Pan, casa y palabra. La alternativa de Marcos

Como sucede casi siempre, las obras de cierta envergadura han sido precedidas por trabajos menores, esbozos, tanteos y ensayos. Así ha sido en mi Evangelio de Marcos, al que precedió un ensayo titulado Pan, Casa y Palabra.

Esas palabras querían ser y son una alternativa a los ideales de la modernidad, recogidos en tríada Igualdad, Fraternidad, Libertad, pero de un modo mucho más “concreto” (he cambiado el orden, para ajustarlo a la tríada de Marcos.

No son malos esos ideales, acuñados por la Revolución Francesa... pero corren el riesgo de quedarse en pura fórmula. Por el contrario, la alternativa de Marcos nos sitúa en el centro de la tarea eclesial (que es divina y humana al mismo tiempo)


Lo primero es el Pan, sin pan no igualdad. Ciertamente, el hombre no vive sólo de pan, pero sin para no puede ni vivir. El evangelio según Marcos es pan compartido, y así debe mostrarlo la Iglesia, con su vida y ejemplo, en un mundo que priva de pan a gran parte de los hombres y mujeres, no sólo allí fuera (entre africanos o manchúes), sino en Madrid y Tudela, mientras gran parte de la Iglesia calla y parece amañarse con los que roban el pan a los pobres..

Lo segundo es la Casa, que es fraternidad y comunión, que es vida social y acogida mutua… empezando por la casa material, que ahora los Bancos hipotecan, en manos de un Diablo llamado Mamona. La misma Iglesia ha de ser una gran casa… (muchas veces lo olvida). La Iglesia ha de garantizar casa (cien casas) para cada uno de los creyentes, y son pocos en la Iglesia los que dicen en voz alta, mientras crece la corrupción de los que roban casa sobre (como decía hace 2700 años Amós, criticando a los Bancos de su tiempo).

Lo tercero es la Palabra… Conforme al esquema de Marcos, la Palabra es la libertad, que dada uno pueda decir (decirse) y ser, de un modo autónomo. Ésta es la libertad para todos, hombres y mujeres, de un mundo y del otro… Una libertad que es Palabra, fundada en el pan y en la casa... La Iglesia ha de ser espacio de Palabra para todos. Así la quiso Jesús, así lo dijo Marcos en su evangelio.

Éstos eran los temas centrales de la Revolución de Jesús según Marcos, tal como los exponía de forma introductoria en un escrito antiguo, tal como los he recogido en mi nuevo y extenso comentario de Marcos.

Éste es un tema que muchos han recogido, entre ellos uno de los mejores “buscadores religiosos” en lengua castellano, llamado Mercabá (http://www.mercaba.org/), que quiero recomendar a mis lectores. Allí encontrarán muchos esquemas de libros, de temas, de perspectivas de Iglesia, en una línea que no siempre es la mía… pero que es hermoso que exista, pues en la pluralidad existe también la verdad. Buque el lector amigo la reseña que Mercabá hace de este tema en http://www.mercaba.org/DJN/I/iglesia_en_mc_pan_casa_palabra.htm

Aquí recojo sólo un extracto de su “resumen”, para poner de relieve (con los de Mercabá) la esencia de la Iglesia cristiana según Marcos. Mercabá es un testigo poco sospechoso. Éste es parte de su resumen de mi obra.


Pan, casa y palabra, esencia de la Iglesia


Marcos ha escrito un evangelio interactivo, que presenta nuestra opción (nuestra historia) presentando la de Pedro y los discípulos primeros. Tanto Pedro como las mujeres tienen que dejar Jerusalén e «ir a Galilea», para contemplar a Jesús resucitado, asumiendo la misión universal del evangelio. Marcos sabe que la Iglesia ha corrido el riesgo de cerrarse en los límites de una comunidad judeocristiana, vinculada a la estructura vieja de la ley israelita. Por eso quiere que el evangelio empiece a proclamarse y expandirse en todo el mundo (cf. 13, 10; 14, 9).

En ese sentido quiero destacar el carácter interactivo (dialogal) del evangelio. Marcos no es un libro para entender y discutir, sino para descubrir a Jesús y caminar con él, iniciando con los demás cristianos una marcha de Reino. Fueron ellos, los discípulos antiguos, somos nosotros, lectores modernos, quienes debemos asumir e interpretar con nuestra vida el evangelio ¿Cómo realizar esa tarea y camino de Jesús?

