Política y perdón. Cinco razones para perdonar (con Calleja y Zabala)

He venido publicando desde hace dos semanas una serie de aportaciones sobre el perdón, en perspectiva personal y social, política, jurídica y cristiana.

Las reflexiones y comentarios que el tema ha suscitado son numerosos, y entre ellos sobresale el de José Ignacio Calleja, publicado de forma separada por RD: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2012/07/06/religion-iglesia-opinion-calleja-pikaza-txelis-perdon-victimas.shtml. Agradezco a José Ignacio C. su intervención, luminosa, como todas las suyas, que el lector podrá seguir leyendo en RD, y que por tanto no reproduzco aquí.

Con esta ocasión, Pedro Zabala (Profesor universitario de Derecho, colaborador y amigo de este blog) me ha mandado una jugosa aclaración, en clave jurídica, humanista y cristiana, que quiero y debo reproducir.

Para completar el tema he querido retomar y adaptar unas reflexiones, de carácter más privado, que publiqué hace tiempo en este blog (en otro contexto), recomendando a una persona querida que perdone (si puede), en una situación difícil, de carácter íntimo, familiar y social.



Estoy muy reconocido a mis lectores, por la paciencia que muestran con el tema del perdón, que estuvo hace tiempo en el blog y que ahora ha vuelto... He querido detenerlo ya, pero no puedo, porque llegan nuevas y nuevas consideraciones, en un plano político, eclesial y personal, como puede verse todos los días en los periódicos, en especial hoy, a los quince años del asesinato de M. A. Blanco, uno de los días más dolorosos y tristes de mi vida. Que su recuerdo nos ayude a crear una paz más alta, con justicia (y también con perdón, si es que podemos), en la línea de las reflexiones finales de este post.

En este contexto he de dar gracias, de un modo especial, a mis amigos, los profesores J. I. Calleja y P. Zabala, que me honran con su presencia en el blog y con sus reflexiones siempre valiosas, de gran altura teórica, pero siempre a ras de vida, en humanidad, sabiduría y respeto.

Buen día a todos.

1. J. I. Calleja: Sobre "Txelis" y su carta a las víctimas
A vueltas con el perdón cristiano en la vida política
http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2012/07/06/religion-iglesia-opinion-calleja-pikaza-txelis-perdon-victimas.shtml


2. Mis reflexiones sobre perdón, víctimas y violencia (Pedro Zabala)


Me gusta, necesito, rumiar lo que leo y oigo. Lo suelo poner por escrito porque me ayuda a pensar y, quizá ingenuamente, considero que así puedo contribuir al debate dialogado. ¿Desde que perspectiva enfoco el tema?. Desde la de alguien que se confiesa seguidor de Jesús de Nazaret y que no se encuentra atado por ninguna vinculación partidista, aunque tenga una fuerte preocupación política.

Las palabras de Jesús, recogidas en el Evangelio, suelen tener una incitación a la acción, a la par que una formulación oriental, más dirigida al corazón que al análisis racional. “Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. ¿Significa esto que a los cristianos nos resulte indiferente el orden temporal y que debamos atender sólo a las cosas del espíritu?. No desconocemos que ésa ha sido una tentación, no sé si definitivamente superada.

Lo que está claro, a mi juicio, es que no podemos pretender imponer nuestras preferencias, máxime en una sociedad plural como la nuestra. Tenemos que vivirlas, con nuestros fallos y debilidades, y proponerlas racionalmente al resto de la sociedad, sin apelar a lo que consideramos revelado. Propuestas que pueden ser plurales y que pueden incurrir en errores, igual que las de los demás.

Partimos de una idea clara: la dignidad inviolable de la persona humana, de todas y cada una, de la que derivan los derechos fundamentales. Y tenemos una opción preferente por las víctimas. Me convence la definición de víctima que recojo de José Ignacio Calleja: “aquella que ha padecido una violencia gravemente injusta en sus derechos humanos”.

Víctimas son tanto aquellas personas que pierden la vida en homicidios directos, como las producidas por el hambre o la sed, causadas por el sistema económico. O las que sufren mutilaciones, maltratos, torturas, indefensión, o carecen de acceso a la sanidad, a la educación y al resto de los derechos fundamentales. Y victimarios son todos aquellos que causan esas violaciones, lo hagan por odio, por motivaciones políticas o por codicia. Lo que suele ocurrir es la distinción que los humanos solemos hacer entre los nuestros y los otros. Si son de los nuestros, tendemos a disculpar sus crímenes. Si son de los otros, al paredón o que se pudran en la cárcel. Si las víctimas son nuestras, reclamamos justicia ¿o venganza?; pero sin son ajenas, o las ignoramos o sospechamos que algo habrían hecho que merecía ese castigo.

Hablar del poder político es necesario, pero puede hacerse desde la teoría ética o jurídica, como debería ser, o a partir de cómo funciona en la realidad. Un poder verdaderamente democrático debe servir para garantizar los derechos humanos de sus ciudadanos. Al estar constituído en la forma de Estados nacionales, ya tiene una severa limitación en esa garantía. ¿Qué ocurre con los no nacionales?. ¿Carecen de esos derechos, son no-personas al no reconocérselos?.

