"El nuevo Papa conoció de cerca esta tradición mesiánico-profética durante su trabajo como 'misionero' en Perú" Sobre la elección del nuevo Papa León XIV: Llevar a Jesús, pero no simplemente «sólo a Jesús»

"Este enfoque jesuánico sugiere que el nuevo Papa se centrará en lo esencial, a saber, la invitación universal que Jesús mismo hizo"
"En la Biblia encontramos dos formas de entender el reino de Dios y la relación del hombre con él: una más ontológico-cúltual y otra más mesiánico-profética"
"El cristianismo mesiánico-profético en la unidad de mística y política y la Iglesia «samaritana», tan queridos por el Papa Francisco, caracterizarán también –con acentos propios– el pontificado de León XIV"
"El cristianismo mesiánico-profético en la unidad de mística y política y la Iglesia «samaritana», tan queridos por el Papa Francisco, caracterizarán también –con acentos propios– el pontificado de León XIV"
| Mariano Delgado*
Tras la elección del cardenal Robert Francis Prevost (Martínez), el portal de noticias Vatican News publicó una entrevista con él como cardenal (https://www.vaticannews.va/de/papst/news/2025-05/interview-prevost-kardinal-papst-leo-xiv-bischof-kirche-vatikan.html?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=NewsletterVN-DE), realizada por el redactor jefe de los medios de comunicación vaticanos, Andrea Tornielli.
Contiene palabras que podrían entenderse como un programa para el nuevo pontificado: «A menudo estamos ocupados enseñando la doctrina, pero corremos el riesgo de olvidar que nuestra primera tarea es comunicar la belleza y la alegría de conocer a Jesús». Esto recuerda a la recuperación de la «alegría de evangelizar» de la que hablaba el Papa Francisco.

Este enfoque jesuánico sugiere que el nuevo Papa se centrará en lo esencial, a saber, la invitación universal que Jesús mismo hizo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30) Extender repetidamente esta invitación y animar a los cristianos a utilizar el testimonio «capilar» de su propio ejemplo de vida para ayudar a que encuentre una resonancia duradera en el mundo y en la Iglesia es una tarea esencial del sucesor de Pedro.
Pero esta concentración en el mensaje jesuánico no significa «sólo Jesús» en el sentido de los carismáticos evangélicos o católicos con su «cristianismo aleluya». Tanto las demás declaraciones del cardenal Prevost en esta entrevista como sus primeras palabras como León XIV muestran que es muy consciente de que lo mesiánico-profético forma parte de Jesús. Su ministerio público comenzó con una llamada a la conversión o reorientación hacia el reino de Dios. En su «discurso inaugural» en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-21), entendió el reino de Dios en la tradición mesiánico-profética de Israel, al igual que su madre María (cf. Lc 1,46-55), cuando alabó la grandeza del Señor, que «enaltece a los humildes».
En la Biblia encontramos dos formas de entender el reino de Dios y la relación del hombre con él: una más ontológico-cúltual y otra más mesiánico-profética. La primera tiende hacia el ritualismo y el espiritualismo, la otra hacia una comprensión del reino de Dios como reino de verdad y libertad, de paz y justicia en este mundo, con un compromiso de solidaridad y fraternidad universales con especial consideración hacia los cansados y agobiados de la historia. El cristianismo mesiánico-profético en la unidad de mística y política y la Iglesia «samaritana», tan queridos por el Papa Francisco, caracterizarán también –con acentos propios– el pontificado de León XIV.
Pues una cristiandad que no siga claramente este camino tras el Concilio Vaticano II no ha sabido reconocer los signos de los tiempos. La reforma de la Iglesia (sinodalidad, el papel de la mujer, etc.) también es importante, por supuesto, pero como consecuencia del cristianismo mesiánico-profético, no como un fin en sí mismo. También forman parte de ello el fomento de la participación y el desarrollo teológico del sacerdocio general de todos los bautizados. El nuevo Papa también es consciente de estos signos de los tiempos.

A la pregunta «Maestro, ¿dónde vives?» (Juan 1:38), la tradición cristiana -aparte de la presencia sacramental en la Eucaristía- da básicamente dos respuestas. Una respuesta se basa en Juan 14,23: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él». Según esto, a Dios hay que buscarlo en nuestro interior, en el «fondo del alma», porque es ahí donde ha hecho su morada y desde aquí nos invita a la amistad, al diálogo de amor. El conocimiento de sí mismo y el conocimiento de Dios coinciden aquí, como decía san Agustín. El primer Papa de la Orden agustiniana nos recordará siempre esta tradición «mística».
Otra respuesta –siguiendo a Mt 25,40 («En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis»)– es buscar a Cristo fuera, en los pobres y en los que sufren. Es el cristianismo mesiánico y profético que parte del acto de amor. El Concilio Vaticano II puso de relieve esta tradición en la transición a la nueva era de la Iglesia cuando afirma en «Lumen Gentium» 8 que la Iglesia «reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo».
Algo parecido dice el Concilio en «Gaudium et Spes» 1: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».
El nuevo Papa conoció de cerca esta tradición mesiánico-profética durante su trabajo como «misionero» en Perú. A través de su trabajo pastoral en una diócesis pobre y de su amistad con Gustavo Gutiérrez, padre de una bien entendida teología de la liberación, ha llegado a comprender el significado de Mateo 25 en el cristianismo contemporáneo, no sólo en el sentido de las llamadas «obras de misericordia», sino también en la combinación de mística y política con el compromiso por una vida en abundancia para todos (Juan 10,10). Pues, como caja de resonancia de la invitación universal de Jesús, la Iglesia debe defender también los valores mesiánicos de verdad y libertad, paz y justicia, y especial solidaridad con los cansados y agobiados.

León XIV, que en sus primeras palabras dirigió el saludo de paz de Cristo resucitado a «todas» las personas, se verá también, al igual que Francisco, como «guardián de la familia humana», haciendo uso de su voz profética a tiempo y a destiempo, aunque con la necesaria prudencia que recomendó el mismo Jesús: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso,sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas». Tenemos ante nosotros un papado jesuánico, «místico-político», no doctrinario, profético, pero a la vez «prudente».
*Mariano Delgado es Catedrático de Historia de la Iglesia en la Universidad de Friburgo (Suiza) y Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y ls Artes (Salzburgo).
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