(3) Pentecostés, el origen cristiano: Cinco notas de la Gran Iglesia

La Gran Iglesia, separada desde mediados del siglo II del judaísmo rabínico, es el resultado de más de un siglo de historia, que comienza con la vida y muerte de Jesús, pero que se ha consolidado a través de una serie de acontecimientos y gestos ejemplares en los que intervienen las comunidades de Jerusalén y Galilea, los helenistas, la misión de Pablo, la redacción de los evangelios etc. (en la línea de lo que dije ayer sobre los nueve focos eclesiales). Sólo en la segunda mitad del siglo II se puede hablar de una Iglesia cristiana propiamente dicha y de una nueva religión, en la línea de este libro.
Por eso, en un sentido, se puede y se debe afirmar que Jesús fundó la Iglesia. Pero, en otro sentido, hay que decir que la fundaron sus discípulos, en un proceso de expansión evangélica que ha durado varios decenios.
Desde ese fondo, dejando a un lado el aspecto más confesional (una fe propia y distintiva), de la que este libro de R. Aguirre (ed.) trata menos, he querido recoger algunas notas fundamentales de las diversas iglesias, que se han desarrollado hasta formar la Gran iglesia. Estos son a mi juicio, siguiendo el hilo del libro de R. Aguirre, los elementos que han hecho posible el surgimiento de la Gran Iglesia (que, según la fe de los cristianos, a surgido por obra del Espíritu Santo).
((PD, para interesados y amigos: También yo estoy intentando recoger elementos para escribir un día "si la autoridad y el tiempo lo permite" (lenguaje torero) un pequeño trabajo sobre el origen de la Iglesia, continuando un tema que dejé parado en "Sistema, Libertad, Iglesia", del año 2000. Por eso, ayer, como bien ha descubierto Sofía, se me escapó una frase sobre un "próximo libro", que no tiene otro misterio que el deseo (¡lapsus freudiano!), expresado en mis apuntes, de escribir ese trabajo. Gracias Sofía, por la atención. Y gracias a todos los lectores por la paciencia.
Buen día de Pentecostés, con la imagen de Cerezo Barredo, a quien desde aquí agradezco su servicio inmenso, no sólo en koinonia.org, sino en otros lugares en los que nos viene acompañando y ayudando desde hace decenios en la "marcha" generosa de la Iglesia)).
A. UNA INTRODUCCIÓN YA CONOCIDA
Jesús no organizó la Iglesia, sino que anunció y preparó la llegada del Reino de Dios, pero (como acabo de indicar) su anunció y la experiencia de su vida desembocaron en el surgimiento de una serie de comunidades mesiánicas que se vincularon después como Iglesia. Es evidente que él no quiso fijar un organigrama social (como hicieron en Qumrán), ni construir unas instituciones sagradas independientes, capaces de sustituir a las que ya existían, pero su movimiento desembocó de un modo natural en la Iglesia (a través de eso que he llamado la experiencia carismática de sus discípulos). En este contexto se pueden dar dos interpretaciones, que van más allá de la pura historia, de manera que deben entenderse de un modo confesional.
(a) Algunos investigadores han afirmado y siguen afirmando que el surgimiento y, sobre todo, el desarrollo y fijación de la Gran Iglesia en el siglo II d.C. es un fenómeno cultural muy complejo, pero no responde a la intención básica de Jesús, ni recoge las claves básicas de su movimiento; de esa manera niega toda relación entre Jesús y la Iglesia.
(b) Otros, en cambio, pueden decir (y decimos) que ese despliegue de la Iglesia recoge la intención fundamental de Jesús, de manera que ha sido él (Jesús) quien la ha fundado básicamente y quien la sigue manteniendo, por obra del Espíritu de Dios.
B. TEMA. CINCO NOTAS PRINCIPALES
La forma de entender esa iglesia (tal como ha sido ha sido fijada por los discípulos de Jesus a lo largo de todo el siglo I y de la primera mitad del II d.C.) varía según las diversas confesiones cristianas (católicos, protestantes, ortodoxos). Pero, en un sentido extenso, podemos afirmar que las diversas iglesias se vinculan en torno a los cinco rasgos siguientes:
1. Memoria de Jesús.
Lo que llamamos la Iglesia ha nacido y se ha expresado durante largos decenios a través de una serie de comunidades que mantienen la memoria de Jesús y que están vinculadas, de algún modo, a Israel, pero que son independientes y se mantienen en comunión unas con otras, siendo capaces de regirse y de organizarse de un modo autónomo, ofreciendo a sus miembros un espacio de convivencia y comunicación, desde la presencia «simbólica» (pascual) de Jesús. En ese sentido podemos hablar de una federación de iglesias, que se vinculan por compartir y desarrollar una misma experiencia “mesiánica” de Jesús como Palabra de Dios y fuente de comunión.