Ciertamente, debemos anunciar el reino (1, 14) y expulsar demonios, curando a los enfermos (3, 14-15; 6, 12-13), como hizo Jesús, para fundar con él la nueva comunidad mesiánica centrada, como he dicho ya, en la casa, el pan y la palabra, desde Galilea. Es bueno que no aparezca la palabra Iglesia, tomada en sí misma, podría parecernos suficiente, separándonos de los elementos esenciales del proyecto y camino de Jesús con sus discípulos, a lo largo de su vida histórica. Por eso, debemos volver a Galilea, reiniciando allí camino que nos permita comprender el sentido (autoridad) de esos tres grandes signos eclesiales:

• Experiencia de Casa fraterna (cf. Mc 3, 20-35).
Los escribas de Jerusalén le juzgan endemoniado porque acoge a los posesos; sus parientes de la Iglesia judeocristiana le declaran loco. Jesús responde acogiendo en su corro (igualdad fraterna, círculo de comunicación) a los que cumplen la voluntad de Dios, haciéndolos su madre, hermana y hermano. Esta es su autoridad: ofrece familia a quienes carecen de familia, a los expulsados del sistema sacra) y social israelita. Los judíos de aquel tiempo constituían una casa honorable de hijos de Abraham y de cumplidores de la Ley; ellos se definen a sí mismos como casa de Israel, centrada en los grandes valores de la identidad genealógica (origen común) y la pureza común, lograda por el cumplimiento de la Ley.

Marcos quiere que la Iglesia sea casa… y que los creyentes compartan sus casas, familiar, de manera que los seguidores de Jesús (superando el egoísmo particular) puedana tener cien casa, por fraternidad

Superando ese nivel de casa nacional, Jesús ha querido ofrecer espacio de vida y casa de fraternidad a todos los necesitados, sin más condición que la escucha de la palabra y el amor mutuo. Construir sobre el mundo una casa de fraternidad, abierta desde los excluidos y pobres, desde los enfermos e impuros, a todos los humanos, superando así las limitaciones de ley nacional: esta es la primera tarea de la Iglesia en Marcos. Construir mil casa, para todos, sin diferencia entre ricos y pobres, ésa es la esencia del evangelio


• Experiencia de Pan compartido, igualdad (pan para todos).
Conforme a la ley del jubileo y a toda su legislación nacional, el judaísmo se constituye como pueblo de hermanos que comparten el buen pan (bien purificado), con manos limpias, en comunidad de mesa. Pues bien, superando el límite de pureza israelita, Jesús quiere que sus discípulos se definan y vinculen en torno a un pan y unos peces que comparten con todos los necesitados. Por eso ha comenzado enviando a sus discípulos sin dinero ni provisiones, para anunciar con libertad el reino, diciéndoles que acepten el pan de aquellos que quieran recibirles; ellos ofrecen curación y evangelio, fraternidad creadora; así pueden acogen el pan de aquellos que quieran recibirles (cf. Mc 6, 6-13). Pero luego, cuando esos mismos discípulos tienen pan y peces, les pide que los compartan con los necesitados del entorno, que vienen sin comida (cf. 6, 30-44; 8, 1-8).

Ellos, los discípulos, querían dominar la tierra, con un poder sagrado. Jesús empieza poniéndoles en manos de los demás (han de ir a sus casas sin provisiones, sin seguridades). Después les hace servidores de una mesa que debe abrirse para todos los que vienen y buscan. Esta es su autoridad, esta la esencia de la Iglesia: repartir el pan con los necesitados israelitas (primera multiplicación: Mc 6) y con los no israelitas (segunda multiplicación: Mc 8), sin miedo a que falte lo necesario, sin cálculos o compra-ventas de tipo monetario. Por eso, cuando van de misión al otro lado del mar, ellos llevan un sólo pan en la barca de la Iglesia (cf. 8, 14-21): es el pan de Jesús, la verdadera eucaristía de la vida compartida, de la presencia mesiánica, que no debe estropearse con la mala levadura de los fariseos (pureza y separación nacional israelita) y de Herodes (el pan de la imposición política).

El Pan de Jesús, que es pan multiplicado (para todos), un pan material, la comida concreta de cada día… Es el pan del salario justo, para todos los hombres y mujeres, en contra de un dinero que se cierra en sí mismo, de un pan que se pudre en manos de los ricos. Sólo así se puede hablar de pan eucarístico en la iglesia. Sin compartir el pan material la celebración del pan eucarístico es mentira, sarcasmo y blasfemia. (

• Autoridad de la palabra, libertad cristiana y humana.
«Salió el sembrador a sembrar... La semilla es la Palabra» (4, 3. 14). Esta es su misión básica de Jesús, la tarea que ofrece a los discípulos: extender la Palabra, anunciar el evangelio a todas las naciones: ellos buscaban dinero y poder, honor y gloria, para dominar sobre la tierra; pues bien, Jesús les hace sembradores del Mensaje de Dios (evangelio) para todos los pueblos (cf. 13, 10; 14, 9). Así se define la autoridad de los discípulos de Jesús, el tesoro de vida de la Iglesia: la palabra que ellos anuncian y comparten, en gesto misionero, en todos los pueblos de la tierra. Ciertamente, Israel tenía una Palabra, centrada en la Alianza y en la Ley; pero era una Palabra que se limitaba, por ahora, a la nación israelita, pues trataba de lo puro y de lo impuro y se encontraba vinculada a las peculiaridades religiosas y sociales del pequeño pueblo de Abraham y de Moisés.

