulsor de una nueva «teología política» y ha publicado una serie de obras que se han traducido a casi todos los idiomas importantes, viniendo a convertirse en textos influyentes (así lo ha destacado R. Mate) de un pensamiento cristiano abierto al “mundo”, entendido en sentido antropológico y social, desde la perspectiva de la opresión.

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Ha procurado escuchar la voz de las víctimas, dialogando así con el judaísmo perseguido y escuchando la voz de todos los oprimidos y expulsados, en una línea que se acerca, desde otra perspectiva a los principios de la teología de la liberación. Metz se sitúa en el centro de la modernidad, aceptando los valores de la razón comunicativa, pero destaca la singularidad de la religión y del Dios (judeo-)cristiano, que recoge la memoria de aquellos que han sido expulsados de la historia, condenados por el juicio del sistema, es decir, por aquellos que no pueden elevar su voz en un diálogo racional abierto, porque esa voz ha sido silenciada.

A su entender, una razón que se dice neutral sin serlo (y aunque lo fuera en plano teórico) resulta insuficiente. La vida humana no surge y crece desde la neutralidad racional, sino desde la parcialidad del amor de Dios «que crea a los que no existían y que resucita a los que han muerto», conforme a una experiencia judía recogida por Pablo en Rom 3, 17. Para que la justicia sea justa y la razón racional, ella ha de fundarse en el Dios de la gracia, que suscita vida y que recoge a los asesinados de la historia.

Metz puede compararse así con Kant, pero con una diferencia: Kant postulaba la existencia de Dios desde la perspectiva del “honrado” burgués que cumple la voz del imperativo y sabe que la justicia no se cumple en este mundo (apelando también al cumplimiento de los propios intereses). Metz, en cambio, apela a Dios desde el dolor y muerte de aquellos que han sido crucificados como Jesús, sin hallar una respuesta dentro de la historia.

Entre sus obras: Teología del mundo (Salamanca 1970); Antropocentrismo cristiano (Salamanca 1972); Teología del mundo (Salamanca 1972); La fe en la historia y en la sociedad (Madrid 1979); Por una cultura de la memoria (Barcelona 1999); Esperar a pesar de todo (Madrid 1996); El clamor de la tierra: el problema dramático de la teodicea (en colaboración, Estella 1996); Memoria passionis: una evocación provocadora en una sociedad pluralista (Santander 2007). (Texto de X. Pikaza, Diccionario de pensadores cristianos, Estella 2010, 622-623)

Postdata teológica. Johan Baptist Metz y Karl Rahner.

Para entender la obra teológica de Metz es importante evocar su relación con Rahner, a quien él había empezado criticando por sus primeras obras  (Espíritu en el mundo y Oyente de la Palabra), porque a su juicio el pensamiento de Rahner corría el riesgo de ser demasiado intimista, alejado de los problemas reales de la historia y de la justicia humana. Rahner se mostró dispuesto a aprender, en diálogo con Metz, como lo muestra el hecho de que aceptara los cambios que Metz le había propuesto en la reelaboración de sus obras. Este influjo de Metz puede observase también en todo el desarrollo posterior de Rahner, quien, sin abandonar su teología de tipo más “trascendental” quiso aplicar su visión a la historia concreta de los hombres, al despliegue de la justicia y a la solidaridad con las víctimas.

En esa línea, Metz aprendió muchísimo de Rahner, pero Rahner aprendió también de Metz, poniendo de relieve la unidad que existe entre el amor de Dos y el amor al prójimo, en línea de justicia y de transformación social, tal como empezaron a ponerlo de relieve los representantes principales de la Teología de la liberación, a quienes Rahner saludó con aprobación.

 Rahner ha compartido plenamente las intenciones de la «Teología política» y su insistencia en una función de crítica social de la iglesia, pero lo que él ha deseado es transformar de una manera intensa   la teología académica, especialmente de la teología fundamental, de tal manera que la «teología política», precisada y reelaborada de un modo particularizado pudiera integrarse dentro de la teología académica, es decir, dentro del pensamiento fundamental cristiano.

Esta concordancia entre Rahner y Metz no ha sido fácil, pues Rahner pensaba y actuaba teológicamente a partir de una “teoría trascendental del sujeto”, mientras que Metz pensaba que una teología de este tipo podía acabar siendo un impedimento para la captación de la verdadera experiencia histórica, marcada por sus contradicciones y antagonismos sociales.  Se estableció de esa manera un tipo de oposición de base entre los dos tipos de teología:

Rahner funda su teología en una experiencia trascendental de Dios; ciertamente, él ha mostrado que la captación categorial, histórica y concreta de Dios en la historia de dolor de los hombres no es algo secundario para el sujeto, como si ella se añadiera caprichosamente en un momento posterior, sino que entre lo trascendental y lo categorial existe una relación mutua que resulta complementaria y que nunca se puede abandonar.

