Reseña Bíblica 102: La historia de Judas Reseña sobre Judas : Homicidio económico y suicidio

Dinero y muerte: El secreto de Judas

Judas (Reseña Bíblica 102)

Bajo la dirección del prof. Jaime Vázquez, Reseña Bíblica, la revista centenaria de la Asociación Bíblica Española ha comenzado una nueva andadura que auguramos llena de aciertos, tanto en el estudio como en la divulgación científica. Así lo avalan los dos primeros números, el 100 sobre La Biblia y el 101 sobre Abrahán, con este, el 102, dedicado a la figura de Judas (portada).

    Ésta es una apuesta en la que los biblistas hispanos, y todos los amigos de la Biblia, nos sentimos implicados, convencidos de que Reseña Bíblica podrá ser una revista fija de parroquias y círculos de estudios bíblicos, de venta en kioskos de divulgación cultural, con presencia en hogares de personas comprometidos con el conocimiento sorprendido y sorprendente de la Biblia, que sigue siendo el arquetipo central de nuestra cultura de occidente y del mundo.

    Hoy quiero fijarme en este número 102, coordinado por D. A. Cineira, y dedicado a  la función y figura de Judas, con cinco trabajos fundamentales:

- La figura histórica de Judas Iscariote (Esther Miquel)  
- Judas en los evangelios (Pedro Barrado)
- El Evangelio de Judas (José Manuel Hernández)  
- Judas Iscariote en la historia del arte y la literatura (David Álvarez Cineira)  
- Reflexionando con misericordia sobre Judas (Luis Ángel Montes) 

  Todos esos trabajos son de gran altura, y dicen lo mejor que se puede decir sobre Judas en perspectiva de crítica histórica y evangélica, con una referencia especial al Evangelio Gnóstico de Judas y a su presencia en el arte y en la vida de la Iglesia y de la cultura de occidente, como bella ambientación tipográfica..

   No me queda más que felicitar a las Ediciones Verbo Divino por asumir este nuevo proyecto de Reseña Bíblica, con J. Vázquez como director, añadiendo que la figura de Judas (de la que trata este número)  ha quedado perfectamente situada  y redimensionada, por lo que felicito también a los autores de los cinco trabajos centrales.

Como es lógico, quedan matices y aspectos que podrían haber sido también desarrollados en línea de historia y recreación eclesial. Entre ellos, a modo de ejemplo, para añadir una pequeña aportación a la gran labor de los cinco trabajos troncales de este número, quiero ofrecer una reflexión sobre dos temas de fondo evocados en el título de esta postal, que han marcado y siguen marcando la "recepción" de la historia de Judas: Uno es su relación con el posible dinero de la entrega de Jesús, otro su suicidio, entendido como clara consecuencia de su colaboración en el homicidio de Jesús.

   Ambos temas están a mi juicio en el fondo de la historia de Jesús, no como pura crónica de hechos externos, sino como interpretación del sentido y alcance deesos hecho.  Uno es el tema del dinero, como he puesto de relieve en mi libro sobre La   Biblia y el Dinero (a Jesús en el fondo le mataron por dinero). Otro es el tema del homicidio/suicidio, es decir, del riesgo de muerte en que se pone aquel que rechaza el evangelio o camino de la gracia, representado por Jesús.

   Entre dinero y homicidio, con suicidio adyacente, se trenza una historia apasionante que nadie ha contado que yo sepa con la profundidad de la tradición evangélica, centrada en la "historia" de Judas, un antagonista importante de Jesús. Judas describe con la parábola de su vida y de su muerte  tres "verdades" fundamentales de la antropología, que están definiendo (y definirán) el sentido de la humanidad:

  1. En el fondo de la historia hay un tema de dinero, como Jesús había proclamado al oponer a Dios y a Mammón. De hecho, el que se opone al dios de la gratuidad queda en manos del dinero.
  2. El homicida de fondo en la historia de Jesús es el Dinero, que mueve los hilos de sacerdotes y soldados imperiales (como sabe el el evangelio de Juan, al vincular a Judas con Satán, que es el dinero homicida, que manera la trama de los asesinos de Jesús.
  3. El homicidio desemboca en el suicidio...  El que mata a los demás termina matándose a sí mismo, como muestra con toda claridad esta historia de Judas, contada con dos variantes muy significativas (la de Mateo y la de Lucas), que terminan identificándose en el fondo. La conclusión es clara: Un mundo como el nuestro que está matando a los que son (fueron y son) como Jesús termina suicidándose a sí mismo.