¿Qué pasa en estos momentos de globalización neocapitalista, cuando no son los Estados nacionales, salvo quizá el imperio, quienes son soberanos, sino los grandes grupos financieros?. Y los atentados contra los derechos humanos se cometen también contra los propios ciudadanos, pero las primeras víctimas son los extranjeros que viven entre nosotros, sobre todo si son pobres.

Se justifica la violencia legítima del poder para asegurar la convivencia. Aquí la sospecha es doble: A menudo, la violación de los derechos fundamentales procede los propios gobernantes, también en países formalmente democráticos. Además, ¿es verdaderamente neutral el Estado, o está al servicio de los poderes fácticos o es especialmente sensible a sus intereses?. ¿Cómo puede ser legítima una violencia tantas veces teñida de parcialidad?.

Nos falta mucho para llegar a democracias verdaderamente participativas. Para ello, se precisa una sociedad civil potente y abierta. Esto requiere haber superado la mentalidad servil y haber asumido la condición de ciudadanos. El llamado pensamiento único, la ausencia de conciencias críticas, el servilismo de los medios de comunicación, la mercantilización del ocio, el miedo, la escasa preocupación por lo común son factores que contribuyen a esa atonía y desencanto democrático. El riesgo de populismos neofascistas es evidente en Occidente. Y el auge de un islamismo que no ha pasado por la modernidad es otra realidad amenazante para la implantación universal de los derechos humanos.

Tiene razón, a mi juicio, Calleja al afirmar que “el valor del perdón de las víctimas a que se refiere la palabra de Jesús es directamente una pauta rectora del orden político -y digo que no- sino prepolítica y postpolítica”. No podemos apelar al evangelio para exigir al Estado el perdón para los victimarios, ni podemos reclamarlo de las víctimas. Lo que si podemos, y debemos, hacer los seguidores de Jesús es denunciar todas las violencias, resistirnos a ellas, acompañar a los que sufren y mostrar con nuestras vidas que el perdón es posible y conveniente para todos.

3. Cinco “razones” para perdonar (Pikaza)

Me escribe María, de Barcelona y me dice:

“Hola Txabi, soy María ¿te acuerdas? Te escribo porque necesito ayuda para perdonar. No para mantener una relación con esa persona, sino para descansar, para poder quedarme tranquila, para sentir alivio en esta inquietud a causa del odio, de la pena, de la incomprensión, de la decepción. Necesito perdonar para no hacerme daño ni transmitir mi odio hacia otras personas…. Necesito perdonar a una persona… que es tío y tutor de alguien a quien quiero. Necesito perdonar a una persona que ha estado robando a sus sobrinos y que ha enfrentado a dos hermanos (uno de ellos retrasado) jugando con los sentimientos… Necesito perdonar porque me está haciendo daño odiar a esta persona…Le respondo diciendo que no hay razones para perdonar, pero que, a pesar de ello, merece la pena intentarlo":


Querida María:

He leído cuidadosamente tu carta y no encuentro “razones razones” para que perdones. Esa persona a la que te refieres, si es que las cosas son como las cuentas, no tiene derecho a tu perdón, porque el perdón no es un derecho, sino algo que hay que merecer, algo que sólo se puede ofrecer por gracia, como un regalo. En un sentido es bueno que la odies e, incluso, que te vengues de esa persona, para que no pueda seguir haciendo lo que hace. En un sentido, seria bueno que acudieras a la justicia, si es que pudieras hacerlo en este caso (sobre todo, en lo referente al robo…). Pero, después de decir eso, quiero añadir que, a pesar de todo, merece la pena que le perdonas.

1. Merece la pena que le perdones, porque ese hombre “quizá no sabe lo que hace”. Que le perdones, pero no con blandura e indiferencia, sino con inteligencia, haciéndole que vea el daño que hace y que lo reconozco. ¿Podrías conseguir que “sepa lo que hace”, que se dé cuenta del mal que está sembrando? Eso sería lo mejor, pero quizá tú no puedas lograrlo, ni él quiera darse cuenta...

El ideal sería llevarle a un psicólogo, porque posiblemente es un enfermo y necesita una terapia, aunque muchas veces, este tipo de “enfermos” no quieren curarse, están muy bien con su enfermedad, sacan provecho de ella… e incluso dicen que ellos son los buenos, que ellos tienen razón y que todos los demás están equivocados o son unos desagradecidos. En ese caso sería bueno “retirarte”, alejarte de ella, dejarla sola e impedir que siga haciendo daño, pero no por cobardía, sino porque a veces las cosas no tienen remedio.