2. Un presente enriquecido por Jesús (“retraso” de la parusía).
Las iglesias tienen una visión especial del tiempo, vinculada al recuerdo de Jesús (a quien conciben como presente, pues ha resucitado) y del pasado de Israel (cuya historia asumen) y a la esperanza de un futuro abierto a la culminación escatológica que sienten ya como inminente. Sólo cuando la espera de esa culminación final se alarga, de manera que la parusía de Jesús (con el fin de este mundo) no aparece como algo inmediatamente próximo, los discípulos descubren con más fuerza el valor del tiempo actual (presente), enriquecido por Jesús, y sienten la necesidad de organizar su forma de vida en este mundo, en el tiempo de la espera. Sólo entonces pueden surgir y surgen las comunidades, desde el recuerdo/presencia de Jesús. Por eso, siendo importante el futuro, lo que importa de verdad en las comunidades es ya el tiempo actual: la certeza de que Dios está con ellos a través de Cristo.
3. Recuperación de Jesús, unos signos comunes.
Ese descubrimiento del “presente” como tiempo “lleno de Jesús” lleva a la recuperación de su historia pasada, es decir, de lo que ha sido su vida y su muerte. Sólo se puede hablar de iglesias allí donde existe y se cultiva un tipo de memoria celebrativa de Jesús, propia de ese tiempo dilatado de esperanza. En otras palabras, sólo se puede hablar de iglesias cristianas allí donde surgen unos signos específico, vinculados a la memoria y acción de Jesús, como son los exorcismos y/o de un modo especial los sacramentos (bautismo, eucaristía…), que definen y distinguen a sus seguidores, frente a otros grupos judíos de aquel tiempo. En este contexto se sitúa la disputa cristiana sobre comidas especiales (tipo kosher), propias de otros tipos de judaísmo y sobre la circuncisión.
4. Actuar como Jesús, comportamiento mesiánico.
Sólo hay iglesia donde puede hablarse de un estilo de vida especial, en la línea aquello que hacía y decía Jesús, tal como aparece en el Sermón de la Montaña de Mateo o en la experiencia de la justificación por la fe, de la que habla Pablo. Ese estilo constituye una reinterpretación mesiánica de la ley «nacional» del judaísmo, entendida en un sentido exigente (los cristianos pertenecen a un tipo de judaísmo radical), desde la profecía de Israel (con su visión ética) y, sobre todo, desde la experiencia de Jesús.
5. Universalismo.
Finalmente, sólo se puede hablar de Iglesia cristiana cuando existe una apertura o misión universal, unida a la extensión del mensaje y recuerdo de Jesús, superando un tipo de «cerca sagrada» que empieza a establecer, en otra línea, el judaísmo rabínico. El movimiento de Jesús solo se define plenamente y alcanza su propia identidad allí donde las diversas comunidades cristianas comparten un tipo de mensaje y modelo de vida que puede abrirse a todos los hombres, vinculando así la radicalidad de Jesús y la universalidad de su proyecto mesiánico.
C. AMPLIACIÓN. ERUDITA
Estas cinco notas, que trazan la identidad de la Iglesia, no se han desarrollado del mismo modo en los diversos lugares ni momento de la geografía e historia cristiana, pero constituyen su trasfondo y su espacio de referencia. Ellas no pueden tomarse en general, sino desde la perspectiva concreta de las diversas iglesias, abriendo con ellas un abanico de motivos que deberán precisarse al estudiar La Gran Iglesia (y el hecho de que ella se “separara” de los judeocristianos puros y de los gnósticos consecuentes, como vino a decir de un modo clásico E. Peterson, La iglesia de judíos y gentiles, en Tratados Teológicos, Cristiandad, Madrid 1966, 111-142.
Para la fijación de las cinco notas anteriores, que sirven para delimitar la Gran Iglesia, pueden retomarse en otra perspectiva, algunos elementos que ha desarrollado G. Theissen, Erleben und Verhalten der ersten Christen. Eine Psychologie des Urchristentums, Gütersloher V., Gütersloh 2007. Éstos son los fundamentales:
(1) Experiencia y vivencia. Más que la experiencia en general (Erfahrung), lo que define al cristianismo es un tipo de vivencia personal (Ereleben), que se expresa en la conversión y en la fe, entendida como poder de transformación (milagros) y de vinculación radical con lo divino. En ese sentido, la Iglesia es una comunidad de experiencia.
(2) Mito y sabiduría. Theissen ha destacado en este campo la dimensión cognitiva del cristianismo, dentro de un mundo que concedía un poder causal y cognitivo a los diversos espíritus (y, en especial, al Mal o Diablo). El cristianismo estaría vinculado, según eso, al paso de Mythos (como puro lenguaje simbólico) a la Weisheit o elaboración sapiencial del mito
(3) Rito y comunidad. Lógicamente, con el mito-conocimiento va unido el rito que se abre a un tipo de comunicación social. Theissen ha destacado el bautismo, la cena del Señor y los ministerios de la comunidad. Ellos permiten trazar la división entre la Iglesia y las sectas, ya en el principio del cristianismo.
(4) El cristianismo es también ethos y praxis. El ethos destaca sobre todo la actitud, es decir, la fuente de la conducta, centrada en el amor. La praxis alude más bien a un tipo de conducta externa, que se puede codificar en un tipo de normas objetivas, válidas para el conjunto de los creyentes.
(5) El cristianismo es finalmente mística y gnosis (Mystik und Gnosis). La experiencia mística, de tipo carismático (que es el fundamento de la mutación cristiana) tiene un elemento de gnosis, pero no puede convertirse en pura gnosis o conocimiento esotérico, pues ello desvirtuaría el primitivo kerigma pascual, como han hecho algunas comunidades del siglo II d.C.).