   No es que Judas sea más pecador que otros, no es que se le pueda condenar diciendo pero nosotros somos buenos. El carácter inquietante de la historia de Jesús es que no fue peor que otros, ni peor que nosotros. Lo que él hizo forma parte de la justicia de este mundo.. Él es uno cualquiera de nosotros, la expresión de una justicia sacerdotal, de una legalidad política...  Todo en Judas tiene una justificación... y, sin embargo, en su línea, la humanidad se destruya a sí misma, nos destruimos nosotros, pues vivimos de homicidio (de matar a otros) y estamos abocados a un tipo de suicidio (en esa líena nos matamos a nosotros mismos).

Por treinta monedas (Mc 14, 10-11)

(El texto que sigue está tomado de Jesús o el dinero (Sal Terrae, Santander 2019, 4019-426/ y de Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2017, entrada Judas).  

Resultado de imagen de Pikaza, Dios o el dinero

          Parece evidente que Judas estuvo implicado en el movimiento mesiánico de Jesús, pero, al fin, en el fondo, toda la fuerza de ese mesianismo vino a condensarse en forma de dinero  (de aquello que Jesús llamó Mammón, el anti-Dios).

  • En ese contexto emerge la mujer de la unción (Mc 14, 1-13), que regala el dinero en amor, para Jesús, en una línea abierta a la resurrección.
  • En  perspectiva inversa, aparece inmediatamente Judas, uno de los Doce (Mc 14, 10-11), que queda al fin envuelto y destruido por el dinero de los sacerdotes.

Judas Iscariote, uno de los doce, fue a hablar a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Ellos se alegraron al oírle y prometieron darle dinero; y andaba buscando una oportunidad para entregarle (Mc 14, 10-11).

            La mujer había roto por amor la lógica monetaria de un tipo de los “sacerdotes renteros” de 12, 1-12, que terminan entendiendo su misión en claves de pura ganancia, queriendo matar por esa razón al mismo heredero. Pues bien, entre ellos viene a situarse Judas, en el momento decisivo, traicionando a Jesús y optando por esos sacerdotes-renteros, con quienes decide colaborar, suponiendo que su traición es para bien del pueblo. Marcos no dice que Judas “pidiera” dinero, pero los sacerdotes se lo ofrecen,  situándose en aquella línea en la que Jesús había dicho que humanamente hablando los ricos no pueden entrar en el Reino (Mc 10, 17-31),

           Jesús ha condenado el dinero de los sacerdotes del templo (Mc 11, 15-17) y ha pedido a sus tentadores que lo devuelvan al César (Mc 12, 13-17), y de esa forma ha podido proclamar su mensaje de Reino, con plena libertad, pero quedando externamente en manos del dinero de los sacerdotes, que lo emplean para comprarle, a través de Jesús y para condenarle a muerte. Es muy posible que, en principio, Judas no buscara dinero; pero Marcos sabe que, en el fondo, su gesto se inscribe dentro de una lógica monetaria de los sacerdotes.

Tanto Judas como los sacerdotes se oponen finalmente al proyecto radical de Jesús, y defienden un tipo de identidad nacional y religiosa que, en el fondo, se condensa en el dinero (vinculado a un poder de dominación). Probablemente, está decepcionado (escandalizado: Mt 26, 31) del camino que Jesús ha tomado, y responde como hombre de este mundo viejo, poniendo el caso en manos de los sacerdotes, a pesar de que Jesús, haya advertido en la cena: «En verdad os digo, uno de vosotros me entregará...» (cf. Mc 14, 18-20 par).