2. Es bueno que le perdones por ti misma: porque eres una mujer positiva, no para ser mejor que esa persona (por orgullo o por soberbia), sino porque quieres seguir siendo aquello que siempre has sido: una persona que busca el bien de todos, que valora a los demás y cree que la vida es un regalo que te han dado (y que le han dado, incluso a él) y así te quieres seguir manteniendo. Te la han regalado la vida y tú la quieres regalar. Sabes que es bueno querer y por eso quieres querer a todos.

Es bueno que perdones, para que puedas vivir en paz contigo misma, de manera transparente y clara, sin necesidad de ocultar nada, ni de odiar o destruir a otros para ser tú misma. Tienes en la vida mil cosas que hacer: hazlas, en positivo, no te enredes en devolver el mal con otro mal. No te empeñes en enfrentarte con esa persona. Déjala ahí: hay muchas cosas que no entiendes, muchos problemas que no puedes resolver… Déjalos a un lado, céntrate en lo que puedes hacer, en los problemas que puedes resolver.

3. Es bueno que perdones, porque si no lo haces seguirá creciendo la montaña (odio sobre odio) por encima de ti misma , y por encima de aquellos a quienes quieres, especialmente de esos niños de los que hablas. Perdónale, porque es bueno que los niños crezcan en un ambiente de amor, pero procurando liberarlos de la mala influencia de esa persona de la que he hablas. No lo hagas simplemente por “pasar”, para no complicarte la vida, porque, quieras o no, la vida es en sí misma complicada...

Perdona porque, en medio de esta vida complicada, que a veces no entiendes, quieres mantener un rumbo de amor y de claridad, por ti misma y por las personas a las que amas, especialmente por esos niños… Si puedes, no hables mal de la persona a la que te refieres, sobre todo delante de esos niños; discúlpala (si puedes, repito); diles a los niños que está enferma, haz que ellos vean que las cosas se pueden mirar y hacer de otra manera. Estoy seguro de que los niños lo entenderán.


4. Perdona, pero siempre “con justicia”.
Tú puedes “perder”, si quieres y si lo haces con cariño y valentía: sólo aquellos que están dispuestos a ceder y a perder pueden ganar… Pero en relación con los demás tienes que ser justa. Eso significa que tú puedes perdonar sin pedir nada para ti, pero tienes que exigir justicia, sobre todo en relación con los niños. Sería bueno que pusierais el caso ante un “juez”, alguien que le hiciera ver a esa persona el daño que está haciendo, obligándole a cambiar, incluso por la fuerza

Es muy posible que en casos de tipo familiar, como parece ser el tuyo, no puedas acudir a medios “legales” externos. De todas maneras, puedes acudir a otros medio de presión, para bien de los niños de los que me hablas e incluso de la persona que les está haciendo daño… Quizá es bueno que, en un sentido, la dejéis sola, para que así pueda sentir el daño que ha hecho y para que no pueda seguir haciéndolo.

Eso exige que seas muy valiente: muy amable, pero muy fuerte, muy justa, sobre todo por los niños… Que ellos puedan crecer, como he dicho, sin odio, sin responder al mal con otros males, pero sabiendo que es importante la justicia.

Perdonar no es cobardía, ni es negar la justicia, sino ir más allá, sin colaborar nunca con aquel que hace daño, dejándole solo (si hace falta), para que no pueda seguir manejando a los otros (y para que quizá cambie). Sé valiente y enfréntate con los que destruyen a los niños, acudiendo a todos los medios de la justicia.


5. Perdona, si puedes, para cambiar a la persona que odia y hace daño… Hay cosas que se pueden conseguir con la justicia… Pero las más grandes sólo se pueden cambiar con amor. A lo mejor, perdonando, puedes cambiar incluso a la persona que hace daño… Estoy convencido que el amor es más fuerte que el odio, que el perdón es más exigente que la indiferencia… No todas las cosas se pueden cambiar en esta vida.

Por eso, los cristianos hablan de un “purgatorio” después de la muerte (un estado de vida distinto, para que el mismo Dios nos ayude a cambiar aquello que aquí no ha podido cambiarse)… Los budistas hablan de reencarnaciones para purificar lo que aquí está manchado… Pero hay cosas que se pueden cambiar y mejorar en esta vida, empezando por uno mismo.

Si tú perdonas, y eres fuerte con tu perdón, y si eres justa…, quizá podrás cambiar muchas cosas. Y si te parece que no lo haces te queda siempre la “energía interior” (eso que los cristianos llamamos amor y oración), para poner tu vida y la vida de aquellos que quieres en manos de la Vida superior en la que estamos viviendo.

Quería María, te podría dar otras razones, sacadas del evangelio, ya sabes, del Sermón de la Montaña: te podría decir que Jesús perdonaba y amaba incluso a los enemigos, para así cambiarles… Te podría recordar a otros personajes grandes de la historia, que también han perdonado, como han hecho muchos budistas. Pero hoy sólo he querido acudir a razones humanas. No puedo exigirte que perdones, no puedo obligarte a perdonar. Pero quizá puedes hacerlo y será bueno para ti, para los niños, e incluso para la persona que les hace daño.


Muzu aundibat, Txabi
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