            Pero, al mismo tiempo, él ha indicado que un "estudio y una praxis" puramente categorial e histórica del dolor de los hombres (de la injusticia de la historia) puede terminar siendo un simple esfuerzo humano, sin experiencia radical de fe, es decir, sin trascendencia.  Ciertamente, él ha visto bien la necesidad de una “encarnación” de la experiencia trascendental en el camino de la historia, en la liberación de los hombres, en la así llamada “teología política”; y así se lo ha dicho siempre a Metz. Pero ha tenido miedo de que la teología política sea puramente “política”, sin ser teología y salvación trascendente.

Por su parte, Metz ha querido fundar su teología política no sólo en el dolor de los hombres (en la justicia con las víctimas), sino también en la transcendencia de Dios. En esa línea, él ha estado siempre dispuesto a dialogar y a concordar con Rahner.

Metz ha buscado siempre una doctrina sobre Dios que resulte sensible a los problemas de la teodicea[1], una doctrina que sea capaz de sensibilizar a los creyentes cristianos, sacándoles de su apatía respecto a los sufrimientos de la humanidad, una doctrina de Dios que ofrezca un nuevo rostro a la teología «tras Ausshwitz», una teología  que plantee la inquietante pregunta por la justicia en relación con el sufrimiento de los inocentes.

Para ello, Metz apela de un modo explícito y afirmativo a la aserción de Rahner, según la cual la separación tradicional entre una voluntad permisiva y una voluntad eficiente de Dios en relación con la libertad culpable de los hombres es una respuesta falsa. El verdadero Dios no se limita a “permitir” que exista el mal (la explotación de los hombres), sino que ha querido y quiere todo lo contrario: Quiere la salvación de los pobres, la liberación de los oprimidos, y por eso se ha encarnado.  Desde ese fondo Metz ha radicalizado la pregunta sobre Dios, tal como la plantea Rahner, situándola no sólo en la conciencia interior de la fe, sino en la experiencia activa de la Iglesia[2].

En esa línea, por caminos algo distintos, Rahner y Metz han terminado concordando en lo esencial: la experiencia trascendental de Dios sólo se ratifica y expresa en la opción categorial por la redención de los pobres, por la liberación de las víctimas.

 De esa forma, ambos han rechazado una “teología del sufrimiento de Dios”, que podría conducir a la “aceptación pasiva” del sufrimiento de los inocentes.  Ciertamente, hay un sufrimiento de Dios, pero ese sufrimiento no se puede utilizar para justificar el sufrimiento humano, apelando a un cielo posterior; ese sufrimiento de Dios se expresa y despliega en su amor redentor, a favor de los pobres y de los empobrecidos. Dios asume así el sufrimiento humano, pero no para santificar el puro sufrimiento, sino para acompañar y redimir a los que sufren, a los pobres[3].  

Según eso, la palabra de bienaventuranza de los pobres no puede entenderse, ni en Rahner ni en Metz, como una aceptación pasiva del sufrimiento, sino que debe traducirse en forma de compromiso activo a favor de la liberación de los pobres. En esa línea, la teología política de Metz necesita inscribirse en la experiencia transcendental del Dios de la Gracia eterna…; pero, al mismo tiempo, esa experiencia transcendental de Rahner sólo adquiere su sentido cristiano al inscribirse y traducirse en forma de compromiso categorial e histórico (político, social) por la liberación de las víctimas, por la bienaventuranza de los pobres

(Estas reflexiones están inspiradas en mi traducción de la obra de H. Vorgrimler, Karl Rahner, Sal Terrae, Santander 2004, pags. 153-155;mi última reflexión sobre Metz ha estado enriquecida por mi encuentro con F. Strazzari, especialista en su teología politica, sobre la que escribió hace años una notable tesis doctoral:

[1] J. B. Metz, «Theodizee-empfindliche Gottesrede», en (Id. [Ed.]) “Landschaft aus Schreien”. Zur Dramatik der Theodizeefrage, Mainz 1995, pp. 81-102.

[2] Ibid, p. 90

[3] Ibid, pp. 84 ss.

Para una visión bibliográfica de su pensamiento e influjo en la teología cf.  https://revistas.comillas.edu/index.php/estudioseclesiasticos/article/view/8357

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