De Marcos a Mateo

Gran diccionario de la Biblia - EPUB

Ciertamente, Judas ha sido un “personaje histórico”, pero el Nuevo Testamento, a partir de Marcos, le presenta como personficación de aquellos poderes del mal que se oponen a Jesús y le condenan a muerte, por razones que en el fondo se pueden condensar en un dinero material (en contra de la mujer de la unción, Mc 14, 3-9 par). A diferencia de lo que se dice en Marcos, la versión de Mt 26, 14-15insiste ya desde el principio en el dinero:

«Entonces, uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes y les dijo: ¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos convinieron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces él buscaba oportunidad para entregarlo» (Mt 26, 14-16).

Ese tema vuelve aún con más intensidad en la escena del suicidio (Mt 27, 3-10), donde aparece de forma sorprendente, aunque por otra parte ya prevista, no sólo por el anuncio de Mt 10, 4, sino por los diversos textos en los que Mateo ha venido anunciando la entrega del Hijo del Hombre (Mt 17, 22; 20, 19; 22, 2). Los discípulos terminan sabiendo en esa línea que uno de ellos entregará a Jesús, aunque sin conocer su identidad (cf. 26, 21-25), pero los lectores de Mateo saben desde 10, 4 que ha de entregarle Judas, y así lo ratifica este relato de Mt 26, 14-15 y 27, 3-9. Mateo sigue en la línea de Mc 14, 10-11, pero con tres novedades:

‒ Según Mc 14, 10-11, Judas no pide dinero, pero los sacerdotes se lo ofrecen. Es como si ellos no tuvieran razones religiosas ni legales para condenar a Jesús, de manera que sólo pueden apelar al Dinero, que es en el fondo todo lo que tienen, el único argumento al que pueden acudir, conforme a la acusación de Jesús, al decirles que su templo es una cueva de ladrones (Mc 11. 15-17)[1].

‒ Por el contrario, según Mt 26, 15, el mismo Judas lo empieza pidiendo (¿cuánto me dais si os lo entrego…?), como si el asunto de Jesús sólo pudiera resolverse, una vez más, con argumentos de dinero material, en contra de la gratuidad más alta de la mujer de la unción (cf. Mc 14, 3-9; Mt 26, 15). En esa línea, la tradición posterior dirá que Judas era un ladrón/avaro (cf. Jn 12, 3-6)[2].

Los sacerdotes convinieron con Judas en treinta monedas de plata… (Mt 26,15). Esa referencia, puede relacionarse con Zac 11, 12, donde las monedas se entienden como “salario del pastor mesiánico”. Es difícil precisar la cuantía del dinero que suponen, porque el texto dice que eran de plata (avrgu,ria), pero no precisa su identidad (denarios, dracmas, siclos) y su valor oscilaba entre el salario mensual de un trabajador hasta el precio de un esclavo (cf. Ex 21, 32 LXX). No es fácil saber si este dato tiene un fondo histórico, ni si Judas “vendió” de hecho a Jesús por dinero, aunque es muy posible que, en el fondo, la causa de su gesto (entregar a Jesús) tuviera un carácter monetario, de tipo directo o indirecto[3].

  Suicidio de Judas (Mt 27,3-9) un tema de dinero.

Desde ese fondo quiero desarrollar el tema del suicidio de Judas quien, al parecer, podría haber mediado entre Jesús y los sacerdotes, pero la misma historia (el destino de Jesús) mostrará que esa solución no era posible:

 Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que era condenado, habiéndose arrepentido, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué tiene que ver eso con a nosotros? ¡Allá tú! Entonces, arrojando las piezas de plata en el templo, salió de allí y marchándose se ahorcó. Los sumos sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No está permitido echarlas en el tesoro de las ofrensas, porque es precio de sangre. Y, realizando una consulta, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre. Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías, diciendo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor (Mt 27, 3-9)[4].

  No es fácil fijar con seguridad el sentido histórico del texto y de su tradición de fondo, pues se encuentra muy teologizada. Sea como fuere, resulta esencial la referencia al dinero (se vuelven a citar las treinta monedas), que sirve para poner de relieve el fondo económico de la muerte de Judas, aunque él quería algo más que dinero[5].