Pues bien, Jesús ha ofrecido a sus discípulos la Palabra del Reino de Dios, que se identifica con su propia Vida, con su entrega en favor de los demás. Por eso, en la segunda parte del evangelio, de Mc 8, 27 en adelante, la verdadera Palabra del mensaje se condensa y encarna en la misma entrega pascual de Jesús, como ratifica el mensaje de la tumba vacía (Mc 16, 1-8).

Ésta es la palabra de la libertad: Que cada uno pueda ser él mismo, decir su verdad, decirse a los otros…

Tres notas de la Iglesia: Casa del pan y la palabra

Estos tres elementos o tesoros: Palabra y Pan (encuentro persona y comida compartida) definen y expresan el sentido de la Iglesia, entendida como Casa de Dios, para todas las naciones.

Tenían los judíos un templo, que era en principio bueno, pero algunos lo habían "malformado" o pervertido, como sabía ya el profeta Jeremías (cf. Jer 7, 11), haciéndolo cueva de bandidos. Pues bien, Jesús quiere convertirlo de nuevo en casa de oración para todas las naciones (Mc 11, 17; cf. Is 56, 7).

El templo de los cristianos es la comunidad de Jesús, cuerpo del Cristo resucitado, que se abre en forma misionera, a todos los hombres y mujeres de la tierra, como sabe el relato de la unción de Betania (cf. Mc 14, 3-9), comunidad centrada en torno al pan, como casa común, palabra universal.

Marcos no ha elaborado una eclesiología de tipo teórico (no ha tratado de los principios de la vinculación universal de los hombres en torno a unas ideas); ni se ha detenido a organizar la Iglesia en forma estructural, con sus diversos rangos y jerarquías. El ha hecho algo mucho más importante: ha mostrado el surgimiento y sentido de la Iglesia, en el camino de entrega y pascua de Jesús, mostrando también los riesgos que ella tiene de pervertirse, lo mismo que un tipo de templo judío.

La Iglesia es la casa que Jesús ha construido con la entrega de su vida, la casa de la pascua, abierta en misión universal de amor a todos los humanos. Los discípulos querían ser (hacerse) grandes en el Reino de Jesús, para dominar a los demás, dentro de un mundo bien jerarquizado (cf. Mc 10, 42); querían ser gobernadores y primeros, identificando así la Iglesia con un imperio de este mundo, conforme al modelo romano o judío.

Jesús les enseña a servir, sembrando palabra y compartiendo pan, en diálogo fraterno; Jesús les enseña, sobre todo, a dar la vida por los demás, creando de esa forma comunión de amor universal. Por eso, el evangelio puede interpretarse como manual de autoridad mesiánica para mensajeros y portadores del reino.

En conclusión: la Iglesia es Casa de Jesús, donde los hermanos se reúnen en torno al Pan compartido (que culmina en la eucaristía) y escuchan juntos la Palabra (que al final se identifica con el mensaje de la vida de Jesús).

Marcos, un evangelio esencial

Supongo que Mc es un texto unificador, escrito en torno al año 70 d. de C. (en Siria o Roma); por entonces, los creadores primeros de la Iglesia (Pedro, Pablo, Santiago) han muerto, pero su herencia sigue viva y debe conservarse. La Iglesia de Jesús (o mejor dicho: las Iglesias fundadas por los testigos pascuales: cf. 1 Cor 15, 3-8) corren el riesgo de dividirse y perder su identidad, olvidando las raíces evangélicas de su mensaje y vida. Para evitar esa pérdida y buscando la paz entre ellas, Marcos ha escrito un evangelio donde se recogen varias tendencias eclesiales, desde una perspectiva profunda: el camino de misión y muerte del Mesías.

Directamente ha escrito una biografía histórico-teológica de Jesús; indirectamente nos ha ofrecido un tratado eclesial. Sin duda, Marcos sabe más de lo que dice (conoce otras tradiciones, quizá las del llamado documento Q, donde se recogen muchas palabras de Jesús), pero destaca las que a él le interesan, para presentar la identidad de Jesús, como creador pascual de la Iglesia. Ha realizado bien su trabajo, de forma que los evangelistas posteriores (Mt, Lc e incluso Jn) le han seguido y recreado. Estos son los presupuestos de su visión:

• Los Doce. Mc supone que Jesús les confió su tarea, llamándoles incluso apóstoles. Ellos son garantes de la misión eclesial y principio de todos sus ministerios posteriores (cf. Mc 3, 13-19; 6, 6-13; 14, 12-21). Pero su tarea estricta terminó con la cruz, de manera que en la pascua (Mc 16, 1-8) no aparecen ya y en vez de ellos, en el nuevo comienzo galileo, encontramos unas mujeres con discípulos (así, en general) y Pedro.

• Mesías crucificado (evangelio paulino). Marcos asume el proyecto y teología de Pablo (o de los helenistas de Hechos 6-7, en general), tanto en su visión de la Ley judía, que considera superada por Jesús (cf. 7, 13-24), como en su manera de entender la Cruz, a modo de revelación mesiánica y principio de todo ministerio eclesial (cf. 8, 31; 9, 31; 10, 32-34). Frente al riesgo de los llamados hombres divinos (theioi andres), que hablan y actúan con poder externo, buscando su propia gloria (13, 5), eleva Marcos su protesta, llamándoles cristos y profetas falsos (13, 22). La verdadera autoridad de la Iglesia es Jesús Nazareno, el crucificado (cf. Mc 16, 6), no unos ministros sabios o en predicadores poderosos, como aquellos que Pablo criticó en 1 Cor y 2Cor; ellos pueden convertir la Iglesia en lugar donde los más fuertes dominan sobre los débiles.

• Misión universal. Marcos mantiene una dura polémica contra escribas judíos y parientes de Jesús que quieren cerrar su evangelio en la casa o familia judía (cf. 3, 20-35). Por razones comprensibles, Marcos no cita a Santiago, hermano del Señor, dirigente de la Iglesia de Jerusalén: el mismo Jesús pascual pide a las mujeres de la tumba vacía que dejen Jerusalén (la ciudad e Iglesia de Santiago) y que vayan a Galilea «para decir a los discípulos y a Pedro» que ha resucitado y comenzar desde allí la tarea universal del evangelio. Con estos discípulos (que no son ya los Doce en cuanto tales) se siente vinculado Marcos, que «sabe» que Jesús ha querido extender su mensaje a todos los pueblos, desde Galilea, superando un mesianismo nacionalista judío, simbolizado en Jerusalén y centrado en la identidad del viejo pueblo de la alianza, representado por Santiago (cf. 13, 13; 14, 9).

• Herencia de Pedro. Parece claro que Marcos ha optado por el tipo de misión Pablo, como principio y centro de la Iglesia (en contra de Santiago y de sus seguidores en la comunidad de Jerusalén), pero no lo puede decir de un modo externo, al contar la biografía de Jesús, pues Pablo no fue históricamente su discípulo. Pues bien, al lado o en el lugar de ese Pablo ausente, ha colocado a Pedro como portador del testimonio cristiano.

Marcos conoce y destaca los riesgos y miedos del Pedro histórico (y pascual) ante el crucificado, presentándole como demonio o tentador eclesial (cf. 8, 31-38; 14, 29. 32-42. 66-72), que sólo llora con arrepentimiento al final (cf. 14, 72). Pero él sabe y dice también que ese Pedro se ha convertido, pudiendo iniciar el auténtico camino (cf. 16, 7) como garante de pascua (icontempla a Jesús!), en el comienzo de la Iglesia, a partir del testimonio y llamada de las mujeres de la tumba vacía, que son signo y germen de la comunidad cristiana (cf. 16, 1-8).

Así vincula Marcos el testimonio de Pablo con la herencia y recuerdo de Pedro, pudiendo así escribir un auténtico evangelio.


Esta tensa pero necesaria vinculación de Pedro y Pablo, que Marcos supone y despliega en su evangelio (y que aparece también en otros textos del Nuevo Testamento como Hech 15 y Gal 1-2), constituye la base de la Iglesia cristiana. De esa manera, al vincular la teología de Pablo con la tradición de Pedro y con la vida y pascua de Jesús (a partir del testimonio de las mujeres), Marcos ha escrito el evangelio más significativo de la Iglesia, el libro que está en el centro del Nuevo Testamento y de todo el cristianismo.


Centrando su evangelio en la vida y pascua de Jesús, Mc ha elaborado un texto que pueden aceptar (casi) todos los grupos eclesiales, es decir, todos los que aceptan como base de su vida la acción y mensaje de Jesús resucitado, en una Iglesia que acoge a los excluidos y ratifica la autoridad mesiánica del crucificado. De esa forma ha vinculado la herencia de Pablo y Pedro, aunque ha corrido el riesgo de olvidar la herencia judeo-cristiana de Santiago (que reaparecerá de otra manera en Mateo, cuyo evangelio puede interpretarse, de algún modo como corrección y nueva redacción de Mc).
Volver arriba