 ‒ Arrepentimiento… (Mt 27, 3). El gesto final de Judas parece indicar que él no esperaba que los sacerdotes reaccionaran de esa forma, y entregaran a Jesús en manos de Pilato, para que le crucificara, de manera que podríamos decir que Judas se arrepiente de las consecuencias de su gesto (de la condena a muerte de Jesús, y de la forma de actuar de los sacerdotes quienes, a su juicio, deberían haber juzgado a Jesús de otra manera).

‒ Quiso devolver las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo “he pecado entregando sangre inocente… (27, 4)” y mostrando que él no quería que condenaran a Jesús a muerte, desmarcándose de los sacerdotes y ancianos en quienes había confiado, para decir al fin que Jesús era “sangre inocente” en palabra de inmensa carga teológica. Pero los sacerdotes no aceptan su arrepentimiento, sino que le abandonan a Judas, dejándole sin salida alguna, en medio de ruptura interior.

Suicidio: Entonces, arrojando las monedas de plata en el templo, salió de allí y marchándose se ahorcó (Mt 26, 5). No se ahorca por haber entregado a Jesús en manos de los sacerdotes, sino por la forma en que ellos han resuelto el caso, entregando a Jesús para que sea condenado y crucificado. Había negociado con ellos, buscando quizá la mejor solución para el caso, pero al fin descubre que ellos le han traicionado. Estos sacerdotes y ancianos se muestran inflexibles ante Jesús, a quien han condenado ya, y ante Judas, a quien abandonan tras haberle utilizado, no queriendo (no pudiendo) ofrecerle ningún tipo de ayuda.

‒ El destino de Judas no es sólo cuestión de dinero material, aunque el dinero ha debido influir en un plano más hondo, como símbolo de aquello que domina y posee a los hombres. Ciertamente, él ha negociado con los sacerdotes y lo ha hecho por “treinta monedas”. Pero al final, ante la condena de Jesús, descubre que las monedas no sirven, pues el tema de la vida y muerte (del mesianismo) no se resuelve con dinero. Por eso quiere devolverlas y, viendo que los sacerdotes no las aceptan, las arroja en el templo, recordando así el gesto de Jesús que arrojaba por el suelo las monedas de aquel mismo templo, porque servían para robar y comprar/vender la vida de los hombres[6].

‒ Un suicidio digno. Tras devolver el dinero, sabiendo que Jesús ha sido ya condenado (aunque aún no ejecutado), Judas no tiene más salida humana que el suicidio, de manera que “más le valiera no haber nacido” (Mt 26, 24). Según la perspectiva del texto, ese suicidio no se puede interpretar desde la nueva experiencia cristiana de la gracia radical de Jesús que todo lo perdona (pues aún no ha muerto), sino desde la experiencia de Antiguo Testamento donde se pensaba que ante algunas acciones, situaciones y equivocaciones no existe mejor solución para un hombre de honor que matarse. En este línea se entienden algunos suicidios bíblicos, como los de Abimelec (Jc 9, 54), Sansón (Jc 16, 30), Saúl (1 Sam 31, 4-5), Ajitófel (2 Sam 17, 23), Eleazar (1 Mc 6, 4), Tolomeo Macrón (2 Mac 10, 13) y Razis (2 Mac 14, 42-46), que en general no han sido condenados por la Biblia (a pesar de la reflexión que realiza Sara en Tob 3, 10, que nos sitúa ya en otro contexto).

El evangelio de   Lucas parece contar la muerte de Judas como anécdota circunstancial. Mateo, en cambio, la entiende como signo y consecuencia de la misma contradicción que Judas no ha sabido resolver, una contradicción vinculada a las treinta monedas de la traición, que él arroja en el templo y que los sacerdotes utilizan para comprar un cementerio (Mt 27, 6-10). A diferencia de Judas, los sacerdotes no se arrepienten ni suicidan, sino que mantienen su condena y encuentran una forma de “blanquear” el dinero de la traición, según el motivo del “campo de sangre” (tema que aparece en Hch 1, 17-18).

Judas ha arrojado las treinta monedas en el templo, un lugar de sacralidad ambigua, por no decir negativa, intentando liberarse de ellas (no quiere que sean precio de muerte). Evidentemente, los sacerdotes deben recogerlas, y darles un uso que responda a su origen y a la santidad del templo, tras haber acudido a medios falsos para condenar a Jesús (cf. Mt 26, 69-60). Le han condenado, y sin embargo quieren presentarse como limpios ante el dinero que han pagado a Judas por su entrega. Han convertido el templo en cueva de bandidos (21, 13), pero quieren fingir que son moralmente intachables[7].

   El dinero de los sacerdotes sólo vale para que la humanidad se acabe suicidando, es decir, para comprar un cementerio al servicio de los extranjeros.

 La versión de Lucas.

A diferencia de Mateo, Lucas supone que Judas no se suicidó por remordimiento, sino que murió, al parecer, de forma circunstancial, aunque muy significativa, por accidente, en el mismo campo que había comprado con las monedas de la traición de Jesús:

 Éste, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Hakeldamaj, es decir: Campo de Sangre” (Hch 1, 17-19).

 Según eso, el mismo Judas tomó el dinero de su traición (cf. Lc 22, 5-6) y, sin arrepentirse en modo alguno, compró un campo cerca de Jerusalén, como heredad entre los hijos de Israel (para ser de esa manera un buen israelita, propietario de tierra), quizá en la zona del valle de la Gehenna, con bruscos desniveles. Pero no pudo vivir en paz, de los frutos de esa campo, que el compró vendiendo a Jesús, pues terminó cayendo en sus quebradas, reventándose y regando con su sangre la tierra de su heredad “maldita”, lo que explicaría el nombre del terreno (campo de sangre), vinculado en general con el Tophet, lugar de infausta memoria donde se realizaban los sacrificios humanos en tiempo de los reyes (cf. 2 Rey 23, 10; Is 30, 33; Jer 7, 31).

Este pasaje quiere mostrar que, tras la entrega de Jesús, la vida de Judas carecería de sentido. En esa línea, conforme a este relato de Lucas, Judas no se arrepintió, ni quiso devolver el dinero a los sacerdotes, sino que murió víctima de su codicia, tras haber comprado un campo, despeñándose así en la propiedad que había conseguido obtener con el precio de la sangre de Jesús, pensando hacerse rico con ella, con el producto de la venta de Jesús, sin saber que derramaría allí su sangre. El nombre de esa propiedad, Hakeldamaj, Campo de Sangre, se vincula no solo con la sangre de los antiguos sacrificios humanos que, según la Escritura, habían traído la ruina sobre Jerusalén, sino con la de Jesús y en especial con la de Judas, que habría muerto sin arrepentirse (de manera que la sangre de ese campo podía interpretarse de maneras diferentes). 

Según eso, las tradiciones de Mateo y Lucas se distinguen, pero ambos han conservado la memoria de la muerte trágica de Judas, por accidente (Lucas) o por suicidio Mateo), y la ha vinculado con el dinero de la traición de Jesús. Ninguno de los dos evangelios afirma que esa muerte haya sido un castigo de Dios, ni que Judas se haya “condenado eternamente” (a pesar de Mt 26, 24). La iglesia posterior conservó sin duda la memoria de la muerte “desgraciada” de Judas, pero no supo ya como había sucedido.  

NOTAS

[1] Sobre Judas, cf. H. L. Goldschmidt y M. Limbeck, Heilvoller Verrat? Judas im Neuen Testament, KBW, Stuttgart 1976; R. B. Halas, Judas Iscariot: A Scriptural and Theological Study of His Person, His Deeds, and His Eternal Lot, Cath.U. Washington; H. J. Klauck, Judas—Ein Jünger des Herrn, Herder, Freiburg 1987; K. Lüthi, Judas Iskarioth in der Geschichte der Auslegung, Zwingli, Zürich 1955; G. Schwarz, Jesus und Judas, BWANT, Stuttgart 1988; E. Taylor, The name 'Iskarioth' (Iscariot), JBL 129 (2010) 367–383; H. Wagner (ed.), Judas Iskariot: Menschliches oder Heilsgeschichtliches Drama?, Knecht, Frankfurt 1985.

[2] Con esta referencia más expresa al dinero no se niega la responsabilidad de Judas, sino que se profundiza y se sitúa en un contexto de pecado económico, presente en todo el evangelio, desde la llamada radical a la pobreza que se expresa en la oposición entre Dios y Mammón (Mt 6, 19-24), pasando por el desprendimiento de los misioneros (Mt 10, 9)… hasta el gesto de Jesús en el templo, cuando derriba las mesas de los mercaderes (21, 12-13). Este Judas codicioso (cf. 26, 9), es la antítesis de un verdadero discípulo de Jesús, y así acude a los sacerdotes, que controlan el dinero.

[3] En esa línea, con Mt 6, 24 y el conjunto de la tradición sinóptica, los motivos centrales del movimiento de Jesús acaban vinculándose al dinero, como suponen las dos últimas antítesis (Mt 5, 38-48). De manera lógica, allí donde quieren “eliminar” a Jesús, los sacerdotes apelan al dinero. 

[4] Cf. Brown, La muertedel Mesías, Verbo Divino, Estella 2995, II, 1394-1418; W. Klassen, Judas. Betrayer or Friend of Jesus?, Fortress, Minneapolis 1996; H. J. Klauck, Judas – ein Jünger des Herrn, QD 111, Freiburg 1987; Judas der Verräter?Eine exegetische und wirkungsgeschichtliche Studie, ANRW 26/1 (1992) 717-740; H. Maccoby, Judas Iscariot and the Myth of Jewish Evil, Free P., New York 1991; W. Popkes, Christus traditus. Eine Untersuchung zum Begriff der Hingabe im NT, ATANT 49, Zürich 1967; G. Schwartz, Jesus und Judas, Kolhammer, Stuttgart 1988.

[5] En esa línea puede situarse la tradición del Evangelio Apócrifo de Judas, conocido por algunos Padres de la Iglesia (Ireneo, Hipólito, Pseudo Tertuliano, Epifanio de Salamina), y “redescubierto” en Egipto, para ser guardado, vendido y revendido y, por fin, presentado y publicado, con gran aparato propagandístico, el año 2007, por R. Kasser (y otros), The Gospel of Judas, together with the Letter of Peter to Philip, James, and a Book of Allogenes from Codex Tchacos, National G., Washington DC, 2007. Según esa tradición, Judas habría iluminado a Jesús para comprender el Reino.. Cf. F. García Bazán, Evangelio de Judas. Edición y Comentario, Trotta, Madrid 2007; F. Bermejo, El evangelio de Judas, Sígueme, Salamanca 2012.

[6] Ciertamente, en teoría, él podía haber dado esas monedas a los pobres, como dijo Jesús al joven rico (19, 16-22), o podía haberlas empleado para ungirle, como la mujer de la casa de Simón Leproso (cf. 26, 6-13); pero no es capaz de hacerlo y por eso “devuelve” el dinero de su venta al templo, pues no le queda ya ningún camino de vida en la tierra.

[7] Esta tradición de la entrega y muerte de Judas (con las treinta monedas) está entretejida por lado con la profecía (Zacarías y Jeremías) y reinterpretada desde la historia cristiana de Jerusalén, y ha sido retomada de formas distintas, aunque convergentes por Hch 1, 16-20 y Mt 27, 3-10. Los cristianos sabían que existía en la ciudad un cementerio llamado Hakeldamaj, Campo de Sangre, y lo vincularon con el dinero de la entrega de Jesús y con la muerte de Judas, que habría sido enterrado allí (en el campo del alfarero de Jer 18, 2-3,  y con la cita de Zac 11, 12-13 sobre las treinta monedas). De esa manera quisieron mostrar, de formas complementarias algo que resultaba importante (y evidente) para ellos: Al condenar a muerte a Jesús, los sacerdotes y ancianos de Jerusalén convirtieron su ciudad en un tipo de cementerio, un lugar dominado por la muerte “hasta el día de hoy”. A diferencia de Judas, Jesús no se suicida, sino que sigue poniéndose dolorosamente en manos de Dios. En ese contexto podríamos pensar (simbólicamente) que a Jesús el enterraron en el mismo Hakeldamaj o cementerio para extranjeros y ajusticiados que compraron los sacerdotes con el dinero de Judas, pero su memoria no se guardará en ese cementerio ni en ningún otro, sino en el mensaje de la pascua. 

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